10
Nara's POV
Suspiré antes de adentrarme en casa, sosteniendo mis libros con fuerza mientras revisaba que nadie notara mi presencia. Tras verificarlo, corrí hacia mi habitación para que mis padres no notaran que curiosamente había regresado sin mi mochila.
Solía maldecirme a mí misma por ser tan despistada, sobre todo cuando se trataba de dejar olvidadas mis pertenecías en alguna parte. Sin embargo, Haewon había confirmado que mi mochila se encontraba en su casa, burlándose de mí por tener la cabeza siempre en las nubes.
Pasados los minutos, decidí bajar a la cocina, topándome con la imagen de mi padre haciendo su lasaña mágica, especialidad de los martes en familia. Sin esperar segundo alguno, me acerqué a él para abrazarlo por la espalda.
— Estás aquí, Nari. — Susurró, más para sí mismo que para mí. — No te escuché entrar.
— ¿Dónde está mamá? — Respondí, logrando riera.
— Estoy bien, gracias por preguntar. — Rodó los ojos, divertido. — Tiene dolor de cabeza. Dijo que iría a buscar una pastilla, regresará pronto. Ve a sentarte, la cena estará lista pronto.
Reí internamente, acostumbrada a lo puntual que solía ser la mayor parte del tiempo.
Hice caso a sus palabras, sorprendiéndome al llegar a la mesa y encontrar un plato adicional sobre esta.
— ¿Tenemos visita?
Me desconcerté un poco al verlo dudar. Segundos después, obtuve una respuesta.
— Seojun dijo que vendría. — Expresó, acercándose a mí para retirar el cuarto plato. — Pero surgió algo en su lugar de pasantía y tuvo que hacer horas extra de trabajo.
Un ligero ''oh'' salió de mis labios, comprendiendo que la jaqueca de mamá se debía a que seguramente se había molestado por ello.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que mi hermano estuvo en casa, incluso me atrevería a decir que, si algún día nos encontráramos en la calle, él no lograría reconocerme a primera vista.
Tal como se predijo, mi madre ingresó a la cocina minutos después, trayendo en su rostro la sombra de una mueca que afirmaba su descontento.
Cuando su mirada se encontró con la mía, intentó borrar su expresión a cambio de una sonrisa.
— Seojun estuvo al teléfono. — Informó. — Te mandó saludos. — Asentí, sonriendo por respuesta. — Deberías escribirle más seguido.
— Lo haré cuando esté desocupado.
Mamá tomó asiento a mi lado. Ambas sonreímos al visualizar a papá acercarse con la cena lista.
Supongo que las sonrisas instantáneas era alguna cuestión familiar, tan perfecto que ni parecía falso.
— ¿Qué aprendiste hoy? — Preguntó papá en mi dirección. — Déjame revisar tus apuntes, te ayudaré en lo que no entiendes.
Me apresuré a tragar, tanto que casi me atraganto con la lasaña.
— No te preocupes, los temas no son tan complicados.
— Nara pasa todas sus tardes en la biblioteca. — Habló mamá. — No es una sorpresa que sus calificaciones sean tan buenas, ella es realmente dedicada al estudio.
Asentí, sintiéndome mal por no decirles del todo la verdad.
— ¿Y cómo no? — Respondió papá. — Si sus padres son los directores del mejor bufete de abogados de la ciudad, y su hermano mayor es el mejor de su generación en la escuela de leyes. — Podría jurar haber visto cómo su pecho de hinchaba de orgullo. — Sería vergonzoso que fuese una mediocre.
— Nos alegra que te esfuerces tanto por el examen de ingreso a la facultad de leyes.
Sonreí en dirección de ambos, haciéndoles saber que todo estaba yendo como lo habían planeado.
De repente, la comida empezó a saber mal, tanto que mi estómago comenzó a doler. Tanto que me resigné a escuchar sus comentarios por el resto de la cena.
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— Juro que vi mi vida pasar frente a mis ojos cuando dijo que quería revisar mis notas. — Afirmé, simulando un escalofrío. — Vale más que no insistió con el tema, no quiero ni imaginar cuál sería su reacción si supiera que no tengo nada acerca de leyes en mis cuadernos.
— O que ni siquiera tenías tu mochila contigo. — Comentó Lily.
— O que ni siquiera pasas tus tardes en mi casa y no en la biblioteca. — Secundó Haewon, mordisqueando la pajilla de su jugo.
Nos encontrábamos sentadas en las gradas del gimnasio, el profesor de educación física se encontraba incapacitado a causa de una lesión, por lo que el maestro encargado de nuestro curso para que hiciéramos actividades de nuestra preferencia. Mientras que nuestros compañeros ejercitaban su cuerpo jugando baloncesto, nosotras ejercitábamos la lengua al actualizarnos con los chismes y cotilleos del día, rogando internamente por no ser regañadas por el profesor.
— ¿Cuándo les dirás que no quieres ser abogada? — Cuestionó Lily. — Tal vez no se lo tomen tan mal como tú crees.
