Capítulo 15

—Pensaba que las botas me la iban a liar, pero han aguantado bien —comentó Marinette, sentándose al fin en una silla plegable y estirando las piernas.

—Ya te lo he dicho, eres tú la única que les ve defectos —aseguró Alya, haciendo fuerza para doblar el reflector en forma de ocho para luego solaparlo sobre sí mismo.

—Tal vez, pero estoy contenta —aseguró Marinette con una sonrisa cansada.

Para lucir ese traje se habían tenido que meter en la parte más silvestre del parque. No estaban seguras de que por ahí fueran a tener muchos sitios donde dejar las cosas y descansar así que se habían echado encima las mochilas llenas de los bártulos que la familia de Alya usaba en sus picnics.

El cascabel de su rabo de gato tintineó cuando se movió en el asiento y las capas de su vestido rosa generaron un suave frufrú con el movimiento, era uno de los sonidos favoritos de Marinette. No estaba acostumbrada a los vestidos palabra de honor, pero desde que había empezado con eso del concurso se había puesto más de uno. Seguían sin hacerle mucha gracia, sentía que el vestido no se le sujetaba bien al pecho, aunque era más cosa de sus propias inseguridades y no de las medidas. A lo que sí le había cogido el punto era a los puños que había cosido para la parte superior de sus brazos, le habían quedado bien y no se había tenido que pasar toda la tarde recolocándolos. Lo único que realmente la estaba volviendo loca era la peluca rosa que llevaba, le picaba y no terminaba de ubicarla como quería ni conseguía que las orejas quedaran del todo bien, y eso que se había puesto un montón de horquillas para que no se moviera nada del sitio.

—Me alegra ver que estás más relajada —le dijo Alya, cerrando la mochila con todo el material de la cámara y sentándose en la silla que había a su lado—. Si te soy sincera, tenía dudas de si ibas a poder hacer esto hoy.

—¿A qué te...? —preguntó Marinette confundida, pero le bastó una mirada de Alya para entender—. Ah, ya... Mi conversación con Adrien.

—Por cómo acabaron los ánimos, parecía más una discusión que una charla.

—Sí, bueno, supongo que fui una bocazas y Adrien se tomó a mal una cosa que le dije y, en fin, todo se fue al traste —le explicó Marinette por encima—. Tendré que disculparme con él cuando lo vea.

—Vaya, pensé que estabas intentando aparentar estar tranquila, pero realmente lo estás.

—¿Y por qué no debería estarlo?

—Porque es Adrien.

—¿Y eso qué significa?

—Pues que es Adrien. Todo lo relacionado con Adrien parece que te alterara la gravedad. Pero aquí estás, toda tranquila y zen, ¿ha pasado algo?

—¿Por qué iba a pasar algo?

—Porque respondes a mis preguntas con más preguntas.

A veces el olfato de Alya para descubrir que algo raro estaba pasando la asustaba. Un poco nada más, pero lo suficiente como para hacer que su corazón pegara un salto. Le parecía un milagro poder seguir ocultándole secretos a su amiga, parecía que siempre le llevaba la delantera.

—Digamos que tuve una noche bastante emotiva —explicó Marinette—. Me sentía faltal y me hinché a llorar, pero creo que después de eso he conseguido ver las cosas con otra perspectiva. Jamás he tenido la intención de hacerle daño a Adrien, mucho menos ayer, así que me disculparé con él y espero que pueda aceptar mis disculpas. Es todo lo que puedo hacer en esta situación.

—Oh, Marinette...

—¿Qué pasa? —preguntó Marinette divertida—. ¿Por qué me miras con esa cara de sorpresa?

—Es que si hace unas semanas me hubieran dicho que me hablarías así, tan tranquila, estando Adrien implicado, la verdad es que no me lo habría creído.

Alya estiró el brazo en su dirección y tomó su mano, presionó los dedos sobre su piel con cariño y seguridad. Marinette le correspondió el gesto mientras la observaba, intrigada.

—No te lo tomes a mal, pero antes de que empezaras con todo esto de los cosplays te bastaba escuchar el nombre de Adrien para perder la razón y ponerlo todo patas arriba, me mataba verte sufrir por tus sentimientos y cómo te machacabas a ti misma hasta por lo más insignificante, como si hubieras cometido un delito horrible.

—Supongo que así me sentía, sí.

