SEPTIMO (II)


El frió de la noche en invierno es helado. Tuve que ponerme unos guantes y orejeras que cargo en mi bolso para los tiempos fríos.

La caminata termino en el parque cerca al edificio. No sé cuánto llevo caminando, creo que no mucho, no estoy cansada. Hace frió y congela el aire que sale de mi boca. Instalaron una pista de hielo a un costado de las bancas donde podía verse un lago pequeño. Muchas personas se ponen alrededor de la pista esperando su turno  suspirando por los bellos y coloridos adornos en los árboles de la zona.

Pero ¿Por qué todo me parece sin gracia?

Jin, no era una persona importante en mi vida, fue un idiota, un modelo sin sentimientos que pretendía una relación para lucir su capacidad de retener a las mujeres a su lado; nada más que eso. Si, un completo idiota, pero, pensar que ya no está en este mundo por mi culpa, me hace peor persona que él...

Ubico una de las bancas más cercanas a la entrada de la pista de hielo. Las cuchillas de los patines rastrillan el hielo y levanta esquirlas que se pegan a la ropa. Escucho muchos "Auch", "No se manejarlos" y "¡Agárrame que me caigo!". Se ve divertido. Hago memoria de una vez que salimos en familia, Yei ama las pistas de hielo, me arrastro hasta una, grite, llore y me queje mucho. No había tocado el suelo y ya gritaba con antelación.

Pongo las manos dentro de mi chaqueta y rozo la bola de papel, mis dedos se retraen, tiemblan, debo sacar la mano. Estoy entre leerla y salir de dudas o pretender que nunca conocí a un tal Kim Seok Jin  continuando con mi vida. A quien engaño, parece que no me conociera, si alguien murió por mí, ¿Cómo podría continuar como si nada?

Vuelvo a meter la mano en el bolsillo, pongo entre la mano la bola de papel, en un impulso saco la mano empuñada. Debo leerla, saber que dice, no podré dormir. En realidad, léala o no, no podré dormir, pero será una penumbra menos a este inevitable hecho. ¿Y si es una carta de despedida? Cuestiono empuñando la mano. ¿Será para mí? Su madre escupió su desprecio y odio sobre la persona, que según ella, le arrebato su único hijo. ¿En la carta dirá eso? Jin, ¿Qué has hecho? ¿En que estabas pensando?... No, no pensabas, dejaste de hacerlo, por eso tomaste esta fatídica decisión. El tema es, ¿Por qué?

Estiro los dedos dejando ver la bola arrugada de papel en la palma del guante. Trago grueso, el corazón me late en la garganta, siento un huracán dentro de mi estómago. Comí menos que una porción para bebe, las náuseas deben ser por eso, no comí bien. La opresión en mi pecho aumenta y respirar se vuelve difícil. La carta en mis manos es la culpable.

Respiro hondo y suelto por la nariz esperando que la opresión sea menor. Desenvuelvo la bola de papel, recordando que no debo posponer nada en mi vida, sea hoy o mañana o pasado, tendré que leerla y la reacción sería la misma. Desenvuelta por completo la pequeña nota de papel, leo las primeras líneas de Jin, su fina escritura me deja convencida de que es él. Aprieto la hoja entre mis manos y me doy valor para leer.

Mamá, perdona a este hijo cobarde que tienes. Sé feliz y olvida que una vez fuiste madre.

Estoy feliz porque por primera vez en mi vida, podré hacer feliz a la persona que quiero.

A mi querida Zoe, que siempre querré. Con esto desaparezco eternamente de tu vida. No puedo subsistir sin ti y por eso hago esto, pero sé que serás feliz.

Debe ser mentira, no puedo haber leído algo así. Releo la carta dos veces encontrando las mismas palabras, una y otra vez. ¿Seré feliz? Suena a sarcasmo. ¡Nunca desee la muerte de nadie! Es como si me hubiera condenado a la miseria y lo estuviera anunciado. Serás la persona más infeliz de este planeta, es lo que leo entre líneas.

