xMathematicsx
—Hasta aquí la clase de hoy.
—Oh por dios, no entiendo una mierda—Gerard giró su cuerpo para hablar con Raymond, que se encontraba en la misma situación que él, ese día Frank se había ausentado, y era el único que podía ayudarlos.—¿De dónde salió el 0,9?.
El rizado alzó su cabeza hacia la pizarra, en ningún momento había prestado atención, así que no tenía ni idea de qué hablaba.
—Mándale una foto a Frank—Gerard aceptó esa idea, tomando una fotografía de la mejor manera posible y enviándosela a su mejor amigo.
Frank: Estoy ayudando a mi abuela a hacer una manta, Gee, no tengo tiempo de hacer eso
El pelinegro se sintió decaído, porque si bien entendía que el castaño estuviera ocupado, intentó intercambiar algunos mensajes más y solo obtenía respuestas extremadamente cortas o algunos emojis de corazones.
Al salir de la pequeña cárcel llamada secundaria, quiso tomar un helado, o tal vez solo caminar por el parque, pero no tenía compañía, Ray ya se había ido y Michael, su hermano, tenía clases extras. Le faltaba su mejor amigo, y quizá se comportara como un exagerado pero realmente notaba su ausencia.
***
—Oye, ayer te extrañé, en especial en matemáticas—Había pasado todo el día anterior solo deambulando por su casa, hasta que al fin fue la hora de dormir y luego la hora de ir al instituto.
—No me extrañaste a mí, extrañaste mis apuntes—Ambos rieron, y vieron entrar a la mujer rubia, de bastante altura y con una cierta expresión de picardía.
—¡Saquen una hoja!.
Las reacciones fueron las comunes, los típicos "¿¡para qué!?", se hicieron oír, mientras la mujer respondía con total tranquilidad que sería un exámen, agregando el sermón de "el que se copia reprueba toda la materia".
—¿Qué voy a hacer?—Susurró el pelinegro, recibiendo la fotocopia con cada uno de los ejercicios matemáticos. La profesora lo silenció rápidamente, recorriendo el salón constantemente.
Frank ya había comenzado su exámen, confiando en que su amigo al menos sabría algo, pero en la mente del pelinegro solo se encontraba un gran manto blanco que le impedía recordar cualquier cosa aprendida en clases.
—Hey...—Susurró hacia el castaño, mientras la rubia respondía una duda de otro estudiante. El contrario alzó mínimamente su cabeza, con su entrecejo frundido.—¿Cómo hago esto?—Ni siquiera salió algún sonido de su garganta, pero el castaño leyó sus labios lo mejor que pudo, mirando de reojo a la profesora y volviendo su vista hacia su amigo.
—Tienes que despejar esto, y luego aplicar...—Frank apoyó su dedo índice suavemente sobre la hoja del contrario, que intentaba capturar la mayor cantidad de palabras que salían de su boca.
—¿Iero?—La voz de la mujer se escuchó fuerte y clara, el mencionado fingió tomar algún bolígrafo del pupitre de Gerard, simulando ser el alumno más tranquilo de todos.—Lo estoy vigilando, ¿entendido?—Llevó su cabello detrás de sus orejas, sonriendo despreocupadamente, sin suponer que sus alumnos estaban casi temblando de los nervios.
Gerars hizo el primer paso en su hoja, quedando en blanco al llegar al próximo, entonces volvió a pedir ayuda discretamente, pero esa vez no recibirían solo un pequeño reproche de parte de la adulta, sino que ella tomaría otras medidas.
—Señorita Williams, ¿me haría el favor de intercambiar lugar con Iero?—La jovencita de cabello anaranjado levantó sus cosas, solo obedeciendo, y al castaño no le quedó otra opción más que hacer lo mismo. Frank observó con un poco de pena al pelinegro antes de alejarse, sabiendo que Hayley no le pasaría ni una sola respuesta.
Gerard se sintió intimidado por la chica junto a él, que escribía números como una loca, y lo único que podía ver en su propia hoja era a penas unas sumas y algunos paréntesis. Haciendo garabatos en su pupitre pasaron bastante minutos, no podía hacer nada más.
Observó que los ejercicios eran diez en total, y a penas había comenzado solo uno, eso no le alcanzaba ni para la calificación más baja, y recordó sus anteriores calificaciones, supuestamente iba a mejorar la materia con ese exámen, pero no lo estaba logrando, entonces solo quedaba una opción; iba a reprobar toda la materia.