—Estoy muy orgullosa de ti, que lo sepas.

—¿Te parece que he cambiado tanto?

—Creo que te estás tomando las cosas de otra manera, una más...

—¿Normal? —preguntó Marinette con una risita baja.

—Iba a decir sana, pero bueno, normal también sirve —la pinchó Alya—. Pero supongo que estás empezando a ver las cosas desde otro ángulo y que te está haciendo bien, me alegro mucho, de verdad.

—Gracias por acompañarme todo el camino hasta aquí.

—Siempre —le prometió Alya, antes de estirar el brazo libre hasta ella—. Anda, ven aquí.

Aún con la incomodidad de los sujetabrazos de las sillas en medio, se abrazaron fuerte, con afecto. Era muy bonito tener una amiga como Alya y Marinette esperaba no perderla nunca.

—Marinette, ¿te puedo hacer una pregunta? —dijo Alya cuando se separaron.

—Claro.

—¿Sigues enamorada de Adrien?

Marinette se quedó callada durante un minuto largo. Dirigió la vista al frente, hacia la extensión de árboles que tenían delante. Fue como si su corazón estuviera desajustado y no terminara de calibrarse, le era difícil pronunciar palabra al respecto.

—No lo sé —admitió Marinette—. La verdad es que no lo sé.



Marinette intentaba guardar el traje de Ichigo en el armario cuando su teléfono repiqueteó por una notificación.

—¿Ha sonado mi teléfono, Tikki? —preguntó Marinette, que tenía medio cuerpo metido dentro del armario.

—Sí, parece que es de Alya.

—¿Urgente?

—No sé, sale un nombre raro.

Marinette hizo un esfuerzo por salir del mueble sin que le cayera toda la ropa encima cual avalancha con olor a detergente. Tikki estaba en su escritorio, comiéndose una galleta de vainilla. Tenía migas alrededor de la boca y estaba adorable. Desbloqueó el móvil y vio que Alya le había mandado un enlace de descarga. Lo pasó al ordenador y bajó ahí la carpeta que Alya le había enviado con todas las fotografías.

—Ahí sales muy guapa —comentó Tikki antes de darle el último bocado a la galleta.

—¿En cuál? —preguntó Marinette mientras le limpiaba las migas que le habían quedado a la kwami en la cara.

—En esa, en la que sales mirando para atrás —señaló Tikki—. Me gusta la manera en que sonríes ahí.

—Esa me la sacó Alya haciendo trampas —se quejó Marinette antes de soltar una risita—. Aunque al final creo que sí quedó bien.

Marinette hizo un recorrido por todas las fotos. Había algunas que realmente le daban muchísima vergüenza ya fuera porque Alya las había sacado con la cámara muy contrapicada y sentía que se le veían mucho las piernas o porque algunas habían salido casi que con el furor del momento y tenía una expresión que no terminaban de convencerla.

—Me gusta ésta —indicó Marinette.

Era la última foto de la carpeta. El selfie que se habían sacado las dos antes de guardar las cosas y marcharse a casa. Con los ojos brillantes por la conversación que acababan de mantener, habían mostrado unas sonrisas radiantes a la cámara mientras se mantenían abrazadas la una a la otra.

—Salís muy guapas las dos —dijo Tikki, de acuerdo—. ¿Piensas imprimirla?

—Sí, la tengo que meter en el pendrive que voy a llevar a la tienda de fotos, aunque esta no voy a presentarla, me gustaría guardarla en mi diario. ¡Oh, y debería mandarle la foto que saqué yo!

Durante la sesión, Marinette había puesto su móvil en lo que consideró un lugar seguro para poder sacar fotos de ellas dos trabajando. Estaba segura de que a Alya le encantaría tener alguna de esas. Estuvo a punto de hacerlo cuando su teléfono empezó a vibrar.

—¿Es Alya otra vez? —preguntó Marinette, que estaba guardando las fotos en las distintas carpetas y haciendo copias de seguridad.

—No —murmuró Tikki con voz trémula—. Es Adrien.

Marinette se detuvo en el acto. Se quedó mirando a la pantalla un segundo, inmóvil, antes de dirigir su mirada a Tikki. La kwami la miraba con una expresión confusa que Marinette no supo descifrar correctamente y le hizo ponerse en guardia. Desbloqueó la pantalla y fue al mensaje.

