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Querido padre y madre.
Es difícil no sentir su ausencia. Lo noto en las paredes, en las fotos, en los cuartos y en el aire el vacío que dejaron tras su partida al mundo de allá fuera. En busca de la libertad que se les fue arrebatada con dos aros de oro blanco. Un compromiso en metal y papel que se forjó con inseguridades y en base a una relación tóxica como un mar contaminado por espeso petróleo.
Los que deben mantener la compañía manufacturera a flote son mis hermanos mayores, que se desgastan en el trabajo y la universidad para darnos una infancia normal. No quieren preocuparme. Pero lo hago.
Me preocupo y velo por la salud de lo que queda de mi familia. Pues ya va más de una vez que alguno de los tres se desmaye por el agotamiento o el estrés que tienen que llevar.
Me preocupo cuando no cenan o cuando lo hacen pero a solas.
Me preocupo cuando veo sus ojeras y sus sonrisas cansadas en las mañanas antes de que me dejen en la escuela.
Me preocupo cuando escucho a Madoka hablar con alguien en su habitación y otra voz que no conozco le contesta.
Me preocupo cuando Takeshi se va a escondidas a lugares que no conozco y vuelve horas más tarde.
Me preocupo cada vez que Sorahiko llora por la falta de compañía, por hambre y sed o porque desea un calor materno.
Todos los eventos se repiten en una canción que se burla de nuestras vidas, sin ningún guardián que pueda protegernos a todos. Ellos regresan cansados, el tiempo libre lo gastan para recogernos de la escuela, atender a mi hermana de dos años de edad, entregar reportes y tareas para ser los mejores de su clase, se hacen los sordos a las palabras hirientes de las multitudes, aguantando y uniéndose para que no estemos rotos. Ellos son mis guardianes ahora.
No.
Son mis héroes.
Y mi retribución es callar mis problemas en la escuela, evitarles inconvenientes. Sonreír cual sol del desierto para derretir las frías paredes en las que se han encerrado. Llorar en silencio en consecuencia del abandono y las pesadillas que me acosan. Ayudar en los quehaceres del hogar junto a mi hermana mayor y soportar el dolor que me causa el abuelo cuando poco a poco su memoria se vuelve polvo.
Todo es sobre ustedes.
Son ustedes.
Que son los causantes de mi sangre que me condena, mi corazón desesperado, mi sudor ardiente y todas mis lágrimas que han caído sobre la almohada de mi cama.
¿Sabes cuántos sacrificios tuvimos que hacer para seguir adelante?
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