xDiscox
Un chico de veintidos años revolvía su clóset en busca de una buena camisa, tenía que haber alguna. La necesitaba.
El festejo de su cumpleaños sería esa noche, y aunque se negó repetidas veces a festejarlo, sus amigos no le dejaron opción. Estaba condenado a vestirse decentemente y salir a algún lugar nocturno.
—¿Estas en camino?—Preguntaba Raymond por el teléfono, su voz estaba opacada por los gritos de los demás en la sala de su casa. Habían planeado juntarse allí y luego dirigirse a la discoteca, pero ya llevaban esperando a Gerard veinte minutos.
—¡Sí!, llego en cinco minutos—Aseguró, mientras terminaba de colocarse sus zapatillas.
Salió de su casa apresurado, azotando la puerta sin darse cuenta. Bajó por el ascensor aunque le diera un poco de miedo, siempre solía bajar por las escaleras, cuatro pisos no era demasiado, pero esa vez por alguna fuerza mayor se le ocurrió bajar en el ascensor.
Pésima idea.
Cuando la pequeña pantalla indicaba el número dos, a un piso de distancia de la tierra firme, se apagó. El rostro del mayor se transformó en uno de angustia, la luz del elevador seguía encendida, pero luego de unos minutos se dió cuenta de que era una luz de emergencia.
Probablemente se había ido la electricidad, justo cuando más la necesitaba. Maldijo una y otra vez el segundo en que su cerebro quiso subirse a esa caja del infierno. Intentó llamar por el teléfono fijo que se encontraba ahí dentro, pero parecía estar descompuesto.
Sin tener otra alternativa, comenzó a gritar que estaba atrapado, sin obtener ninguna respuesta esperanzadora. Lo único que consiguió fue un susto de muerte, cuando intentó empujar las puertas hacia un lado y el ascensor se movió un poco.
—¡¿Qué demonios estas haciendo!?—Gritaba el rizado através de la línea, ya habían pasado otros veinte minutos y el pelinegro no aparecía.
—Me quedé atrapado en el ascensor...—Su voz sonaba lastimera, finalmente su peor pesadilla estaba hecha realidad.—¡Dios!—Gritó de la nada. La lámpara de emergencia se había apagado.
—¿Qué pasó?, ¿ya te atacó un fantasma?. Inventate una excusa mejor—Ray colgó, pero rápidamente le envió un mensaje.
"Si no querías ir lo hubieras dicho".
—Eso hice—Murmuró el pelinegro, con lágrimas en sus ojos. Tenía miedo y calor, no veía absolutamente nada además de la pantalla de su celular, para finalizar su mala suerte la batería del teléfono casi se agotaba.
Envió algunos mensajes de disculpa, aunque realmente no fuera su culpa, él era el que peor lo estaba pasando. Esperó hasta que se hicieron las doce de la noche, y finalmente volvió la electricidad, agradeció que ese lugar tuviera ventilación, sino ya estaría en el otro mundo.
Lo primero que hizo fue ir a la discoteca donde supuestamente irían los demás, se encontraba bastante cansado pero luego de todo ese mal rato realmente quería tomar algo de alcohol.
Cuando intentó pasar por al lado de los guardias para pagar su entrada, no se lo permitieron. Alegaron que ya había sobrepasado el límite de personas el establecimiento, pero a su lado veía entrar a varias jovencitas. No tuvo caso que discutiera con los guardias, continuaron sin prestarle atención, agregando que llamarían a la policía.
En ese momento ya nada más podría salirle mal, a menos que un tren lo atropellara en ese instante. Con el diez porciento de batería que quedaba en su teléfono envió un mensaje al grupo de WhatsApp que compartía con sus amigos, avisando que estaba afuera del lugar acordado y no podía entrar.
Agradeció que se haya apagado por falta de batería, porque al ver el mensaje de Michael, su hermano, preguntando qué tenía puesto para que no lo dejaran entrar, se molestó. Esa no era una razón para excluírlo.