Adrien:

Hola Marinette

¿Cómo te ha ido la sesión de hoy?

Nino me ha dicho que tenías planes con Alya

Marinette se quedó con los dedos a apenas unos milímetros de la pantalla, meditando qué debía escribir, cómo debía responderle. Aunque su conversación con Alya había sido sincera y no se encontraba al borde de un ataque de nervios, la realidad era que tenía la impresión de que estaba en unos términos muy confusos con Adrien. Después de su última conversación no sabía muy bien cómo interpretar esos mensajes. ¿Adrien quería hacer como que no había pasado nada o solo buscaba una forma de romper el hielo? Inspiró hondo y se puso a escribir.

Marinette:

¡Hola!

Pues creo que todo ha ido bien

Justo ahora estaba guardando el traje en el armario

Nino me comentó que hoy no podía venir con nosotras porque tenía planes, ¿quedó contigo?

Marinette se quiso golpear la cabeza contra el escritorio al segundo después de enviar el mensaje. ¿Había sonado borde? Cuando lo escribió no pensó eso, pero era distinto leerlo así a bote pronto que sabiendo el contexto de su cabeza.

Adrien:

Sí, sí, lo siento, te lo robé

jajajajaja

Marinette sonrió y soltó un suspiro, aliviada porque Adrien no se lo hubiera tomado a mal. Hablar por mensajes después de tener una discusión debería estar prohibido, era aún más peliagudo e incómodo que hablar cara a cara.

Adrien:

Pero me comentó un poco por encima lo que Alya y tú iban a hacer hoy

¿Te tocó de nuevo ir a un parque?

Marinette:

Sí, aunque fuimos a otro

Uno menos concurrido

Adrien:

¿Y qué tal fue?

Marinette:

Pues que odio llevar pelucas

Ya está, lo he dicho

Adrien:

¿Pero qué te han hecho las pobres pelucas?

Marinette:

Pues ser un incordio, eso es lo que me han hecho

Nunca consigo acomodarlas como quiero

Me quedan raras

Y siendo que se me van a salir volando en cualquier momento

Adrien:

Eso es imposible

No con la cantidad de horquillas que te pones

Marinette se echó a reír.

Marinette:

Muy gracioso

Claro, búrlate

Adrien:

No me burlo

Solo digo que la única forma en que estuvieran más adheridas a tu cabeza sería usando pegamento

Es que es imposible

Podrías hacer un número del circo del sol y la peluca se mantendría en el sitio

Marinette:

Me da igual

Solo me queda uno y paso olímpicamente de ponerme peluca

Es que me niego

Adrien:

¿Ya?

¿Ya es el último?

Marinette:

En nada voy a tener que entregar alguna foto al concurso

Así que ya va siendo hora de que vaya cerrando cosas

Adrien:

¿Y ya tienes una favorita?

Marinette:

Tengo un par de fotos que me gustan y que quizás podrían cuadrar con lo que piden en el concurso

Pero si te soy sincera

Aún no estoy segura de nada

Ya cuando termine con las últimas fotos me sentaré a pensar bien en serio

Adrien:

Eso suena muy serio

Marinette:

Quizás no tanto

Al final será una cuestión de reflexionar mucho

Y elegir la que más me cuadra

Porque si es por gustar

¡Pues me gustan todas!

Adrien:

¿Y ya sabes lo que vas a hacer?

Marinette:

Tengo que ponerme a coser

Así que haré las fotos en un par de días

Me siento como en un reality de estos de costura, cosiendo todo a toda prisa

Jajajajaja

Adrien:

Al menos los diseños ya los tienes

Marinette:

¿Te imaginas que también tuviera que hacer los diseños?

Me muero

Es que no habría podido hacer todos estos trajes

Habría sido imposible

Adrien:

¿Le vas a pedir a los chicos ayuda?

Quiero decir

Puedes contar conmigo

Marinette meditó bien lo que quería decir. No quería meter la pata de nuevo, pero tenía la sensación de que si la conversación seguía así al final escurrirían el bulto y no se disculparía por la discusión que tuvieron, aunque eso al final supusiera un distanciamiento entre los dos. Pero al parecer esperó demasiado, porque Adrien volvió a escribir, quizás nervioso porque lo había dejado en visto.

