veintiocho •
| SACRIFICIO |
La cabeza le daba tantas vueltas y el malestar era tan extremo, que ni siquiera se dio cuenta de que había abierto los ojos. Se quejó apenas e intentó levantar la cabeza al sentir su barbilla casi pegarse en su pecho, sin embargo, cuando quiso mover los brazos y piernas, se encontró con que estaba siendo limitada por unas cuerdas que la mantenían sentaba sobre aquella silla.
—¿Roselle? E-estás despierta... N-no te muevas, ¿bien? Estás lastimada... —escuchó el murmullo.
Reconoció a Themis por su voz, e inmediatamente su tono asustadizo le hizo recordar que estaban metidas en un gran problema, pero cuando intentó una vez más levantar la mirada, su cabello fue jalado con fuerza hacia atrás. Se quejó está vez por el dolor, y porque pronto estuvo viendo de manera borrosa el techo blanco de aquella habitación de hotel barato, para luego ver un rostro conocido desde su ángulo.
—Ha despertado la bella durmiente. ¿Me preguntaba cuándo ibas a abrir esos despreciables ojos? Incluso hice todo lo que pude —renegó el hombre rubio de apariencia joven.
—Déjala ya, ¡por favor! —gritó la castaña aterrorizada.
Roselle se asustó por el hecho, así que de manera automática le observó aunque el otro todavía le jalaba de las hebras albinas, pero poco le importó.
Ella estaba bien, al menos, solo tenía la mejilla roja del golpe que le había dado uno de los hombres que la secuestró.
Sin embargo, no se podía decir lo mismo de su persona. Themis había sido testigo de como su captor se las había ingeniado de todas las formas posibles para hacerla despertar: desde cachetadas, hasta lanzarle agua fría en el rostro, y no lo consiguió, por ello estaba tan enojado y ella tan adolorida.
—¿Cuántas veces voy a decirte que te calles? ¡No te he tocado ni un pelo, agradece! —regañó a la abogada, acercándose amenazante hasta su lugar.
—No le hagas daño, p-por favor... —rogó la agente al ver que levantaba la mano. Su voz estaba ronca, producto del agua fría y los grados bajo cero en la habitación puestos a propósito.
—¿Y por qué debería hacerte caso? No estamos de paseo familiar —se burló en su cara, acercándose lo suficiente para quedar nariz a nariz.
—Estoy segura de que el problema es conmigo, Themis solo está involucrada donde no debería, de no ser así, no hubieras esperado a que despertara para amenzarla de esa manera —expuso, luego levantó la mirada para ver los zafiros del contrario y lo enfrentó con valentía—. Solo conmigo, por favor, déjala fuera de esto, James.
Por fin reveló el nombre, haciendo que el individuo sonriera, como si le hubiesen dado lo que más deseaba en ese mundo.
—Oh, vaya, pensé que nunca me había visto en su vida, señorita Wright —refirió lo que ella había mencionado aquella noche, molesto y al mismo tiempo agraciado—. Pero bueno, de la mano de un hombre como Marius Von Hagen cualquiera rechazaría su pasado.
Justo al terminar, se alejó y plantó una cachetada en su mejilla que le hizo voltear el rostro. En consecuencia, Roselle se mordió los labios y apretó los ojos, y Themis soltó un gritito asustado.
—Jamás pensé que pudieras hacer eso. Meterte con el pez más gordo de toda Stellis y dejar que te presumiera como un pedazo de carne entre todos sus invitados... Cómo a una zorra.
Nada de lo que decía era tomado en serio por las mujeres, que enseguida descubrieron el odio impregnado en sus palabras. Era resentimiento puro, uno maldito que le obligaba a hacer tonterías.
—¡Y luego! —exclamó, asustándolas por el imprevisto—. No te bastó, no te fue suficiente todo el dinero con el que seguro Marius te compró, sino que fuiste a meterte con el abogaducho hijo del Presidente del Tribunal Supremo —señaló con su dedo, logrando provocar en la dama un gesto miedoso al pensar que iba a golpearla de nuevo.
El silencio de la habitación provocó que James se desesperara; había estado esperando a que la agente estuviese despierta para que le escuchara, y al mismo tiempo él mismo ser testigo de sus ruegos por libertad, pero no lo hacía.
