☕️ 37

—¡Buenos días! pasen, pasen... —Jungkook los recibió detrás de la puerta con su típico humor efusivo.

Yoongi solo sonrió de lado con algo de cansancio aún corriéndole por las venas. Hace apenas una semana que su celo había terminado, y esta vez se había tratado de uno fuerte. Aunque no contaba con demasiados recuerdos conscientes, dado que su lobo se había encargado de absolutamente todo, Jimin le había comentado más o menos lo sucedido y vaya que no se lo esperaba para nada.

—¿Cómo están? ¿cómo llevan el tratamiento? —preguntó el beta ya instalado detrás de su escritorio.

Jimin suspiró apenas mientras apresaba mejor la mano de Louis. Intentaba tranquilizarse entre diminutas respiraciones para que su lobo no alterara al de su omega, pero relamente le estaba costando. Lo que le había dicho Yoongi durante el celo no salía de su mente. Les harás daño. En el fondo tenía una leve sospecha, pero no quería hacerse falsas ilusiones. Si permitía que una pizca de esperanza se instalara en su pecho, ya no podría recuperarse si terminaban cayendo.

Sintió a Yoongi recostar su cabeza sobre su hombro, por lo que giró levemente y besó su sien. El aroma de la vainilla lo relajó tanto como sospechaba que lo haría.

—Hemos tenido un par de complicaciones, pero llevamos las inyecciones al día —tomó la palabra el alfa.

—Siempre a la misma hora y en la misma dosis, ¿recuerdan?

—Sí, doctor, así lo hicimos este tiempo.

—¡Perfecto!

—¿Jungkook? —intervino  de repente.

—Dime, Yoongi.

—Creo que no me he sentido tan bien con el tratamiento como esperábamos.

—Oh... —el beta frunció el ceño antes de tomar su libreta y anotar un par de cosas. Volvió sus ojos a la pareja, sin embargo, esta vez la sonrisa no era completamente genuina— ¿podrías enumerarme tus malestares o las reacciones negativas al tratamiento?

—Uhm... bueno... —la vainilla explotó en la habitación por el nerviosismo, aturdiendo a Jimin un poco en el proceso— en primer lugar, he tenido náuseas y malestar generalizado. Luego vinieron los dolores de cabeza y cansancio, seguido de la hinchazón...

—¿Dónde se alojó la hinchazón puntualemente? —interumpió seriamente.

—En mi bajo vientre y tobillos. Mis zapatos de entrenamiento ya no me quedan —respondió Yoongi con un pequeño puchero.

Jimin quiso reír de la ternura cuando recordó como tuvo que consolar a su omega un día entero porque sus zapatos favoritos ya no le quedaban. Se besaron todo el resto de la noche y al día siguiente fueron por un par nuevo.

Jungkook frunció el ceño profundamente, algo demasiado raro en sus rasgos carismáticos. Anotó otro par de cosas en un silencio incómodo y luego se puso de pie abruptamente.

—Acompañenme, por favor, me gustaría hacer un par de chequeos.

Jimin fue el primero en imitar la posición del beta, tomando la mano de Yoongi en el proceso y jalandolo gentilmente para que lo siguiera.

Llegaron detrás de dos cortinas a las que nunca habían accedido. Allí, varias máquinas algo extrañas se posicionaban de forma estratégica alrededor de una camilla.

Vieron al médico rociar todo con lo que sería alguna especie de desinfectante, secarlo y extender un plástico transparente sobre la superficie.

—Yoongi, recuestate, por favor, y levanta tu playera hasta debajo de tu pecho.

El omega siguió las indicaciones, subiendo a la camilla con un pequeño saltito y las manos de Jimin como soporte. Se recostó, sintiéndose cohibido en el primer instante, por lo que buscó a tientas la mano de su alfa y se aferró a ella como si de un salvavidas se tratase. Agradeció internamente cuando el potente aroma del café recién hecho lo envolvió, suspirando apenas más relajado.

—Sentirás un poco de frío, solo es el gel que necesita el transductor para funcionar correctamente —instruyó— bien... dime un poco más, ¿has tenido alguna especie de cambio de humor o algo por el estilo?

—Vera... una de las razones por la que adelantamos el control fue porque tuve mi celo la semana pasada.

Jungkook detuvo todo movimiento abruptamente, girando casi al mismo tiempo con los ojos desorbitados.

—¿Disculpa?

—Sí, doctor, pero lo más raro fue que mi lobo no permitió que Jimin se acercara.

—Me gruñó y luego armó un nido en el armario... —murmuró Jimin cómo niño pequeño con la vista en el suelo y un diminuto puchero, haciendo a Yoongi reír suavemente.