Adrien:

Si puedo ayudarte en algo, claro

Marinette:

Adrien, la última vez que hablamos tuvimos una conversación complicada

Y fue mi culpa

Dije cosas que no debía, sin pensar

En ningún momento quise hacerte daño y ni dije nada con mala intención

Pero que mi intención no fuera esa no quiere decir que no te hiciera daño

Adrien:

Marinette...

No pasa nada, de verdad

Marinette:

No, sí que pasa

Fui una bozacas y hablé sin pensar

¿O me vas a decir que no te sentiste herido por mi culpa?

¿No fue por eso por lo que cambiaste papeles con Alya?

Adrien:

No quiero que te sientas mal por mi culpa, Marinette

Tú no tienes culpa de nada

Marinette:

Adrien, yo sé que nuestra relación no siempre ha sido fácil

Lo tengo muy en cuenta

Pero eso no hace que sea menos amiga tuya o que te quiera menos

Eras una persona muy valiosa para mí

Y tus sentimientos me importan

No quiero hacerte daño

Y si soy tan torpe que meto la pata contigo

Me parece que lo mínimo es disculparme y asegurarme de que estás bien

Estaba tan concentrada en la conversación que Marinette no sentía la mirada orgullosa de Tikki, que volaba a apenas unos centímetros de su hombro para poder contemplarla y leer la conversación. La kwami estaba haciendo un esfuerzo enorme para mantenerse callada y no interrumpirla cuando parecía que había cogido carrerilla y estaba siendo tan honesta.

Adrien está escribiendo...

Adrien está en línea

Adrien está escribiendo...

Adrien está en línea

Adrien está escribiendo...

Marinette esperó en silencio, con la mirada tan fija en la pantalla que casi no parpadeaba. Recuerda Marinette, paciencia, se dijo a sí misma para sus adentros, respeta su espacio.

Adrien:

Quiero decir tantas cosas y no me sale ni una

Qué desastre

Marinette:

No hay prisa

No me voy a ir a ningún lado

Ya no iba huir más. Después de su conversación con Chat estaba totalmente segura de ello y recordó por qué se había alejado de Adrien cuando empezó a salir con Kagami. Porque quería que fuera feliz. Porque, por encima de todas las cosas, era su amigo. Que estuviera o hubiera estado enamorada de él no eliminaba el hecho de que lo apreciaba, lo quería como su amigo y era algo que no iba a cambiar. Quería que Adrien formara parte de su vida, de la manera en que los dos encajaran. No iba a alejarse de él de nuevo.

Adrien:

Yo...

Gracias, Marinette

Sé que eres sincera y que realmente te preocupas por mí

También sé que no tenías la intención de decir nada que me hiciera sentir mal

Lo sé mejor que nadie

Tú jamás me harías eso

Lo sabía en el mismo momento en que terminamos de hablar

Solo que ese es un tema delicado para mí y no estoy acostumbrado a que los demás puedan verme así de vulnerable

Creo que ni yo mismo lo acepto

Y por eso reaccioné tan mal

Quería pedirte perdón por eso

No quería hacerte sentir mal cuando tú no hiciste nada malo ni que nos separáramos de esa forma

Y yo también te quiero Marinette, muchísimo

—Como una amiga... —suspiró Marinette con una pequeña sonrisa.

Adrien no lo había escrito, pero Marinette sentía que las palabras estaban ahí. Tikki quiso decirle que Adrien no había querido decir eso, pero había aprendido a las malas que en lo que respectaba a la relación de esos dos era mejor que aprendieran por sí mismos. Al final, después de tropezar y aprender de sus heridas, Marinette siempre escogía el camino correcto y ella no debía interferir en ese proceso.

Marinette:

Yo también te quiero Adrien, muchísimo

Marinette repitió lo que Adrien le había escrito, segura de sus palabras.

Marinette:

Y ahora que hemos dejado la conversación profunda e incómoda por terminada

Me gustaría pedirte un favor

Adrien:

Jajajajajaja

Tú me dirás

¿Para qué me necesitas?

Marinette:

Pues verás...



—Creo que tienes un don —dijo Adrien en voz alta desde el dormitorio, sin entrar al baño.

—¿Y eso por qué? —preguntó Marinette, colocándose el collar en el cuello.

—Mira que he hecho desfiles y sesiones de fotos en mi vida, pero tú te las apañas para que estas sean las más raras que he vivido jamás.

