2.

summary: jennie se queda varada y decide llamar por ayuda.

...

Jennie llevaba cerca de media hora parada al lado de su auto esperando la grúa que llegaría a ayudarle a llevarlo hacía el mecánico debido a que se había varado y tampoco pudo irse porque para su mala suerte dejó el bolso dentro. Llevaba media hora maldiciendo su día de mierda, al imbécil de su jefe y a la idiota de su ex novia.

Primero; se despertó tarde, su gato había extraviado las llaves de su apartamento haciendo que se retrasada aún más y su cafetería favorita no había abierto ese día provocando que su estrés aumentara por mil por no tener su café mañanero.

Segundo; al llegar al edificio donde trabaja, el imbécil de su jefe se aprovechó- una vez más- del poder que tiene para, o hacer que por fin aceptara salir con él o ponerle más trabajo con la excusa de que tardó quince minutos más en llegar- todos sabiendo que esto lo hacía más porque era rechazado y no podía "quitarle" lo lesbiana-

Y tercero; la idiota, imbécil y demás sinónimos que expresen el odio que le tiene a su ex novia, le había llamado ese mismo día -después de haberse quedado treinta minutos más como castigo- para decirle que quería de vuelta el gato que las dos habían adoptado, pero al que ella nunca le prestó realmente atención haciendo que Jennie fuese la única que se encargara de él.

Sí, el segundo peor día de su vida. El primero siendo la vez que se entró a la casa del terror y salió llorando, pero esa es otra historia.

Y ahora, para finalizar el horrendo día, se varó a medio camino de su apartamento arruinando su plan de llegar y pasar el viernes durmiendo hasta que fuese domingo.

Iba a volver a insultar al aire, pero se vio interrumpida por el sonido de un auto acercándose. Levantó la vista y quiso agradecer a todos los ángeles al ver la grúa acercarse a ella.

Sí, estaba agradecida y todo lo que quisiera, pero eso no la detendría para reclamarle a la persona que iba conduciendo, así tenga la cara más hermosa que haya visto alguna vez.

La más linda y la que menos quería ver.

Una mujer pelinegra con el cabello recogido, unos lentes negros de aviador y la sonrisa más encantadora que había visto detuvo el auto cerca de ella, quitándose las gafas para colocarlas sobre su cabeza haciendo que Jennie pudiese ver un par de ojos cafés muy lindos escanearla de arriba hacia abajo.

Roseanne Park.

¿De todas las personas del mundo tenia que ser la molesta vecina de su ex novia?

Pues sí, porque la vida la odia.

—Jennie Kim, dichosos los ojos que te ven.

La carita más linda con la personalidad más horrible del mundo.

—Pensé que al terminar con la idiota de Lalisa dejaría de verte la cara, Roseanne.

—¿A qué se debe tanta agresividad? yo no soy quien te quiere quitar al gato— rio con burla.

Jennie gruño enojada: —prefiero mil veces irme caminando hasta el otro lado de la ciudad empujando el auto antes de que seas tú quien me ayude.

Rosé negó divertida y abrió la puerta para bajarse del carro dispuesta a hacer su trabajo.

Y fue ahí donde Jennie finalmente agregó a Rosé como el cuarto punto para que su día emporara -o que fuese el primero para que mejorara- al verla.

A ver, que sabía que la mujer era una preciosura, que estaba buena y que era sexy. Pero estaba de novia y realmente no tenía ojos para nadie más que para Lisa, así que, para ella, Rosé era simplemente la molesta vecina mujeriega que tocaba la guitarra todas las noches, que hacía fiesta cada fin de semana y que era algo linda de su ex.

Hasta ahora.

Hasta ahora que la vio con un jumpsuit azul oscuro abierto ajustado a sus caderas que dejaba su torso tan solo cubierto con una pequeña musculosa negra pegada al cuerpo. Su cabello largo recogido descuidadamente, notándose algo sudada debido a la temperatura de 31ºC que hacía ese día y el trabajo que realizaba con anterioridad.

