¡oh, del otro lado se torna tan solitario y oscuro!
Un suspiro de prímula más tarde, me encuentro enredado entre las hebras de césped que flotan a nuestro alrededor. Nos deslizamos por el mar de vida y desesperación con la ilusión de nunca más vernos de vuelta, sabiendo que el destino siempre se interpondrá en nuestro cometido, a través de los deseos más profundos, aquellos que residen donde la tierra no es fértil y la enredadera deja paso a un caudal de dudas e incertidumbre. La cumbre en la idiosincrasia de este particular enlace es la dependencia acérrima que ni siquiera la inundación luego del diluvio puede acaparar. Lo único que puede hacerle competencia al amor que nos profesamos, es el inmenso odio que ha crecido entre nosotros. Sería una mentira confesarte que te amo, pero estaría siéndole ilegítimo a mis sentimientos el decirte que no te necesito. Hay algo especialmente adictivo en la forma que rodamos por el césped, en camino hacia un hueco que está cubierto por pilas y pilas de hojas secas, de lianas mojadas, de voluntaria decisión; en la base de mi mente se asienta la idea de que no me importaría caer, siempre y cuando te arrastre conmigo.
Presiono un puñal de tierra húmeda que se deshace en la palma de mi mano. Tú, acostumbrado a la destrucción total, y habiendo sido plácidamente destruido en algún momento previo que no distingo, traviesamente ríes y me señalas. No hay nada que provoque más a mi ya hastiada irritabilidad que el sonido de tus carcajadas, tan contradictorias y susceptibles a la vez. Intentar atraparte sería en vano, tomar tu brazo, de alguna forma, jamás me aseguraría tenerte en realidad. Me pongo de pie con un esfuerzo sobrehumano y las ramas crujen ante mis pisadas inestables. Levantas la ceja, inquiriéndome algo más que el presente y yo solo traviesamente río y te señalo.
El petricor se cuela en el ambiente y nos rodea con un aura de nostalgia y fantasía. Me miras como si fuera el misterio más complejo que has visto, pero también como si fuera el más fácil de resolver. Intento valuarme como un individuo intrínseco pero la potencia de tus suspiros, mezclados con la esencia del desencanto constante se instala en mi pecho y me impide alejarme.
Eres la flor rebelde que nace en la grieta del dolor; hermosa de una forma indescriptible, vibrante de una manera inexplicable, agradable e inofensiva a la vista, pero con espinas que sobresalen mientras permaneces cegado por la belleza. Por algo creces en un extremo apartado, solitaria y triste acompañado de la inútil preciosidad, de la hermosura tóxica que quema. Te digo que siempre serás tú y te ríes de mí como un niño; no tengo nada que perder, porque todo te pertenece y ya estás perdido, de todas formas. Te digo que siempre serás tú y tú me dices que siempre seré yo, pero no hay respuesta en la solución. Eres la flor rebelde que nace en la grieta del dolor y lo mantiene vivo.
Un suspiro de amapola más tarde, corres sin mirar atrás por la pradera de la promesa de amor eterno, la cual parece no tener horizonte. Te pierdes entre la maleza, entre los arbustos que te rozan los pies. Las pequeñas piedras se clavan en tus dedos y simplemente ríes. Pretendo ir tras ti como si la arena movediza no me hubiera tomado de los pies la primera vez que te vi. Seguir tus pasos es tarea compleja y prefiero que te vayas porque siempre regresas. El campo tiene un evitable destino circular que te arroja hacia mí de nuevo. Te digo que siempre serás tú, pero a veces me gustaría que jamás lo fueras, porque yo no soy mío nunca, de todas formas.
Te pregunto cómo es posible que me abandonaras de una forma tan cruel, de una manera tan insensible, justo en el momento que más necesitaba tu presencia. Tú lanzas una carcajada, otra vez, que resuena por todo mi pecho y se instala en mis memorias como un virus destructivo. ¿Qué es, si no, la fidelidad, la promesa, entonces? Quiero gritarte, pero la voz no sale de mi garganta y, a último momento, decido que no es, en absoluto, menester. Te pido que me dejes entrar, aunque el aire fresco me está asfixiando. No tengo muchas chances, para nada, y aun así sigo intentando.
Si tú me dejas, una parte mía se deshace y me abandona también, se hace añicos mi estabilidad, se retuercen las cadenas en mis muñecas y me cortan las alas que nunca fueron usadas para encontrar ninguna clase de variedad. Si yo te dejo, siempre encontrarás la forma de devolverme la llave y procurar que parezca obra de mi más pura soberbia. En tanto que ha pasado, nunca ha quedado mucho, solamente tú y yo. La pradera nos cubre, pero solo se mantiene bajo nuestros pies y toco el cielo con las manos cuando mis uñas se clavan en la tierra húmeda.
Durante un breve momento, tan corto y distante como un respiro de margarita, creo oír tus susurros carcomiendo la poca compostura que en mí se mantiene, y todo vuelve a la normalidad cuando se convierten en desesperados alaridos que resuenan como ecos imparables hasta en el rincón más recóndito de mi memoria.
Un suspiro de belladona más tarde, tu sombra se vuelve aún más majestuosa en cuanto yo me transformo en una criatura insignificante. Desplazo mi mirada hacia tus ojos y brillan como gotas de río danzando en un frondoso caudal. En ocasiones como estas, nunca será la primera vez, pero tampoco la última, el sentimiento se mantiene firme en mi pecho y no se debilita ni por una fracción de tiempo. Hay demasiada historia bajo el agua y muy poca evidencia en la superficie. Mi primer impulso es liberar mi bramido y develar mi posición, mas mi voz sale como un aleteo de colibrí y se pierde en tu plumaje de halcón. Breves instantes más tarde, estoy sumergido de nuevo y todo en mí quema como un incendio.
Es entonces cuando levanto mi mirada y te señalo; tu imagen borrosa se mueve con una distinguida elegancia, incluso en una adversidad tan catastrófica, la fantasía se convierte en el peor de los escenarios reales. Y, luego, simplemente ríes.
✧・゚✧・゚✧
Alguien alguna vez dijo, con cierto temor y susurros por lo bajo, con estigmas cavándose profundamente en cada letra e incomprensión brotando de los oídos ignorantes, que nada existe en verdad y, que lo que existe, es intransferible, intrascendente, como mucho incomunicable. Es fácilmente interpretable como que nada existe y, por consiguiente, y apuntando a la derivación más cercana y congruente, todo existe a la vez. No refuto ni apruebo la teoría aceptada coloquialmente por las masas de forma inconsciente, pero me apoyo en el hecho de que lo que vive es solo por las ideas concebidas de forma previa. Atrás quedaron los días en que la incomunicación significaba una desgracia hasta transformarse en un pacto sellado por generaciones de pensamientos subjetivos. No niego que los conceptos encierren una verdad mucho más extensa, sin embargo, afirmo que esa verdad carece de relevancia en caso de que el vulgo así lo disponga por mutuo acuerdo. Lo que es conocido vive por las ideas que tenemos de ellos, de cualquier forma, es imposible crear desde cero, por ello, a veces ciertos conceptos nunca perecen y tantos otros encuentran su fin antes de solidificarse en un punto común.
