☕️ 32

—Dulce, ya hice la cita con Jungkook —Jimin entró a su oficina con dos tazas de té. Dejó una sobre su escritorio y la otra la mantuvo en su mano derecha.

—Gracias, amor.

La verdad era que no tenía ni un poco de ganas de ir con su médico, demasiado asustado por los resultados, pero también tenía noción de que debía revisar la marca y sus análisis. Con suerte, para ese ese punto los valores estarían normalizados.

—¿Sucede algo? —inquirió alfa de forma aparentemente desinteresada mientras tomaba una hoja para revisar unas coordenadas.

—No, solo que este caso está algo confuso. No logro dar con el paradero del niño.

—¿Pusiste las coordenadas en el programa?

—Claro que lo hice, Jimin, no es mi primer caso.

El alfa se sorprendió por el repentino tono mordaz, pero decidió no agrandar la discusión.

Hace días que notaba a Yoongi más irritable de lo común, a veces rehuía de su toque y otras solo se quedaba sumido en sus pensamientos. No quería sacar conclusiones erróneas, aunque el omega se la estaba poniendo un tanto complicada. Yoongi no hablaba con él, por más que insistiera, y si el alfa lo hacía, terminaban peleando a los gritos.

El resto de la mañana se la pasaron investigando el caso en un incómodo silencio. Jimin no desistió de intentar sacarle por lo menos un pequeño comentario o sonrisa, no obstante, la misma fría expresión surcaba los rasgos afilados.

Al finalizar la jornada, dejaron un posible paradero sobre el escritorio de Seokjin y regresaron al departamento. Cocinaron juntos, tomaron una siesta, y en un abrir y cerrar de ojos ya estaban delante del consultorio.

—¡Yoongi! ¡Jimin! pasen, por favor —Jungkook, igual de eufórico que siempre, los recibió— ¡pero mira que bonita que luce esa marca! hiciste un buen trabajo, alfa.

Jimin se sonrojó muy sutilmente, a la vez que afianzaba su agarre en la cintura contraria y seguía los pasos del médico dentro de la habitación.

—Tomen asiento... ahora, cuéntame Yoongi, ¿cómo has estado? ¿algún efecto adverso o algo que notaras fuera de lo común?

—No, doctor, todo en orden.

Jimin frunció el ceño cuando la misma actitud de la mañana llenó el consultorio. Yoongi no estaba haciendo ni siquiera el esfuerzo por responder de forma adecuada, con los brazos cruzados sobre el pecho y postura rígida.

—Ya veo... ¿un tanto irritable? —intentó comentar de forma amistosa, aunque recibiera un ceño fruncido por parte del omega— deben saber que eso es bastante común. Puede que sientas cambios de humor en estas semanas, en lo que tus hormonas se acomodan.

Yoongi se encogió de hombros de forma aparentemente desinteresada, pero por lo menos dejó que Jimin pasara uno de sus brazos por sus hombros mientras él se acurrucaba en su pecho. No era la gran cosa, no obstante, era un avance.

—Yoongi, llegaron tus exámenes —Jungkook se puso serio, logrando que el agente temblara un poco más, buscando la protección y afecto de Jimin — no era lo que esperaba, para ser sincero. Tus hormonas se estabilizaron y tu sistema ya funciona casi al 100% gracias al lazo. Sin embargo, la hormona purienal, la encargada de regular los celos y por consecuente la producción de Foris, los que permiten la formación de un cachorro, no se está produciendo por si misma. ¿Comprenden lo que quiero decir?

Jimin frunció el ceño aún más todavía, completamente perdido, y Yoongi solo tenía la mirada gacha.

—¿Eso que significa? —inquirió el alfa.

—Que no puedo tener cachorros, Jimin, eso quiere decir.

Jungkook asintió lentamente a lo dicho, queriendo llorar por dentro de la frustración que sentía por el omega. Era uno de sus pacientes más querido, lo había visto crecer y mejorar, no podían rendirse ahora.

—Algo se podrá hacer... ¿no, doctor?

Yoongi terminó poniéndose de pie para transferirse al regazo de Jimin. Allí, se aferró con ambas piernas y brazos al cuerpo contrario, justo como un koala lo haría, y hundió su cara en busca del fuerte aroma del café. Ahora necesitaba sentirse más protegido que nunca.

Era tal la carga de emociones en el lazo, que ninguno de los dos pudo evitar comenzar a llorar. Jimin en silencio y Yoongi con sonoros sollozos.

El alfa repartía diminutos besos sobre los cabellos castaños mientras depositaba suaves caricias sobre la cintura contraria. Quería que Yoongi sintiera su presencia completa para hacerle entender que estaba allí, con él.