Empiezo a respirar agitada, no puedo ponerme de pie, mis pernas tiemblan tanto que seguro quedaré de rodillas en el suelo, con cara de tragedia y llamare la atención de estas personas que se están divirtiendo. Debo controlarme, exclamar en un grito mi rabia y tristeza en este parque no es necesario, llegare a mi apartamento y usare de amortiguador una almohada.

Intento levantarme, tal como lo predije las piernas no me responden. El corazón se me saldrá por la boca, las náuseas son más fuertes. Necesito llegar a mi apartamento. Voy a tener un colapso en cualquier momento, no quiero, no aquí y no ahora.

–¿Zoe? –.

La voz de la mano sobre mi hombro, me sobre exalta y doy un gritito de espanto. Volteo a ver para encontrarme con Nam Joon junto a un hombre, más bajo que él, con una sudadera gris oscura, la capucha y un tapabocas, dejando ver solo sus ojos rasgados y un poco de su blanca piel.

–¿Te asuste? –. Quita la mano de mi hombro.

La voz la tengo atorada en la garganta por lo que solo puedo negar con la cabeza, sin olvidar la expresión de espanto.

Joon clava sus ojos en mí como siempre. Quiere ver a través de mis gestos, mis palabras, busca algo que no se percibe a simple vista. Esa parte suya me molesta un poco, mentirle cuesta y justo ahora, necesito que piense que estoy bien, que no estoy sufriendo por una nota suicida, pero su mirada persiste y cuando toca el fondo de mi alma siento las inmensas ganas de lanzarme a sus brazos para que me consuele.

Trago grueso y le aparto la mirada. No puedo depender de él para todo.

–¿La conoces? –. Pregunta su acompañante.

–Es mi vecina–. Responde.

Si quiero que Joon crea que estoy radiante, que vine a ver la pista por curiosidad, tengo que parecer que es así. Aclaro la voz y al darme la vuelta a ellos, estoy sonriendo  fingiendo ser una chica feliz.

–¿Solo tu vecina? –.

Joon entorna los ojos pero no se ríe. Su acompañante lo ve y luego a mí.

–Pues no lo parece–. Comenta el chico.

–No le he dado una definición exacta–. Joon se ve serio y no me quita la mirada.

–Eso es menos que nada–. Hago un gesto de que me dolió queriendo ser graciosa pero solo a su acompañante lo escucho reír en bajo.

–¿Amigos? –. Con ánimos de obligar a Joon a cambiar su expresión inicio otra conversación respecto a ellos dos.

Él asiente y por fin deja de mirarme.

–Compañeros de trabajo. Siempre nos despedimos aquí–.

–Mucho gusto, me llamo Zoe–. Ladeo la cabeza y curvo una sonrisa.

–Yoongi, un gusto–. Asiente, no saca las manos de su chaqueta porque hace mucho frío, todo su cuerpo tiembla.

Joon vuelve a poner la mano en mi hombro y nos quedamos viendo fijamente. Otra vez quiere ver a través de mí, pero esta vez está decidido a descubrir lo que le oculto.

–Zoe, ¿estás bien? –. Oh, oh. Esa es la pregunta que menos quería escuchar, porque no, no estoy bien. Creo que mi mundo va a colapsar, ¡le dije a alguien que se muriera! ¿Cómo voy a estar bien después de leer esa nota?

Mis fuerzas se reducen, las lágrimas amenazan con aparecer en el borde de mis parpados. Muerdo mis labios y empuño las manos. No me hagas decirlo, le digo con la mirada.

Joon se alarma abriendo y luego entornando los ojos. Despide a su compañero que poco o nada entiende de nuestras miradas, pero capta que debe retirarse sin negarse, es más, creo que le dio lo mismo. Alzó los hombros e hizo un gesto de paz con los dedos y se fue.