Lo real para mí sucumbió cuando yo dejé de serlo. En cierto punto, es imposible definir esa clase de relativismos. En cuanto amor, memoria y alegría, ya he desaparecido hace mucho; quizá nunca he nacido en verdad. Aun así, la contracara de la realidad dicta que, en cuanto a pensamiento, opinión y venganza, sigo viviendo preponderantemente sobre los conceptos de ayer, hoy y mañana. No sé cuándo comienza, tampoco tengo la cordura necesaria para desear su final definitivo. De todos modos, llegar al desenlace no siempre es salir vencedor, los problemas pueden deshacerte los huesos y esa es la peor de las conclusiones.
Los seres como yo no tenemos moral porque la perdimos hace mucho, pero si la tuviéramos, estoy seguro de que estaría completamente trastornada por las dudas y la furia que supone las respuestas que ansiamos escuchar para poder perpetrar nuestro escarmiento. Por lo general, los que deciden convivir con lo incierto son los más afortunados. No es coincidencia que nadie elija ese camino por voluntad propia. No tenemos absolutamente nada que perder, ya lo hemos perdido todo. Lo que sí, para carecer de algo, primero es necesario haberlo conseguido en algún momento. La abstinencia es la peor de las necesidades. Haber tenido su amor transformado en odio probablemente es peor que la mismísima muerte. Los recuerdos no perecen porque viven en mí, a pesar de yo no estar tan seguro de vivir en realidad. Si es la venganza lo me mueve, entonces está bien camuflada entre el afecto que te creo profesar. Al menos, así lo fue cuando la catarsis en el lecho marital me encontró, desprevenido y querido en cantidades iguales. Si es la venganza la que me mueve, prefiero encerrarla en mi pecho y dejar que me queme las entrañas, porque jamás la olvidaré.
Olvidar es algo sencillo y seguro, es un escape válido, mas trae consecuencias. Están los que olvidan y los que fingen olvidar. Aborrezco a los primeros, pero son los demás quienes sufren la venganza. No soy el primero. He presenciado docenas de accidentes, desgracias y maldades gracias a la falta de memoria. Es una suerte que haya decidido ser misericordioso tanto tiempo, teniendo en cuenta todo el daño que es visible en cada fibra de mi ser. El concepto de venganza existe porque algo ocurrió antes, lo mismo para todos los que alguna vez se han sentido así. Porque hay algo seguro, y es que no soy el primero que ha sido olvidado.
Yo no olvido, porque si lo hago, muero. Y si muero, me olvidarán.
Jungkook prometió no olvidarme simplemente porque sabía que no debería cumplirlo. Los seres humanos no saben de longevidad, son demasiado cortos y demasiado avaros como para crear en su mente un concepto que se le asemeje. Para ellos es demasiado fácil olvidar. O, en todo caso, fingir que han olvidado. Lo sé porque fui uno, en algún momento lejano que, aunque quisiera no recordar, me ha hecho lo que soy, me ha permitido existir. Me ha formado para ser la criatura que soy ahora, que aborrece y no olvida. Jungkook prometió hacerlo y es en su juramento donde encuentro mi ira.
El mayor problema de las promesas es que duran mucho. Los seres humanos son demasiado cambiantes como para cumplirlas y demasiado orgullosos como para admitir que no pueden hacerlo. Lo cierto es que cuando alguien promete algo, no importa que tan convencido esté ni que tanta fuerza ponga en ello, también está buscando la forma de librarse de sus palabras. Es un acto reflejo del ser humano el buscar una vía para quedar exento de cualquier responsabilidad que no puedan afrontar. Una excusa, un punto ciego, una coma mal colocada, una frase malentendida, la confianza que nunca debió haberse otorgado; las personas son los únicos capaces de hacer promesas, pero también los únicos que no pueden cumplirlas. En su beneficio se encuentra también su miseria y esa regla rige por norma general en la mayoría de los eventos que envuelvan al ente. Yo condeno la preponderante sensación de superioridad cuando no son más que límites y prejuicios, pero me abstengo de criticar a los que estaban en su sano juicio al hacerlo porque no hay quien haya dicho la verdad en cada segundo de su existencia. El ser humano es fácil de juzgar y difícil de hacer entender, no cuesta más de un minuto encontrar los errores y equivocaciones, mas puede tardar siglos hasta que se comprendan en su totalidad. Es una suerte para mí, entonces, que ya mis días mortales hayan quedado en el olvido.
Definir qué soy es excesivamente complejo y muy absurdo en igual medida. De todas formas, la modestia genera en mí un leve sentimiento de desprecio que contrarresta mi verdadera naturaleza actual. Soy la consciencia llevada a un siguiente plano, soy las memorias que incendian, soy quien mete el dedo en la llaga, soy el guardián de los sentimientos, soy la moral que castiga y soy también quien decide dónde, cuándo y por qué. No tengo límites porque no existen para mí, pero en lo limitado que es Jungkook, sé limitarme para no terminar con su promesa de forma rauda. Soy el héroe disfrazo de villano, el peor rufián con las mejores intenciones; el egoísta que en algún momento lo dio todo. Pero, entre tanto que soy y que no soy, diría que me identifico como el mártir que busca venganza.
También, soy Yoongi. Aunque no sé en qué momento preciso eso deja de importar, tampoco soy consciente de en qué medida sigo siendo él, en cuanto he mutado de tal forma que ya me considero un ser aparte, de un plano completamente diferente. Es estimulante pensar en algo como aquello, pero considerarme con ese nombre sería apegarme a mi pasado de una forma voluntaria y autodestructiva. Sería razonable, de todas formas, teniendo en cuenta que Jungkook siempre será parte de mí, incluso cuando yo no me conozco. Mi propia piel pesa mucho, incluso cuando levito. Estoy tan arruinado que comenzar de nuevo es una utopía, pero pretender reinventarme no deja de ser la fantasía a la que aspiro y, en cierta manera, mi misión en esta dimensión. Si soy o si no soy, no importa tanto, al menos, no a mí.
