Los problemas comienzan.




Narrado por Hiccup.

Luego de un tiempo me encontraba viendo a lo lejos entre la bruma a Berk. Aquel lugar había sido mi hogar desde que tenía memoria, sin embargo, seguía sorprendiéndome cada vez que lo miraba a lo lejos, por el cielo o como en este momento que me encontraba en aquel barco monumental que había sido una gran cortesía de la reina Elinor.

Inmediatamente a mi mente vino la imagen de Merida, ruborizada a causa de la vergüenza. No tardé en esbozar una leve sonrisa al recordarlo todo, aquello que habíamos vivido estas últimas semanas. Si, ella era diferente...

Entonces la voz de mi padre interrumpió mis pensamientos.

-Mírala-dijo mi padre colocando una de sus grandes manos en mis hombros-Ella te estaba esperando.

Miré al frente, justo en el muelle se encontraba ella. Astrid. Había estando pensando en ella desde el momento en que me había ido de Berk pero casi la había olvidado por los entrenamientos con Merida. Ahora me preguntaba ¿Cómo había podido olvidarla? Incluso en aquel momento con el ceño fruncido y erguida como si fuera una orgullosa guerrera se veía impresionante. Sus rubios cabellos caían sobre sus hombros, sus ojos azules me miraban fijamente como si reclamaran mi atención, sus labios estaban apretados en una fina línea, sus brazos estaban cruzados frente a ella a la altura de su pecho y llevaba puesta aquella armadura que resaltaba las curvas de su cuerpo.

El barco se fue acercando y comencé a recordar que había olvidado nuestra reunión de la noche en que la que me había ido al castillo de la reina Elinor, seguramente ella había estado esperándome pero si soy sincero, ella ya estaba acostumbrada a que faltara a este tipo de reuniones...pero se lo había prometido, le había prometido que no fallaría otra vez y sin embargo lo había hecho.

Mi padre me miró, debió de haber visto la preocupación reflejada en mi rostro ya que me dio unos golpes reconfortantes en mi hombro.

-Ella lo entenderá-dijo.

-Eso espero-dije.

El barco se acercó hasta haber llegado al muelle y ahí nos esperaban casi todas las personas que habitaban en Berk y frente a ellas se encontraba Bocón y Astrid. Ella me miraba fijamente.

Bajé lentamente del barco seguido por mi padre, inmediatamente me rodearon personas que ya eran como una familia para mi en Berk. Vi a muchos de los chicos con los que entrenaba. Brutilda, Patapez, Brutacio e incluso Patán se encontraban rodeándome y sonriendo. Estaba casi seguro de que ellos habían creído que solamente había ido de viaje para explorar las tierras vecinas y no para poder hacer aliados para que no atacaran a Berk. Aquellas eran a las personas que más deseaba proteger y sin embargo no podía hablarles acerca de las amenazas que se avecinaban.

Les sonreí a mis amigos y a muchos de los hombres que trabajaban en nuestro pueblo.

Entonces miré hacia donde estaba Astrid pero ella ya había desaparecido. Permanecí mirando hacia aquel lugar con la esperanza de volver a verla pero incluso en aquel momento yo sabía que ya se había ido.

Patapez se volvió para ver el lugar hacia donde yo miraba e inmediatamente se dio cuenta de que buscaba a Astrid y entre aquellos gritos y aclamaciones él se acercó para susurrarme algo al oído.

-Ella no ha estado bien estas últimas semanas-dijo Patapez llevando una de sus manos a su rubio y desordenado cabello, éle ra un chico robusto con una expresión siempre inocente dibujada en su rostro, él era el único que conocía de memoria cada uno de los dragones que se podían encontrar en Berk y el poder de cada uno- Está realmente molesta contigo. Deberías ir a hablar con ella pero antes deberías ver que dice Brutilda, ya sabes como son las chicas, contándose ese tipo de cosas entre ellas.

Miré a Brutilda que se encontraba junto a su hermano, a veces ellos se las pasaban siempre peleándose pero en aquel momento tranquilos y sonriendo me di cuenta de que ambos no eran tan diferentes. La chica y el chico eran gemelos por lo que ambos poseían el mismo color de piel y de cabello (que era rubio ), los dos lo tenían del mismo largo solo que Brutilda solía peinarlo con unas trenzas y Brutacio lo dejaba suelto.

Me acerqué a ella.

-Brutilda-dije acercándome un poco a ella para que Brutacio, que en aquel momento hablaba con Patán, no escuchara nada de lo que dijéramos-¿Dónde está Astrid?

Ella inmediatamente borró la sonrisa de su rostro.

-Hiccup, yo...-empezó.

-Si, lo sé-dije susurrando en su oído-Sé que no debes decirlo pero en verdad necesito hablar con ella.

-No fuiste esa noche, le fallaste de nuevo, Hiccup. Te estuvo esperando hasta la madrugada del siguiente día. Debiste haberle dicho algo si pensabas irte a explorar, ella lo hubiera entendido-dijo ella frunciendo el ceño.

Asentí.

-Losé-dije simplemente e inmediatamente reapareció aquella expresión de asombro de Merida en mi mente.

-¿De qué te ríes, idiota?-dijo ella en forma de broma y comenzando a reírse, era muy difícil que Brutilda se mantuviera enojada por mucho tiempo.

Ni si quiera me había dado cuenta de que había estado sonriendo.

-De nada-dije-Brutilda, en verdad necesito hablar con ella y aclarar todo esto.

Ella frunció el ceño pero luego sonrió levemente, la había vencido en su juego.

-Esta bien-dijo ella irguiéndose-Pero eso no cambia el hecho de que eres un idiota por dejarla plantada así  y a nosotros también en los entrenamientos.

Suspiró y luego de dar una de esas pausas dramáticas me lo dijo.

- Ella está en el bosque-dijo- En la cabaña donde a veces se esconde cuando quiere estar sola, al otro lado de la isla.

Me erguí e inmediatamente fui en busca de Chimuelo.

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