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—Bebé, ¿crees que podrías acomodar mi cabello aquí?—Frank señaló la parte de su nuca, tendiendole un peine.
—Claro—Tomó el utensillo, acariciando el cabello castaño de su novio, que estaba más largo de lo usual, porque deseaba dejarlo crecer—¿Te duele?—Gerard se sentía inseguro mientras desenredaba los mechones, teniendo miedo de lastimar a Frank.
—No, cariño, está bien—Apoyó una de sus manos sobre el muslo del pelinegro, porque se encontraba sentado entre sus piernas.—No te preocupes.
Gerard continuó con su tarea, bastante concentrado, y al finalizar, dejó un beso sobre su hombro, mientras envolvía su cintura con cariño. Ese día iban a cumplir seis meses de estar en pareja, y querían cenar juntos en algún lugar bonito. Se encontraban en la casa de Frank, mientras él terminaba de arreglarse.
—Wow, qué bonitas estas dulzuritas—Linda, la madre del castaño, tomó las mejillas de su hijo, y luego del pelinegro, que intentaba librarse de ella y sus interminables halagos extremadamente tontos.
Gerard apretó de una manera suave la mano de su novio, solo porque no podía reírse de los apodos tontos, y esa acción le daban más ganas de reír a su novio. Frank musitó un "basta" hacia su lado, poniendo una expresión extraña en su rostro.
—Linda, realmente se nos hace tarde—Intentó apresurar a la madre de su novio, hasta que finalmente terminó con sus palabras, dejando salir a los dos adolescentes en paz.
—Al fin, cariño, pensé que sería eterno—Frank rió tontamente, aunque le causaba ternura su madre, a veces solía ser demasiado pesada.
—No seas malo con ella, es que te aprecia mucho—Rieron y luego se dieron algunos besitos, dispuestos a dirigirse al restaurante al que tenían planeado ir.
Frank resongó por varios minutos sobre lo inapropiado que era subirse a un auto cuando el conductor era menor de edad, pero su novio no le dió demasiada importancia, aunque tuviera diecisiete podía conducir perfectamente. Y estaba de más el hecho de que el castaño se colocó el cinturón a penas estuvo sentado en el asiento de acompañante, mientras se sostenía discretamente de su asiento cuando Gerard giraba el auto en alguna dirección.
—No estes tan asustado, sé como hacer esto—El pelinegró rió dulcemente, apoyando una de sus manos sobre el muslo de su novio, pero él la quitó para colocarla nuevamente donde debía estar; sobre el manubrio. No era demasiada la experiencia como para conducir con una sola mano.—Yo confié en ti cuando me empujaste por una bajada sobre mi skate—Recordó por un segundo ese suceso, había terminado con su muñeca quebrada y varias machas de sangre en algunas partes de su cuerpo.—¿Y tú no puedes confiar en mi para hacer esto?.
—Sí confío en ti, cariño, no te preocupes—Dejó un pequeño beso en la mejilla de Gerard, comprendiendo su sentimientos, pero no podía evitar tener un poco de miedo, aún así intentó ignorarlo, relajándose.
Con un ambiente más tranquilo, pudieron divertirse antes de llegar al restaurante, y prácticamente no comieron absolutamente nada debido a la conversación entretenida que tenían, agregando que ambos se sentían nerviosos, en especial Frank, sabía que esa noche ocurriría algo más que simplemente tocarse, y tal vez estaba un poco ansioso por eso.
—¿Crees que deberíamos volver?—Preguntó el castaño, hacía tiempo que ya habían salido del restaurante, pero estaban tomando alcohol frente a una gasolinera bastante desierta. Ni siquiera habían tomado demasiado, pero estaban un poco borrachos, y eso hacía aún más ilegal que Gerard condujera.
—Solo un rato más—Musitó el pelinegro.—¿Tu mami va a regañarte?—Rió escandalosamente, y el contrario le dió un pequeño golpe como protesta por burlarse de él.—Quiero quedarme un momento más contigo—Gerard giró su rostro, observando las pestañas perfectamente arqueadas del castaño, tenían la misma edad, pero Frank parecía un adulto por lo correcto que intentaba ser, aunque algunas veces su novio le ganaba con sus travesuras.
—Podemos vernos mañana de nuevo—Comentó, pero el pelinegro hizo una expresión de desagrado, no deseaba separarse de él, ni siquiera con la promesa de verse al día siguiente.
—Pero yo quiero estar contigo aquí y ahora—Gerard dió un trago a la botella de vodka, evitando la mirada del contrario.—O tal vez en mi casa.
—Si tu padre me ve estoy seguro de que me mataría—Ocultarse de Donald era algo totalmente normal, que fue difícil al principio, pero a esas alturas les causaba gracia, era aún más divertido besarse a sus espaldas.