Mi trascendencia no deja de ser mínima, más mi ilusión es el único motor que puede encenderse y trasladarme hasta el epicentro del dolor. No es la decisión más sabia que he tomado para mi bienestar espiritual que, a estas alturas, es de lo único que realmente me adueño y aferro con gula, aunque cuenta como la elección más satisfactoria para mi sed incontenible de justicia a mano propia. Residir en el mundo de los mortales no entra en las experiencias más agradables dispuestas para un ente como yo, pero sé que nada podrá compararse al ver lo ya tan conocido por mí con ojos de forastero recién llegado. Parece que, en todo plano de existencia, el ser encuentra beneficencia en fingir y nutrirse del fruto de su aparente desconocimiento. Aprender desde cero no es tarea fácil, lo bueno es que nunca es necesario. El conocimiento previo está impreso en la esencia desde el preciso momento del primer suspiro y se desvanece tan pronto damos el último; pero la manera de adaptar y transformar esa idea antecedente en una ventaja puede llevar al peor de los efectos contraproducentes. Así que, siempre depende, aunque, como nombré con anterioridad, el subjetivismo me enerva, quizá por considerarlo demasiado sensato.
El subjetivismo es un punto de tanta importancia que pretende perderla para no convertirse en el núcleo de las noches en vela. No siempre hay solución en la respuesta, por ello, a pesar de saber que todo es uno y que la verdad es única, irrepetible y objetiva, no sirve de una conclusión alentadora, como ningún tipo de combustible para el ser. La idea de variación constante es más tentadora, más factible, viéndolo desde otro punto, argumentando que la mente humana cambia todo el tiempo. Aun así, es imposible catalogarlo como algo certero puesto que hay entes que van más allá de las personas y cuestiones que no se anima ni a bordear. Vivir con esta filosofía puede ser lo más inútil o lo más fructífero, no hay punto medio. Cuestionarse todo es de poco lúcidos o de quienes piensan demasiado. Tal vez, al final de los tiempos, tampoco haya mucha diferencia entre ellos.
No uso los divagues constantes para vanagloriarme en manera alguna, aunque sé que lo necesito. Mi identidad no se constituye en nada más que recuerdos que todos han olvidado, incluso el que prometió jamás hacerlo, es por ello que mi escarmiento se tatúa en las células muertas que flotan a mi alrededor. Todo es tan inestable, tan dependiente de factores completamente variables que a su vez dependen de otros factores, todo posee tanta tendencia a desaparecer en cualquier momento, que me veo con la necesidad de reafirmar mi honor en el único camino que encuentro viable, aunque no menos destinado al fracaso total. Hay un tiempo en el que fallar ya no es la mayor de las preocupaciones que me atormentan, sino tener éxito sin pena ni gloria. Lo más importante es el reconocimiento justo por las acciones que impactan de verdad en las vidas ajenas, positivo o negativo no es de gran importancia, en cierto punto todo es lo mismo.
Intento utilizar esta serie de conceptos a mi favor, sabiendo completamente que podría tornarse en mi contra tarde o temprano. No tengo nada que perder, no soy el primero. Intentar ha sido el lema durante toda mi vida terrena y el mantra que me ha mantenido unido a lo mejor y a lo peor de mí. En esta etapa, necesito acumular todo lo que pueda para poder reconocerme y no diluirme en las aguas de la memoria. No soy el primero, he visto a cientos de seres como yo desesperados por encontrarse en reflejos, recuerdos y resistencias, en canciones, poemas y lágrimas, pero una vez que se cae en la cuenta de estar perdido es el inicio del fin. He logrado esquivar ese estado nefasto porque tengo a Jungkook y una razón por la cual continuar, lo cierto es que, sin él, hubiera estado perdido, vagando sin rumbo entre el humo del averno y la brisa congelada de los círculos más recónditos del infierno.
Subjetivo o no, objetivo o no, lo cierto es que estoy aquí por una razón y no seré capaz de trascender hacia el otro plano hasta que no logre mi cometido. No es mi incapacidad física, es mi prepotencia moral, mis ataduras espirituales que me condenan por siempre a pesar de ya estar confinado a otra etapa.
✧・゚✧・゚✧
Me observas fugazmente con tus ojos profundos como pozos de tierra húmeda, me persiguen hasta una cascada de miedo e inseguridad, caudalosa y peligrosa, como todo lo agradable en la vida. Intento sostenerme de las lianas que sobresalen del paisaje, pero mis manos se resbalan y queman fruto de la fricción y la tan común desesperación. Las rocas se clavan en mis palmas mientras caigo. Caigo y caigo, febril en la caída me doy unos segundos para interrogarme por cada tópico de mi existencia, cada duda, cada sublevación. No hay mucho para rescatar de mis experiencias, mas no puedo simplemente relajarme y predisponerme a disfrutar cualquiera sea la sensación que inunda mi pecho con tanta fortaleza. Tus ojos se fijan en mí, de forma socarrona y curiosa, como si fuera el mejor ejemplar disponible de la mariposa moderna. No tengo ninguna respuesta específica para ofrecerte. Me clavas más alfileres en las alas hasta quebrarlas por completo, las veo alejarse hacia un destino incierto, a sabiendas de que jamás volveré a verlas. Entonces, cuando me veo perdido por completo, desesperanzado como nunca antes y sumido en la soledad, traviesamente ríes.
La catarsis obligatoria es la penitencia que no merezco pero que diligentemente acepto con tal de mantener tu presencia en mi campo de visión. Sé que a nadie le favorece estas interacciones tan poco sanas y estables, mas me siento con la necesidad de mantenerte cerca, y estoy seguro de que así lo será por los siglos de los siglos. Por más de que yo esté seguro de que te quiero lejos, mi cuerpo no se deja engañar por mi fingida sensatez y me empuja contra ti desde el principio de los tiempos. No hay vuelta atrás, el caudal del río es tan violento que se ha tornado en imparable, ni siquiera la pared artificial de remordimientos puede detenerlo y sé que mis manos desnudas, privadas de todo libre albedrío, jamás podrán conseguirlo.
En tu bolsillo se encuentran miles de hortensias, de tanto valor que poseen, carecen de él; es incalculable e inaudito, como el aura que te persigue a donde sea que vayas. Son blancas y las gotas en sus pétalos resplandecen de la misma forma que cristales expuestos al sol. Se ven delicadas y etéreas, apretadas contra la tela que las encierra y las priva del aire puro, pero allí están. Bellas y preciadas, una verdadera rareza entre el musgo bestial. Y yo solo tengo para ofrecerte un solo crisantemo, pequeño y descolorido, débil, propenso a dejarse llevar por la brisa que azota su centro. Mis bolsillos están vacíos y mis manos se cierran pretendiendo tomar una pizca de oxígeno. No hay nada tangible a mi alcance y la fe se me ha evaporado hace rato. Me sonríes de forma socarrona, y sé que allí está el tesoro más inalcanzable. La fortuna jamás me ha favorecido, mas sé que, cuando se trata de ti, nunca se puede ser lo suficientemente rico. No soy el primero, miles han caído bajo el encanto de tu flor, pero yo soy el único que continúa, en caída libre, sin ser libre. No pasará, estoy destinado a seguir, mi hado es el fracaso que significa tu triunfo. Y de esa forma ha sido siempre.
