Capítulo 8
¿Los días eran siempre tan brillantes? Incluso estando nublado, Marinette no pudo sino sentir que aquel día era luminoso y olía a limpio, quizás porque había llovido un poco por la noche.
Una vez superada la pesadez que sentía cada vez que abría los ojos al despertar, Marinette se descubrió llena de energías renovadas. La sesión del fin de semana había sido liberadora en muchísimos sentidos y en ese momento no podía reprimir los pequeños saltitos que daba al andar de camino a clase. Era superior a sus fuerzas, ¡estaba tan feliz! Sabía que la grabación había sido desastrosa en muchos sentidos, pero por una vez la parte de sí misma que era una perfeccionista y se avergonzaba de todo lo que se salía de lo planeado desapareció. No le importaba cómo hubiera quedado delante de cámara, sentía que había algo, algo pesado y doloroso, que la había mantenido atada durante mucho tiempo y ya no estaba.
Cuando llegó a clase, todos estaban ya reunidos. No le sorprendió ser la última en llegar. Tampoco le importó.
—¡Hola chicos! —los saludó Marinette con una enorme sonrisa.
Recibió un saludo general, aunque el de Chloé tuvo cierto retintín que decidió ignorar.
—¡Ey, superestrella! —la llamó Adrien, invitándola a acercarse—. Ya nos han hablado de tu debut ayer ante las cámaras.
—Sí, hablado, porque ALGUIEN no ha querido enseñarnos nada —se quejó Alya, cruzándose de brazos.
—Yo te quiero mucho, pero lo primero es lo primero —contestó Nino—. Y nadie puede ver esto antes que nuestra Marinette.
—¿Ver qué? —preguntó Marinette—. No puede ser que ya lo tengas.
—Puede ser y lo es —respondió Nino con una sonrisa altanera—. Me he pasado todo el domingo editando, pero, ¡vaya si ha merecido la pena!
Con un gesto dramático, Nino se sacó el teléfono del bolsillo. A Marinette se le hizo un revoltijo en el estómago de los nervios.
—¡Ay, Nino! No tenías que invertir todo tu fin de semana en ayudarme.
—Venga, Marinette, eres mi amiga —contestó Nino, pasándole un brazo por encima del hombro en un apretón cariñoso—. Por los amigos iría hasta el infinito y más allá.
Marinette sonrió enternecida. Le rodeó la cintura en un abrazo y apoyó la cabeza en su hombro durante un segundo, realmente feliz. Alya aprovechó el momento para sacarles una foto.
—¡Ey, al menos avisa! —se quejó Nino.
—Quería aprovechar la emoción del momento —se justificó Alya, enseñándoles la foto—. Mira qué monos han quedado, mira, porque yo sí enseño las cosas.
Nino rodó los ojos, separándose de Marinette y colocando su teléfono sobre la mesa a la vista de los cuatro.
—Y lleva así desde ayer. ASÍ.
Marinette se rió entre dientes y por el rabillo del ojo pudo ver cómo Adrien lo hacía también.
—Bueno, prepárense para mi obra maestra —dijo Nino, a punto de darle al play.
—¡Ey, no es justo! —se quejó Rose, acercándose a ellos—. Nosotras también queremos verlo.
Fue en ese momento que Marinette se dio cuenta que los demás habían estado pendientes de su conversación. Marinette enrojeció, avergonzada de repente. Aún así, iba a lanzarse a sugerir de verlo en la pantalla de la clase cuando llegó la profesora Bustier ordenando silencio.
Tendría que esperar.
Al final, sus compañeros se la habían arreglado para robarle cinco minutos antes del descanso a la profesora y así conseguir ver el vídeo. Cuando dio su aprobación, interesada, Chloé pidió amargamente poder salir de clase para no perder el tiempo. La profesora se lo negó y a Marinette poco le importó. Tampoco le importaron que sus carcajadas, igual que las risitas maliciosas de Lila, surgieran en momentos inoportunos donde no había ninguna gracia, donde se estaban riendo de ella, no con ella.