—No hay nadie, todos se fueron a la casa de mi abuela, y vive realmente lejos, ¿por qué crees que estoy usando el auto?—No sonaba tan descabellado, así que no tomó demasiado para que estuvieran en camino al hogar de Gerard.
En la mente de Frank ya existía un contrato imaginario que se acababa de sellar. Iban a tener sexo, cualquier persona con al menos un poco de inteligencia podía darse cuenta. Y no sonaba como algo malo, pero lo ponía demasiado nervioso e inseguro.
—Oye, ¿y si mejor me dejas aquí?—La casa de Frank se observaba a través de la ventanilla, pero el pelinegro no se detuvo, solo continuó conduciendo, sabiendo que su novio solo estaría un poco nervioso por lo que iba a ocurrir.
—Vamos a pasarla bien, no te preocupes—Lo tranquilizó, y después encendió la radio del auto, no recordaba haber colocado un disco, pero Dark Necessities se reprodujo.—¿Quieres helado?.
Frank asintió, y se desviaron para dirigirse a una heladería, donde pidieron tal vez más helado del que necesitaban y volvieron a su camino. Al llegar a la bonita y acogedora casa del pelinegro, se quitó los zapatos, y no por educación, solo quería caminar por la alfombra descalzo.
—¿Vamos a ver una película?—Preguntó el castaño, teniendo en mente una que tenía planeado ver.
—Lo que tú quieras—Buscó dos cucharas para postre y lo acompañó en el sofá, comenzando a disfrutar de su helado.—¿No vas a comer?.
—¿Comer?, se dice tomar—Lo miró rápidamente, riendo un poco mientras tomaba su cuchara.
—Es sólido, no se toma, se come—Contradijo el pelinegro, haciendo que el contrario levantara sus cejas, sin prestarle ni un mínimo de atención a la película de terror que estaban viendo.
—¿Tú masticas el helado?.
—Tampoco mastico el puré de papas y eso no significa que lo estoy tomando—Comenzaron a discutir sobre cómo se decía, dejando en segundo plano justamente el helado, y más allá la película.
Frank inclinaba sus cejas, estando realmente seguro de sus palabras, y ya estaba bastante cansado de hablar sobre lo mismo, así que levantando un poco la voz dijo una frase que se arrepintió incluso antes de terminarla.
—¿¡Por qué no mejor me comes el...—Fue bajando su voz a medida que terminaba la oración, y al ver la expresión del contrario ni siquiera se animó a continuar.
—¿El qué?—Rió por sus palabras, tomándoselo como una broma, pero el rostro del castaño se puso totalmente rojizo, mientras mordía su labio inferior por nerviosismo.—Frank, eres un pervertido...
—¡Cállate!.
—Pero está bien, tus deseos son órdenes—Dejó el helado sobre la pequeña mesa frente al televisor, mientras Frank retrocedía un poco con nerviosismo.—Ven aquí, bebé.
El pelinegro lo besó, tomando una de sus piernas y atrayéndolo hacia sí, mientras la película se reproducía con sonidos tenebrosos y escenas escalofriantes, pero esas imagenes no les interesaban en lo más mínimo en ese momento.
—¡Gee!—Esa frase tan subida de tono solo había sido una broma, bastante indecente, pero al fin una broma. Aunque Gerard la había aprovechado para comenzar en lo que estaba pensando desde varios minutos atrás.—¡Me haces cosquillas!.
El pelinegro alejó sus labios del cuello del contrario, sintiendo ternura por la risa del castaño. Frank había sido llevado hasta las piernas de su novio, que le alegraba tenerlo allí, rodeando su cintura y besandolo.
—Déjame hacerlo—Mencionó de manera coqueta, observando su cuello.—Solo relájate—Sabía que el castaño se reía por nervios.—No voy a hacer nada que no quieras.
Frank alzó su cabeza, permitiendole más espacio, mientras el pelinegro con su otra mano desabrochaba la camisa del contrario, a penas los primeros botones, para meter su mano entre la tela y acariciar sus pezones suavemente.
—No...—Murmuró cuando Gerard intentó quitar su camisa por completo, intentando ocultarse lo mejor que podía.—Quiero ir a la habitación.
—Está bien—Le dió varios besos más, hasta que al fin se pusieron de pie para caminar hacia el cuarto del pelinegro, dejando caer ambos cuerpos sobre la cama, entre besos y tímidos roces.
—Apaga la luz—Pidió el castaño antes de que el contrario continuara bajando los besos por su pecho, dispuesto de saborear sus rosados pezones.—Por favor.
Gerard se puso de pie para cumplir su petición, pero dejó la luz de su lámpara de noche encendida, porque no planeaba perderse ni un centímetro de la belleza del cuerpo de su novio.
