Capítulo 4: Mi siervo

Al día siguiente no había cruzado mirada ni palabra con Alex. Había vuelto a comprarme comida y esta vez no dudé en pedirle una hamburguesa. Es vergonzoso admitirlo pero estaba feliz de no tener que preocuparme por que comería.

Estaba sobre los bancos del colegio esperando que el entrenador nos llame para comenzar la carrera. Posicionándome lista para comenzar a correr cuando escuché la orden y obligué a mis piernas a avanzar, primero una y después la otra. Mi respiración se volvió acompasada al ritmo de mi avance. Era placentero volver a correr, se sentía liberador.

Corríamos alrededor de la cancha donde estaba jugando el equipo de futbol americano. De reojo, evitando no perder la concentración, divisé al mariscal de campo que se encontraba haciendo pases junto a un compañero no muy lejos de donde me encontraba.

Rodee mis ojos y continué concentrada en lo que estaba haciendo. De pronto, sentí un golpe en mi cabeza que me llevó de bruces al suelo provocando que mi sien izquierda, recién golpeada latiera fuertemente. Me puse de rodillas y tomé la pelota entre mis manos, alcé la vista para ver de dónde provenía el golpe.

Me encontré con un Alex que sonreía de oreja a oreja y que se daba pequeños golpecitos en la espalda con su compañero, burlándose de mí. Lo había hecho apropósito el muy maldito.

En ese instante agradecí conocer el deporte y haberlo practicado desde niña simplemente porque estaba aburrida. Solté la pelota dejándola caer a mis pies y con uno de ellos la golpee mandándola en dirección contraria al campo, hacia los árboles que se encontraban a mi derecha.

Los chicos me miraban con los ojos bien abiertos por el asombro, ya que no se esperaron que yo hubiera mandado lejos la pelota.

-¡Eres un maldito infeliz!- le grité exasperada llamando la atención de todos los jugadores en el campo. Alex se acercó hecho una furia.

-¡Sabes bien que te lo merecías!- gritó con rabia cuando llegó ante mi. Podía ver detrás de él a todo el equipo escuchando para ver si conseguían saber la razón de nuestra pelea - Ahora tendré que ir a buscar el balón quien sabe dónde.

-No es mi problema. Podrías haberme roto el cráneo con la fuerza con la que lanzaste el balón. No me importa si el entrenador te asesina.

Me encogí de hombros.

-Al menos yo no me acuesto con mi entrenador.

Se escuchó una exclamación ahogada provenir de sus compañeros seguida por intensa risas.

Esa fue la gota que colmó el vaso, cuando giró para irse triunfal por lo que acababa de decir, tomé impulso y me abalancé sobre él intentando realizar un tackle, que fue igual que intentar mover una piedra de 200kilos, lo que nos hizo caer sobre el pasto mojado de la cancha.

Quedé sentada a horcajadas de él y decidí recoger pasto con barro acumulado en la superficie de la cancha y pasarle por la cara embarrándola completamente.

Me empujó duramente y caí sentada. Obviamente tenía mucha más fuerza que yo y aprovechando eso, me tomó de la cintura y me puso en su hombro izquierdo. Comencé a lanzar varias patas al aire para que el bruto me soltara pero no lo hizo. En el que pareció un largo trayecto que realizamos las personas comenzaron a concentrarse junto a nosotros y producían silbidos. Podía ver que habíamos dejado de estar sobre la cancha y nos aceramos mas a la zona de árboles.

En instante, Alex se detuvo y sentí el cambio brusco de posición. En un momento estaba sobre su hombro pero en el otro, me haya de espaldas sobre un gran charco de lodo. Me había prácticamente lanzado como si pesara como una pluma. Estaba completamente empapada en el agua marrón producto de los rociadores.

Decir que hervía de la rabia era poco decir, en ese momento le declaré la guerra al chico que sonreía tan complacido.

-Me duele- comenté mirando mi mano y masajeándola. Necesitaba hacerme la victima para mi venganza. Entrecerré los ojos dejándome llevar por el papel y fingí dolor- creo que está quebrada.

El rostro de Alex pasó de furia a diversión para luego pasar a arrepentimiento. Se dio cuenta que me había lastimado pese a que esas no fueron sus intenciones.

Se inclinó frente a mí y me tendió su mano para que yo le diera la mía. Supuse que era para examinarla pero en ese preciso instante me aproveché de su ingenuidad y rememoré todas las clases de lucha con papá.

Coloqué mi mano supuestamente dañada sobre la suya y con otra, lo tomé de la camiseta del equipo y con ayuda de un movimiento rápido de mis piernas, tiré de él al barro. Desprevenido cayó junto a mí de cara al barro.

Rápidamente se sentó empapado al igual o peor que yo y levantó una mano y se frotó la boca mientras intentaba ocultar como las comisuras de sus labios se elevaban. Le dediqué una auténtica sonrisa.

Así fue como comenzó, forcejeábamos en el barro como dos niños para ver quien se alejaba primero de la mugre en la que nos hallábamos luchando. Nos reíamos fuertemente y no pude evitar que mi boca se llenara de tierra.

El ruido de un silbato nos hizo detenernos, ambos quedamos paralizados al ver al entrenador parado ante nosotros mirando y gritando:

-¿PERO QUE HAN HECHO?- estaba enfurecido y no pude evitar tener una pizca de miedo por temor a que me expulsaran. ¿Que dirían mis padres si me expulsan en la segunda semana de clases? ¿Como se vería en mi información académica? Quise golpear mi cabeza contra un árbol, porque suelo dejarme llevar por las emociones antes de pensar las consecuencias.