—Eso mismo.

—No quiero asustarlos, pero no se supone que tu celo llegara... verán, las inyecciones producen hormonas, sí, pero detienen el funcionamiento de algunas otras durante un tiempo. El celo debió de retrasarse.

Jimin apretó la mano de Yoongi inconscientemente. Sus niveles de estrés y preocupación aumentando con rapidez. No obstante, se obligó a relajarse cuando escuchó un diminuto gimoteó escapar de entre los labios del agente más pequeño. Casi en automático bajó a dejar besitos alrededor de la marca y uno más en los labios contrarios, relajandolo al instante.

—Tranquilos, descubriremos qué sucede. Continuemos con esto. Yoongi, acuéstate de nuevo, por favor —les sonrió y eso ayudó.

A los minutos, una pantallita anteriormente negra ahora tenía manchones de grises y blancos por todos lados. El alfa ladeó la cabeza cuando intentó dar con una forma que obviamente no encontraría. Yoongi, por el contrario, no podía ver nada, pero por alguna extraña razón su lobo lo mantenía tranquilo. Todo bien. Ellos bien, repetía el instinto en su pecho.

—No... no puede ser... esto es... ¡Insólito! —exclamó Jungkook y luego empezó a reír a carcajadas.

—¿Qué sucede? —inquirió Jimin conteniendo a su lobo de saltar y arrancarle la garganta a su médico— ¿Jungkook?

—¡Increíble! lo siento, debo llamar a un colega que confirme esto —y sin más salió de la oficina a tropicones.

En ese mismo instante Yoongi rompió en llanto. Eran gimoteos finitos y destrozados, helandole la sangre al rizado, quien se sentó en la camilla para calmarlo.

—Ya, dulce, tranquilo... —murmuró con las mismas ganas de llorar aunque retenidas— vas a ver que todo estará bien.

—Él lucía tan... tan... ¡fue raro, alfa! —exclamó entre hipidos, refugiándose instantáneamente en el sólido pecho.

—Pero no parecía molesto o triste —no sabía bien que decir, solo quería que Yoongi dejara de llorar— confiemos en él y esperemos...

Besó entre sus cabellos, frente, pómulos y todo lo que alcanzó; liberando feromonas protectoras en el proceso.

Jungkook volvió a los minutos con un médico más pequeño que él. Parecía omega, pero podría jurar que se trataba de un beta.

—Les presento a mi colega, Jihoon —señaló— me ayudará a confirmar mis sospechas. No llores, omega, ¡serán buenas noticias!

Yoongi frunció el ceño, no creyendo para nada lo que decían. Sin embargo, volvió a recostarse mientras permitía que un extraño examinará su barriga.

Las raras imágenes volvieron a aparecer y los médicos susurraron cosas entre ellos. No lograba escucharlos pese a sus instintos desarrollados por el entrenamiento y eso lo ponía de malhumor.

—¡Son dos! ¡son dos! increíble... —Jungkook soltó la especie de varita antes de saltar y dar vueltas en el consultorio.

Jimin no pudo contenerse mucho más, dándose la vuelta y golpeando su puño en la superficie más cercana.

—Nos dirá qué sucede con mi omega, y lo hará ahora —rugió potente.

Jungkook detuvo todo movimiento, acomodó su bata con lentitud y asintió.

—Lamento eso, la emoción me ganó un poco —carraspeó a la vez que tiraba del cuello de su camisa con nerviosismo— ten, omega, puedes limpiar tu estómago. Cuando estén listos alcancenme en el escritorio.

Y sin más, se dio media vuelta y salió.

Jimin respiraba de una manera casi inhumana, con su pecho subiendo y bajando frenéticamente y las pupilas un tanto dilatadas. Estaba nervioso, enojado y alterado, y lo peor de todo, era que su lobo se encontraba de la misma forma.

La manito de Yoongi en su antebrazo logró sacarlo de esa faceta en la que se había sumergido. Los ojitos celestes buscaron los suyos, casi como si fueran hipnóticos.

—Tranquilo, alfa —murmuró suave como la miel, ¿o tal vez era su aroma?— Estoy bien, mírame. Ahora, iremos con el médico y sabremos por fin qué sucede, pero debes mantener la compostura.

—Lamento lo que sucedió, intenté retener a mi lobo lo más que pude.

—Lo sé, amor, lo sé. Ahora, ¿por qué no limpias mi estómago y vamos allá?

—Lo que digas, dulce.

Tomó la servilleta con delicadeza y barrió los restos pegajosos, coronando con un pequeño besito en la zona.

De la mano, se sentaron enfrente de jungkook, quien lucía mucho más tranquilo y profesional.