Rosé tampoco quedándose atrás y mirando como siempre solía hacerlo a cada mujer que le gustaba. Y es que Jennie le encantaba. Todo en ella gritaba sensualidad; su voz, sus ojos, su cuerpo y su mirada, siendo esta su favorita.

Esa mirada, que la primera vez que hizo contacto visual directo con ella, hizo que ninguna otra le provocara lo mismo.

Escaneándola rápidamente se percató del lindo vestido gris que llevaba y los altos tacones que hacían ver sus piernas mas firmes. Y, por último, su rostro totalmente serio y el cabello rubio ceniza suelto elegantemente.

—Evita fruncir tanto el ceño, no me gustan arrugadas— otra burla por parte de Rosé acompañada de esa sonrisa socarrona.

—A nadie le importa lo que les gustan a las idiotas.

Riendo, Rosé respondió: —pues parece que a ti sí, por algo saliste con Lalisa.

Jennie, estresada con la situación, soltó un gritito agudo, caminó enojada hacía la puerta del copiloto y la abrió con fuerza.

—¡Bájate! — le habló fuertemente al chico haciendo que se quitara rápidamente el cinturón y corriera hacía la mujer más alta que sólo veía la situación con gracia.

—Oye, tampoco es para que lo trates así— dijo Rosé tranquilamente queriendo relajar la situación, pero lo único que recibió fue el dedo medio de Jennie y un "jódete".

La pelinegra negó con la cabeza mientras sonreía levemente y llamó a Jinhwan para que le ayudara a continuar con su trabajo.

Jennie desde el carro los miraba. O la miraba únicamente a Rosé porque su vista, aunque lo negara, estaba sobre la mujer más alta. No tenia ni idea de lo que hacía, pero se miraba bastante sexy y para ella eso era suficiente. La miró hasta que vio como se dio la vuelta y ambos ojos chocaron; Rosé le sonrió y guiño un ojo. Jennie alzó una ceja y rodó los suyos.

Volviendo hacia el auto, Jinhwan se subió en la parte de atrás y Rosé a su lado. La miro moviendo unas cosas y luego su carro ya estaba enganchado.

Jennie suspiró y se cruzó de brazos recostando la espalda en el asiento y cerrando los ojos por un rato.

—¿Mal día? —escuchó la voz de Rosé a su lado.

No quería hablar, no tenia ganas de hacerlo. Pero el haber mostrado un poco de interés y su necesidad de quejarse hacía que quisiera entablar una conversación con la molesta mujer a su lado.

—El peor día— respondió con cansancio.

—Me fijé que tus cosas quedaron dentro, en cuanto lleguemos las sacaremos— quiso tranquilizarla.

Jennie asintió y no se creyó que estuviesen manteniendo una conversación civilizada con la misma persona que más de una vez se peleó con su ex porque le coqueteaba de la manera más descarada posible.

El silencio volvió a reinar en el auto y creyó que es resto del camino sería igual, pero Rosé volvió a hablar y esta vez para ser una completa idiota.

—Como ya estas soltera...— empezó, mostrando su típica sonrisa ladeada— ¿te gustaría pasar la noche conmigo?

—Dios, ¿siempre eres así de descarada y sinvergüenza? — preguntó irritada Jennie— no creí que pudieses ser tan imbécil hasta ahora. De paso hay alguien más acá escuchando las estupideces que dices, ¿no te da pena?

Rosé se rio. — a Jinhwan le da igual, ni siquiera está escuchando— lo señaló, estaba con unos audífonos jugando en su celular— además, no tiene nada de malo saberlo. Tampoco es que te esté obligando.

Jennie frunció el ceño. —no pasaré la noche contigo, primero muerta.

—Tú te lo pierdes— se encogió de hombros.

—Lo dudo...

...

Al llegar al taller bajaron. Jennie se sentó en una de las sillas de la pequeña cafetería que tenían esperando a que le entregaran sus pertenecías para largarse de ahí, no podía estar un segundo más en el mismo sitio con Rosé porque le irritaba terriblemente. Llevó su vista hacía la mujer que tanto le caía mal y volvió a maldecirse y maldecirla por no poder quitar sus ojos de ella.