Marinette se echó a reír.

—Me tomaré eso como un cumplido.

—Deberías —afirmó Adrien con seguridad—. Tienes el poder de salirte de lo convencional Marinette, y brillas cuando lo haces.

Marinette agradeció no haber salido aún del cuarto de baño y que Adrien no pudiera verla. El calor repentino le sonrojó el rostro, las orejas y Marinette temió que ese rubor traidor corriera también por su cuello y sus hombros.

—¿Cómo vas? —preguntó Marinette, agradeciendo que su voz sonara tranquila. Quizás un poco aguda, pero esperaba que hubiera pasado desapercibida.

—Estoy en guerra con los pantalones.

—¿Y eso que quiere decir?

—Que por ahora me están ganando.

Marinette soltó una carcajada alegre que provocó un agradable alivio en su cuerpo. Se fue relajando poco a poco y el tono rojizo de su piel fue desapareciendo. Se mojó las manos con agua fría y se acomodó un mechón que se había salido del moño bajo que se había hecho en casa. Después del kilo y medio de laca que se había echado encima, parecía estar aguantando bien.

—Pero no te preocupes, creo que ya les he cogido el truco.

—Son unas mallas, Adrien, no una bomba.

—¿Es normal que queden así de ajustadas?

—Deberían... Si te quedaran holgadas serían más bien un pantalón de chándal —meditó Marinette—. ¿Por qué? ¿Te aprietan mucho? A lo mejor me equivoqué de talla.

—No, bueno, no sé, creo que la talla está bien —reconoció Adrien—. Es solo que no estoy acostumbrado. Cuando quieras puedes salir.

—¿Ya estás visible? —bromeó Marinette.

—Visible estoy, lo que no sé es si estoy decente.

Marinette se echó a reír y después de lanzar una última mirada al espejo, salió del cuarto de baño. Adrien la esperaba junto al enorme ventanal del dormitorio, bañado por la luz de sol de mediodía, y Marinette tuvo que admitir que parecía un príncipe de un cuento de hadas. Nunca lo había visto con el cabello tan desordenado, pero Marinette tenía que reconocer que le quedaba bien. El jubón azul y blanco le quedaba un poco más grande de lo que esperaba, pero parecía haber atinado bien con las medidas para haberlo hecho a ojo. Y las mallas blancas de ballet no parecían tener ningún problema. No se había dado cuenta de su presencia y estaba probando una de las bailarinas blandas que le había traído, fingiendo que eran puntas y que podría mantenerse erguido solo con la fuerza de los dedos y el pie derecho. Era una imagen muy bella y, si lo hubiera visto así al poco de conocerse, Marinette habría quedado más prendada aún de él de lo que ya estaba. No obstante, en ese momento solo podía ver una frialdad trágica, la del príncipe que no quiere la corona. No había sido esa su intención cuando le pidió que la ayudara de nuevo, pero le era difícil no ver las semejanzas entre Adrien y el príncipe Mytho. Y, al igual que Tutu había estado destinada a liberarle y había decidido por si misma emprender el camino para que el Mytho fuera libre, quizás ese era el papel al que Marinette estaba destinada en su relación con él. Como su primera amiga, como aquella que le había ayudado a abrirse su propio camino cual estrella guía. Pero no como su compañera.

—Pues no me parece que te quede tan mal —dijo Marinette, caminando en su dirección.

Adrien levantó la mirada del suelo y la observó. Iba a decir algo, pero las palabras murieron en su boca antes de que si quiera pudiera decirlas. Se la quedó mirando, perplejo y asombrado. Marinette no sabía si tomarse eso a bien o a mal.

—Estás preciosa —le dijo al fin, haciendo una dramática reverencia con las piernas cruzadas.

—Tú también —respondió Marinette—. ¡Quiero decir! ¡Es decir, que estás muy guapo!

Adrien rio entre dientes y se acercó a ella.

—Muchas gracias. Es todo cosa del traje —bromeó él, guiñándole un ojo.

—No me seas bobo —lo reprendió Marinette, aunque mucho más relajada.

Si se hubiera decidido por ponerse la tiara de plumas de Tutu, seguro que Adrien estaría de muchas formas, pero no haciéndole bromas.