Esperó largos minutos allí afuera, mirando como dejaban pasar solo a las chicas bonitas. Estaba enojado, no podía soportar un segundo más para emborracharse.
Para su suerte, sus amigos salieron del lugar. Y ya estando fuera, se dedicaron a buscar otra discoteca. Caminaron calle arriba para encontrar alguna, pero solo pasaron dos y en ambas no les habían permitido entrar. Ya se habían cansado, pero divisaron en la calle de en frente una especie de bar con bastante gente fuera.
Al acercarse, notaron que las personas eran un poco extrañas, Gerard se preguntó si ese era el lugar donde iban los no aceptados en las discotecas. Pagaron su entrada y se adentraron al lugar sin ningún problema. Había un escenario donde se encontraba un DJ y algunas personas bailando, nada fuera de lo normal.
De inmediato se acostumbraron al ambiente y comenzaron a tomar. Después de que más de tres chicos intentaron ligar con Michael, se dieron cuenta de que era una discoteca especial.
Sin importarles en los más mínimo esa peculiaridad, continuaron con la fiesta, dispersandose por sectores distintos.
Gerard tambaleaba un poco, se sostenía por una de las barras, con un vaso de cerveza en una de sus manos. Brendon, con el que se había quedado allí, le dijo que iría al baño, así que en ese momento se encontraba solo. Dudaba bastante que Brendon volviera en poco tiempo, se había estado dando miradas con una chica varias veces.
Tomó asiento en las sillas altas contra la barra, todas las personas alrededor de él se levantaban porque alguien las invitaba a bailat. Todas, excepto él, se preguntó por qué, ¿tenía algo malo?, ¿no se había retocado la tintura correctamente?, aunque eso no se notara con tantas luces.
Su mente seguía divagando sobre ese tema, pero antes de que pudiera continuar pensando en eso, una jóven de cabello negro y ropa extravagante pasó frente a sus narices, dándole una mirada de arriba a bajo y sonriendo coquetamente.
Gerard quedó con la boca abierta, nunca había visto una persona tan sensual. Tenía unos pantalones de cuero y un abrigo que parecía ser de plumas, eso no le permitía ver su pecho, unos zapatos bastante altos,bel cabello le llegaba hasta la mitad de la espalda, totalmente lacio. Alcanzó a ver un destello en sus labios, seguramente se trataba de un piercing.
Se sintió totalmente caliente al ver esa belleza, y aún más cuando se giró para darle otra mirada provocativa.
Dejó el vaso sobre la barra y se puso de pie, dispuesto a ir directo por la chica. En ese momento le importaba una mierda Brendon, es más, ni siquiera lo recordaba. Solamente pensaba en el trasero redondo que acababa de ver.
Buscó con la mirada entre la multitud, vió a lo lejos a la muchacha, hablando con otra mujer, parecían bastante divertidas mientras bailaban. No sabía qué decirle para iniciar la conversación, pero decidió no pensarlo demasiado, algo se le ocurriría.
—Eres muy linda—Soltó, cerca de su oído, se regañó mentalmente por esa frase, había sido estúpida, seguramente ya sabía lo hermosa que era.—¿Te gustaría tomar algo?—La mujer asintió con una tenue sonrisa, después de agradecer por el cumplido.—¿Cuál es tu nombre?.
—Jamia—Respondió automáticamente, siempre usaba el nombre de su mejor amiga como suyo.—¿El tuyo?.
—Gerard, un gusto—Se acercaron nuevamente a la barra y el pelinegro pidió dos tragos, luego de tomarselos y conversar brevemente, se metieron al medio de la pista para bailar.
Estuvieron allí un buen rato, ya habían comenzado a tontear y besarse. Pero todavía no daban el siguiente paso.
—¿Qué edad tienes?—Sus labios estaban muy cerca de los del contrario.
—Veintidos, ¿tú?.
