diez •

| REALIDAD |

—¿Estás bien con eso? —cuestionaba Themis, un poco decaída al ver a su mejor amigo en el sofá contrario. Luke tenía la mirada baja, pero asintió como respuesta—. No entiendo tus razones.

     No siguió la conversación en aquel apartamento, porque no importaba si Rosa comprendía o no sus razones, de igual forma trataba de protegerla de lo inevitable.

     La castaña negó ante la negatividad del ambiente, se levantó del sillón y caminó hasta la cocina, no obstante, antes de desaparecer de su mirada, mencionó una inminente verdad que hizo al muchacho caer hasta el último escalón de aquella larga y ancha escalera:

     —Si estás enamorado de Roselle, solo tienes que decírselo.

Tenía el corazón roto, no era una sorpresa para nadie y no deseaba culpar a su nuevo trabajo en el NXX por ello, sin embargo, Roselle lo hacía muy en el fondo.
     Lo supo desde el primer día, ni siquiera estuvo soleado; tal como Luke, tuvo una corazonada sobre que nada de aquello iba a salir bien, pero lo ignoró y la situación, después de tanto, cayó en un punto sin retorno. Discusiones, peleas, incomodidad, celos injustificados... ¿De qué le servían en ese momento? Después de todo, su trabajo era lo único que le hacía mínimamente feliz en términos generales, mas otra situación era si pensaba en los buenos momentos que había compartido con su compañero.

     —Si presento la petición de cambio de compañero, lo más probable es que me reasignen a uno nuevo... O, que me envíen a otra ciudad —concluía cuatro días después de su pelea en el estacionamiento de la mansión del heredero de Pax.

     Viéndolo con objetividad en ese momento, la absurda idea era una problema con el que no quería lidiar. Había tenido algunos compañeros antes de Luke, pero todos eran tan ineficientes que siempre terminaba presentando una carta, hasta que encontró al pelirrojo, en donde caso contrario a lo demás, su carga de trabajo se vio reducida al comportarse como una secretaria. 

     Suspiró agotada, moviendo su bolígrafo de un lado hacia otro para tranquilizarse.

     Y es que no era solo el hecho de presentar la petición de cambio. Al manifestar que ya no deseaba ser la compañera del detective, su orgullo estaba en juego, pero también su cabeza en consecuencia.
     Roselle solía ser extremadamente resposable y entregada en su trabajo, y por el mismo motivo dichos compañeros anteriores no alcanzaron el estándar, así que además de solicitar un cambio, junto con ello llegaba la queja sobre su actitud inescrutable. Entonces, si lo pensaba con cautela, no tenía manera de quejarse acerca de su actual compañero, a fin de cuentas el problema recaía en ella y era difícil ser perdonada por los directivos gracias a su egoísmo.

     —No quiero irme de Stellis —declaró rendida, arrugando el papel en el proceso.

     Por supuesto, no era tan fácil como despedirla, era una agente y no una empleada de medio tiempo o general, así que sabía que el castigo peor era otro.

     Dejaría su orgullo de lado, no todo estaba perdido, no cuando oficialmente era parte del NXX y trabajaba junto al abogado, que sin dejarlo de lado, había estado llamando para saber cómo se encontraba.

     —El señor Wing siempre ha sido amable conmigo... —murmuró, recordando el ramillete que le había obsequiado la última vez que se vieron.

     Él realmente lo estaba intentando, y a solas, con tiempo para pensar la joven albina cayó en cuenta de que no lo estaba tomando enserio. Artem le regalaba flores, ¿pero ella que hacía? Rechazaba salir a comer en su compañía e ignoraba la idea de que había hecho un trato de palabra.

     Ella ni siquiera lo estaba intentando.

     Rápidamente tomó su celular y eligió uno de los contactos más recientes que poseía, presionó el botón verde y se lo llevó al oído.

     —Señorita Wright, ¿necesita algo? —Después de algunos pitidos, el hombre contestó. Aunque por el tono de su voz, parecía ocupado.

     —Buenos días, señor Wing, espero no molestarlo —se disculpó con pena. Realmente no pensó en lo que hacía cuando esperaba a ser atendida.