Rosé se encontraba queriendo abrir la puerta de su auto con qué sabe quién. Y es que le daba igual, desde que no lo dañara y le diera sus pertenecías, todo bien. Se fijó en cómo sus músculos se contrarían debido a la fuerza que ejercía. Luego la vio pasarse el antebrazo por la frente y después, para su desgracia- o bendición- llevarse la mano hacia la camisa para levantarla y hacer lo mimo.

Se vio a sí misma relamiéndose los labios con los ojos puestos en sus abdominales, luego pasar a sus brazos tensados y los hombros, hasta el cuello que tenía unos cuantos cabellos pegados a él y por último a su atractivo perfil.

Y empezó a replantearse el aceptar pasar la noche con ella.

Bien, terminó con Lisa hace tres meses. O sea, lleva tres meses sin tener sexo, tres meses sin que una mano que no sea suya la toque, tres meses en los que estaba segura que si iba a un convento la dejarían por ser la mujer más virgen que verían. Ya necesitaba un poco de atención y aunque planeó en distintas ocasiones ir a su bar lésbico favorito, al final se arrepentía. Pero ahora tenía a una hermosa mujer invitándola a pasar una buena noche con ella, porque, aunque no la conocía demasiado, su tercer ojo no le mentía cuando sabia que una mujer le daría como a ella le gusta. Y definitivamente Rosé era una de ellas.

"I know her strap is big. I know it."

Se rio ante el pensamiento. Y seguiría pensando en ello de no ser por el abdomen duro que se le puso en frente.

Rosé había logrado sacar las pertenencias de Jennie del auto y se acercó a ella para pasárselas. También había olvidado bajarse la camisa y ahora estaba frente a la mujer que sin descaro miraba su abdomen haciéndola sonreír.

Rosé supo que tenía oportunidad y le sacaría mucho provecho.

—¿Te gustan? Puedes montarlos.

Jennie sacudió la cabeza y subió la vista para toparse con la sonrisita ladeada que ahora mismo, en vez de irritarle, le atraía muchísimo. Se paró y le respondió con sorna:

—He visto mejores.

Tomó sus cosas y empezó a caminar hacía el sitio para pagar y poder irse. Al salir, miró el taxi que pidió y se dispuso a caminar hacía él, pero Rosé la ganó y se puso al frente suyo.

—Nunca pido lo mismo dos veces porque no le ruego a nadie— se le acercó más— pero tú eres una buena razón para hacerlo. ¿Te vienes conmigo?

...

Ahora Jennie estaba contra el escritorio de lo que parecía la oficina del sitio donde trabajaba Rosé, con la mujer más alta casi sobre ella comiéndole la boca de la manera más excitante que alguna vez lo habían hecho.

Recuerda cómo llegaron hasta ahí; ella diciéndole que sí, Rosé dándole un billete al taxista, luego yendo hacia uno de sus compañeros para decirle algo, yendo hacía la pequeña casa y después llegando hacía ella siendo tomada de la cintura para guiarla hacia el tercer piso del sitio.

Jennie tomándola de la musculosa para besarla desesperadamente al llegar a la puerta, Rosé tomándola de la cintura con fuerza y acercándola a ella. Jennie metiendo sus manos dentro de la camisa para tocarla, Rosé levantándole el vestido para agarrarle el trasero.

Y luego la puerta siendo abierta por la pelinegra con Jennie pegada a su espalda tocándole y arañándole el abdomen, besándole la espalda y casi gimiendo con anticipación.

Llegando a donde estaba ahora, empotrada sobre el escritorio que estaba lleno de papeles, pero ahora sólo con ella. Rosé subiéndole aun mas el vestido para poder tocarle los muslos con más libertad. Jennie con sus manos en la espalda de la más alta sorprendiéndose al sentirla fuerte.

Y le encantó y quería tocarla más.

Así que la alejó y le empezó a levantar la camisa con la intención de sacarla. Rosé entendió lo que quería hacer así que la ayudó a bajarse de la mesa y alzó los brazos para que la quitara.