-Yo...yo- comencé a balbucear sin poder encontrar las palabras indicadas para explicar lo que había hecho.

-¿Acaso eres tartamuda? Habla fuerte y claro. Quiero saber ¿Por qué mandaste uno de mis mejores balones hacia los árboles y que hacen revolcándose en el lodo como cerdos?-me quedé atónita sin saber que responder. No mandaría al enfrente a Alex por haberme provocado pero frente al entrenador que me miraba como si me estuviese por comer, no sabía qué hacer.

-No pasa nada coach.-dijo Alex en un tono despreocupado-es media torpe pero puedes mandarle a buscar el balón y listo.-quise matarlo, pues no sabía dónde había caído el balón y tardaría mucho tiempo en encontrarlo.

-Esta vez te lo dejaré pasar, pero desaparece mí vista en este mismo instante.- dijo señalándome. A continuación agregó hablando a Alex- y tú Penfold, será mejor que encuentres el balón.

Llegar a casa envuelta en suciedad no era nada gratificante y menos cuando mis padres pensaron que me estaban haciendo bullying en el colegio. Puse los ojos en blanco ante su comentario pensando en que el mocoso de Penfold me las pagará.



Al día siguiente no sabía si era broma o no, pero al parecer todos se habían enterado de nuestra pequeña guerra.

-Todos hablan de ello- comentó Rick mientras se sentaba en nuestra mesa. Aún no había visto a mi siervo para pedirle comida.

-No fue gracioso, todo mi uniforme se manchó y fue muy difícil sacar las manchas.

-Cómprate otro y listo- acotó Caro mientras daba un bocado de su croissant.

-Sí, claro- como si fuera tan fácil. Mi mamá casi se infarta cuando vio el estado del uniforme, pasé horas fregando.

Vi entrar a Alex y lo llamé con la mano. Me miró confundido sin saber si acercarse o no, parecía que se había olvidado de nuestro trato. Le hice señas llevándome las manos a la boca y fingiendo que comía una hamburguesa para que me comprara comida. Espero que sus neuronas hagan sinapsis y entienda el mensaje.

Observé cuando abandonaba a sus amigos y se dirigía a comprar comida, una vez hecho esto se acercó sonriendo y prácticamente me tiró la comida a la mesa.

Al parecer se creía listo, pero no sabía con quien se enfrentaba.

-Oye Alex- lo llamé cuando se estaba dando la vuelta. Metí la mano en mi bolso y saqué dos pinturas de uñas. Una era rosa y la otra trasparente con brillo- píntame las uñas... de los pies.

-No.

-Tenemos un trato Alex, o ¿tu papá no te enseñó a cumplirlos?

Rick y Caro rieron disimuladamente atentos a la situación.

-No sé pintar las uñas malvaLena.

Era el apodo más absurdo que había oido en mi vida, una mezcla de malvada con Lena.

-Puedes practicar o ¿Eres un cobarde?

Me vio con odio en sus ojos pero se sentó junto a mí. Me saqué el zapato y la media, dejando ver mi pie  anteriormente acicalado y se lo tendí. Colocó mi pie con cuidado sobre su regazo y comenzó.

Susurros de las otras mesas de sorpresa e incredulidad nos rodearon. Yo realmente lo estaba disfrutando.

A decir verdad, creo que mi perro Salchichita podría hacer un mejor trabajo. Le temblaba la mano por el poco pulso que tenía y estaba haciendo un desastre.

-¿Acaso te resulta difícil? Creí que tenías más práctica con las manos.

-Solo cállate.

- Dicen que el tamaño de las manos son un reflejo de tu amiguito. ¿Por qué no haces algo útil y me traes un helado? Tanto trabajo me da hambre.

Reinó el sonido de risas estallando por el comentario pero Alex no se quedó callado:

-No lo haré- respondió enojado.

-Sabes que si no lo haces revelaré tu secreto- le susurré para que solo él escuchara. O diablos, esta no era yo, cada vez estaba mas al nivel de Kelly y no me gustaba. Quizás debía parar.

-Yo al menos te estoy haciendo un favor.-lo miré extrañada por su reacción, no comprendí a que se refería hasta que agregó en voz alta para que todos escucharan.- ya es hora que dejes de comer, así nos dejas de tapar con la vista a los que se sientan detrás de ti.- no podía creer lo que acababa de decir. Vi la malicia en sus ojos, era claro que yo era lo contrario a lo que me dijo pero igual dolía que usara mi cuerpo para burlarse. Me debatí internamente y apreté los puños para no golpearlo.

-Al menos la comida alimenta mi cerebro y no como en tu caso que es pura agua.- La humillación cruzó por mi mente, no podía dejarme vencer por la testosterona liberada por este chico.

-Yo no me llamo balLena .

-Yo por lo menos hago algo con mi vida y no soy el prostituto del colegio- el típico uhhh llenó el comedor. Hasta que se hizo el silencio. Nosotros no apartábamos la vista el uno del otro, desafiándonos a ver quien hablaba primero.

- Acaso en tu casa no te dan comida o ¿Le pides al profesor que te alimente?- no terminó de decir la última palabra cuando mi palma de la mano impactó sobre su perfecto rostro. Lo último que vi fueron sus ojos abrirse desorbitados por la sorpresa y caminé hacia las puertas del lugar, sin mirar atrás.

¿Como se atrevió a llamarme así? ¿No entiende lo que es pasar hambre? Enfurecida me dirigí hacia un baño y me encerré en uno de ellos. Yo se que lo que le dije estuvo mal también, pero sus palabras me había dolido mas de lo que quisiera admitir. 

Las lágrimas no tardaron en llegar.

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