I'll Be With You
Es una tarde melancólica...
Día nublado, el aire sopla con parsimonia y alrededor, la actividad de esta bulliciosa ciudad parece haber decaído a un punto casi muerto. Demasiado bueno para ser verdad, demasiado extraño para no disfrutarse a cada segundo como si fuera el último.
Respiro el aire cargado de la esencia a cafeína que se mezcla con la brisa del mar. Inhalo con lentitud, intentando descifrar cada una de las capas del café en mi memoria. Cierro los ojos para intentar conseguir mayor privacidad en este momento que es único, que es mío... y aunque estés lejos, también tuyo.
No puedo almacenar más aire en mis pulmones y es momento de dejarlo ir. Tal y como te dejé ir a ti, hace ya unos días: poco a poco y en contra de mi voluntad. Pero no podía retenerte por más tiempo, lo nuestro tenía que terminar.
Suelto un "último" suspiro que por fin deja escapar la totalidad del oxígeno en mi interior. Siento una sensación de relajamiento absolutamente deliciosa al abrir mis ojos y mirar el mar embravecido frente a mí. Irónico. El ambiente a mi alrededor es increíblemente calmado mientras en el horizonte, a unos cuantos metros, el mar azota furioso contra la playa. Furia y calma coexistiendo en perfecta armonía. Tal y como el dolor y la paz conviven en mi interior.
Me llevo la taza de café caliente a mis labios, vuelvo a aspirar el delicioso aroma que emana antes de probarlo. Me recuerda a ti, a tu esencia, a tu fragancia, la cual era una invitación irrefutable para el abandono total al deseo.
Mi lengua degusta la bebida y se deleita en los recuerdos que ese sabor remite. Su temperatura revive tu pasión, tu forma de amar. Su oscuro color, café intenso, como la avellana de tus ojos pero también negro, como las perpetuas sombras de tu cabello. Su fuerte sabor, como tu cuerpo. El repentino vigor que se experimenta al disfrutarlo y la relajación que prosigue hace imposible olvidar esas noches en las que me hacías tuya hasta quedarnos sin aliento y dormirnos en los brazos del otro.
La adicción y la dependencia hacia él... tan sólo superada a la que tengo por ti. Porque eres tú, como el café, el único que me quita el sueño, el que me provoca interminables noches de desvelos. Siempre pensando en ti, saboreando los recuerdos, perdiéndome en la infinita maraña del misterio de tu mente.
El sabor es tan abrumador y concentrado que me absorbe por completo... en perfecta sintonía con las memorias que casi hacen estallar mi corazón de dolor y tristeza. Me quedo inmóvil, con la taza apretada entre mis manos, al tiempo que siento una fría lágrima correr por mi mejilla derecha.
Mi mirada se dirige a la línea del horizonte, de donde algún día, espero verte regresar...
Me imagino corriendo hacia ti, hacia tus brazos y extraviarme en la calidez de tu pecho haciéndome sentir en casa, segura y a salvo después de la más terrible de las travesías para después encontrar en tus labios y en la cadencia de tus besos el elixir que saciará y reconfortará mi cansado espíritu.
Quisiera volver a aquellas noches, en las que me rodeabas mi cintura con tu brazo derecho mientras que con la izquierda sostenías en alto mi mano y bailábamos al son del bolero a la luz de la luna, ignorando a los demás, solos tú y yo, sintiendo la tibieza de la arena en nuestros pies descalzos y la refrescante brisa del mar meciendo nuestros cabellos al compás de la música y del rumor de las olas.
Bebo otro sorbo de café... y el mismo que hasta hace pocos instantes era la más deliciosa de las bebidas, se convierte en la más amarga. Su sabor lastima, su gusto duele. Y aun así, me lo trago. Mientras se desliza por mi garganta, siento como me va quemando poco a poco, destruyendo todo a su paso.
Separo la taza azul de mis labios y la miro con hastío, casi con desdén.
Ya no quiero más de él, ya no quiero más de ti...
El mar se revuelve con impaciencia, como exigiendo que llegue al final de mis desvaríos. Sonrío con suficiencia, de nada sirve ya mantener una esperanza muerta.
Abandono la taza sobre la mesa sin mirar atrás, sin decir palabra, sin hacer ruido... soy invisible, invisible para todos menos para el mar que me abre sus brazos con indulgencia...
Y así me dejo perder... y así le digo adiós a un día más en La Habana.
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