—¿Y qué tenías en mente? —preguntó Adrien, siguiendo a Marinette a donde habían montado los focos y la cámara que le había prestado Alya. Habían preferido dejarlo todo montado antes de cambiarse y, después de ver lo mucho que estorbaba el tutú, Marinette no podía estar más agradecida por esa decisión.

—No podemos hacer ninguna escena de baile porque yo no sé bailar ballet y tú.... —Marinette lo miró de arriba a abajo, dudando—. ¿Tu tampoco, no?

—Aprendí alguna cosa de mi madre cuando era mucho más pequeño —reflexionó Adrien—. Pero nunca fui a clases formales y tampoco es que mi madre hiciera mucho hincapié en eso, le parecía más importante que aprendiera bailes de salón y cosas así.

—¿Tipo tango? —preguntó Marinette, sorprendida.

—Estaba más interesada en el vals —recordó Adrien—. Y casi que mejor, no me habría gustado aprender a bailar tango con mi madre.

Adrien puso los ojos en blanco y Marinette se echó a reír.

—Muy clásico todo, ¿no? Ballet y vals.

—De vez en cuando también lo dábamos todo con la música disco, pero eso solo cuando mi padre no estaba en casa.

—¿No le gusta?

Adrien negó rápidamente con la cabeza.

—Dejaba de trabajar para ponerse a bailar con nosotros.

Marinette lo miró boquiabierta.

—¿Tu padre? Es decir, ¿Gabriel Agreste? ¿El mismo Gabriel Agreste que he visto con estos ojitos míos?

—Hace mucho de eso, pero en fin, si le pones una canción de Donna Summer se le cambia el nombre por el apellido —dijo Adrien, y se acercó a Marinette para decirle en susurros—. Tiene un armario con ropa llena de lentejuelas y estampados que usaba para ir a la disco con mi madre cuando eran novios.

Marinette lo observó fijamente y el rostro de Adrien se mantuvo con aquella sonrisa traviesa colgando apenas de una de las esquinas de su boca. Recordó todo lo que sabía de la moda disco. Los colores brillantes, los pantalones con unas campanas tan grandes que podían servir de carpas para un circo, los monos de cuerpo entero cubiertos de lentejuelas y las permanentes ingobernables. Antes de romper a reír, supo que nunca más podría ver a Gabriel Agreste con los mismos ojos.



Las pantorrillas le estaban enviando unos dolorosos pinchazos a Marinette, haciendo que sus piernas temblaran. Llevaban dos horas sacando fotos y, aunque cualquier bailarín se habría reído de sus intentos de imitar las poses de danza que habían elegido, más o menos habían dado con alguna que otra que daba el pego. Siempre que sus pies no salieran en el plano, claro, porque ahí se iba todo al traste.

—Mañana no voy a poder ni caminar—se quejó Marinette, masajeando con fuerza sus piernas, como si eso fuera a calmarle el dolor.

—¿Qué te parece? ¿Te gusta alguna de las que hemos sacado? —le preguntó Adrien acercándole el teléfono que tenía conectado a la cámara.

—Creo que hay un par que podrían estar bien, pero no sé...—murmuró Marinette, echando un vistazo por la galería—. No encuentro ninguna que termine de...

—¿Qué buscas exactamente? —preguntó Adrien—. No sé si el certamen ha dado premios por esto antes por los que te puedas guiar.

—No busco algo que vaya a por el premio.

—¿Ah, no?

—No, quizás al principio un poco sí, porque era algo así como la meta a conseguir, pero ya eso no me importa mucho.

—¿Y eso por qué?

—Porque supongo que me interesa más el viaje que he emprendido, lo que he podido aprender de mí misma, de mis amigos, de ti —reconoció Marinette—. Ganar el premio sería genial, claro, pero ya no me importa. Asumir este reto me ha permitido centrar mi corazón en mi misma y no te imaginas cuánto lo necesitaba. Quiero que lo que salga de aquí sea una señal de eso, que me haga sentir orgullosa de lo que he conseguido con mis amigos y por mí misma.

Adrien la miró de hito en hito, sorprendido por esa sinceridad inesperada. Algo había pasado desde su última conversación como Chat Noir, y eso había sido evidente cuando se disculparon el uno con el otro a través de mensajes. No sabía muy bien qué había ocurrido, pero le llenaba de alegría saber que Marinette se había desahogado y había vuelto a levantarse.