Se vio a sí misma divirtiéndose como hacía mucho que no lo hacía, bailando sin tapujos y recitando conjuros como si fuera una magical girl de verdad. Nino había hecho un trabajo maravilloso con la edición, los efectos, ¡la música! Era como estar realmente en el programa. Marinette solo podía sonreír, enamorada del resultado.
Marinette se inclinó sobre su mesa para darle otro abrazo a Nino.
—¡Gracias, gracias! —dijo Marinette, tan contenta que el corazón le iba a mil.
—Sé que esto no tiene que ver conmigo, pero estoy un poco celosa de que solo él se lleve abrazos —comentó Alya con exagerada tristeza en la voz.
—¡Ven aquí! —dijeron Nino y Marinette a la vez, fundiéndose en un efusivo abrazo.
Solo Chloé fue consciente de cómo Adrien miraba la escena como si quisiera unirse también, pero no se atreviera a decir nada. El mero pensamiento la hizo resoplar.
Sentadas en las escaleras que daban al patio mientras disfrutaban del descanso, Marinette se vio repentinamente avasallada a preguntas.
—Bien, Marinette, ¿cuál es el siguiente? —preguntó Rose.
—¿El siguiente qué?
—¡El siguiente cosplay! —apuntó Alix.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó Alya.
—¿Necesitas algo? —preguntó Juleka.
—Si necesitas ayuda cosiendo o algo, sabes que nos lo puedes pedir —sugirió amablemente Mylène.
Fue uno de esos momentos. Había días en los que, sin importar lo que pasara, Marinette se sentía en la soledad más desoladora, aislada como estaba por sus secretos y sus responsabilidades, pesos que solo podían estar en sus hombros pese a que había momentos en que sentía que iban a romperse. Y luego se encontraba con todos esos ojos, observándola expectantes, con tantísimo cariño... Y Marinette se dio cuenta de que aquel era su equipo, con miraculous o sin ellos. Podía confiar en sus amigos para cualquier batalla de su vida.
—¿Están hablando del siguiente cosplay? —preguntó Adrien, llamando la atención de todas.
Giraron el rostro hacia abajo, encontrándose con Adrien y Nino a los pies de las escaleras. Una mirada rápida le dio a entender a Marinette que venían del baño.
—Marinette estaba a puntos de chivarnos cuál será el siguiente —contestó Alix.
—Bueno, en realidad... Necesito un poco de ayuda para lo que viene—confesó Marinette, consiguiendo que todos se acercaran a ella un poco más, invitándola a hablar—. El siguiente es un reto por la imagen que va con ese icono, así que... Necesito alguien que sepa cómo moverse, cómo posar de forma elegante, cómo interactuar con la cámara de forma delicada, así que... —Marinette estaba nerviosa, pero aquel era su equipo, no iba a sentir vergüenza por pedirles ayuda nunca más—. ¿Me ayudarías, Juleka?
Juleka la observó asombrada, se señaló a sí misma sin decir nada y sin creérselo. Se le escapó una discreta mirada hacia Adrien, que no solo observaba la escena con la misma sorpresa que todos, sino que lucía un poco dolido a sus ojos.
—¡Es una idea fantástica, Marinette! —exclamó Rose, que fue la única que no le impresionó su decisión—. Nadie tiene más gracia y más elegancia que Juleka.
—¿Yo? —preguntó finalmente, aún sin salir de su estupor.
Marinette se mordió el labio, aturdida por toda la atención que había adquirido su pregunta. Pero se obligó a olvidarse de todo eso y centrarse solo en Juleka. Su primer instinto había sido pedírselo a Adrien, pero aquella habría sido una mala decisión por múltiples razones. No era simplemente que no quería avivar alguna brasa encendida que pudiera quedar en su corazón. No quería que lo que pasó con Luka y Adrien pasara nuevamente. Que estuviera tan centrada en él, viéndole tan perfecto y maravilloso, que le hiciera incapaz de admirar y apreciar los talentos de los demás. Y Juleka era increíble. Era elegante y preciosa, tenía ese paso grácil y postura sofisticada que necesitaba para lo que tenía en mente. Además, sabía jugar muy bien con las expresiones sutiles de su rostro, haciéndola lucir casi como un ser místico.