     —No, no se preocupe, solo deme un segundo... —Del otro lado de la linea se escuchó como Artem llamaba a Themis, pidiendo cinco minutos a solas.

     Roselle quiso colgarle al instante, pues desde que la llamó por su apellido supo que algo andaba mal, mas nunca imaginó que la castaña estuviese presente. Odió interrumpir en su trabajo tan importante, ¿pero que le iba a hacer? Ya lo había hecho y él no le permitió escapar.

     —La escucho, dígame. —Volvió a la llamada cuando se encontró a solas.

    —Ah, pues yo... —titubeó nerviosa, incluso cerró los ojos con fuerza antes de decirlo—. Me preguntaba si deseaba ir a cenar está n-noche conmigo.

     Él le dio el ramillete, pues bien, ella lo invitaría a cenar, sin embargo, hacerlo le costó la vergüenza que le quedaba.

     —Me encantaría.

     Por alguna razón, ella supo que el abogado estaba sonriendo, y le hubiese gustado haber estado presente para observarlo hacer el gesto tranquilo que ya le conocía.

     —Perfecto, no lo molesto más —comenzó a despedirse, sin poder evitar el tono aliviado porque él aceptó de esa manera tan grácil.

     —Paso por usted a las ocho, nos vemos más tarde —también se despidió él.

     Cuando la dama colgó después de decirle que estaba bien, pegó la cabeza en su escritorio muy apenada. Había estado a punto de terminar la llamada sin ponerse de acuerdo en horarios y lugar, incluso ni siquiera sabía a donde iban a ir.

     —No pasa nada, Roselle, el señor Wing es un hombre comprensivo y sabe que eres tonta con estos asuntos —se consoló en un murmullo.

     Minutos después, se encontraba enfrascada en su propias responsabilidades, dejando de lado el hecho de abandonar la investigación del NXX.

A las siete con cincuenta minutos, la agente del NSB estaba lista y sentada sobre uno de los sillones en su hogar, tratando de mentalizarse para esa noche. Hacía mucho tiempo que no salía en algo parecido a una cita, incluso ni siquiera podía recordar cuándo había sido la última vez que ello no significó motivo de trabajo, y por supuesto, las salidas con Luke no contaban como una de ellas.

     Su ropa formal se fue, aunque la nueva no era nada incómoda. Cambió su traje de dama y lo sustituyó por una falda larga y volada en todos corales; una blusa blanca de manga larga bastante bonita, además sus zapatos de piso le hacían sentirse más ligera, y claro, más baja que cuando llevaba tacones. En cuanto a su cabello, se deshizo del moño y lo soltó haciendo unas lindas trenzas detrás de sus orejas para juntarlas con un broche en la misma dirección.

     Y estaba lista.

     Cinco minutos después, su celular recibió un mensaje del abogado diciendo que estaba por llegar al edificio. Por supuesto, el aire se le fue a la chica, pero no le quedó más que abandonar su zona de confort e ir rápidamente hacia el recibidor. Fuera del edificio, entonces reconoció el auto del hombre estacionado y no dudó en ir hasta él, antes bien, Artem bajó, luciendo una ropa más casual que su acostumbrado traje. Camisa blanca, pantalones negros y una gabardina gris que le sentaba tan bien que era increíble solo verlo.

     —Buenas noches. Como todos los días, hoy se ve realmente hermosa —halagó al acercarse hasta ella, haciendo enseguida que las mejillas de la contraria se vieran en problemas.

     —Gracias, u-usted t-ambién... Se ve m-muy bien  —corrigió. Hablaba como una despistada, pues repetir el halago utilizando la palabra "hermoso", era vergonzoso y no encontró que más decirle a cambio.

     —Lo aprecio —soltó una pequeña risilla el mayor—. Bien, podemos ir yendo, hice una reservación en restaurante al que me agrada ir, espero que no le moleste.

     —Oh, no —ella reaccionó enseguida—. La verdad es que planeaba preguntarle, personalmente no conozco muchos lugares y no me parecía bueno llevarlo a uno que no le gustara.