—Tu cuerpo es tan delicado—Besó su vientre lentamente, bajando cada vez más, hasta que llegó a su cinturón, comenzando a desabrocharlo.—Podrías matarme de amor—Rió un poco tímido, mientras quitaba los pantalones del castaño, acariciando la piel que tenía a su paso.
—Gee...—Musitó, avergonzado en parte por sus palabras tan cariñosas, y porque sus manos se escabullían bajo su ropa, rozando las partes más sensibles de su cuerpo.—¡No!.
El pelinegro quitó su ropa interior, observando el pene duro de su novio, pero él lo apartó con una de sus manos, no podía estar más nervioso, y la respiración caliente de Gerard que golpeaba su piel lo hacía sentir escalofríos.
—Te amo, cariño—No le prestó atención a las acciones que tenía solo por su inseguridad, sabía que simplemente debía llevarlo con tranquilidad. Luego de esas palabras tan dulces ante los oídos del castaño, besó la punta de su pene y luego lo metió en su boca.
—Yo tambié...—Antes de que pudiera terminar, soltó una respiración pesada, levantando un poco su cuerpo con desesperación al sentir el calor inundarlo. Cubrió su boca antes de dejar salir los gemidos que amenazaban por escapar de su garganta, mientras su pene era envuelto hasta la base por los movimientos de la lengua de Gerard.
Frank sostuvo el cabello enmarañado de su novio, empujándolo suavemente y marcando el ritmo. El contrario llevó dos de sus dedos a su entrada, primero acariciándolo de manera tenue, y luego haciendo un poco de presión.
Se escuchó el chasquido de los labios de Gerard al separarse del pene de su novio, junto a un hilo de saliva que los conectaba aún unos segundos después. Levantó las piernas de Frank de la mejor manera posible, aunque esa no fuera la primera vez que iba a acostarse con alguien, era un poco intimidante que sea su novio; tan frágil, dulce y precioso. De alguna manera tenía miedo de hacerle daño, o tal vez sobrepasar algún límite.
—¿Puedo hacerlo?—Apretó las nalgas del contrario, teniendo a tan solo unos centímetros su entrada, deseando poder sentirla en su boca.
—No me lo preguntes—Frank solo quería dejarse llevar por lo que iba a suceder, tragando saliva de forma pesada y apretando con demasiada fuerza una de las manos de Gerard, que había dejado libre específicamente para entrelazarla con el contrario.
El pelinegro no dejó pasar el tiempo, solo apoyó su lengua húmeda en la entrada del contrario, moviéndola alrededor e intentando hacer presión con ella. Frank se sintió especialmente extraño, pero era bastante bueno para ser algo tan indecente, y aún más cuando estaba gimiendo en la casa donde prácticamente estaba prohibido su nombre.
Gerard metió uno de sus dedos en el interior del castaño, mientras continuaba rozando su lengua totalmente mojada en su entrada, usando su saliva para deslizar los dedos dentro de él. Frank dió un grito agudo con esa acción, tensando sus piernas por la molestia, dándole un menor espacio para continuar.
—Relájate, ¿si?, va a pasar, te lo prometo—Con esas palabras, junto a los pequeños besos sobre sus muslos y las palabras de cariño, el contrario se tranquilizó, calmando su respiración y reduciendola a suspiros de placer.
El rostro de Frank estaba totalmente relajado, con su boca entreabierta y sus ojos apenas enfocando algún punto perdido en el espacio, sus cejas se congestionaban de vez en cuando, por algún movimiento brusco del contrario.
Cuando tuvo dos dedos en su interior, sacudió su cabeza ligeramente, quitando el cabello de su rostro, que hasta eso parecía estorbarle. Veía la expresión de concentración de Gerard de vez en cuando, causandole un poco de ternura, pero luego recordaba que tenía dos de sus dedos dentro y ese sentimiento se convertía en excitación.
—¿Estas a gusto de esta manera?—Ante la mirada atenta del castaño, su novio se quitaba su propia camisa y desabrochaba su pantalón, dejando a la vista su pene, que le causó un poco de miedo al contrario. Frank asintió suavemente, moviendo un poco su cuerpo sobre la almohada que Gerard colocó bajo su cadera.—Si algo te hace sentir incómodo solo dilo, no quiero que pases un mal momento.
El contrario solo asentía ante sus palabras, sin terminar de entender cómo podía hablar tan claramente, cuando él apenas podía soltar quejidos al sentir el roce de sus pieles. Creía que el pelinegro lo vería como un idiota si continuaba con su expresión de nerviosismo, así que intentó formar una pequeña sonrisa, que desde afuera se veía un poco extraña en ese momento, pero no se le ocurría nada más.
—¿De que te ríes?, ¿te hago cosquillas?—Gerard también sonrió al verlo, pero el castaño cambió su expresión. Se encontraba abriendo la protección y colocándosela, cometiendo el error de abrir el plástico con sus dientes, pero no le interesaba realmente.
