Capítulo único

Mirar al techo desde la comodidad de su sofá era, a veces, entretenido. Más después de un complicado día de trabajo.

Dazai a veces decidía no darle descanso, enviándole de un lado a otro como si controlar la gravedad le permitiese teletransportarse. Sabía que lo hacía para molestarle y, de paso, para que no estuviese presente. Eran esas veces en las que Dazai prefería estar solo con sus pensamientos y no permitía que nadie le interrumpiese, ni siquiera él.

A sus veintiséis años, podía decir que era el que más conocía al jefe de la Port Mafia, Dazai Osamu. Llevaban más de diez años juntos, y eso daba para demasiado. Conocía incluso la manera que tenía de coger una taza de café, con la izquierda a pesar de que era diestro. Conocía todos sus secretos, y Dazai a cambio conocía todos los suyos.

Tanta confianza habían depositado el uno en el otro a lo largo de los años, de una manera casi imperceptible, que era casi imposible romper su vínculo. Quizá por eso, cuando ascendió a ser el jefe, nadie se cuestionó la razón por la cual Chuuya era su mano derecha. Ni siquiera se preguntaron los motivos o el método por el cual Dazai había llegado hasta esa posición.

Era como si fuera el curso natural de las cosas. Se aceptó de la misma manera en la que uno acepta que el sol desaparece por las noches.

Chuuya fue el único testigo. No porque hubiera querido él, sino porque Dazai lo quiso así. Aquella noche le miró con sus ojos marrones y una sonrisa que vería muchas veces pintada en su rostro a lo largo de los años, una que le preguntaba sin palabras si confiaba en él. ¿Cómo podía decir Chuuya que no a esa sonrisa? Era la misma que ponía cada vez que usaba Corrupción. La misma que ponía cada vez que hacía una locura y pedía la ayuda de Chuuya. Y él siempre cedía, porque no podía no confiar en él cuando había puesto en sus manos incluso su propia vida.

El sonido de la puerta cerrándose con cautela le hizo ponerse en alerta, cerrando los ojos para agudizar su oído. Sin embargo, el sonido de las pisadas con un largo abrigo casi raspando el suelo hizo que una sonrisa asomase en su rostro. No podía ser otro.

—Chibi es muy confiado. Podría haberte matado desde la puerta si hubiese querido.

—No es que sea confiado —respondió, aún con los ojos cerrados—. Es que sabía que eras tú.

—¿Y si fuera un enemigo disfrazado? Ni siquiera me estás mirando.

—Nadie es tan idiota para venir a mi apartamento solo con algo tan flojo. Además, cualquiera estaría nervioso pero tú no lo estás.

—¿Ah? ¿Y cómo puedes saber eso?

—Conozco hasta tu forma de caminar, Dazai. Aparte, eres el único que caminaría tan seguro hacia mí —abrió los ojos, encontrándose con el rostro de Dazai, que se inclinaba hacia el suyo desde atrás—. Debería ser un perfecto actor para engañarme, y esa perfección no existe.

—Tan confiado como siempre, Chibi —repitió.

Su corbata se tambaleaba entre ambos, marcando la distancia que había entre ambos. Chuuya la tomó entre sus manos y tiró de ella, acercando más a Dazai. Este ni siquiera se inmutó, manteniendo la expresión neutra.

—¿Ves? Cualquiera se hubiera espantado si hubiera hecho esto de repente. Pero tú no. ¿Por qué será?

—Está bien, me rindo —levantó las manos—. Sigues enfadado, ¿verdad?

—¿Tú qué crees, idiota? Vivo enfadado contigo, pero aparte de eso, ¿no ves que podrías estar en peligro, imbécil?

—¿Te preocupa? —sonrió levemente.

—Se supone que tengo que protegerte, jefe estúpido.

—Atsushi no me iba a hacer daño, ¿ves? Estoy aquí, ¿no? —su sonrisa se amplió.

—Algún día te matará ese exceso de confianza. Si no lo hago yo antes.

Dazai rio, complacido de sí mismo. Chuuya chasqueó la lengua y soltó su corbata, permitiéndole enderezarse mientras se sentaba en el sofá. Alzó los brazos con un suspiro, y Dazai tomó su lugar, recostándose en el sofá con la cabeza en el regazo del pelirrojo.

—Chuuya, tu sofá es tan pequeño como tú —se quejó Dazai mientras Chuuya acariciaba su cabello—. La mitad de mis piernas se quedan fuera.

—Siento que mi sofá no sea adecuado para tus piernas de jirafa, pero no es mi culpa —Dazai hizo un puchero.

Chuuya se fijó en una mancha de sangre que Dazai tenía en las vendas que tapaban su ojo derecho y suspiró, quitándoselas con suavidad.

—No van a quedar vendas en el mundo si sigues manchándolas así, Dazai.

Sus ojos marrones parpadearon para acostumbrarse a la iluminación repentina.

—Sé que tienes aquí de repuesto, Chuuya —rio—. Siempre pensando en todo.

—No tanto como tú, idiota —frunció el ceño ante la impasibilidad de Dazai—. ¿Qué ocurre?