El oro resplandece en tu inventario como la falacia más común en su tipo y se desintegra entre tus dedos codiciosos, llenos de secretos y la más pura envidia hacia lo que no es material, pero persiste en el tiempo. Siempre me dijiste que me caracterizaba por querer lo que nunca podía tener, mas lo cierto es que tu propia curiosidad insaciable es mayor penitencia de la que yo podré experimentar jamás.
Me sonríes de forma socarrona "Jungkook" susurro, la impotencia se desliza entre mis labios como el veneno más dulce y llega a tus oídos en forma de murmullo y eco. Mis súplicas nunca son escuchadas, pero te nutren de una forma casi maquiavélica.
Te extiendo un ramo de rosas para que represente mi amor, de color sangre para que muestre mis ganas de que te desvanezcas de mi vista. No hay opción, iría a buscarte de todas formas, hasta el final de la pradera; le temo a lo que hay más allá, pero nada jamás podrá compararse al sentimiento de fatiga e incertidumbre que reinará en mí al saber que te has ido. No soy el primero, sé que muchos han sentido lo mismo respecto a ti y que en el sufrimiento está tu valor, la preciada juventud que se basa en tus pómulos rosáceos y en tu risa cándida. Entonces, en verdad no hay opción, ni durante un breve instante tuve la mínima oportunidad de escapar. La trampa mortal es muy fuerte, más teniendo en cuenta que yo me he dejado caer en ella. Fatalismo, inútil y certero, como todo al alcance de la existencia. No tengo miedo, sé que nunca seré dueño de ningún tipo de dato preciso. Y, de todas formas, río, porque soy consciente de que eso es más de lo que alguna vez necesitaré.
Me extiendes tu mano de diamante y mis dedos rasposos se clavan en la suave superficie, no parece molestarte en absoluto, es prueba magna de la paciencia y la ternura esfumándose en el miedo de la abstinencia. La llama crece en mí con una furia que parece incapaz de extinguirse, aun así, el cristal no arde y tu encanto de hielo adormece la poca cordura que reside en la base de mi inteligencia. No tengo miedo, porque no habría forma de precipitarse a algo desconocido. Puedo dibujar cada línea de tu personalidad y nombrar los estragos que has causado sin titubear. Puedo pronunciar lo que más te duele y puedo decir lo que más te agrada. Puedo reconocer cada centímetro de tu cuerpo, cada suspiro, cada gota. Te conozco como jamás he conocido a nadie y, con esa certeza, finjo confiar en que jamás me dejarás caer.
Tomo tu mano, deposito mi confianza entera en ti. No tengo nada que perder, estoy extraviado hace tanto tiempo que me he encontrado en rincones oscuros y sitios recónditos, la consciencia resulta una plaga en la imaginación placentera y en las pasiones más escondidas. No soy el primero, no tengo opción.
Es en ese momento cuando me sueltas, mis dedos tratan de aferrarse a lo que haya a su alrededor, pero no hay nada, como de costumbre, como siempre, no hay nada. Sé que es inútil y aun así me empeño en cumplir con el rol que me has otorgado tan benevolentemente. Me encuentro cayendo, de vuelta, y me pregunto si en alguna ocasión he pisado tierra firme o si todo se trata simplemente de una ilusión que no da tregua.
Veo un último relámpago de luz y tu rostro se colorea entre las sombras. Tu nombre quiere salir de mis labios, pero se esconde tras mi garganta y me ahoga. Porque te conozco sé que no sientes remordimiento alguno en absoluto. Y, luego, simplemente ríes.
✧・゚✧・゚✧
La noche está en su máxima oscuridad cuando te veo por primera vez en lo que parecen eones. Me disfrazo de brisa y me cuelo por entre la suavidad de las cortinas de tu ventana abierta. Le has temido a pocas cosas, y entre ellas nunca se ha encontrado el misterio de la noche. Te reías de las advertencias y encontrabas un placer culpable en las amenazas más serias. No es de sorprender que te sientas tan despreocupado en una construcción majestuosa y, en cierta forma, escalofriante. Las celosías abiertas en su totalidad, las cortinas dejadas a merced del viento, invitando a las criaturas y seres de la noche a pasar una velada. Sé muy bien que no se atreverían. Es, incluso para mí, todo un desafío deslizarme por entre las maderas de la edificación que tan bien conozco. Estoy seguro que, en caso de poder desarrollar con éxito algún tipo de sentimiento, estarían mis memorias quemando cada centímetro. Para mi suerte, me encuentro completamente vacío, aunque no sé hasta qué punto eso es conveniente; quizá no soy tan dichoso. Lo peor del vacío es cuando antes había algo allí, cualquier cosa, por más nimia o mínima que fuese. Para mí, lo era todo.
Verte de nuevo es un alivio. Parece que nunca he dejado de verte, que no podría dejar de verte a pesar de querer intentarlo en algún momento. Plácidamente estás sumergido en la tierra de los sueños, respirando serenamente contra el edredón y enredando tus piernas entre las sábanas delgadas. La habitación parece demasiado grande para alguien tan pequeño como tú, te ves indefenso, casi inofensivo. Aunque yo sé la verdad. Me acerco por pura inercia, ni siquiera soy capaz de controlar mis pasos fantasmales hasta el borde de la cama. Hay tanto poder en ti, involuntario a veces, lleno de malas intenciones en otras, que me resulta increíble percibirlo, incluso en una situación tan extraña, inesperada y trascendental como esta. Me gusta cerrar los ojos y sentirlo. Es como quemar y gozarlo de cierta forma, oscura y desequilibrada, retorcida y macabra.
Es entonces que sé que no cambiará. Fingir me servirá por un lapso de tiempo, pero no para siempre. Y yo debería saber de eso porque debo soportarlo.
Desde siempre, he sido capaz de tomar responsabilidad por mis decisiones. Es sabido que cada pequeña elección tiene sus consecuencias y una vez que lo has hecho es muy difícil echarse hacia atrás. En cierta forma, eres tus decisiones. Es complicado objetar ante las acciones. Cuando ya el desastre se ha desatado ¿Quién va a perdonarte? Hay que meditar todo en cuanto se pueda y bajo todos los lentes posibles, nunca hay solo una respuesta. Y, en ciertas ocasiones, la respuesta no es la solución. Las elecciones nos definen, yo eso lo comprendo.