Divagó sus pensamientos sobre qué tipo de golpe en la cara le daría su padre al saber que había reprobado, o tal vez jalaría su cabello con fuerza hasta arrastrarlo a su habitación. ¿Y qué iba a hacer para impedirlo?, absolutamente nada, porque era totalmente su culpa, y probablemente se llevaría otro golpe por sentirse culpable y llorar por ello.
—Oye, ¿estas bien?—Hayley murmuró, tendiéndole su pequeño paquete de pañuelos, Gerard había comenzado a llorar sin siquiera darse cuenta. Negó ante la pregunta, agradeciendo silenciosamente por los pañuelos y volviendo a su tristeza.
Los tenues sollozos casi eran imperceptibles, pero el silencio rotundo del salón hizo que pareciera el mayor ruido de todos.
Frank alzó su cabeza, observando al pelinegro llorar como una Magdalena sobre su pupitre, y su corazoncito de enamorado se partió en mil pedazos.
—Gerard...—La profesora levantó sus cejas.—Cálmate...—No sabía qué decir, porque se encontraba bastante lejos y se sentía impotente al no poder hacer algo.
—Mi padre va a matarme—Musitó, casi inentendible, sin importarle las demás personas, solo Frank, que sabía perfectamente lo que sucedería.
—Debería haber estudiado, Way—El nombrado ni siquiera le prestó atención, revolviendo su mente para intentar tranquilizarse.—Vamos a tener que vernos en vacaciones—Eso empeoró la situación, porque iba a visitar a su abuela Helena en vacaciones, y ya no podría.
Sus sollozos empeoraron, nadie lo estaba ayudando. Hayley sentía demasiada pena, pero debía terminar su propio exámen, así que no podía hacer nada.
Frank dejó sus útiles sobre el pupitre, olvidándose de matemática y caminando hacia el pelinegro.
—Tranquilo, Gee. Ven conmigo—Tomó sus manos, ayudándolo a ponerse de pie para salir del salón, ignorando las amenazas de su profesora, que inmediatamente hizo una línea de color rojo, bastante agresiva, sobre sus exámenes, anulándolos totalmente.
—No quería que repruebes por mi culpa—Decía el pelinegro, camino al pequeño escondite que había encontrado tiempo atrás.—Van a llamar a tus padres, Frank, y es mi culpa—El mencionado recogió el cabello oscuro del contrario, observando sus mejillas sonrojadas junto a las lágrimas que se escapaban de sus ojos.
—Está bien, Gee, no te preocupes, no es un problema para mí—Colocó un broche que llevaba prendido en una de sus pulseras, sosteniendo su cabello para poder verlo correctamente.—Solo quiero que te sientas bien.
—¿Estas seguro de que no hay ningún problema?, Linda no va a dejar que salgas más conmigo.
—Sabes que ella no es así, voy a explicarle la situación, y tú puedes hablar con tu madre para mantener esa calificación en secreto, pero...—Se acomodó mejor en su lugar, demasiado cerca del contrario.—Ahora no debes pensar en lo que pasará, solo ten calma y luego planearemos algo.
—Está bien—Asintió, intentando respirar correctamente y secándo sus lágrimas con el pañuelo que Hayley le había ofrecido.—Gracias, siempre eres tan bueno conmigo.
—Es lo que hacen los...—El pelinegro giró su rostro, quedando exageradamente cerca del contrario, y antes de que pudiera pronunciar la palabra "amigos", Gerard apoyó sus suaves labios sobre los del castaño.
Ambos se separaron unos segundos después. El pelinegro estaba bastante sorprendido de lo que acababa de hacer, aunque sabía que iba a ocurrir en cualquier momento, se encontraba tan enamorado de su mejor amigo.
Frank titubeó un poco, observando fíjamente los ojos llorosos del contrario, que intentaba desviar su mirada. Antes de que pudiera siquiera hablar, volvió a besarlo.
Como si fueran una pareja de años, se besaban sin ninguna verguenza, sintiendo cada roce de la lengua del contrario. Y solo se separaron para sentarse cómodamente y continuar son sus besos. Los chasquidos de sus labios, junto al pequeño vaivén de sus pechos casi rozando los excitaban, comenzando a acariciar un poco el cuerpo del contrario.
Gerard se dejaba mecer, y mimar por los brazos de Frank, que lo manejaban a su antojo, tocando cada espacio posible. El pelinegro se encontraba aún más sonrojado que antes, pero descubrió que aún podía estar más avergonzado al ver el pene duro del castaño.
—Oh por dios—Musitó, descubriendo con su mano cuál era la textura del miembro rojizo tan cerca suyo.—Está tan duro—Comentó, con la mente un poco nublada debido a la situación, pero inmediatamente comprendió lo que seguiría desabrochándo su propio pantalón.