—Hay una cosa... una última esperanza —dijo Jungkook mientras revolvía papeles y folletos— son nuevas en el mercado, terminaron su fase de testeo, pero aún no hay evidencia de muchos casos exitosos.

Jungkook señaló una foto de lo que parecían ser lápices blancos enormes y continuó:

—Son inyecciones, estaríamos colocándolas cada semana y forzando a la hormona perienal a producirse. Deberían elevarse los niveles en tres meses, y para dentro de seis más ya deberían estar en condiciones de engendrar.

—Gi, ¿oyes lo que dice el médico? —Jimin susurró cerca de su oído.

—Quiero irme al nido, alfa, ahora —obtuvo a cambio, junto a un temblor de cuerpo completo.

—Bien... tranquilo, dulce, ya nos vamos.

—Comprendo. Jimin, es lo mejor. Llévalo a casa, descansen y cuando esté más estable coméntale. Ahora mismo no puede oírme bien gracias al shock en el que su lobo lo sumió y si seguimos presionando es probable que entre en crisis.

Jimin asintió, a la vez que se ponía de pie con Yoongi en sus brazos y tomaba los folletos que Jungkook le hacía llegar.

—Tengan fe, muchachos, aún son jóvenes y fuertes.

—Gracias, doctor, espero poder concretar una cita pronto.

—Tómense el tiempo necesario, yo de igual manera iré tramitando el pedido del medicamento. No se preocupen por el costo, intentaré aminorarlo lo más posible.

Jimin volvió a asentir para esta vez si retirarse.

Una vez en su hogar, le quitó la ropa a Yoongi, dejándolo con una bonitas bragas de algodón, y se sacó la propia. Los introdujo a ambos en el nido, colocando su propio cuerpo sobre el del omega, para así tratar de trasmitirle toda la seguridad y calma posible.

—Ya, mi dulce omega... relájate y vuelve conmigo —susurraba mientras dejaba besos esporádicos y lamía las lágrimas que no dejaban de escurrir.

Al cabo de un rato, y luego de haberlo marcado varias veces con su aroma, Yoongi dejó de sollozar. Enredó sus manitos entre los rizos contrarios y masajeó.

—Hola, dulce, ¿cómo te sientes? —Jimin fijó sus ojitos completamente cristalizados en los celestes.

—Mal... triste, enojado, desilusionado conmigo mismo... —respondió a cambio.

—No es tu culpa.

A Jimin le dolía profundamente ver a su omega en ese estado. Para nada quería que se culpara por lo sucedido, y conociendo a Yoongi hace tiempo, sabía que terminaría haciéndolo.

—No estoy tan seguro de eso.

—Te amo —su lobo sentía la profunda necesidad de reconocerle a su omega lo que pensaba, por lo que Jimin no se negó a comunicarlo.

—¿Me seguirás amando si no puedo darte un cachorro?

Jimin frunció el ceño antes de sentarse sobre el nido. Yoongi tenía la intención de quejarse, hasta que el alfa lo cargó entre sus brazos y lo aferró a su pecho.

—Escucha esto, omega. Esto que tienes aquí— rozó uno de sus dedos sobre la marca, haciéndolo estremecer por completo— lo hice porque no hay persona en este mundo que yo ame y valore más. Eres mi omega, y lo serás por el resto de la eternidad. No te escogí por tu posibilidad de darme cachorros o no, te elegí porque eres especial, valiente y un ser admirable. Te elegí porque eres Yoongi, sin importar tu casta, tu profesión, si puedes ser madre o no. Eres tú y eso es lo que amo. No dudes nunca más de mi amor porque siempre estará ahí, pese a las adversidades.

Yoongi en un punto había vuelto a llorar, pero está vez dejó que las palabras calaran profundo en su ser. Era su alfa, su amor.

—Te amo, alfa. Siempre.

—Y yo a ti.

—Quiero hacer el tratamiento —dijo decidido.

—Es riesgoso, Gigi —Jimin acariciaba tranquilamente sus cabellitos, los cuales reposaban sobre su cuello, a la vez que dejaba que el dulce aroma de su omega calmara un poco el revuelo de emociones que recién en ese momento empezaban a emanar— no sé si quiero que te arriesgues a algo así.

—Creí que querías cachorros —Yoongi afirmó con un poco de duda en su voz.

—Y los quiero, claro que sí, pero no al costo de la salud de mi omega —besó castamente sus labios y continuó— si lo que de verdad quieres es probar ese tratamiento, lo haremos, pero no quiero que sea una presión más para ti, ¿bien?

—Bien... —esta vez él dejo un besito— tenemos tiempo para pensarlo, alfa.

—Claro que sí, una eternidad.

Se sonrieron mutuamente sabiendo que ahí, entre los brazos del otro, nada podría contra ellos, ni siquiera el pasado.


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