xFeelingsx

Todos los días en la ciudad están llenos de emociones. En un mundo en el que los seres humanos obtienen habilidades especiales al nacer, no todos la tienen muy fácil.

Como todos los días, desde hace mucho tiempo, Frank se levanta. Prepara una taza de café y un desayuno ligero, se ducha, se cambia y empieza su aburrida rutina. 

Se disfraza y miente, portando una expresión neutra, aparentando que está bien, cuando, en realidad, está muriendo por dentro. Trata de fingir que la vida que tiene es buena, que está satisfecho con ella. Pero el no decidió que todo fuese así, no supo que camino tomar, porque nunca pensó en llegar tan lejos. Pero definitivamente esta no había sido la mejor decisión.

Abrió la puerta del salón al que enseñaba y observó brevemente los rostros de algunos estudiantes. Cada uno demostraba fácilmente su estado de ánimo que la mayor parte del tiempo permanecía igual, porque así habían nacido; con una emoción predominando su personalidad, estando latente en cada una de las estancias de sus vidas, sin poder evadirlo ni ocultarlo.

—Buenos días—musitó el castaño, dejando su maletín sobre el escritorio frente a todos los jóvenes. La emoción que se impregnó en su corazón desde el momento que nació fue la tristeza, la angustia, y pesaba con aquello a cada día—, ¿cómo han estado?

El fin de semana acababa de terminar, y el lunes claramente les molestaba a todos, pero con los diversos sentimientos que tenían sus alumnos, las anécdotas surgieron inmediatamente.

Algunos comentaban que habían salido, disfrutado y divertido. Otros, completamente diferente, apenas respondían que no habian hecho nada, o se la habían pasado todo el tiempo encerrados en su cuarto.

Era completamente común ver esas reacciones, y de tan solo oír las voces aburridas, su tristeza se volvía aún peor, inundando todo el salón de un ambiente pesado.

A veces se preguntaba y molestaba por ser así, por suerte—o en su caso por desgracia—tenía la capacidad de demostrar sus sentimientos de una manera muy intensa, y solo con tenerlo cerca se podía notar en su totalidad sus emociones, era transparente como un cristal.

—Tienes que estar feliz—Frank terminó su clase de derecho comercial y se dirigió directamente hacia la sala de profesores. Mientras llegaba sus cejas se inclinaban cada vez más, y tenía unas ganas de llorar que apenas podía contener—, tienes que respirar.

Se encontraba sentado sobre el asiento que habitualmente utilizaba, observando el último destello que dió la pulsera de su compañera cuando cerró la puerta del cuarto. Siempre lo dejaban solo, y no era para menos. Frank apoyó sus brazos sobre la mesa y ocultó su rostro entre las mangas de su abrigo, sus ojos llorosos se cerraron e intentó tranquilizarse.

Sacó un pañuelo de su bolsillo, aquel que siempre llevaba, y secó las lágrimas que surcaban su rostro. Sollozó por unos minutos más, simplemente porque se sentía profundamente triste y no quería hacer nada más que eso.

—¿¡Frank!?—Raymond abrió la puerta y observó a su amigo. Era costumbre ingresar a esa misma hora y verlo allí sentado, a veces llorando, otras veces simplemente observando a través de la ventana a un lado—, ¡hey! ¡alégrate!

El moreno tenia un aura extremandamente amable y dulce, de lo más amigable. Se acercó hasta él y lo abrazó por los hombros riendo, comentando que tenía una gran sorpresa para él.

El chaleco abrigado de Raymond llamaba la atención de Frank, tanto que apenas le prestaba atención a sus palabras. Asi que la parte de "tengo que presentarte a alguien" no fue escuchada, y por lo tanto no se preparó mentalmente para eso.

Ray volvió a salir de esa sala, dejando al castaño un poco confundido, pero en menos de unos minutos, Frank se sintió estúpidamente atontado observando a la persona que junto a su amigo deslumbraba sus ojos. Era tan especial como alguna vez imaginó a alguien con su personalidad.

Casi podía ver la palabra "cariño" impresa en su muñeca, así como en su muñeca decía "tristeza". Era un joven de cabello rojo brillante, grandes ojos esmeralda y piel extremadamente pálida. Sus mechones del tono de las fresas parecían confundirse con sus mejillas sonrosadas, y sus pestañas ocultaban la luz dulce de sus ojos, pero no estorbaban en absoluto.

—Él es Gerard—observó a Frank, intentando que dejara esa expresión de desconcierto. Y luego se giró hacia el pelirrojo—, y él es Frank.

—¡Hola Frank!—formó una sonrisa de lo más brillante, enseñando a la perfección sus pequeños dientes—, ¿cómo estas? ¿te sientes bien?