—Diecinueve—Sonrió, al mayor casi le da un paro cardíaco al escuchar "dieci..." pensando que sería menor de edad.
Pasaron un momento más juntos, hasta que no pudieron resistirse más y comenzaron a besarse intensamente, nadie los miraba extraño, la mayoría de las personas estaban haciendo lo mismo. A lo lejos Michael y Ray reían por verlo tan emocionado. Estaban seguros de que sería su primera vez en meses.
Gerard intentaba tocar los senos de la jóven disimuladamente, con todo lo disimulado que podía ser en ese momento, pero ella lo evitaba, hasta que finalmente se separaron y lo tomó de la mano, guiandolo fuera del lugar.
Salieron apresuradamente, Gerard miró los zapatos de la chica, era impresionante cómo podía caminar tan rápido con esos tacones aguja, él se caería en menos de un segundo. No esperaron a que los guardias les pusieran las pulseras para poder volver, simplemente salieron casi corriendo, haciendose caricias subidas de tono.
—Vivo cerca de aquí, solo a unas casas—Musitó, tenía una voz suave, parecía tímida, como si no quisiera hablar en un tono alto.
—¡Buena elección, Frank!—Gritó un chico hacia ellos, Gerard no sabía a quién le estaba hablando, tal vez lo había confundido con otra persona.
Llegaron a un complejo de edificios, Jamia, como decía llamarse, sacó una tarjeta y abrió las rejas del complejo. Luego se encaminaron por los pequeños caminos, tomados de la mano.
El pelinegro ya no estaba aturdido con la música ni las luces titileantes, y podía dedicarse a ver mejor a la chica con la que se acostaría. Que al principio le pareció perfecta.
Sus pestañas resaltaban sus ojos, aunque era obvio que eran postizas. Con los faroles del lugar podía ver claramente su rostro, sus labios eran finos, con el labial de la discoteca parecían más grandes y su cabello no era del mismo tono que sus cejas. Aún así le parecía hermosa, o hermoso, porque dudaba que una chica tuviera una nuez de Adán tan marcada.
Jamia abrió la puerta de una habitación, y Gerard ya sabía que no tenía manera de volver atrás, iba a acostarse con un chico. La primera vez que lo haría, y lo había descubierto cinco minutos antes.
—¿Jamia?—Solo respondió con un sonido inentendible, mientras besaba el cuello del contrario.—¿Cuál es tu nombre?.
—Frank, me llamo Frank—Terminó por decir, notando que Gerard seguía esperando una respuesta luego de un momento.—¿Quieres o no?—Indagó titubeando, con una de sus manos en la hebilla del cinturón del mayor, muchas personas lo mandaban al demonio cuando se daban cuenta de que era un chico. En su mente rogaba que Gerard dijera "si, quiero", porque estaba duro y quería tener sexo en ese preciso momento.
—Nunca lo he hecho.
—¿¡Eres virgen!?—Preguntó sorprendido.
—¡No!, nunca lo he hecho con...—Dió un suspiro al sentir la mano de Frank dentro de su ropa interior.—Un chico.
—Oh, no te preocupes, solamente dejate llevar—Respondió despreocupadamente, tomando el pene del contrario con su puño, subiendo y bajando por toda la extensión.—Eres muy tierno—Agregó, viendo como Gerard era tímido con el cuerpo del contrario, pidiendo permiso con la mirada para sacarle su abrigo de plumas.
—Oh, Dios—Musitó, viendo toda la tinta que tenía en la piel, y lo bonito que era su pecho. Tenía una preferencia por la piel con tatuajes, todas las personas con las que salió estaban llenas de ellos. Lo hacían excitarse aún más, y no sabía la razón, porque nunca se haría uno, ni siquiera lo dudaba.
Frank dejó las cláviculas del pelinegro, y se alejó un poco de él, tomó su propio cabello desde la raíz y lo quitó, tenía puesta una peluca.