—¡Maldita sea, Roselle! ¿¡Qué tienen esos hombres que no tenga yo!? —cuestionó fuera de lugar—. Por años intenté acercarme, ¡yo te admiraba! ¿Y que fue lo que hiciste cuando por fin pude mirarte de cerca? ¡Me hiciste a un lado como a un estúpido bueno para nada!
Aquella confesión logró hacer que la señorita Wright levantara una vez más su castaño mirar, impresionada de que incluso James estuviese llorando de impotencia, porque recordar el hecho le dolía tanto, que lo hizo enloquecer.
—No fue así, te hice aun lado por tu bien —comenzó a defenderse, sintiendo culpa de no haber arreglado el malentendido cuando tuvo el tiempo—. Eras joven, más que yo y no deseaba que tu carrera terminara. Estabas nervioso, cometías errores y te disculpabas a cada segundo. No estabas preparado, ¡no cuando estábamos a punto de asesinar a alguien! —explicó, subiendo de poco a poco el volumen de su voz.
Themis quedó muy sorprendida, pues saber que quitar vidas formaba parte de su trabajo y del de Luke, era algo que no había imaginado jamás. Tanto ella como el pelirrojo vivían al límite de volverse locos, pero era parte de su vida ya.
—¿D-dices que... q-qué lo hiciste por mi? —razonó de pronto el muchacho, sonriendo, mas, fingió perfectamente y les dio falsas esperanzas—. Que considerada, pero no necesitaba tu lastima. Lo que necesitaba era que me reconocieras, ¡que me vieras! —escupió.
No podía entenderle, pues en aquel entonces ella no estaba al pendiente de su situación romántica y mucho menos de los ajenos, no hasta que conoció a Luke Pearce, pero para este tiempo ya no era la misma de antes.
Así que lidiar con la obsesión del hombre era algo con lo que no debía cargar y mucho menos culparse por haberla creado indirectamente, solo, lamentaba que la situación hubiese llegado a ese extremo, y sucedería con todo el mundo, su pensamiento estaba lleno de arrepentimiento.
—Pero está bien, ya no me interesas, porque primero me quedé con tu puesto en la NSB, y ahora, ¡Ahora tengo uno más alto! Me quedé con tu vida y no me arrepiento de lo que hice para obtenerlo —rio cínico y recuperó la compostura, colocando un semblante arrogante en su rostro—. Pobre señorita Wright, tenía un futuro prometedor y un error la envió a ser una simple secretaria, una que fue opacada y jamás volvió a brillar. Estoy feliz de saber que tienes pesadillas por algo que no hiciste, porque te lo mereces.
La castaña rabió por lo que escuchaba, sabiendo desde el inicio que James era la persona que había arruinado la carrera de la agente, y en como sus palabras de una u otra manera afectaban a su amiga.
—Eres una basura de ser humano, ¿cuál es tu objetivo? ¿Por qué nos tienes aquí? —inquirió la abogada, tratando de deshacerse de sus propias ataduras, pero solo logró lastimarse.
James se alejó de las dos carcajeando como un ganador, se dirigíó a la puerta, y cuando pareció que no iba a decir nada, se volteó y señaló con presunción a la agente que apenas le veía por el rabillo del ojo por su posición.
—No puedo soportar que trabajes para Luke Pearce después de todo —confesó envidioso—. Serás mi secretaria cuando lleguemos a un acuerdo, así que puedes ir despidiéndote de Stellis, y tal vez así puedas al menos hacer un poco del trabajo que hacías antes, y tú, Themis, serás el perfecto rehén para negociar. En todo caso, o se va una, o ninguna lo hará. Volveré pronto, así que vayan pensando bien en su respuesta.
Se marchó después de amenzar, dejándolas solas en la habitación de reducidos espacios, puesto que lo que más abarcaba este era una cama centrada.
—Está loco, pero tenemos que hacer algo rápido —concluyó la litigante.
Esperó la respuesta de la pecosa, antes bien, la encontró de nuevo con la cabeza agachada y el cabello cubriendo su rostro.
—Llegaremos a un acuerdo, no debes preocuparte. Te irás, y él jamás podrá volver a amenazarte —contestó por fin, decaída.
—¿Estás tratando de decir que te irás con él? Aún cuando es el único culpable de todo esto. No dejaré que te sacrifiques por mi, aunque creas que es tu culpa que yo esté aquí...