En el proceso, Jennie empezó a besarle el abdomen y parte del pecho que estaba cubierto con un top deportivo. Al sacarle la camisa se pegó a su cuello mientras seguía tocándole el torso, cegada de placer.

—Me encanta tu cuello y tus abdominales— suspiró Jennie con excitación

Rosé aprovechó para volver a apretarle el trasero y luego agarrar con descuido el vestido para subirlo.

—Sácatelo o lo rompo.

Rápidamente Jennie se dio la vuelta mostrándole la pequeña cremallera. Lo que no se esperaba era que Rosé la estampara contra el escritorio, dejando su torso sobre él y la pelvis de la pelinegra pegada a su trasero.

—Qué ganas de cogerte así, Jennie— una de las manos de Rosé seguía sobre su espalda, mientras que la otra le apretaba y acariciaba el trasero. Sus manos, a pesar de sentirse un poco ásperas debido al trabajo que realizaba, no dejaban de ser agradables.

Jennie gimió y cerró los ojos, sintiendo la traviesa mano agarrar su tanga y halarla creándole una leve fricción, luego siendo movida hacia un lado y después unos dedos tocándola superficialmente.

Gimió. —Rosé, por favor— rogó.

—¿Por favor qué? — escuchó la voz profunda de la pelinegra.

—Cógeme ya o me largo a que me coja alguien más.

Rosé frunció el ceño. —Nadie más te va a coger, sólo yo— sintió la fuerte mano en su trasero y gimió alto.

—Dios Rosé, tienes la mano pesada— se quejó, pero lejos de molestarle, lo único que hizo fue excitarla aún más. Quería, deseaba, anhelaba que la tomara con fuerza.

Sintió nuevamente las manos de Rosé recorrerle el cuerpo hasta el cierre del vestido, ayudarla a reincorporarse y luego sacárselo.

Sin pedírselo, Jennie volvió a la misma posición en la que estaba. Rosé sonrió ante esto y se inclinó sobre ella tocándole con deseo la espalda, llegando a su cintura para apretarla y luego inclinándose sobre ella para hablarle al oído.

—Tengo un regalito para ti— pegó sus caderas al trasero de Jennie nuevamente. Ella lo sabía, lo había sentido.

—¿Para eso viniste antes hasta acá? — preguntó con interés.

Rosé sonrió. —Sí, pero no te preocupes. Este es exclusivamente para ti. Digamos que haber sabido que te tenía que recoger hizo que me tardara un poco más de lo normal para poder ir por esto— pegó aún más su pelvis.

Empezó a moverse contra ella simulando penetraciones mientras le tocaba la espalda, le apretaba la cintura y la nalgueaba suavemente. Jennie tenia los ojos cerrados, queriendo que dejara de jugar con ella y se la cogiera de una vez por todas.

—Rosie, por favor— su voz salió casi como un ruego, se sentía muy necesitada.

—¿Por favor qué?

—Métemelo ya, puta madre— levantó el rostro para que se voz sonara más firme y lo dejó caer al momento en que sintió el dildo dentro de ella.

Rosé rio entre dientes al sentir el fuerte gemido salir de la boca de Jennie. Colocó una de sus manos sobre la espalda baja de la mujer para estabilizarla y la otra sobre una de sus nalgas, apretándola. 

El vaivén de su cadera era suave y a Jennie eso le gustaba, sí, pero no era el momento para la delicadeza ni nada parecido. Ella lo que quería era que se la cogiera con rudeza, que usara la fuerza que tenía; esa con la que solía levantar las llantas para cambiarlas, esa con la que agarraba las herramientas para ajustar lo que sea que ajustaba en los autos o motos, ella quería que fuese salvaje.

Y sabía cómo provocaría que lo hiciera.

—¿Así te coges a las mujeres? Dios, pensé que coger contigo era más gratificante. Va siendo la peor cogida que he tenido.