Sé también que hacer esto me define como un espíritu malo, como el ser abominable que asusta en los relatos de terror, soy consciente de que por eso estoy aquí y no del otro lado. La amargura y el rencor me han llevado a mi situación actual, por ello prefiero ir hacia adelante, con la cabeza en alto y sufrir hasta las últimas consecuencias de mi desastre. Estoy listo para terminar en el lugar más hórrido siempre y cuando vengas conmigo.
Es porque también aprendí a responsabilizarme de tus elecciones Jungkook, que me encuentro haciendo esto. Jamás podría determinar un estado natural en mí, una esencia original que me obligue a actuar, mas, en todo caso, me inclino por decir que eres el único responsable y tienes que comenzar a aceptar lo que has hecho de una vez. Lo que me has hecho. No creo en el karma, pero busco causar ese efecto en ti; no me importan tus intenciones, no me interesan tus excusas, quiero tu cabeza en una bandeja de plata, quiero tu corazón en un joyero, quiero tus ojos envueltos en diamantes.
Te mueves bruscamente y alteras la serenidad del espacio. Secretamente espero que las pesadillas estén incomodando tus dormir. Anhelo por el sufrimiento en tu parte inconsciente, es el más divertido de ver. Sueles mostrarte con un camuflaje travieso y socarrón, efectivo para la mayoría de las personas, que se cae cuando estás completamente solo. En algún momento el desgaste se hará visible y yo espero poder estar allí para presenciarlo. Nada me haría más feliz que ver tu caída. Sería incluso más jubilosa que la mía.
Rozo tu cabeza con dedos temblorosos y presiono fuertemente tu cráneo, hasta llegar a la luz que emana de tu mente. Me entretengo jugando con el sector del miedo y lleno de humo tus esperanzas más arraigadas. Me río de tu expresión de dolor y me regocijo en pensar que me temes, al menos, en sueños. Tomo tu instinto de supervivencia, el que hace presión contra mi obrar y lo esfumo, lo hago desaparecer en un segundo y no puedes despertar. Te encuentras vulnerable mientras me deshago de toda tu protección. Provoco que sientas lo mismo que yo he sentido, me dejo llevar por el escarmiento que genera tu simple acto de vivir. Es insoportable ver como aún respiras. No quiero que mueras, quiero que me tengas miedo, que me obedezcas, que seas tú el que ruegue por fallecer.
Me alejo de ti y un segundo después te despiertas, sobresaltado, con una gruesa capa de sudor acumulándose en tu frente y tus ojos viajando por cada rincón de la habitación. Puedo escuchar los latidos de tu corazón retumbar contra tus huesos; tu cuerpo tiembla de una forma exagerada mientras te levantas de tu posición y corres hacia la ventana, como para asegurarte de la veracidad de los hechos que se han presentado ante tus ojos. Por ahora, han sido solo un sueño, Jungkook, luego, lo veremos. Eso depende de mi voluntad y poca influencia tiene tu opinión al respecto. Puedo reducirte a cenizas si así lo dispongo.
No creía poder regocijarme tanto con tu miedo, pero fue extrañamente confortante; poder sentir que no eres el todopoderoso que siempre te consideré es un buen recordatorio de la forma en la que te comportabas y cómo yo me dejé llevar por el amor que te profesaba, y, seguro, cómo te aprovechaste de eso.
Nuestro vínculo era inquebrantable porque nos alimentábamos mutuamente, tú eras la figura autoritaria que necesitaba y yo era el súbdito que requerías. Todo funcionaba bien hasta que no cumpliste tu promesa; y una promesa, para un seguidor como yo, es más valiosa que la misma vida o, en mi caso, mi inevitable muerte. La idiosincrasia de nuestra relación se disminuye al deseo territorial y al de dominio que invade y corroe cada una de las almas de los seres humanos. No te culparé por el pecado original pero sí por haberme obligado a morder la manzana de la perdición. Me pudrió por dentro y si tuviera consciencia más me valdría arder en el infierno que estar aquí.
No tengo alma ni corazón, ni siquiera cuando estaba en vida. Eras mi universo y ese es un título demasiado grande para un simple mortal. Ahora que veo la realidad, ya no soy parte de ella. Es una pena que las personas tengan que llegar a su mayor límite para poder caer en la cuenta de las cosas más banales. La peor ceguera es la que nos infligimos a nosotros mismos. Ahora que soy un ser incorpóreo, la venda se cae sola, pero antes me hubiera arrancado los ojos por ti.
Te pones de pie y te diriges al cuarto de baño; te sigo muy de cerca con pasos fantasmales. Dejas el agua correr y te humedeces la cara para desvanecer todo rastro del mal sueño. Casi sonrío ante tu inocencia porque la pesadilla solamente está comenzando. Me dejo ver durante un segundo en el reflejo del espejo y te das la vuelta de forma veloz, completamente pálido, pero, para entonces, ya he desaparecido.
✧・゚✧・゚✧
Me desintegro ante tu tacto jovial y cálido. Los últimos rayos del sol se reflejan en tu cabello y te hacen brillar de una forma cuasi divina. El aura que envuelve tu figura se tiñe de tonos naranjas, amarillos y rojizos, saltan chispas de tus párpados y luz de tus pupilas. Me embeleso ante semejante paisaje y me dejo caer en la espiral caliente, siento pequeñas ráfagas acariciándome la piel; no hay otro lugar en el que preferiría estar.
Son varios segundos, o quizá una eternidad, después que me doy cuenta de que en realidad me estoy quemando. Mis alas se prenden fuego bajo las puntas de tus dedos y la calidez que me reconfortaba ahora me ahoga con su humo. Intento alejarme, pero mi costado se ha fundido con el tuyo y compartimos un corazón que late por los dos. Te observo con la esperanza de encontrar ayuda mas me encuentro con tus ojos socarrones que develan la más oscura intención detrás. De un minuto a otro me siento completamente exhausto y me dejo caer en tus redes y sé que jamás podré salir a la superficie de nuevo.
Tu violencia sobrepasa la barrera de mi dermis y llega a quebrarme los huesos, hace presión contra cada pequeña parte y me deja hecho polvo. El viento de tu desgracia sopla con fuerza y me dispara a lugares que serían desconocidos si no fuera por tu influencia. Te levantas en forma de tifón y arrastras cada resabio del anterior yo hasta la cornisa de la incertidumbre total. Luego, de un segundo para otro, con un chasquido de tus dedos, vuelvo a mi forma habitual, aunque, como el cristal que sucumbió a una fatalidad, ya no es lo mismo. Estoy devastado, roto desde el núcleo hacia los costados, desgarrado mi corazón y perdida mi razón.
