xIlyx
—¿Puedes pasar por mí?
—Apenas son las once, llegaste hace una hora...
—Sólo pasa por mí, por favor—Gerard intentó continuar con la conversación, saber qué había ocurrido, pero no tuvo oportunidad, porque Frank terminó la llamada luego de acabar la frase.
El pelinegro condujo por extensas calles hasta llegar a la casa de Peter, ese amigo del castaño que al parecer era completamente genial y popular, por quien Frank se moría de felicidad cada vez que lo invitaba a salir. Estacionó frente a la gran casa y observó a su novio en la galería de en frente, se veía completamente desanimado y triste.
—¿Avisaste que te ibas?
—¿Crees que no me verían salir?, por supuesto que lo saben, Gerard, no preguntes tonterías.
El mencionado no mencionó nada por un segundo, Frank subió al coche, el pelinegro cerró su puerta, luego cerró la cajuela y finalmente volvió al vehículo. Giró su rostro y admiró el perfil del castaño, su expresión estaba molesta y al parecer no quería hablar, pero Gerard siempre hacía caso omiso a esa expresión.
—¿Me quieres contar qué pasó?
—No lo sé—comenzó a jugar con sus manos, su voz se había quebrado incluso con esas tres primeras palabras—, las mismas malditas cosas de siempre, Gee—habló mientras las lágrimas caían por su rostro, había comenzando a llorar como un niño, respirando de manera agitada, hundiéndose en el llanto como siempre lo hacía.
—Cariño...—Gerard chasqueo su lengua y desvió la mirada—, sabía que eran unos imbéciles, no debería haberte traído—negaba levemente, tenía los ojos llenos de lágrimas, pero se obligaba a permanecer fuerte para poder mantener a Frank feliz—, lo siento, déjame arreglarlo, vamos a cenar o a donde tú quieras.
—¡No!, yo soy el terco que cree que es normal pero ¡no lo soy!—movió sus manos y alzó un poco su voz, demostrando lo afectado que se encontraba—, no quiero cenar, quiero ir a dormir a mi cama y llorar.
Gerard dió un suspiro pesado, Frank no se detenía ni por un segundo, y comenzaba a sentirse pésimo, más de lo habitual, en específico porque aún no sabía exactamente lo que había pasado.
Sólo bastaron unos minutos para que la respiración del castaño se calmara un poco y empezara a hablar sobre lo ocurrido.
—Primero... ni siquiera me hablaban, eran muchas personas y para absolutamente ninguna de ellas yo existía, y luego...—se hizo pequeño en su asiento, completamente avergonzado—, subieron las escaleras y se fueron a la terraza, y me dejaron en la sala...
—Nunca más vas a volver a esa casa—sentenció el pelinegro—, la próxima vez que vea a Peter voy a quitarle la cara de idiota con un sólo golpe, ¿cómo puede ser tan imbécil?—Frank sollozó al escuchar aquello, haciendo que el contrario guardara silencio.
—Por favor no te enojes, Gee.
—No es contigo, amor, yo...—sacudió su cabeza, lo último que deseaba era hacer sentir peor al castaño—. Frank, odio verte llorar por personas que no valen la pena, eres perfecto para mí, la persona más importante de mi vida y no puedo soportar que alguien te trate de esa manera.
—Lo sé, eres tan bueno, pero no todo el mundo es como tú, y no puedes protegerme de todo, sólo necesito aceptar que no soy normal—dio un suspiro exagerado—, y que no todos son como mi Gee.
—Te amo con todo mi corazón, Frank—el mencionado sonrió por primera vez en toda la noche, y devolvió la frase con mucho cariño.
—Yo te amo mucho más, Gee, ni siquiera puedes imaginar cuánto—rió suavemente, envolviendo sus brazos en el cuello del pelinegro cuando éste lo cargó, ya habían llegado a su hogar—. Y te amo más cuando vas por mí al rescate, nunca se han preocuparon tanto por mi bienestar, a veces hasta mi madre ignoraba un poco mis llamadas.
Gerard formó una media sonrisa ante ese comentario un poco cruel, pero se alegraba de saber que Frank lo consideraba tan especial.
Dejó al castaño sentado en su silla de ruedas en el jardín delantero por un segundo, mientras él cerraba la puerta del vehículo. Al terminar, besó rapidamente los labios de Frank y luego continuó empujando la silla por la entrada hasta llegar a la casa, pero justo antes de sacar las llaves se detuvo.
—¿Estas seguro que no quieres ir por unas pizzas?
—A veces siento que me lees la mente—respondió el castaño, ambos rieron y Gerard giró la silla en dirección al auto, dispuesto a llevar a Frank a pasar una fantástica noche.
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