El tono burlón que utilizó Jennie hizo que Rosé parara y fruncira el ceño. ¿De verdad estaba hablando de cómo ella satisfacía a una mujer? Le estaba diciendo mal polvo, por favor.

—Y ahora paras— rio. —mejor sácame eso y dámelo para cogerme yo misma porque eres un chiste, Roseanne.

Sintió la mano que tenía en la espalda baja abandonar el lugar para luego ser su cabello el que agarraba, sintió el juguete meterse aún más en ella y la otra mano tomar su cuello luego de haberla arqueado deliciosamente hacía la pelinegra.

Sí, así era lo que quería.

—Sé que sólo buscas provocarme porque te gusta que te cojan como a una puta— le dijo con rabia, al final sí logró su cometido. —y es lo que haré, te voy a dejar tan cogida que te costará salir de acá, no sólo porque no podrás caminar bien, sino porque tu linda carita gritara que te cogieron como la zorra que eres.

Jennie se mordió la lengua al escucharla, sentía como su cuerpo se calentaba aún más debido a la excitación de las palabras y la adrenalina que lo recorría.

—Deja de hablar que con palabras no demostraras nada.

Última provocación antes de que Rosé le colocara bruscamente el torso en la mesa otra vez y pusiera la mano sobre su espalda, presionándola con fuerza e inmovilizadola. La otra mano apoyándose en su cintura y luego el juguete entrando más profundo en ella.

—Fuerte, hazlo fuerte.

Fue lo último que escuchó Rosé antes de empezar a embestirla con rudeza. Sus movimientos eran lentos pero la fuerza que empleaba en cada penetración era alta. El sonido de sus pieles sudadas chocando entre sí se escuchaba por toda la habitación, los gemidos de Jennie que a cada rato eran más entrecortados iban subiendo de todo y la respiración y gruñidos de la pelinegra hacían que la más baja se excitara con mayor medida.

De gemidos a gritos, eso pasó con Jennie cuando, cómo pudo, le pidió que fuese más rápido. Y quiso rezarle a Dios porque Rosé sabía la diferencia entre una cosa y la otra.

Rosé sólo podía ver a la mujer más baja arrastrarse en el escritorio de su jefe con cada embestida que le daba, su voz entrecortada y ahogada pidiéndole más la hacía sentirse increíble. Sabía que lo más seguro era que todos ya supieran lo que estaba pasando y le daba totalmente igual, se estaba cogiendo a Jennie Kim, la misma mujer a la que le coqueteó teniendo a su vecina a tan sólo unos metros de ella y luego haciendo que se pelearan. Y no la malinterpren, a ella le agrada Lisa, pero la chica era una idiota cuando se trataba de mujeres y más de una vez la vio llegar con la que según era su mejor amiga, Kim Jisoo. Amigas, seguro. Pero eso no es importante, acá lo que importaba era que tenía a la mujer mayor contra la mesa, totalmente sudada, gimiendo y rogando para que se le diera más.

Quitó la mano de su espalda y volvió a agarrarla del cabello, haciéndola incorporar y la atrajo hacía su boca para besarla. El beso más descuidado y húmedo que habían compartido, pero así mismo el más excitante y deliciosos.

Su otra mano fue a parar a los pechos aún cubiertos de la mujer, sacándolos de su brasier para poder tocarlos a su antojo.

—Las tetas mas deliciosas que he visto— le dijo al oído luego de haberse separado del beso.

Jennie sólo optó por poner su mano sobre el torso de la que estaba sobre su pecho y ayudarle a masajearlo.

Las embestidas no perdían fuerza y Jennie estaba feliz de que el estado físico de la otra mujer fuese tan bueno para que pudiese estar moviendo las caderas de esa manera por un buen tiempo. Pero ella ya se estaba cansando, así que se apoyó con sus manos en el escritorio y dejó que Rosé la manejara a su antojo.

La mujer más alta al notar esto optó por levantarla con más suavidad que antes y darle la vuelta para ponerla frente a ella.

Jennie sonrió cuando vio que seguía con el jumpsuit puesto y el strap on sobresaliendo de él. Luego sintió a Rosé tomarla de la cintura para caminar con ella hasta la silla de oficina donde se sentó.