No hay vuelta atrás.
Oh, Jungkook.
Te observo fijamente, en mi integridad desesperado, pero un peso agotador en cada célula me obliga a mantenerme rígido ante tu control. Creo gritarte que me sueltes de una vez, pero mi voz sale como un tibio susurro que apenas llega a los oídos egoístas. Es imposible que tomes en consideración mis palabras. Especialmente porque clavas tus ojos en mí. Y, luego, traviesamente ríes.
✧・゚✧・゚✧
Las palabras que proferiste se encuentran impresas en lo que queda de mi memoria, con tinta negra se escribe en todo lo que soy y se tatúan para toda la eternidad que tendré que convivir con este malestar. Ni mi travesía a través del purgatorio ha conseguido borrar la promesa que se ha asentado en mi pecho. Ni en los momentos donde debería haber alcanzado el nirvana han sido lo suficientemente tentadores como para olvidar lo ingenuo que fui y lo letal de cada frase que dijiste en mi momento de mayor debilidad. No intercambiaría ningún paraíso por esto. La venganza es la mejor de las suertes, porque sé que dentro de las posibilidades debería haber perecido. Otra vez. No hay respuesta en la solución. Ni desfallecer ha logrado dar tregua a la sensación amarga que recorre mi garganta cuando escucho tu voz tan convencida jurar lo que jamás serías capaz de cumplir. Cuando te prometí no abandonarte, respondiste que eso sería imposible pero cuando tú me prometiste jamás abandonarme, supe que era imposible de veras. Yo, al menos, he sido capaz de cumplirlo. Al menos, por ahora, debes soportar mi presencia todos los días.
✧・゚✧・゚✧
La noche consiguiente me veo obligado por mis últimos impulsos mortales a concurrir en tu encuentro. Como es costumbre, la ventana de tu habitación se encuentra abierta de par en par y las cortinas revolotean al son del viento. El firmamento anuncia una tormenta fatal y deja advertencias en forma de pequeños relámpagos brillantes consecutivos. Con semejante paisaje, la construcción que es tu enorme morada se ve incluso aún más intimidante, con sus firmes paredes de roca gris, macizas como ninguna otra cosa, decoradas de complejas enredaderas que trepan hasta la cúpula colorida de tu biblioteca, y su tupido bosque bien verde que crea figuras fantasmagóricas sobre el suelo y sirve como bienvenida a tu hogar. En su tenebroso esplendor no logra ni siquiera dar una pista del verdadero ser monstruoso que vive tras aquellos muros que se alzan entre las copas. Es una siniestra metáfora de mis más profundos sentimientos mortales, aquellos que acallaban mi vitalidad cuando aún tenía algún motivo para respirar. Si tuviera que elegir alguna forma para describir mi tormento interior, sería, indudablemente, esta. La atmósfera parece haberse aliado conmigo, por primera vez.
Me tomo mi tiempo en levitar hasta los blancos marcos del piso más alto. Disfruto del petricor que mis pocos sentidos restantes me permiten apreciar y rozo la piedra firme con mis manos transparentes, fingiendo que siento el roce eléctrico contra mí. No es mi culpa estar en esta situación, jamás se lo perdonaré si es que aún me queda cordura para disculpar.
Cuando me cierno sobre la celosía, me quedo estupefacto al ver tus grandes ojos clavados en mí, como si me estuvieras esperando ansiosamente. Tu cuerpo se queda rígido bajo las sábanas e incluso sospecho que has dejado de respirar durante un tiempo considerable.
Atravieso las barras hasta llegar al interior de tu habitación sin decir ni una sola palabra y me posiciono a una distancia razonable. Me gustaría poder convencerme de que ya no causas ningún efecto en mí, pero solo yo qué tan verdad es eso. Todo el plan que había orquestado se disuelve en memorias tergiversadas que no me permiten actuar en forma ordenada. Se supone que vine a torturarte mas en instantes como estos solo puedo preguntarme si el torturado dejaré de ser yo algún día.
Tu rostro retoma el color y te sientas elegantemente sobre el edredón "Yoongi" susurras, despacio pero lleno de confianza mordaz. Es inevitable admitir que tu voz pronunciando mi nombre por millonésima vez es la mejor sinfonía que jamás oiré. En cierto punto, confirmo que no me podré deshacer de tu fuerza y, a pesar de que pretendo enterrarlo en lo más hondo de mi ser, sé que será así siempre.
Es entonces cuando ocurre lo mismo de siempre, como un destino circular y el peor ciclo vicioso jamás concebido. Mi cariño se funde con mis ansias de venganza y la benevolencia que oprime mi corazón se mezcla con el puro deseo de producirte el mayor dolor. Nada ha cambiado, incluso cuando me encuentro en un estado entre corpóreo y espiritual, seguiría eligiendo tu veneno por los siglos de los siglos. "Yoongi" repites y te pones de pie.
Te acercas a mí peligrosamente rápido. Comprendo que soy el que posee la ventaja objetivamente, pero tú tienes centurias de manipulación en tu haber. Rozas mi ser y, a pesar de cuánto me gustaría, no siento nada físicamente; es como si no estuviera allí en verdad, es como siempre. Los viejos hábitos tardan en desaparecer "Min Yoongi"
Jungkook, pienso con cierta nostalgia en decirlo; tu nombre sería la palabra más conocida por mis labios, siempre. Me abstengo porque, incluso cuando mi voz fantasmal podría sonar intimidante, temo que se quiebre. Es menester no mostrar ninguna especie de vulnerabilidad. He llegado demasiado lejos como para arrepentirme, no es tiempo de ser cobarde, debo dejar ese lado humano mío detrás y vivir a las expectativas de un ente sin corazón. No tengo otra alternativa si quiero llevar a cabo mi escarmiento de forma exitosa o terminará por fulminarme a mí.
"No lo puedo creer" continuas. Y, para mayor sorpresa mía, comienzas a reír; carcajadas genuinas que nacen desde la boca de tu estómago y resuenan por todo tu cuerpo hasta llenar la habitación y la noche tenebrosa. Una risa que he escuchado en incontables ocasiones, generalmente burlándote de mí y de mi debilidad por ti. Lanzas carcajadas que no se detienen y que generan una furia indomable que creía extinta. "Realmente no puedes seguir sin mí ¿Uh?"