—Lo siento, pero esta mierda es muy incómoda—Mencionó, Gerard solo lo miraba, un poco impactado por lo extraño que había sido eso. Su verdadero cabello llegaba hasta sus hombros.
Dejando de lado el momento extraño, Frank se arrodilló frente al mayor y bajó sus pantalones junto a la ropa interior. Observando los ojos verdes desde su lugar, metió de lleno el pene en su boca. Sus labios rodeaban y hacían presión alrededor del miembro, mientras jugaba con su lengua, haciendolo gemir y dar pequeño suspiros.
Las manos del mayor no pudieron evitar sostener el cabello castaño con fuerza, se sentía en el paraíso, Frank lo hacía tan bien.
Cuando finalmente estuvieron sobre la cama, Gerard se sintió un poco intimidado por el contrario. Si bien no iba a sorprenderse por ver un pene que no fuera el suyo, no estaba acostumbrado. El cuerpo del menor era muy diferente, pequeño y delicado.
Aunque tuviera una expresión de niño inocente, no lo era para nada. Y podía soltar más maldiciones y gemidos que cualquier otra persona.
El castaño esperó pacientemente a que Gerard examinara todo su cuerpo y descubriera lo estrecho y cálido que era. Se sintió un poco avergonzado al ser tocado con tanta suavidad, nunca nadie pensaba plenamente en que él sintiera placer. Siempre eran polvos rápidos en los que a veces ni siquiera disfrutaba.
Cuando lo preparó lo suficiente y se colocó la protección, empujó al menor de bruces contra la cama separandole las piernas. Este lo recibió con una mirada lasciva, sus ojos entrecerrados se veían excitantes, las pestañas falsas que llevaba los hacían elegantes.
Gerard se deslizó dentro de él, entrando por completo y escuchando el gemido extenso, quejoso, que soltó el contrario. Apretaba las sábanas con sus delgados dedos, haciendo que la pulcra tela quedara totalmente arrugada.
Para el pelinegro era totalmente nuevo, aunque ya conociera el cuerpo de un hombre, obviamente porque él era uno, continuaba asombrado con Frank, era delicado y sensual, que no sea una chica había sido aún mejor. Sosteniendo sus caderas salió de su interior, para luego volver a entrar por completo, hizo la acción repetitivamente, disfrutando de los gemidos similares a un maullido agudo que hacía el menor.
Con una leve capa de sudor comenzó a acelerar sus embestidas, perdiendo un poco el control por el placer, de vez en cuando tomaba los muslos del castaño y lo acercaba aún más de forma rápida hacia sí mismo, para poder penetrarlo mejor y más profundamente.
Ambos dejaban suspiros pesados en el aire, Frank detuvo al contrario, que lo observó de manera confundida. El castaño giró su propio cuerpo, apoyando su espalda en la cama y abriendo sus piernas para envolverlo con ellas. Tomó el pene de Gerard con su mano, para acomodarlo en su entrada y que volviera a penetrarlo.
El mayor se adaptó a la nueva posición, continuando con el mismo ritmo que tenía unos momentos atrás. Presionó con sus dedos los muslos del castaño, dejando pequeñas marcas rojas temporales. Acercó su rostro al del contrario, besandolo de forma profunda, sus labios eran suaves, se movían de la manera correcta, lento y excitante. A veces mordía ligeramente su labio inferior para evitar gemir muy alto.
Se sostuvo de la espalda del mayor, dejando marcas con sus uñas, en ese momento no dolían, solo hacían mejor el momento. Frank se abrazó de manera intensa al contrario cuando llegó su orgasmo, haciendo su vista nubosa y perdiendo la fuerza en su cuerpo, especialmente en sus piernas.
Gerard continuó embistiendolo, pero luego, al ver el rostro un poco adolorido del menor salió de su interior, se sacó la protección y comenzó a masturbarse. Frank intentó recuperarse un poco, se apoyó en sus codos y abrió su boca observando al mayor, quien acercó su miembro y lo masturbó hasta acabar. Parte del semen cayó en su lengua, inmediatamente lo tragó y lo lamió un poco para que pudiera terminar por completo.