—Date la vuelta— le ordenó.

Jennie obedeció y volvió a sentir las fuertes manos de Rosé en su cuerpo. La había tomado de las caderas para acercarla hacía ella, repartía besos y mordidas por su cintura y espalda, mientras le acariciaba las piernas.

Jennie había decidido tomar una de las manos de la más alta y ponerla nuevamente en su pecho, le encantaba que le tocaran los senos, más si eran manos como las de Rosé.

Mientras que tenía una mano sobre el pecho de Jennie, con la otra la tomó de la cintura para hacer que se siente en su regazo. La mujer sintió el strap on pegado a su espalda y las ganas de tomarlo y volver a meterlo en ella aumentaron nuevamente.

Así que, una vez más ese día, volvió a rogarle: —Por favor, Rosé. Deja de jugar de una puta vez por todas y cógeme, ¿sí? sólo quiero sentirte.

—Eres tan impactante y mandona, me encantas.

Y, volviendo a tomarla de la cintura, hizo que hiciera espacio para poder agarrar el dildo con la mano y penetrarla. Y Jennie chilló, porque la posición en el que estaba ahora le favorecía aún más.

Rosé la agarró de la cintura con ambas manos firmementes e hizo que empezara a montarla. Estaba complacida viendo su cabello en la espalda moverse debido al movimiento, miran su trasero rebotar con cada embestida y escuchar los gemidos agudos.

La más baja había decidido agarrarse de los apoyabrazos para poder moverse con más facilidad. Se sentó totalmente en el juguete y movió sus caderas, sintiendo como éste golpeteaba sus paredes.

Hubiese estado más tiempo así pero sus piernas no podían más y, cansada, se dejó caer sobre Rosé, quién la alzó y, sin salirse de ella, la llevó hacía el pequeño sofa. La colocó a lo largo de los cojines y la acostó, dejándole el trasero levantado.

Y el vaivén volvió a aparecer. Rápido, fuerte, lento o como Jennie lo pidiera, Rosé lo único que hacía era obedecerla porque le gustaba complacerla.

Ahora tenía una mano apoyada en el espaldar del sofá y la otra al lado de la cabeza de Jennie. Esta vez la penetraba con fuerza, su pelvis golpeando en sonidos húmedos contra su trasero. Jennie había decidido agarrarle el brazo enterrando sus uñas en él.

—Rosé...— suspiró. Sus centro se presionó contra el juguete. La mujer más alta al sentir como se le dificultaba supo que estaba a punto de correrse, así que en un rápido movimiento que incluso sorprendió a Jennie, ya la tenía con la espalda apoyada a los cojines.

La más baja supo inmediatamente lo que se vendría, así que, enrrollado sus piernas en las caderas de Rosé y sus manos sosteniéndose de la espalda, se preparó. Y la pelinegra colocó su rostro en el cuello ajeno para embestirla con fuerza.

No pasaron muchos minutos para cuando Jennie llegó al punto más alto de excitación y se corrió fuertemente. Un gemido fuerte por parte de Jennie opacando las palabras obscenas de Rosé fue lo único que se escuchó. El sonido de las suaves penetraciones que le ofrecía la más alta pasaban desapercibidas.

Rosé se dejó caer agotada sobre el cuerpo debajo de ella, sentía su cuerpo entero arder debido a la ardua actividad física, pero aún así se sintió satisfecha sabiendo que Jennie lo disfrutó. Y lo sabía, porque la expresión que traía lo único que gritaba era un "la mejor cogida" y un "debemos repetir". Cerró los ojos acomodándose en Jennie al sentir las suaves caricias en su espalda.

—Tengo muchas ganas de comerte.

La voz ronca de Jennie la sacó de su ensoñación. Por Dios, sí.

Rosé se separó de ella, sacando el dildo y provocándole un suspiro a Jennie al sentir el vacío en ella. Rio y se paró, ayudando a Jennie. La mayor sentía sus piernas temblar un poco, pero eso no le impidió que casi le saltara encima para besarla fogosamente.