Estoy en problemas. Joon no se separara de mí hasta que le diga exactamente que tengo. Podría contarle lo que paso, pero no esta noche. Estoy vulnerable, él ya me vio llorar una vez, no quiero darle problemas. No me quede con Soong precisamente porque no quiero dar problemas, ¿Por qué él sería una excepción?

Se sienta a mi lado, igual que el día que vino Jin, se quedó en silencio, a la espera de que sea yo quien diga algo. Ojala tuviera la misma comunicación telepática que tengo con Soong, así le haría entender que no es un buen momento para hablar o que mejor se invente una conversación que me haga olvidar lo que paso hoy.

Evitando que indague nuevamente con la mirada, tengo la vista al frente en la pista de patinaje, lo veo de reojo lo más discretamente posible pero él esta con la mirada fija en mí. Lleva puesto un gabán verde oscuro y su cabello peinado hacía adelante, la forma de su rostro es perfecta, su piel no tan clara no tan oscura, no me había fijado en lo bien parecido que es, su personalidad, su voz, su encantadora mirada. Todo en él es de ensueño... ¿Pero qué carajos me pasa? Una persona acaba de morir y yo estoy suspirando por lo apuesto que es mi vecino/ amigo, ¿Qué clase de ser humano soy? Uno terrible, uno muy terrible.

La mano de Joon se posa sobre la mía, la cierra un poco y su calor me hace tensar el cuerpo. Está buscando la manera de quebrarme, pero no cederé. Sé que puedo persuadirlo hasta llegar a mi apartamento.

–Zoe, ¿estás bien? –. Hay va otra vez. ¿Qué es lo que quiere? Decidí no echarme a llorar en el parque y voy a cumplirlo cueste lo que cueste.

Carraspeo un poco para sacar la voz atorada en mi garganta.

–¿Lo dices porque estoy sentada en el parque viendo la pista de hielo con nostalgia y la escena parece depresiva como en esas películas de romance trágico? –. Debería voltear a verlo para darle más seguridad a mis palabras, pero si lo hago perderé la resistencia.

–No, no lo digo por eso–.

En un abrir y cerrar de ojos, Joon está frente a mí en cuclillas.

–Lo digo porque estás llorando–. ¿Qué? ¿Llorando? No es cierto. No lo estoy. Quiere engañarme, usa una mentira para sacarme la verdad.

–No estoy... llorando–. Un segundo... Mi voz está quebrada, ¿Por qué?

Joon sube la mano por mi mejilla y con el pulgar limpia el pómulo. Una gota fría cae sobre mis manos juntas, al percatarme de que efectivamente estoy llorando. ¿Desde cuándo? ¿Acaso no estaba haciéndome la fuerte?

Soy un desastre, tanto evitar llorar en el parque, frente a él. es exactamente lo que estoy haciendo. Nadie escucha mis quejidos, las lágrimas solo bajan por mi rostro, mojando mis manos y la mano cálida de Joon que está en mi mejilla. Nos miramos pero mis ojos están llenos de agua y lo veo borroso, no logro identificar que expresión está haciendo, pero apuesto a que está más que preocupado.

Siento su otra mano subir por el otro costado, me tiene del rostro y junta nuestras frentes, la sensación de calidez es indescriptible, es como si transmitiera lo que siente, como si me hablara sin la necesidad de usar palabras. Absorbo por la nariz, suspiro, no sé si es porque me siento aliviada o porque él está conmigo ahora.

Sin previo aviso, me toma de la mano llevándome al edificio. No pongo resistencia, igual ¿de que serviría? Sería una pérdida de tiempo, de esfuerzo quejarme y resistirme a seguirlo, es mejor que nos apartemos antes de que me ponga peor de lo que ya estoy. Parece que puedo escapar de Soong, de mis padres, pero no de él. Tiene algo que me hace caer, quiera o no quiera.