Marinette estiró su mano, tomando la de Juleka.
—Sí, tú —contestó Marinette con una sonrisa—. ¿Me ayudarías?
Juleka desvió la mirada una vez más. Marinette malentendió que estaba nerviosa, pero en realidad estaba preocupada por la mirada melancólica de Adrien. Aún así, cuando volvió a observar la expresión ilusionada de Marinette sabía que solo había una respuesta posible.
—Claro que te ayudaré, ¿qué necesitas?
Últimamente, Marinette se sentía como una de esas concursantes de reality show que tiene que hacer retos y maravillas en cuestión de minutos y llegar a un resultado que habría equiparado horas. Tenía que ir a toda velocidad, lo que había acarreado algún que otro pinchazo, un par de quemaduras con cola caliente y muchos gruñidos frustrados que habían provocado la preocupación de sus padres.
—¿Cariño? —la llamó su padre, entrando con cuidado a la habitación con una bandeja en la mano. Captó el olor suave del té antes de levantar la mirada—. ¿Todo bien?
Su padre la observaba con la clara preocupación pintada en los ojos y con el recelo del que teme perder una mano por acercarse demasiado a la jaula de las bestias. Ver a un hombre tan grande asustado de su hija, que era prácticamente microscópica a su lado, era divertido de ver.
—Ay, gracias papá, sí, sí, todo genial.
Sus palabras perdieron sentido cuando soltó otro gruñido al ver que el tableado de la falda seguía rebelándose. Realmente odiaba las faltas tableadas.
—Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿verdad? —le comentó torpemente—. Siempre estaré para lo que necesites.
—Muchas gracias, papá —le sonrió Marinette—. Te prometo que todo va bien. Siempre que esta falda decida comportarse y la pintura de las botas haya quedado bien.
—Muy bien, cariño —suspiró su padre, palmeándole la espalda—. Cualquier cosa avisa.
Su padre odiaba entrar en su habitación por la misma razón que miraba desalentado la trampilla bajo sus pies. Detestaba bajar esa escalera. Verle hacer pucheros le hizo reír.
—¡Ah, papá! —lo llamó de repente cuando ya estaba desapareciendo por la abertura. Tom ascendió un par de escalones, haciendo parecer que su cabeza flotaba en medio de la nada—. ¿Hay algún soporte de cortina que me puedan dejar? En mi cuarto no hay ninguno.
Tom frunció el ceño.
—¿Para qué quieres uno de esos palos?
Marinette se encogió de hombros.
—Me hace falta uno para el traje.
—Lo que quiere decir que si te lo dejo no lo vamos a recuperar.
—Bueno, puede que sí —rió Marinette—. Solo que será un poco más fabuloso.
Tom rió por lo bajo. Jamás le había gustado coartar la creatividad de Marinette y no es que quisiera empezar en ese momento.
—Deja que lo hable con tu madre, quizás le parezca un buen momento para que nos pongamos a redecorar —contestó, bajando de nuevo la escalera.
—¡Gracias papá! ¡Te quiero!
—¡Y yo a ti más! —contestó Tom, ya fuera de la vista de su hija.
Lunes, 23 de marzo de 2020
¡Hola a todos, lindas flores!
Ante todo, espero que todos estén bien, que se estén cuidando mucho ante esta situación tan complicada que estamos enfrentando. Voy a ejercer mi papel de mamá pato recordándoles lo importante que es que tengan mucho cuidado y que estoy aquí por si necesitan cualquier cosa. Trataré de actualizar con frecuencia para que todos podamos hacer que este mal trago sea un poco más llevadero.
Bueno, he mostrado algunas pistas sobre el siguiente cosplay en este capítulo. ¿Cuál creen que será?
Con esto y un bizcocho, les quiero muchísimo y cuídense mucho.
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