Le ayudó a sacar el top deportivo mientras le iba besando la piel expuesto. Luego se dejó caer de rodillas, topandose con el strap on aún ajustado a sus caderas. Levantó a vista y vio los ojos cafés de Rosé mirarla fijamente, atenta a cualquier movimiento que hacía.

Así que, queriendo provocarla, tomó el juguete con una mano y lamió sus propios fluidos de él. Sintió la mano de Rosé en su cabeza incentivandola a jugar un rato más con él.

Rosé estaba extasiada con la imagen de Jennie de rodillas frente a ella, era la mujer más sexy que había conocido, ninguna otra la había hecho sentir tan excitada como ella. Sonrió y, tomando un puñado de cabello, hizo que se separara del strap on.

—Me encanta verte chupándolo, pero quiero esa boca comiendome.

Jennie asintió gustosa y le bajó el jumpsuit hasta los talones, le quitó el arnés y la empujó hasta el sofá para sentarla. Se situó entra las piernas abiertas, Rosé tomándola de la nuca para que se besaran un rato, luego separándose y la más baja aprovechando para recorrer con su lengua desde la mandíbula hasta el abdomen, quedándose por un rato saboreando sus abdominales.

—A la próxima los monto— le avisó. Y Rosé sonrió, lo sabía.

De su abdomen pasó hacía sus muslos y luego al tan necesitado lugar. Terminó de sacarle el jumpsuit para poder abrirle más las piernas y pegó su boca al centro húmedo con necesidad.

Rosé echó la cabeza hacía atrás y gimió bajo, tenía el cabello de Jennie en su mano, alentandola a seguir. Su voz salía ronca mientras elogiaba a su acompañante. Su mandíbula estaba tensa, su cuello se marcaba aún más al igual que la clavícula. La mayor abrió los ojos para verla y ahogó un gemido, estaba brillante debido al sudor y su cabello negro recogido desordenado.

La más alta sintió la mirada y decidió verla también, gruñendo al ver los ojos de Jennie con las pupilas dilatadas, llenos de deseo.

—Eres una buena chica, tan obediente y hermosa— murmuró Rosé. La agarró del cabello con más firmeza y la separó de su centro. —abre la boca y saca la lengua— ordenó. Jennie obedeció rápidamente y Rosé se inclinó hacía ella, mirándola a los ojos.

Y Jennie supo lo que quería hacer y lo anhelaba.

Así que asintió y sintió como Rosé le escupía en la boca.

Cerró los ojos y sintió como Rosé le daba una bofetada en la cara.

Gimió y la escuchó cerca a su oído:

—Eres la puta más sexy que me cogí alguna vez.

Y la agarró del cabello para que se la siguiera comiendo.

Jennie se sentía satisfecha y feliz. La conexión sexual que tenían iba muy lejos, se lograron entender en tan poco tiempo y eso le sorprendió. Rosé comprendió lo que a ella le gustaba con tan sólo sus reacciones y quiso complacerla de todas las maneras posibles.

Y Rosé estaba encantada porque supo leerla en poco tiempo y dio en el sitio exacto.

Estuvo Jennie un rato más comiéndosela hasta que Rosé se corrió, totalmente satisfecha. Tomó a la más baja para sentarla sobre su regazo y la abrazó, repartiendo besos por todo su pecho y cuello. Ella sólo se dejó hacer, feliz.

Después de un rato en silencio, Jennie habló:

—Espero que no tengas problemas con tu jefe.

—Yo también espero lo mismo, pero seguro estará enojado. Sentí mi celular vibrar infinitas veces, seguro era él.

—¿Por qué no tocó la puerta?— preguntó curiosa Jennie. Era lo más lógico, ¿no?

Rosé sólo atinó a encogerse de hombros. Jennie asintió y atrajo su rostro para besarla.

Un buen final para ellas y uno no muy bueno para el jefe de Rosé. Y posiblemente tampoco para la más alta, pero eso lo arreglaría después.

...

escupeme rosé.

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