Me sujeta de la mano, aunque mi guante es grueso puedo sentir su mano apretando la mía. Subimos a nuestro piso, pero vamos a mi apartamento, no al suyo, al mío. Hace un gesto para que abra que me confunde. ¿Habrá entendido que quiero estar sola? Introduzco la llave pero es rápido la gira primero abriendo la puerta, pega su cuerpo a mi espalda empujándome adentro. El contacto me pone nerviosa, siento un corrientazo por la espalda.

Joon cierra la puerta y nos separamos. ¿Qué hace en mi apartamento? ¿No había entendido lo que realmente quiero ahora? Me rodea quedando frente a mí, sus ojos fijos en los míos, no estamos muy cerca pero si lo suficiente para escuchar su respiración.

–Vas a decirme que tienes, aquí y ahora–. Su tono de mandato, aparte de desconcertante, es ofensivo. ¿Por qué habría de decirle todo? ¿Quién es él?

Lo esquivo llegando al sofá de la sala de estar, me quito la chaqueta en el proceso noto que todavía tengo la carta de Jin aferrada a mi mano. Es un aterrizaje sin paracaídas, el choque es fuerte y doloroso. Provoque la muerte de Jin, sí, se portó como un patán, pero ¿Quién soy yo para decidir sobre la vida de los demás?

Las piernas me tiemblan, me apoyo en el descansadero del sofá, giro en los pies y me siento con cara de tragedia, olvidando que Joon está a unos metros expectante a que le cuente porque estoy así. Levanto de a pocos la mirada encontrandome con sus ojos negros, su rostro tenso, desapuntó su abrigo y tiene una mano en la cintura.

–Háblame, Zoe–. No, Zoe, haz que se vaya. Si le permites dar un paso más a ti, dependerás completamente de él. 

–¿Zoe? –. Avanza a la sala de estar paso a paso, acortando la distancia.

Quisiera lanzarme a sus brazos, en serio, es lo que más deseo. Una parte de mi desea aferrarse a él, busca quedarse con él, enredarlo, atraparlo y no soltarlo. Me cuesta un poco admitirlo, pero puede que Soong tenga razón, Joon podría ser alguien demasiado especial para mí, ¿hasta qué punto? No lo sé, pero de que hay algo, lo hay.

Pero eso es una parte de mí, la otra, la que sigue resentida con los hombres, la que desea su felicidad independiente, quiere que huya lo más lejos de sus alcances, de su mirada cautivadora, de sus envolventes palabras, del prototipo de príncipe de cuentos de hadas, que reiterativamente me digo que solo existen en los cuentos para niños o los dibujos animados de Disney.

Acorta la distancia, ya está a pocos centímetros de mí. Me pongo de pie, el siguiente movimiento es darle la espalda pretendiendo ir a la cocina para quedar a la mitad del camino.

–No quiero hablar. Por favor, déjame sola–. Pido suplicante,  las lágrimas vuelven a salir. Me cuesta un montón retenerlas, ahora sí que menos dejaré que se quede.

–No me iré hasta que me digas que paso–. Amenaza, puedo escuchar sus pasos acercandose.

–Vete Joon–. Ruego ocultando que estoy llorando.

–No–.

–Por favor–.

–No quiero–.

Es insoportable que quiera hacer todo a su modo, no es dueño de mí, no es quien tiene el control. Sabiendo que está mal descargarme con él, que probablemente lo lamentare en la mañana, me giro para gritarle que se vaya.

–¡Quiero que te va...–. No termino mi alegato porque me ha encerrado sus brazos y su pecho.

–No, no lo hare–. Murmura pegandome más a él.