—Eres muy lindo—Mencionó acariciando su cabello, para luego recostarse en la cama junto a él. Frank solo sonrió, estando relajado por su orgasmo y ni siquiera prestando atención a Gerard.
—No lo soy—Respondió con una voz adormilada. Después de acabar moría de sueño, y no podía hacer nada más que dormir. Se acomodó bajo la sábana, dispuesto a dormir.—Ven.
Frank tomó al mayor y lo metió bajo las sábanas con él, haciendo que lo abrazara, durmiendose rápidamente. Siempre quería que las personas se quedaran con él para dormir, pero siempre solían irse apenas terminaban.
***
—¿Cuánto vamos a comprar?—Brendon preguntaba dos semanas después de lo sucedido en la discoteca y que nunca fue hablado de nuevo.
Estaban en el departamento de Gerard, pensando en cuánto alcohol deberían comprar. Debían ir a casa de Ray para pasar el sábado. Salieron hacia el supermercado, y aunque Brendon fue por el ascensor, Gerard nunca más subio a ese lugar.
Después de caminar un poco llegaron al supermercado, buscaron el alcohol y eligieron varias botellas. Pagaron y se encaminaron hacia la casa de su amigo.
—¿Compraste los cigarrillos?.
—¿Había que comprar cigarrillos?—Gerard puso sus ojos en blanco.—Creo que hacia allá hay una tienda—Señaló una calle. El pelinegro le tendió las bolsas con las compras y se alejó en la dirección indicada.
Caminó por más de diez minutos y no encontraba ninguna tienda, en un momento la calle se bifurcaba, así que confió en sus sentidos intuitivos y eligió uno de los dos caminos. Anduvo por allí otros diez minutos hasta que vió el cartel de una tienda.
Se acercó hasta ese lugar, con la esperanza de encontrar lo que buscaba. Al intentar ingresar, una persona abrió la puerta, encontrándose de frente.
Era un chico de cabello hasta los hombros, de baja estatura y cuerpo pequeño. Sus ojos eran cafés y sus labios delgados, llevaba puesta una camiseta simple de color rojo, con unos jeans negros. No le hubiera prestado atención, pero ambos se miraron a los ojos, y lograron reconocerse.
Cuando Gerard despertó ese día en casa de Frank, no encontró más que la cama vacía y una nota diciendo que había tenido que salir. Desde ese día no lo había vuelto a ver, tampoco tenía su número, así que encontrarlo de esa manera era bastante sorprendente, especialmente porque estaba seguro de que la casa donde estuvo no era cerca de allí.
—Hey, ¿Frank?—El mencionado lo observó un poco confundido, luego lo saludó con una de sus manos y una pequeña sonrisa.
—¿Cómo has estado?—Gerard le sonrió un poco incómodo, no parecía la misma persona que conoció esa noche. En ese momento parecía muy tímido, con sus manos juntas cargando la bolsa de sus compras.
Tuvieron una conversación breve, Frank mencionó que estaba en casa de su madre, eso explicaba el lugar donde se encontraron, y que debía apurarse para llevarle los ingredientes de la comida que haría.
—¿Podrías darme tu número?—El castaño asintió, dándoselo. Se alejó unos pasos, dispuesto a irse, pero antes de irse por completo giró sobre sus talones y se acercó a Gerard. Tomó uno de sus hombros y haciendo puntillas de pie dejó un rápido beso en sus labios.
El pelinegro lo vió alejarse, guardando su celular y volviendo sobre sus pasos para dirigirse a casa de Raymond, olvidandose por completo de los cigarrillos.
* * *
Hola bebés, espero que les haya gustado, a mí me encantó escribirlo ❤
Este libro va a ser de capítulos únicos, lo más probable es que no actualize seguido, no tengo tantas ideas jajajs
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