Dió unos pasos tranquilos y colocó una suave expresión de preocupación, apoyando sus dedos delicados sobre los hombros del contrario, observando mejor lo cristalino de sus ojos.

—Estoy bien—se sentía vulnerable, como siempre estaba completamente expuesto, denotando su tristeza y falta de ánimo—, no te preocupes.

—Frank...—Ray interrumpió, para ser la primera vez que se veían, parecian bastante a gusto, pero el ambiente a cada segundo se volvía más extraño—, el viernes vamos a hacer una pequeña celebración, luego de clases, para recibir a los profesores que darán los talleres a ingresantes. Gerard es uno de ellos, él enseña Artes.

—¡Sí!, espero que puedas venir, quiero verte de nuevo, eres muy tierno—el pelirrojo rió de manera tenue, dejando en el aire las dulces palabras que siempre y a todos solía decirles.

Raymond tomó a Gerard —junto a toda su intensidad— por uno de sus brazos y se lo llevó con él. Dejando al castaño con una pequeña sonrisa en el rostro, descansando pacíficamente en su silla. Y por primera vez le dedicó un "buenos días" alegre a uno de sus compañeros de trabajo cuando entró a la sala.

***

Frank se tumbó sobre su cama, repensando incluso si debería ir ese día a dar sus clases. Podría mentir que estaba enfermo, quizas inventar que tenía un poco de fiebre, o dolor de estómago. Pero sabía que no mentiría nada de eso, ni siquiera tenía el valor de hacerlo, asi que como todos los días, comenzó a vestirse a las seis de la mañana.

Se había puesto unos jeans azules, con sus habituales camisas blancas, un chaleco tejido de color negro, a juego con su corbata, también negra.

Salió hacia la universidad, arrancando su día comunmente, pero muriendo de las ganas que tenía por llegar a la hora de irse, para así poder reunirse con el resto de profesores y celebrar.

Ese sentimiento era completamente extraño para él, incluso desconocido. Emoción. Pero no esa emoción que lo hacía llorar, sino aquella que lo hacía mantenerse inquieto porque pasen los minutos.

Estaba un poco feliz, en la medida de lo posible, porque sus pensamientos negativos golpeaban su cabeza a cada momento, obligándolo a afligirse todo el tiempo.

—¿Te sientes bien?—indagó Ray, que había pasado por él para que llegarán juntos al salón donde se reunirían.

—No—Frank jugó con sus dedos, inclinando sus cejas, sentía su corazón latiendo rápidamente y su respiración agitada. Tenia miedo y estaba abrumado, no estaba acostumbrado a reunirse con tantas personas.

—Vas a tener que cambiar de opinión porque ya llegamos.

Frank notó que no era más que todos sus compañeros de trabajo juntos, un cartel que rezaba "bienvenidos", bocadillos y bebidas en las mesas.

Eran muchas las personas, completamente diferentes. Y eso se debía a que los profesores de todas las carreras estaban allí, o al menos una parte de ellos.

El castaño observó a lo lejos ese cabello brillante, rodeado de personas, como lo imaginaba. Gerard abrazaba y besaba en la mejilla a las personas tanto como quisiera, todos estaban dispuestos a recibir ese cariño.

Ese chico era sumamente especial, encantador si tuviera que describirlo, y Frank sintió su corazón un poco roto, una fuerte oleada de dolor surcó su cuerpo, mandando escalofríos por su espalda. ¿Por qué no podía ser como él?, todo sería mucho más sencillo si al menos pudiera tener una pizca de su amor, de ese sentimiento del cual creía carenciar completamente.

Frank alzó si camisa y leyó su muñeca.

"Tristeza"

Presionó sus dedos contra esas letras que se notaban levemente, apenas un poco más oscuras que su tono de piel. Deseaba borrarlas y escribir "ternura", "felicidad", incluso sería mas feliz si su emoción predominante fuese la ira.

—Respira—susurró para si mismo, abrazando su propio cuerpo por el frío. Se encontraba afuera del gran salón, en el patio donde los estudiantes se sentaban a estudiar en sus horas libres.

—¿Frank?—la voz un poco rasposa de Gerard se oyó detrás de su espalda, acercándose con su perfecto suéter de rombos—, ¿por qué no estás dentro?

El castaño chasqueó su lengua, sin saber realmente qué responder. Estaba nervioso.

—¿Te sientes triste?—se acercó aún más, tomando asiento a su lado, permaneciendo tan cerca que sus rodillas se rozaban—, si quieres puedo presentarte a los profesores que conocí, son muy divertidos.

—No, no quiero conocerlos—negó, desviando su mirada.

—Déjame ayudarte, ¿sí?—soltó una risa bastante fuerte, demostrandole la expresión de felicidad mas grande que pudiera tener.

