Cuando Marinette recibió el correo del ayuntamiento, apenas estaba saliendo de clase. Su teléfono vibró, llamando su atención. Dejó que los demás se le adelantaran mientras ella desbloqueaba su móvil. Se puso innecesariamente nerviosa al ver quién le había enviado el correo. Pinchó el enlace:
Buenas tardes, señorita Dupain-Cheng.
Hemos tenido problemas con el email y los servidores y no hemos podido acceder hasta este mismo momento. Le contestamos a su duda en el presente correo: Solo se permite una obra por participante, como está claramente señalado en las bases. En caso de no haberlas consultado, están disponibles en la página web y también se las adjunto aquí. Le recuerdo que tiene un plazo de tres meses para presentar su candidatura con toda la documentación necesaria.
Ante cualquier otra duda, estamos a su servicio.
Un enorme saludo,
Corinne Legarza
Departamento de Comunicación del Ayuntamiento de París
Hasta el momento, Marinette se había quedado inmóvil como una estatua en medio del pasillo del aula, leyendo detenidamente.
Aunque no era algo frecuente en ella, Marinette se molestó a muchos niveles según releía la respuesta. ¿Por qué ese tono condescendiente? ¿Al ver su imagen de perfil había asumido que era una niña tonta que solo estaba incordiándola? Ella se había leído las bases, más de una vez, y no sola.
-Las bases no están claras, señora -musitó Marinette, enfadada.
Pero ante todo, la realidad era esa: una obra por persona. Marinette se sentó sobre la mesa más cercana, que resultó ser la de Adrien, sin percatarse mucho de hacerlo. El enfado cayó pesado en el fondo de su estómago al tiempo que recordaba todo los bocetos que tenía ya listos, la cantidad de diseños de accesorios que ya había preparado en 3D, las telas que había conseguido... Y todo reducido a uno.
-¿Y qué hago yo ahora?
Cuando Marinette se tranquilizó lo suficiente para salir del aula, no quedaba nadie en el instituto. Inspiró hondo y se preparó para irse. Saber que ahora tenía que elegir le costaba muchísimo, tenía tantísimas ilusiones puestas en cada uno de ellos... Quizás necesitaba ir a casa, estar aislada en su cuarto para hablar con Tikki. O puede que lo que le hiciera falta fuera aislarse en su burbuja todo el día hasta averiguar cómo lidiar con ello.
Estaba tan concentrada que se sobresaltó cuando sintió un golpeteo en el hombro. Giró sobre sí misma, sorprendida, encontrándose con la mirada serena de Kagami.
-¿Estás bien, Marinette? -preguntó Kagami, frunciendo el ceño.
Oh, no, fue el primer pensamiento de Marinette. Un revoltijo nervioso se formó en su intestino. Realmente no tenía fuerzas para fingir una sonrisa alegre, para que las peleonas raíces de sus sentimientos por Adrien no le hicieran daño. De verdad que en ese momento no podía.
-¿Marinette? -la llamó de nuevo Kagami.
Por favor, que Adrien no aparezca ahora también, por favor, imploró Marinette.
-S-Sí, sí, perdona, sí, estoy bien, todo bien.
La expresión confusa de Kagami se convirtió rápidamente en una de preocupación. Kagami tomó de la mano a Marinette y, sin preguntarle ni comentarle nada, tiró de ella hasta el banco más cercano. Dejó su mochila deportiva en el suelo y obligó a Marinette a sentarse a su lado.
-Cuéntame, ¿qué te pasa?
Marinette se mordió el labio, preocupada. Se llevó las manos al regazo y las entrelazó en una presión llena de angustia. Kagami colocó una de sus manos sobre las de Marinette en un gesto tranquilo, llamando su atención.
-Puedes contarme lo que sea.
Marinette suspiró.
-¿Sabes algo del concurso del ayuntamiento en el que estoy?
-Adrien me comentó algo al respecto, sí.
Marinette apretó los labios y asintió.
-Pues resulta que me había hecho una idea equivocada sobre lo que podía hacer, por decirlo de alguna manera. Soñé demasiado y ahora me he estampado contra el suelo.