El uniforme del colegio se veía desordenado, y se pondría peor con los movimientos del cuerpo de Gerard al sentir los dedos del contrario sobre sus partes íntimas. Nadie lo había visto de esa manera, y mucho menos tocado, pero sentía tanta confianza con Frank que lo dejaría hacer cualquier cosa que quisiera.
—Levanta la cadera, precioso—Estaba susurrando en su oído. El castaño se encontraba sentado, con el pelinegro apoyando su trasero cerca de su pene, apunto de tomar un poco de valor y permitir que Frank lo penetrara, había sentido demasiado placer solo con sus dedos, así que no podía ni imaginar lo bien que se sentiría su pene.
—Ayúdame—Mencionó, sosteniendo su mano, estando listo para dejar caer su cuerpo sobre el miembro de Frank. Pero al sentir como se deslizaba en su interior se arrepintió un poco.
—Ya va a pasar, no te asustes—Lo tranquilizó el castaño, intentando ser lo más delicado posible, sintiendo lo tenso que se encontraba el contrario.—Solo relájate, vas a sentirte bien—Gerard soportó el dolor punzante en su interior, permitiendo, a su ritmo, que Frank continuara con sus movimientos.
—Duele mucho—Musitó, entre sonidos agudos e inseguros.—Basta, por favor—El castaño obedeció sin ninguna queja, saliendo de su interior, y acariciando su entrada con sus dedos, intentando darle un poco de placer.
Frank se dió cuenta de que tal vez esa no era la mejor posición para comenzar, volviendo a besar al contrario, que se dejó llevar nuevamente, solo con la promesa de que se sentiría bien de esa manera.
Gerard se apoyó sobre sus manos y rodillas, pensando en la verguenza que sentía, pero prontó sus pensamientos se disolvieron, al tener el pene de Frank presionando nuevamente en su entrada, y aunque de todas formas el dolor no desaparecía completamente, un cosquilleo bastante duro de placer lo golpeaba.
El castaño pensó por un segundo en la posibilidad de que los encontraran, aunque fuese un poco difícil que eso ocurriera, estaba la opción, haciendo que se sintiera inseguro.
—Frank...—Musitó el pelinegro, mordiendo su labio inferior, le encantaba la forma en que el contrario sostenía sus caderas, ejerciendo fuerza, pero al mismo tiempo deslizandose lentamente dentro y fuera de su interior.
El mencionado escuchó como el pelinegro quiso mencionar alguna otra palabra más, pero los gemidos lo interrumpieron, mientras se sentía abrumado y no podía hablar correctamente.
—Gee, me gustas tanto—Gerard solo dió un pequeño grito en respuesta, porque el contrario comenzó a embestirlo más fuerte.—Eres tan lindo.
—A mí también me gustas mucho, Frankie—Llevó una de sus manos hacia su propio pene, sintiendo las cosquillas en el vientre inundarlo. Presionó la punta de su miembro, gimiendo más intesamente de lo que debía.
A lo lejos se escuchó el leve sonido de algunas personas, hablando tranquilamente y caminando hacia su escondite. Frank tomó al contrario por sus hombros, atrayéndolo hacia sí e intentando cubrirlo un poco con su ropa, sin salir de su interior, haciendo que Gerard se retorciera un poco al tener su pene tan profundo en su interior.
Las voces pasaron tan cerca de ellos que el pelinegro comenzó a temblar un poco, si llegaban a encontrarlos de esa manera le dirían a sus padres, y eso significaba una muerte segura para él.
—Tranquilo...—Murmuró cerca de su oído, acariciándo su cuerpo mientras continuaba moviendo su cadera contra él de una manera lenta.—Solo van a pasar cerca, no te preocupes.
Gerard solo giró un poco su rostro para besarlo, haciendo un pequeño sonido de queja. Llevó una de sus manos a su cintura, para entralazarla con la del contrario, mientras él lo penetraba rápidamente.
Frank cubrió la boca del pelinegro, obligándolo a guardar silencio mientras las personas pasaban tan cerca de ellos. Luego de algunos segundos en los que se encontraban bastante nerviosos por la situación, Gerard acabó sobre la mano del contrario, sorprendiendo al castaño, que con esa imagen terminó en el interior del pelinegro.
Varios minutos después volvieron a su respiración normal, acomodando su ropa lo mejor que podían y volviendo a ingresar a los pasillos del colegio, pero no a su salón, esperando fuera de el, hasta que finalize el horario de matemática.
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