Es inútil, a quien engaño. Por más que luche contra esto, no puedo ganarle, él ha tomado bastante ventaja sobre mí, sobre mi fuerza de voluntad. Ríndete, eso dicen sus acciones y su persistencia. Quizás esto sea lo mejor, tal vez, solo tal vez, necesite un poco de él, solo un poco. Callare a esa parte anti-hombres, fantaseare, dejaré que mi mente vuele y aunque me arrepentiré de esto, al menos, encontrare algo de calma en medio de la tormenta.

–Zoe, ¿estás bien? –.

–No... No estoy bien...–. Suelto con un quejido.

–¿Qué te paso, pequeña? –.

Su voz que penetra mi barrera, que toca cada parte de mi ser quiebra por completo mi espíritu. Mis brazos abrazan su cintura, con agonía y desgarradora voz, rompo en llanto, con quejidos ahogados por las lágrimas, con fuerza al pegarme a su pecho, espero no se enoje porque dejare un mapa de lágrimas en su blusa de New York.

–¡Esta muerto! –. Gritó. –¡Esta muerto! –.

–¿De quién hablas? –.

–¡Lo mate, Joon. Mate a Jin! –.

Su abrazo es más acogedor, más protector. Baja su mentón lo descarga entre mi hombro y el cuello.

–No digas eso–. Susurra en mi oído.

Todo se vuelve lágrimas, quejidos, rabia, dolor y tristeza. Mi apartamento hace eco de mi dolor, en las paredes queda impregnado el aroma de la desgracia. Joon no me soltó, me abrazo en su pecho, hizo un refugio para mi alma, la cubrió con su calidez y la fundió. No lloraba pero escuchaba su alma quejarse, sufrir conmigo; tanta calidez, tanta ternura, tanta amabilidad, jamás había recibido tanto de eso por alguien que no fuera mi familia. Ni siquiera por la misma Soong, a quien adoro con todo mi ser. Joon había hecho mérito para ganarse un espacio en mi corazón, un estante marcado con su nombre.

Le conté todo lo que paso en la mañana, no sé cómo me entendió, porque moqueaba y sollozaba mientras le hablaba de la madre de Jin, de la carta de suicidio que dejo él. Joon fruncía más y más el ceño hasta quedar una línea en forma de V en la mitad de su frente. Pidió que le dejara leer la carta,  al terminar la rasgo en mil pedazos y volvió a abrazarme.

–Tan siquiera pensarlo es ridículo. Él es responsable de sus actos, no tú–.

–Pero yo le dije...–. Aún estaba hipando.

–¿Qué se matara? No recuerdo que dijeras algo así–. Interrumpió y resoplo.

–Que desapareciera de mi vida–. Musite en baja voz, sonando a niña mimada.

–Exacto. Zoe, hay muchas maneras de desaparecer de la vida de alguien, irse de la cuidad, dejar de visitarlo, cambiar de número, no acercarse aún si están a unos pasos de distancia. Él escogió el más cobarde de todos. ¿Qué no puede vivir sin ti? Estaba equivocado, su amor era dañino y enfermizo, porque el real y puro puede estar bien mientras su amor este bien–.

El hablar así, es muy de él. En otras ocasiones para explicarme algún tema, citaba parte de algún libro o la frase célebre de un escritor filosofo. Quiere consolarme, reconfortarme, el problema soy yo, una vez algo entra en mi cabeza, hasta que no esté completamente convencida, no lo dejo.

Pero no pensare demás esta noche, fingiré que tiene razón y asentiré a sus palabras. No pensare en mañana o pasado o el resto de mi vida, aprovechare este momento, en sus brazos, en sus ojos, su voz, en la calidez con la que limpia mis lágrimas y la ternura con la que me mira. Puedo ver a través de sus ojos, no es por lastima, ni por compasión, está aquí porque así lo quiere y eso me hace feliz.

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Para que no se quejen de que solo les dí cosas malas y crueles. Aquí tienen su consuelo, un Nam dulce y abrazador.

Un pequeño especial, porque quería explicar bien las emociones... Espero hayan llorando poquitico...

Los leo después ...besos *3*/

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