—Estoy muy nervioso...—Murmuró, y luego colocó una expresión de preocupación. El pelinegro se había acercado a su rostro, provocando que abriera aún más sus piernas para darle lugar, eso no hizo que se sintiera mejor, sabía que iba a doler y aunque Gerard se esforzara en tranquilizarlo con besos y palabras bonitas, el pene duro y rojizo del pelinegro estaba rozando su entrada.—No me lastimes.
—Claro que no, cariño—Alineó su miembro, comenzando a entrar en él, escuchando un suspiro pesado, y antes de que pudiera continuar el quejido de Frank lo detuvo.
Con bastante lentitud pudo apenas ingresar la mitad de su pene, con mucho esfuerzo para ser paciente y no dejarse llevar por lo estrecho y caliente que se sentía alrededor de su miembro.
—Dijiste que no me lastimarías—Gerard levantó sus cejas sin saber qué hacer, los ojos del contrario dejaban caer algunas lágrimas, mientras en su expresión se veía reflejado el dolor.—Gee...
Frank tomó a su novio por los hombros, rasguñando toda la piel que estuviera cerca de sus manos, mientras intentaba respirar profundamente y relajárse para que la pequeñas embestidas del contrario no molestaran en su cuerpo.
—No cierres tus piernas, Frank—El mencionado tragó saliva y puso sus ojos en blanco, queriendo golpearlo en la cabeza, ¿acaso no se daba cuenta de que no podía evitarlo?, estaba hecho una pelota de nervios, y se lamentó de haber creído en todas las historias de "la primera vez" tan idealizada.—Necesito que te tranquilizes, sino no voy a poder hacerte sentir bien, bebé, voy a detenerme un momento.
Tal como lo dijo, se detuvo y acarició el pene de Frank, ayudándolo a relajarse, observando como su rostro volvía a su calma normal, o casi normal.
Apenas pudo continuar, la situación se había tranquilizado, comenzando por la actitud más suave del castaño, junto a su predisposición para recibir a Gerard de la mejor manera posible. Entre sus piernas se encontraba su novio embistiendolo a un ritmo calmado, lo suficiente para Frank, y su primera vez.
—Se siente bien—Mencionó luego de varios minutos, notando los sonidos excitantes de sus pieles chocando, junto a la cadera de Gerard empujando hacia su cuerpo. Apoyó sus manos suavemente en el vientre de su novio, solo para notar mejor la vibración de su cuerpo cuando lo penetraba.
El pelinegro alzó su cuerpo al escuchar eso, apoyando sus manos a los lados del cabello castaño, con cuidado de no jalarlo. Observó como Frank se fascinaba con el hecho de que estuviera embistiéndolo. En ambos rostros se reflejaba el placer y los gemidos formaban un sonido constante.
Ninguna persona hablaba sobre lo fantástico que se sentía la piel caliente y erizada por el cosquilleo previo al orgasmo. Mucho menos de lo extrañamente excitante que resultaban los momentos de ansiedad entre cada acción. Cada mirada y cada roce se sentía mucho mejor que en cualquiera de sus sueños.
La única advertencia que había recibido fue que a veces eran incómodos los momentos en los que no sabían qué hacer, pero Gerard solo había sonreído, haciéndolo sonreír a él y continuando.
El semen cubrió el vientre del castaño, mientras montaba su orgasmo como si estuviera viviendo la mejor experiencia de su vida. Gerard continuó penetrándolo unos segundos más, también acabando, ni siquiera sabía cómo era posible no hacerlo con esa imagen.
Frank estiró sus brazos, buscando a su novio, para que lo besara de la mejor manera posible, como todos los días.
Los segundos después de haber terminado fueron frenéticos, mientras luchaban en vano para retener la sensación de placer máximo, que se desvaneció luego de algunos segundos. Después de apaciguar sus propios sentimientos, Gerard salió del interior del contrario, quitándose la protección y arrojándola a la papelera a un lado de su cama.
El castaño volvió su cuerpo a una posición común, acurrucándose a un lado de su novio, mientras buscaba algún momento para expresar lo genial que había sido estar con él. Gerard lo acunó en sus brazos, besando su coronilla repetidas veces y acariciando su espalda.
—Eres tan lindo—Musitó el pelinegro, dándole todo el cariño al contrario, que lo recibía sin ninguna queja.—Podría hacerte el amor por horas—Frank rió suavemente, pensando en lo agotador que eso sería, porque solo con una vez ya deseaba dormir por mucho tiempo.
—Yo podría dejarte hacerlo—Ambos sonrieron tontamente.—Pero solo si después me das muchos besitos.
Gerard se enterneció, comenzando a dejar besos rápidos por todo su rostro.
* * *
Les gustó? 💘
No sabía cómo llamar el capítulo jajsjs
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