— Opino lo mismo. — Respondió Haewon. — No es que me moleste tenerte en mi casa todos los días, pero sería incómodo si un día pasan por ti a la biblioteca y tú no estás allí.
Asentí, considerando las posibilidades en mi mente. Había intentado hacerlo durante mucho tiempo y en repetidas ocasiones, pese a ello, las palabras quedaban atoradas en mi garganta. Desde pequeña, había crecido con la presión de ser la mejor en todo, ofreciéndole al mundo perfección ficticia y reservando para mí el constante sentimiento de vulnerabilidad.
— Solo necesito más tiempo.
— ¿Cuánto más? — La pelinegra retomó la palabra. — Este es nuestro último año de preparatoria, deberás decidirlo tarde o temprano.
— ¿Cuáles son tus otras opciones de carrera?
Guardé silencio ante la pregunta de la rubia, haciendo que ambas suspiraran con cierto desespero.
— Si no tienes más opciones, deberías considerar la escuela de leyes como una alternativa. — Sugirió Lily. — Quizás no te guste al principio, pero le tomarás cariño con el paso del tiempo.
Haewon asintió, dándole la razón.
— A mí también me gustaría tener la vida arreglada. — Mordí mi lengua al escucharla hablar. — Mírate, tendrás un empleo en el bufete de tus padres justo después de graduarte.
— Nara desaprovecha su nepotismo.
Reí con ellas, aun cuando sus bromas no me provocaban gracia alguna.
El sonar la campana, me excusé de ellas diciendo que necesitaba hacer algo más y que pronto los alcanzaría en la cafetería. Sin más, me dirigí al baño más cercano para poder mojar un poco mi rostro.
Al mirarme al espejo, no pude reconocer a la persona frente a mí. No me reflejaba de la manera correcta, o, tal vez, simplemente tenía una imagen distinta a la que solía mostrarle a los demás.
Me asusté al escuchar la música salir a través del parlante, calmándome al recordar que Facade se adueñaba de este cada miércoles.
Canción tras canción, me dediqué a disfrutar de la melodía de ellas, en un intento de desenfocar mi mente de los malos pensamientos hacia mi persona.
— ¿No les pasa que a veces los adultos se vuelven insoportables para ustedes? — Su repentino comentario llamó mi atención. — ''Haz esto'', ''haz aquello'', siempre quieren decidir por nosotros, ignorando que también poseemos voz propia. Algunas veces incluso quieren escoger nuestras amistades. ¡Al carajo todos!, entiendan de una maldita vez que no queremos ser como ustedes.
Tragué duro al escucharlo maldecir de tal manera a través del megáfono escolar. Dios, ¿acaso ese chico no le teme a nada?
— ''The Young and the Hopeless'', segundo álbum de Good Charlotte, es reconocido como el disco que catapultó la banda a la fama, convirtiéndolos en uno de los mayores referentes del género pop-punk de los años 2000 y de todas aquellas personas a las que los demás consideran inadaptados por el simple hecho de seguir un rumbo distinto al usual. El álbum en general captura el sentimiento juvenil durante la búsqueda de su identidad, tomando en cuenta la presión social y el dolor emocional al ritmo del movimiento punk.
En esta ocasión, traigo frente a ustedes la canción ''The Anthem'' la cual representa el espíritu rebelde y desafiante de la juventud, invitándonos a reflexionar acerca de lo que realmente queremos ser, rechazando así las expectativas impuestas por la sociedad.
''¿Qué eso eso de seguir el camino seguro?, ¿cómo sabremos cuál es la decisión correcta, si se nos niega la oportunidad de experimentar, fracasar o triunfar? Es frustrante irte a dormir y despertar con el mismo pensamiento todos los días: nunca podré vivir de la manera que ellos quieren.
¿Dónde quedó la autenticidad? ¿Por qué se nos obliga a ser igual que todos los demás? ¡Joder, hagan lo que realmente quieran hacer, no sean conformistas al esclavizarse haciendo lo que otros esperan de ustedes!''
— En fin, levanten sus manos ante este himno de los perdedores. — Finalizó, haciendo mención al título de la canción. — A menos que estén de acuerdo con tener una vida monótona, aburrida y sin pasión alguna. Es una pena que desperdicien su juventud siendo tan apacibles.
Sonreí, limpiando la lágrima que, sin ser consciente de ello, había resbalado por mi mejilla.
Su mensaje era tan personal que parecía haber sido especialmente para mí, provocando que quisiese conocer al chico detrás del parlante; causando que anhelase charlar con él por horas y horas, compartiendo pensamientos y experiencias.
Como si se tratase de una señal, volvió a hablar.
— El director me vio cara de consejero estudiantil. — Reí al escuchar su queja. — Por lo que, si desean alguna recomendación de canción o algo por el estilo, pueden encontrarme en redes sociales como ''Facade''. Por favor, no me escriban.
Fue lo primero que hice.
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