Mientras la de la chaqueta roja se quejaba, la otra se mordía los labios por la impotencia que sentía. Darle la razón a James, como antes, significaba perder una vez más y vivir con ello, sin embargo, si quería que Themis saliese con bien de ese lugar y que los miembros del NXX estuviesen fuera de peligro, debía tomar la decisión más prudente, sobre todo, porque Artem debía seguir construyendo su futuro, por lo que Roselle debía salir de él a toda prisa.
—¿¡Entonces qué deberíamos hacer!? —gritó, aturdida, pues no le gustaba nada tener que sacrificarse y dejar atrás su vida, pero nadie lo toleraría tan bien como ella—. ¡Ponte en mi lugar, Themis! ¿¡Qué debería hacer!? No es un juego, James puede matarte, incluso a Luke, a Marius, a Vyn y a Artem si así lo quiere, y lo único que quiere a cambio es a mí para no hacerlo. ¿Por qué debería decir que no y perderlos por ello? Para empezar, no debí meterme en sus vidas.
Sus sollozos luego fueron percibidos en toda la habitación, haciendo que Themis colocará un semblante doloroso por haberla escuchado romperse justo ahí.
—No estamos solas, Roselle —pronunció la castaña algunos segundos después, tratando de consolarle—. Luke vendrá, el señor Wing lo hará, porque no se quedarían de brazos cruzados al ver que la mujer que aman está siendo sometida a tanto dolor —confesó, sintiéndose tranquila incluso con sus propias palabras, porque sentía tanta confianza en aquellos cuatro hombres, que no dudaría en lanzarse de un risco si se lo pidiesen.
Y la albina quiso sentirse igual que ella, pero no pudo. Confiaba en ellos, en el gran equipo que hacían juntos, en especial en los mencionados por la dama, pese a ello, atraerlos al peligro era contraproducente, más cuando James tenía las cartas ganadoras del juego.
Antes de poder decirle que estaba bien ser la persona que debía irse, su cabeza dio mil vueltas y su estómago se revolvió sin cuidado; si hubiera tenido las manos libres habría llevado sus manos hasta su abdomen para presionar, pero no pudo y terminó por rendirse.
—Estoy segura de que hay una sustancia dañina invadiendo mi cuerpo, desde que desperté no puedo enfocar la mirada y el piso parece moverse —explicó, cerrando los ojos para calmar el malestar—. Estoy segura de que no me dejará morir tan fácil, solo intenta dejarme fuera del juego, y lo está consiguiendo...
Atropelló las últimas palabras, luchando por mantenerse despierta, pero algo final volvió a caer inconsciente.
—Voy a matarlo cuando tenga la oportunidad, desgraciado, maldito, ruega porque no te encuentre...
—Esta bien, podemos salir, no hay nadie en el pasillo...
Escuchaba a lo lejos primero, luego poco a poco las palabras fueron más claras, hasta que sintió el cuerpo de nuevo y en como alguien estaba cortando con algo filoso la cuerda de sus manos.
—¿A-Artem? —murmuró apenas buscando detrás de ella, aunque no encontró lo que buscaba.
La pelirroja melena del agente fue distinguida y después aquellos ojos coral que le observaron con atención fueron descubiertos cuando supo que estaba despierta.
—Es un alivio, pero no te muevas, te sacaré enseguida de aquí y te verá un doctor —prometió al seguir con su tarea, aunque su tono de voz pasó del coraje al alivio tal como decía.
—Luke, no... —Inesperadamente, Roselle se resistió y movió las manos para imperdir que le ayudara.
Themis se acercó al notarlo, descuidando la entrada del lugar.
—No lo harás —dijo entonces Luke, convencido y al corriente con lo que su mejor amiga le había contado cuando arribó al lugar—. Apenas puedes moverte, pero no vuelvas a dormirte, te necesito consciente —le pidió, y con fuerza le obligó mantener las manos en su lugar, pues no había tiempo para discusiones.
Estaba peor que antes; Roselle se sentía tan mal que prefería morirse en ese momento, sin embargo, peor era la preocupación que sentía al encontrar ahí a su compañero sin ninguna explicación.
—Increible, sabía que vendrías en cualquier momento, agente y detective Luke Pearce. Es hora de negociar —clamó alguien detrás de ellos.
Los dos se voltearon enseguida al verse sorprendidos, pero fue muy tarde, porque Themis estaba siendo retenida y amenzada con una pistola puesta en su sien.
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