Me hierve la ira "¿Tanto me extrañabas, Min Yoongi?" se escucha la inconfundible socarronería en tu tono y genera punzadas amargas en mí "Es indudable, me extrañas tanto y no puedes vivir sin mí"
Decido que es suficiente, extiendo mi mano y con un solo toque mío en tu brazo genero una pequeña quemadura sobre tu piel, pero tú ni te inmutad, sigues luciendo tu sonrisa traviesa. Me escondo de tu vista y ataco la parte de tu cerebro que se encarga del dolor mas simplemente te mantienes quieto, puede ver una pequeña contracción nerviosa en tus ojos, pero no exhalas ni una mínima muestra de incomodidad ni das señales de parecer herido. Te mantienes regio en tu posición y miras hacia la nada de la forma más desafiante que puede existir.
"¿Estás jugando a las escondidas Min Yoongi?" gritas, como un desquiciado para luego lanzar otra carcajada aún más punzante que la anterior "¿Me tienes miedo? ¡Eres patético!"
La humillación se junta con mis pensamientos nauseabundos y me veo obligado a emprender la retirada para conservar un poco de compostura. Podría matarte en el acto, pero es un extremo al que no me gustaría recurrir; ¡Oh Jungkook, podría hacerte perecer en un santiamén, podría reducir tu existencia a simple polvo y enterrarte en los campos! ¡Podría apropiarme de todo lo que conoces y hacerte sufrir como jamás has sufrido! ¿Quién es el patético ahora, Jeon Jungkook?
Salgo por la ventana como una ráfaga fuerte de viento e intuyo tu mirada en mi dirección; lo último que veo, a la distancia, antes de desaparecer en la dimensión, es tu perturbada y característica sonrisa traviesa.
✧・゚✧・゚✧
Es cuando siento cada partícula de mi vitalidad restante gravitando lejos de mí que intuyo que estoy falleciendo. Mi delirio me provoca alucinar con destellos de vibrante energía encaminándose hacia un infinito que no puedo alcanzar e hilos de voluntad deshaciéndose como vapor de agua en el ambiente. La fantasía me permite soñar con estelas de colores pastel mientras una catástrofe llena de contradicciones se desata en mi pecho. "Jungkook..." suspiro. He llamado tantas veces tu nombre que estoy convencido de que es la única palabra que recuerdo. "Jungkook" pero no hay respuesta ni solución. No estás allí. Cuando más requiero de tu presencia, cuando más necesito poseer un poco de tu afecto, no estás aquí.
Respirar requiere un enorme esfuerzo de mi parte y ya no estoy dispuesto a hacerlo. El sudor que cubre mi frente se torna inexplicablemente pesado y me ahoga, la temperatura que no encuentra un tope sigue elevándose y siento que cada rincón de mí hierve; me quemo en el incendio de la diferencia y estoy exhausto de la lucha que significa encontrar un oasis que me alivie. Solo un poco de tu preocupación me sacaría del infierno, pero tu mente está ocupada con tantas cuestiones que no puedes reservarte ni un solo segundo para el fiel que tantos años te ha seguido ciegamente. Me abrasan las llamaradas del desamparo y me dejo envolver por el fuego, estoy dispuesto a morir aquí y ahora.
Hay solo una cosa que me gustaría pedirte, pero no estás aquí para escuchar mis ruegos. Es, espero, una simple tarea, nada complicada, pero que podría aliviar los estragos que ha causado la enfermedad en mí. Si muero en este preciso instante, solo me gustaría una cosa, una pequeña cosa. Jungkook ¿Dónde estás cuando te necesito?
Antes de dar mi último suspiro, luego de rendirme a la tentación de sucumbir para no sangrar más, escucho pasos ligeros en las escaleras del palacio. Su volumen incrementa a medida que pasa el tiempo y en un par de minutos la puerta se abre y te veo entrar. Firme, confiado y decidido. Mi corazón, que estaba decidido a odiarte, súbitamente se dispara con alegría y me devuelve unos momentos que creía entregados al averno. Un subidón de adrenalina se apodera de mis extremidades y envuelvo mis brazos alrededor de ti. Te he extrañado de una forma inhumana y verte reaparecer, justo cuando estaba por desvanecerse mi última esperanza, me da la fuerza que necesito para respirar un poco más.
"Jungkook" logro decir, mi boca se siente seca e incapaz de pronunciar muchas palabras; mis pulmones no resisten tanto y comienzo a carraspear entre sílabas "Viniste"
Tú solo asientes con la cabeza y me dedicas una sonrisa que rebasa pena y misericordia. Ante mi falta de alternativas, decido que ese es el mejor escenario que puedo pedir. Al menos estás presente y eso es suficiente para poder declarar que muero feliz. "Pro...prométeme algo" susurro y veo que tus ojos se clavan en mí. Tu mirada se torna considerablemente más oscura y siento la rigidez que se hace presente en tu cuerpo. Opto por ignorar los efectos de mis palabras y continúo así: "No... no me olvides ... por favor... recuérdame"
Pareces desconcertado e instintivamente te alejas un poco de mí, por ello decido proseguir "Dicen... dicen que si no recuerdas a alguien... no podrá descansar en paz...atrapado en el...purgatorio...y yo...y yo... recuérdame... y así podré descansar en paz"
Tu sonrisa inocente ahora se transforma por los tintes de socarronería que intuyo en tu pensamiento "Eso es un mito, Yoongi" me dices, tus palabras carecen de sensibilidad y me apuñalan como estacas en el corazón "No deberías preocuparte por esas cosas justo ahora"
"Jungkook" digo y me arrimo contra tu cuerpo, tironeo de tu camisa impoluta y procuro que mis sentimientos logren sobrepasar la barrera que has creado con tu parte emocional "Alivia mi alma... no me olvides"
Si mi vista no hubiera comenzado a nublarse, probablemente podría verte rodando los ojos. Puedo sentir una oleada de oscuridad que intenta tomar control sobre mi cuerpo y con el último esfuerzo que me queda vuelvo a llamar tu atención "No me olvides, por favor... promételo"
Puedo intuir tu duda ante mi pedido y, después, escucho un suspiro, profundo y longevo, antes de decir "De acuerdo, lo prometo, Yoongi, no te olvidaré"
Abro mi boca para responder algo más, pero esas palabras proferidas de tus labios eran todo lo que necesitaba escuchar; mi cuerpo entra en un estado de relajación total en contraposición a la agonía incesante de la cual era prisionero hacía semanas. Me siento gravitar durante unos momentos y un último destello de luz se hace presente y me cierra los ojos. Luego, la oscuridad toma protagonismo y me impide separar los párpados, me llena hasta que exploto definitivamente y todo lo que llevaba dentro se funde en una marea interminable color ébano. Me gustaría poder ver tu reacción, aunque supongo que hay algunas cosas que es mejor dejar inconclusas.