—¿Ocurre algo? —preguntó con inocencia.

—Buen intento, me tragaría tu pequeño acto si tuviera dieciséis, pero no los tengo, así que habla.

—Antes era más fácil engañarte, Chibi —se quejó—. Estaba pensando, nada más.

—¿En qué?

—En lo mucho que debes odiarme, Chuuya.

La respuesta le sorprendió, no iba a negarlo.

—Te lo digo todos los días desde que tenemos quince. ¿Recién empiezas a pensarlo?

—Sé que si realmente me odiases, me hubieras matado hacía demasiado tiempo.

—Eres demasiado escurridizo.

—Lo habrías hecho desde aquel momento en el que te hice abandonarles, ¿o me equivoco? Una puñalada no te lo hubiera impedido. No a ti.

—¿Por qué recuerdas algo que pasó hace tanto, Dazai?

—Porque aún te duele —Chuuya no lo negó—. A veces pienso qué hubiera pasado si nuestros caminos no se hubieran cruzado. Quizá seguirías siendo feliz con ellos, ¿no crees, Chuuya?

Chuuya también lo había pensado. Durante mucho tiempo, cada día, hasta que llegó a una conclusión tan firme como dolorosa.

—Hubiera pasado igualmente, y quizá hubiese dolido más no tener a dónde ir.

—Puede que tengas razón, pero igualmente, aunque suene y sea egoísta...

Una de las manos de Dazai acariciaron su mejilla. Lentamente, bajó por su rostro y se posó detras de su cuello, jugando con la longitud de su cabello. Su cuerpo se inclinó hacia arriba lo suficiente para que sus labios llegasen a la altura de los suyos, y Chuuya no tuvo más elección que dejar que sucediese.

—De alguna manera, agradezco que nos hayamos encontrado.

No era la primera vez que Dazai le besaba. Ni siquiera recordaba cuántas veces lo había hecho. Muchas veces había sido Chuuya quien lo había empezado. La primera vez, con diecisiete, fue tan difusa como la noche que le siguió. Las demás iban esclareciéndose mediante la proximidad.

No era la primera vez, pero nunca había sido así. Todos sus besos habían sido frenéticos, ansiosos, anhelantes y veloces. Normalmente con menos ropa y más cercanía de la que tenían. Sin embargo, ahora Dazai parecía tomarse su tiempo, como si temiese que Chuuya fuese a desaparecer en cualquier momento si el beso se rompía.

Definitivamente, algo pasaba.

Dazai se acomodó sobre sus piernas, sin dejar de besarle, casi dejándole sin aire. Cuando al fin se separaron, Dazai le miraba con un antiguo brillo que Chuuya había visto desaparecer a lo largo de los años. Como si de repente volviese a ver algo de luz en su vida.

—Dazai...

Sus palabras fueron calladas cuando Dazai usó su otra mano para jugar con sus labios. Últimamente era un hábito que tenía a bien hacer cuando quería interrumpirle.

—No preguntes, Chuuya. Por favor.

Ni siquiera recordaba la última vez en la que Dazai le había pedido de favor algo.

Aunque hubiera querido preguntar, los labios de Dazai se lo impidieron. Una y otra vez, sus besos se hacían más y más desesperados, nostálgicos, con sabor a despedida. Chuuya tan solo se rendía a ellos y dejaba que Dazai desahogase así lo que fuera que le sucediese. Prefería que fuese de esa manera a tener que volver a detener otro de sus intentos de suicidio.

Ni siquiera supo cuánto tiempo pasó hasta que, de repente, Dazai lo abrazó. Tan fuertemente que por poco le dejaba sin aire. Quiso volver a preguntar, pero en cuanto cogió aire para hablar, Dazai le volvió a interrumpir.

—No lo hagas, Chuuya. Solo confía en mí y... déjame abrazarte.

¿Cómo iba a decirle que no cuando parecía que se iba a romper en cualquier momento? Chuuya no era capaz de apartarle de sí oyéndole así. Sintiéndole así. Solo acarició su cabello lentamente, con suavidad, y sintió cómo se iba durmiendo, como si de un niño se tratase.

Chuuya no supo qué sentir cuando antes de caer dormido, Dazai susurró dos palabras que quedarían en su mente durante demasiado tiempo. Quizá para siempre, pero a las que nunca pudo responder porque cuando despertó, Dazai ya no estaba entre sus brazos.

Porque cuando le volvió a ver, la vida ya había abandonado su cuerpo.

Tan solo pudo tomar su ensangrentado rostro entre sus manos una última vez y, mientras sentía sus mejillas arder, responder aunque ya no lo escuchase.

—Yo también te quise, Osamu.

•••

¡Hola!

Aquí está el OS prometido de Beast :3

Una de las cosas que adoro pero a la vez odio de este AU es que haga lo que haga siempre será angst. Es que no hay otra manera de escribirlo, porque la atmósfera de la propia novela es oscura, triste y dolorosa.

Así que lo siento por el angst :) No sé qué esperabais de este AU y yo :")

¡Nos vemos!

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