—Quiero estar solo—musitó, justo antes de que Gerard lo abrazara, y Frank permaneció completamente inmóvil.

—Estoy aquí, permíteme estar contigo—dejó un beso en su mejilla. Sus labios rojizos y suaves acariciaron levemente la mejilla del contrario. Frank sonrió, e inmediatamente se confundió por eso—. Si crees que tus emociones son intensas es porque aún no me conoces—rió suavemente, contagiando al castaño.

Frank estaba extrañado, sin saber qué demonios estaba sucediendo. Sus sentimientos palpitaban en su pecho, molestos con él, queriendo salir. Las lágrimas llenaron los ojos del castaño y alejó al contrario suavemente, sin querer ofenderlo.

—¿Qué pasa?, déjame ayudarte—dejó otro beso en su mejilla, transmitiendo su alegría con todas sus fuerzas.

—Déjame—murmuró, tratando de irse, pero el contrario aun estaba forzando su cercanía—, ¡suéltame!

Gerard, anonadado, se alejó, luego de sentir la tensión en el aire a su alrededor, y la pesadez envolviendolo, sentía como si un golpe hubiera aterrizado en su rostro, y las ganas de llorar lo llenaron por un segundo.

Comprendió por un breve momento lo difícil que debía ser tener los sentimientos de Frank, y la pena y ternura invadió su corazón nuevamente, dejando atrás cualquier dolor que pudiera haber recibido por parte del castaño.

—Frank—susurró—, eres la persona más especial que conocí en toda mi vida—su sonrisa se ensanchó, dejando sus sentimientos en el aire sin ni una vacilación, como siempre.

—Tengo tatuada la tristeza en el alma, Gerard, deja de intentarlo—soltó una risa irónica, volteando su rostro para ver los ojos del contrario.

Pero no pensaba que Gerard sería tan impulsivo y se acercaría a su rostro rápidamente.

El pelirrojo apoyó dulcemente sus labios sobre los contrarios, apenas notando el tenue roce. La suavidad y tranquilidad los llenaron completamente, sintiendo en cada parte de su cuerpo la paz agradable que todos decían sentir al encontrar el otro pedacito de su corazón.

—Mira tu muñeca—Frank, con los ojos entreabiertos, descubrió la piel de su brazo, levantando su camisa. La palabra "tristeza" había desaparecido, y en su lugar la palabra "amor" la reemplazaba.

El castaño, completamente sorprendido y un poco desorientado, buscó la muñeca del pelirrojo, quien se la tendió amablemente para que pudiera notar la palabra "amor" allí también escrita, en vez de "cariño".

Frank agrandó sus ojos, observando al contrario, que mantenía su expresión de dulzura como siempre.

—Había algo en tus ojos, lo supe apenas te vi—formó una sonrisa, llevando su mano hasta el cabello del contrario, acariciando con suavidad—, al parecer no me equivocaba, tu personalidad me atrae tanto—dió un suspiro, manteniendo la mirada fija en los ojos avellana del castaño. 

Las mejillas de Frank estaban sonrojadas, sus cejas inclinadas y sus ojos un poco aguados por su costumbre de llorar por absolutamente todo. Permaneció inmóvil, admirando  la agradable expresión de Gerard, que aún acunaba su rostro y le sonreía dulcemente.

—No estoy triste—mencionó, descubriendo por primera vez ese sentimiento de libertad en el que no había nada más que alegría y mariposas en su estómago—, Gerard—lo nombró tranquilamente y luego miró sus labios, respiró profundamente y unió sus bocas de nuevo.

El pelirrojo enredó sus dedos en el cabello castaño, moviendo sus labios sobre los contrarios, siendo delicado en cada roce e intentando transmitirle cada emoción que naturalmente él sentía en su pecho.

Y Frank dejó morir por un segundo las emociones que lo acompañaron durante toda su vida, y se permitió el sentimiento de felicidad que lo envolvía completamente, y le llenaba el corazón. Gerard le dió todo lo que había deseado mucho tiempo, en tan solo una semana de conocerlo. Y no podia esperar para demostrarle que era mucho más que la tristeza, y poder conocer cada parte del contrario. Porque la marca en sus muñecas ya les había demostrado que estarían juntos por siempre.

* * *

Es la primera vez que publico algo con un poco de fantasía, espero que les haya gustado. Lo pensamos con el precioso y maravilloso SeisNoventa, nos esforzamos en pensarlo y escribirlo y nos gustó mucho.

SeisNoventa tiene unas ideas hermosas y escribe muy bien, me encantaría que lo lean.

Y espero que les haya encantado taaanto que esperen más cosas nuestras, porque seguramente las van a tener 🖑😘

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