—¿Y cómo es posible que tú estés fresco como una rosa? —preguntó ella de pronto.

—Supongo que tengo mejor condición física que tú.

—Claro, encima recochineo.

—No, no, venga, no me burlo, es solo que yo practico esgrima con frecuencia. Estoy acostumbrado a las poses rígidas. Por no hablar que como modelo pues ya tengo experiencia en aguantar posturas complicadas mucho tiempo.

—En la próxima foto levantas la pierna tú, ¿sabes?

—Puedo intentarlo si quieres.

Le sonrió sin enseñar los dientes y Marinette supo que se estaba divirtiendo a su costa. Le devolvió el teléfono con un gruñido que la hizo parecer un animal herido. O uno que iba a despertarse al día siguiente con unas agujetas terribles. Adrien la ayudó a levantarse, riendo.

—Venga, vamos con la última —indicó Marinette.

Volvieron a colocarse en la marca que habían hecho en el suelo, asegurándose así de que la foto quedaba bien encuadrada y enfocada.

—Ponte detrás de mí y levanta los brazos un poco por debajo de donde los voy a levantar yo, ¿vale? —indicó Marinette—. Yo me pondré de puntillas y miraré hacia el techo. Y tú me miras a mí por el hueco que habrá entre mi brazo y mi cabeza, ¿puedes bien?

—Sin problema —respondió Adrien, siguiendo sus indicaciones.

—No se va a ver el suelo, pero sí de rodillas para arriba así que tienes que separar un poco las piernas, que formen un triangulo, ¿vale?

—Seguro que esto tiene un nombre y nosotros lo estamos haciendo a lo torpe.

—Se trabaja con lo que hay —le chistó Marinette con una sonrisa burlona—. Y no me hagas reír que yo no sé actuar y no puedo salir riéndome en la foto.

—Vale, vale, me callo.

—Yo levantaré la pierna todo lo que pueda, a ver si logro mantenerla recta —Marinette inspiró hondo, tratando de relajar los músculos de su cara masajeando un poco sus mejillas—. Y tú eres mejor actor que yo, ¿puedes mirarme como si fuera lo más bonito del mundo?

No tengo que actuar para mirarte así, pensó Adrien, pero no se atrevió a decirlo en voz alta. Su ruptura con Kagami todavía no estaba clara ni lo estaría hasta que volviera de su viaje a Japón. Se negaba a traicionar a Kagami mientras hubiera algo entre ellos, aunque estuviera roto. Aunque era muy difícil no dejarse cautivar por esa Marinette que se veía tan libre, tan consciente de sí misma y tan cercana a él. Tan sincera y confiable. Una Marinette que correspondía sus sentimientos, aunque jamás se lo hubiera confesado. Después de saber eso, todo su mundo se había puesto de cabeza y todo lo que pensó que sabía había cambiado por completo. Con todo eso le era muy dificil negar que su corazón se aceleraba al sentir el calor de su mano apoyada en la suya, en escuchar su voz alegre, en maravillarse por su humor afilado y su carácter valiente.

—¿Estás preparado para poner el temporizador? —preguntó Marinette, sacándole de su nube.

—S-sí, prepárate.

Lunes, 27 de junio de 2022

¡Hola a todos, lindas flores!

Pues sí, ya estamos cerquita-cerquita del final, con dos cosplays en lugar de uno en este capítulo. Aunque todos los amigos de Marinette se han visto sumidos en la aventura de VillaCosplay, Adrien es el único que se ha puesto un traje hecho por Marinette para este propósito. Y que lo hiciera en estas condiciones, conociendo la historia de Princess Tutu, con Ahiru y Mytho, me pareció en cierta medida liberador, algo muy importante para Marinette en este punto de la historia. Por otro lado, su traje de Ichigo no es una decisión al azar tampoco. Aunque su objetivo en este momento está más en centrarse en sí misma, en conocerse y aprender a poner límites para tener unas relaciones más sanas con los demás, eso no quita que el corazón de Mari no esté románticamente dividido entre el príncipe solitario que odia su corona y el gato heroico con bastón. En fin, y esto es todo por hoy. Espero que hayan disfrutado del capítulo.

Con esto y un bizcocho, ¡nos leemos pronto!

Ichigo de Tokyo Mew Mew


Ahiru y Mytho en Princess Tutu

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