-¿Puedes explicarme un poco más a qué te refieres? -le pidió Kagami.
-Resulta que, para mí, las bases del certamen no estaban claras. Les escribí, porque preferí aclarar las dudas con tiempo, por si acaso, pero tardaron una eternidad. Y mientras, como siempre, me dediqué a soñar despierta y a imaginar posibilidades sin parar, posibilidades que ahora tengo que descartar porque la realidad es que solo puedo escoger uno y ya está.
-Pero Marinette... -susurró Kagami.
-Mi vida siempre es así -continuó Marinette, sin prestarle atención a Kagami-. Pierdo el tiempo soñando despierta y al final siempre termino con todo destrozado en el suelo, porque no soy racional, porque me comporto con una tonta con estas cosas.
Marinette parpadeó repetidas veces para evitar que las lágrimas se agolparan en sus ojos.
-Cada vez que veo esta parte de ti, me sorprende -dijo repentinamente Kagami-. Cuando tus decisiones implican la felicidad de los demás, no dudas. Eres tajante, rápida y creativa; buscas la solución donde sea, incluso si tienes que mirar debajo de las piedras para encontrarla. Pero cuando se trata de ti te atascas, te bloqueas y no sabes que hacer ni con tus pensamientos.
-Creo que me estimas demasiado.
-No, creo que tú te estimas demasiado poco. Cuando involucra a los demás lo das todo, porque te preocupas, porque los quieres, porque quieres que sean felices -explicó Kagami, apretando de nuevo el agarre de sus manos-. Pero cuando se trata de ti, pierdes de vista lo que te hace feliz, que es lo verdaderamente importante, y te haces un lío.
Kagami se giró y tomó a Marinette de los hombros para que ella hiciera lo mismo, de forma que estuvieran frente a frente.
-Eres valiente, lista y tienes una imaginación que muchos solo pueden anhelar, una creatividad que convierte los sueños en realidad y que salva vidas. Ya va siendo hora que te veas tal cual eres.
Marinette clavó la mirada en su regazo, haciendo el esfuerzo de contenerse, pero el sollozo escapó de su boca sin que pudiera hacer nada para detenerlo. Sus labios temblaron, se mordió el labio inferior en un intento de contenerlo, pero no sirvió de nada. Rápidamente le siguieron las lágrimas.
Torpemente, Kagami atrajo a Marinette hacia sí y la abrazó, peinando con gentileza su cabello con las yemas de los dedos. Ninguna de las dos dijo nada mientras las lágrimas corrían por las mejillas de Marinette sin parar y sus ojos enrojecieron.
No fue hasta que notó que la respiración de Marinette volvía a ser normal que Kagami habló:
-Lo importante es que lo intentes y que el proceso te haga feliz. Si el certamen solo acepta uno no quiere decir que tengas que desecharlo todo, solo tienes que buscar la manera de que sea realidad de otra forma.
Marinette se separó ligeramente de ella. Se limpió con suavidad los restos de lágrimas con el dorso de la mano.
-Te hace feliz, ¿no? -continuó Kagami con una pequeña sonrisa.
Entonces, Marinette recordó por qué había hecho tripas corazón y se había apartado. Quería a Adrien y era su amigo, pero no era el único. Kagami también lo era. Una amiga maravillosa.
Lunes, 17 de febrero de 2020
¡Hola a todos, lindas flores!
No me odien, ¿vale? Este es un capítulo que llevaba tiempo queriendo escribir y que me ha dejado el corazón todo blandito y feliz. Me gusta que ellas dos tengan la posibilidad de tener este encuentro, de conectar de esta manera, y también que alguien le recuerde a Marinette lo increíble que es. Porque cuando se lo dice gente de su círculo muy muy cercano, como Alya o Tikki, Marinette no se termina de creer del todo lo que dicen de ella. Cuando es alguien como Kagami, que es tan sincera y con la que ahora mismo tiene una relación un poco rana, el impacto es mayor.
Bueno, pues con esto y un bizcocho, ¡nos leemos pronto!
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