—Reitero mis disculpas, mi comportamiento fue inadecuado —inclinó la cabeza a la pareja— pero realmente creo que valió la pena mi actuar.

—¿Puede decirnos qué sucede? —habló Yoongi.

—Verás, Yoongi, ¿recuerdas que dijimos que el tratamiento tardaba por lo menos seis meses en hacer efecto? bien, en tu caso no fue así. Eres una excepción. Debo hacer análisis de sangre para estar 101% seguro, pero la ecografía lo confirma. Felicidades, estás embarazado.

Y el mundo se detuvo. Ya no había ruido, no había gente, ni aromas, ni dolor. Nada existía, solo era Yoongi, el calor de su alfa y dos palabras: estás embarazado.

No sintió la lágrima caer por su mejilla, ni a su lobo aullando contento en su interior. No sintió a Jungkook riendo de nuevo y a Jimin besando frenéticamente cada parte de su rostro. Nada de eso, solo emoción súbita y ganas de echarse a llorar ahí mismo.

—Yoongi, omega, respira hondo —ese era Jungkook, casi seguro— vamos, tenemos más noticias.

—¿Más? —jadeó apenas.

Son dos. Serán padres de gemelos.

Y si nada lo había matado antes, seguramente esa noticia lo haría.

Llevó ambas manos a su pecho y lloró. Lloró tanto que las lágrimas le impedían ver los bonitos ojos verdes que tanto lo habían enamorado, pero sentía al lobo de Jimin igual de emocionado y vuelto loco que el suyo. El lazo le trasmitía cada cosa que los sentidos no podían apreciar.

—¡Dos, dulce, dos! ¿puedes creerlo? —rio Jimin entre lágrimas— gracias, mi amor, gracias...

—Alfa... —sollozó y se aferró a su cuello.

—Les daré un momento a solas —avisó el médico y se retiró cerrando la puerta a sus espaldas.

Yoongi no dudó en transferirse al regazo de Jimin. Se sostuvo de sus anchos hombros y lloró aún más. Las lágrimas parecían no tener fin, casi tanto como su alegría.

—¡Seremos padres! —exclamó Jimin mientras limpiaba con sus pulgares debajo de sus ojos.

—Dos, alfa... gemelos —llevó una mano a su vientre ya no tan plano y sonrió en grande.

—Gracias, mi dulce omega, me haces el hombre más feliz del mundo cada día.

—Gracias, mi alfa, por salvarme.

Una vez más calmados, aunque Yoongi aún estaba hecho bolita sobre el regazo de Jimin, Jungkook se sentó por tercera vez en el día detrás del escritorio y se dispuso a hablar.

—Les seré sincero. El caso es uno en un millón, esto es raro y no tiene demasiado fundamento científico. Podría decir que fueron sus lobos, cosa del destino, y las inyecciones, pero es poco probable que se pueda afirmar algo. Ahora bien, debemos trazar un plan de aquí a cuando termine el embarazo. Por supuesto que se considera un embarazo de alto riesgo, y por ello, tiene diferentes cuidados, ¿me siguen?

—Sí, doctor.

—Bien. En primer lugar, nada de trabajo, automáticamente quedas en licencia —Yoongi hizo un puchero, pero no reprochó, era por el bien de sus bebitos— deberás venir a chequeo una vez por mes, contrario a los embarazos normales que son controles trimestrales. Te recetaré vitaminas, minerales y demás que deberás consumir regularmente de acá a tiempo indefinido. No sabemos qué sucede en estos casos... si será un embarazo normal o no, por lo que preferentemente deberás guardar reposo, por lo menos los primeros meses hasta que los embriones estén implantados de manera correcta.

—¿Cuánto tiempo tengo? —interrumpió Yoongi con una sonrisita.

—Es difícil decirlo ahora, omega, pero alrededor de 5 semanas. Ahora, necesitarás mucha contención de tu alfa, ¿comprendido? —se dirigió a Jimin y este asintió decidido— llámenme cuando me necesiten, no importa el día ni la hora, estaré allí. De nuevo, muchas felicidades.

—Gracias, doctor.

—Nos vemos en dos semanas, hay que confirmar con otros análisis, pero desde ya empieza a tomar estas medicinas —le entregó un papel y se puso de pie.

Ambos hombres lo imitaron, para luego despedirse y abandonar el consultorio.

No sabían si el destino les había jugado una mala pasa o, por el contrario, una increíble; pero agradecían a quien sea que estuviera por sobre ellos. Por supuesto que estaban ansiosos y nerviosos, nadie realmente está listo para ser padre, sin embargo, tenían los anhelos y apoyo y enfrentarían todo como venían haciéndolo hace tiempo, juntos.

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