Antes de eso, prefiero que el último sentimiento que invada mi mente sea el de la esperanza y el alivio de ser recordado por la promesa floreciente; el no ser olvidado me hace gravitar hasta el siguiente plano con una sonrisa sincera en mi rostro y decido que este es un final feliz a una vida miserable, y es el mejor desenlace que podré tener. Cualquier sentimiento amargo y rencores se funde en la nada misma y me dispongo a ser trascendente como un buen espíritu, esperando encontrar mi segunda oportunidad.
Ojalá pudiera haber abierto los ojos. Quizá hubiera visto tu sonrisa traviesa y tus dedos cruzados tras la espalda.
✧・゚✧・゚✧
Al día siguiente, preso de la humillación que, creía, no volvería a experimentar jamás, defino que debo matarte lo antes posible. Es menester para mí poder acabar todo esto, para así poder liberarme y finalmente encontrar otro destino que sea alterno al actual; debo tener otro propósito aparte de amarte y odiarte para siempre. Mi única salida es deshacerme de ti y encontrar la paz. No hay otra alternativa que pueda suplir mi necesidad ni satisfacer mi deseo de escarmiento y un nuevo comienzo a la vez. Debo provocar que perezcas, velozmente, ya no interesa el cómo.
El tiempo parece imperturbable mientras viajo a tu morada. Es un divague eterno de tópicos que no tienen solución y respuestas que no ofrecen una recompensa verdadera. La travesía se hace sostenible por el combustible de la libertad y una promesa que sí me cumpliré. Me resguardo de las futuras consecuencias y me estrello contra tu ventana. Es muy temprano por la mañana y la amenaza de tormenta sigue latente en el aire, la humedad se cuela por cada centímetro de la habitación y genera cierta tensión en el ambiente que se intensifica al correr los segundos.
Pareces darte cuenta de mi presencia y te das la vuelta. En tus labios está impresa aquella sonrisa tan burlona que me avergüenza y me enerva en partes iguales. "¿Volviste, Min Yoongi?" dices, tu voz suena cantarina y choca contra mis tímpanos fríos "¡Me extrañabas!"
Cegado por la furia me precipito hacia ti y con mis dos manos intangibles aprisiono tu cuello. Veo como se torna rojizo, luego azulado y al final violeta bajo mi presión. Tu mirada permanece altiva, clavada en la mía, sin flaquear ni un solo centésimo. Tu respiración entrecortada se convierte en secretos intentos para recuperar el aire; pero la desesperación no se apodera de tus facciones ni un solo instante. Te reduces a poner tu mejor sonrisa traviesa y mostrarla en mi dirección. Buscas tener el control, incluso en tus últimos momentos, incluso cuando yo tengo claramente más poder.
"Prometiste no olvidarme, Jungkook" digo, mi voz llena de rabia e infelicidad. Es demasiado ingenuo de mi parte querer provocar tu arrepentimiento, solo espero que esta vez seas consciente de que tu acto, o tu falta de él, tiene consecuencias. "No era un mito ¿Ves?" aclaro y puedo sentirme enloquecer, en mi extraña figura, en mi anormal situación, en mi infierno personalizado del cual no me puedo deshacer "No puedo estar en paz, Jungkook ¿Lo ves?"
Mis palabras solo traen más odio a mis acciones y e incremento la fuerza en el agarre. Ni siquiera intentas liberarte y puedo sentir como tu cuerpo lentamente se debilita. La burla nunca abandona tus ojos ni tu mirada vacila. Siguen altaneros y soberbios, como era de esperar, a pesar de encontrarse en una situación límite.
"¿Por qué no cumpliste tu promesa?" susurro y creo imaginar que te encoges de hombres. No podrías hablar incluso si quisieras. Yo sé que no quieres, de igual forma y eso es demasiado. Sé que no me darías explicaciones ni, aunque te rogara por ellas. "Jungkook..." digo.
"Min...Min Yoongi... No eres... no eres digno de ser recordado" articulas una risa y sucumbes, sin dejarme ni un espacio de tiempo para contestar.
Las palabras me golpean y ocasionan que, en un arranque de ira, arroje tu cuerpo por la ventana abierta. Lo veo caerse y perderse entre la arboleda y una mínima ráfaga de satisfacción me recorre íntegro. Aun así, una parte de mí sabe que estaré vacío para siempre. Ni siquiera en los últimos momentos he logrado la redención y, lejos de aliviarme, ahora solamente tengo la certeza de que jamás me has guardado ni un poco de afecto. Jamás. No era digno de tu amor, no era digno de tu atención, no era digno de tus memorias.
Pero sí soy digno de tu vida, al menos, ahora. La tomé despiadadamente y he logrado cumplir a la perfección mi escarmiento. Intento divisarte en el bosque, pero no estás, tu cuerpo ahora será una mera prueba de lo que un ente como yo es capaz de hacer. Sin moral ni consciencia, sin corazón ni rectitud. He perdido la fe, he perdido las esperanzas. Ya no tengo nada, no estoy seguro de querer seguir. Ya no poseo un combustible que me permita avanzar. Estás muerto y no estoy tan feliz como pensaba que estaría. Porque con tus últimas palabras has logrado lastimar mi alma para siempre e, incluso fallecido, seguirás vivo en mí, en mi memoria.
Desafortunadamente, yo nunca podré olvidarte.
✧・゚✧・゚✧
Es luego de eso que reaparezco en el manto gris al que fui enviado la vez primera. Hay tantas almas en pena que me siento solitario, en el confinamiento al que tendré que acostumbrarme a partir de ahora. El purgatorio es un largo trecho al que estoy condenado por el destino. Ser súbdito toda mi vida no fue suficiente, al parecer, y ahora debo ser un devoto del hado sin cuestionar.
Todo se vuelve oscuro y mi instinto humano lucha por ganarle a la muerte; por ahora, y hasta nuevo aviso, estoy en el medio, así que la pelea no definirá un vencedor. Tengo toda la eternidad para pensar y reflexionar. Ya no hay pasiones ni escarmiento. Quizá esta sea la paz de la que tanto oí hablar.
Un rayo se abre en la superficie, el anuncio de una nueva alma. El purgatorio tal vez no sea tan malo. No es una afirmación de nada, es simplemente un recordatorio de que todavía hay mucho por soportar. Es una carga todavía más pesada bajo la cual se puede sucumbir o renacer. Ahora, no hay muchas elecciones.
La nueva alma destella de colores del atardecer y se reincorpora, da una mirada alrededor y sus ojos se fijan en los míos. Sé que la suerte jamás podrá estar de mi parte. Y, luego, traviesamente ríes.
✧・゚✧・゚✧
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top