     Estando claros, con un plan fijo, por primera vez Roselle dejó que Artem le abriera la puerta como un caballero, pero las sorpresas aún ni siquiera habían comenzado, que cuando él obtuvo un ramillete de flores lilas desde el asiento de atrás, ella volvió a ponerse colorada.

     —Creí que podría ser difícil recibirlas frente al edificio, así que esperé —adivinó completamente lo que la agente pensaba sobre los regalos en público—. Espero que le gusten.

     —Claro, me encantan, muchas gracias. —Al recibir el nuevo obsequio sonrió dejando un poco de lado la pena, pues nunca pensó que le agradaría a sobre manera ser consentida.

     Complacido con su reacción, Artem arrancó el auto teniendo como destino el restaurante.

     En el camino conversaron acerca de los gustos en la comida, todo para que el silencio no los abrumara al no saber que hacer exactamente, ya que hablar de trabajo hubiese sido patético para los dos, sobre todo, trataban de evitar confrontar lo que hizo que Roselle se ausentara durante esos días de la investigación.

     El local no estaba exactamente cerca, pero llegar no era imposible. Una vez estacionaron, bajaron, y como se dijo antes, las sorpresas aún no acababan.

     —Si me permite... —Extendió el brazo, dispuesto a guiarla si ella aceptaba, y sucedió segundos después. Roselle se colgó del hombre con la mirada en el suelo y comenzaron a avanzar hacia la entrada.

     El recepcionista les abrió la puerta y los invitó a entrar de la manera más amable que encontró, luego pidió un nombre para saber cuál era la reservación que habían hecho.

     —Por favor, Clara, lleva a la pareja hasta su mesa. Espero que disfruten su cena —pidió y al final deseó el hombre del traje negro, sin saber en el aprieto en que metía a Roselle con sus palabras.

     Pareja. El había dicho "pareja". Cosa que no eran, pero que sin duda estaban buscando en cierta manera.

     La mesera de nombre Clara los guió con la misma amabilidad hasta una mesa para dos cerca del ventanal, y una vez sentados, ella misma los atendió. Mientras les llevaba las cartas, la de la falda larga pudo sentirse cómoda por la paz que transmitía el lugar. La música de fondo, las luces a medias, todo era bastante acogedor y comprendió entonces porqué Artem lo visitaba a menudo, incluso la vista era increíble.

     Como normalmente harían, lo dos por igual ordenaron. Roselle pidió un poco de ayuda para escoger su cena, pero nada del otro mundo que no pudiesen arreglar con recomendaciones, y así, pronto estuvieron cenando entre conversaciones triviales, por ejemplo, al necesitar conocerse más, comenzaron a indagar sobre su vida, respetando los límites mutuamente.

     —Trabajo para la NSB desde que tengo diecinueve años, antes de ello solía estudiar todo el día, aún así el año pasado me gradué en Comunicaciones —contaba la chica, sabiendo que el que estaba frente a ella le escuchaba con atención.

     —Felicidades, ¿está pensando en obtener un trabajo afín? —cuestionó, dándole el tiempo suficiente para que ella pensara.

     —Por infortunio no se encuentra en mis planes —contestó sintiéndose avergonzada—. Creo que terminar mis estudios profesionales solo es una pantalla verde para lo que realmente hago.

     De esa manera funcionaba, mientras más secreto fuese su ocupación real, más funcional se convertía, por ello, al igual que su compañero pelirrojo, trataba de esconderlo todo el tiempo de sus allegados, incluso de sus padres.

     —Entiendo —aceptó el mayor, sin la intención de indagar más por no desear presionarle con sus conclusiones.

     —P-pero no hay nada de malo con mi trabajo en la agencia de seguridad, yo realmente lo disfruto. —Adivinó lo que el abogado seguramente estaba pensando. Que ella se mantenía en ese lugar a la fuerza, porque desde muy joven creyó que era su posición, y era un pensamiento que no estaba muy alejado de la verdad.

     Había nacido con una aparente estrella en la frente, y un genio debía no solo beneficiarse a sí mismo, sino que debía compartir su don con los demás, sin embargo, Roselle Wright no era una genio.


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