🍓Capítulo 1🍓

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Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro al escuchar a mi cachorro reír, escucharlo divertirse era lo mejor de mi día. Verlo jugar con sus juguetes con esa hermosa sonrisa en su cara me otorgaba 100 años de vida. A veces me dolía verlo tan solo, Seokmin era un niño muy hiperactivo, lastimosamente no tenía amigos y las pocas veces que sale de casa es para acompañarme a realizar las compras, por esa razón siempre corría de un lado para otro en el supermercado viendo todo con sus ojitos brillosos de curiosidad.

Me senté a su lado y en un segundo ya sus bracitos se encontraban alrrededor de mi cuello. Mi niño no se cansaba de expresar en diferentes formas su cariño y amor hacia mi persona. Se separó y tomó uno de sus carritos de juguete y me lo entregó, después cogió otro y comenzó a rodarlo por el piso haciendo ruiditos con su boca, imitando el sonido de un auto. Una pequeña carcajada salió de mi garganta al escucharlo, lamentablemente nuestro juego se vió interrumpido por un grito de Taemin, quien acababa de llegar a casa.

—¡Jimin! —inmediatamente me puse de pie soltando el auto de juguete de Seokmin y arreglando mi ropa.

Bajé las escaleras hacia la primera planta casi corriendo, intentando acomodar mi cabello y verme presentable para mi alfa, porque sí, las 24 horas del día debía estar impecable para él. Observé como se quitaba el saco y aflojaba su corbata, Taemin trabajaba en la empresa de su familia, una bastante reconocida aquí en Seúl.

—Tengo hambre y estoy exhausto —dijo acercándose a mí y robando un corto beso de mis labios.

No eran muchas las veces en las que tenía un detalle así conmigo, pero cuando lo hacía mi omega no tardaba en demostrarle la alegría que le causaba moviendo su cola de un lado para otro, porque tristemente, a pesar de todos sus maltratos yo aún lo amaba, lo amaba demasiado para mi propio bien.

Una sonrisa se abrió paso en mi rostro cuando una de sus manos se deslizó por mi mejilla con suavidad.

—¿Qué te gustaría comer? —pregunté mirándolo a la cara.

—Mmm...Jajangmyeon.

—Bien, lo prepararé enseguida Alfa —asentí de forma repetida y me encaminé a la cocina tarareando una canción que escuché en la radio hace varios días.

Me dispuse a buscar los ingredientes que necesitaba pero al final me di cuenta de que no tenía judías negras, mordí mi labio inferior con nerviosismo y salí de la cocina viendo a Seokmin sentado al lado de su padre, ambos concentrados en la televisión donde pasaban las noticias. Sabía que mi pequeño estaba aburrido, pero él lo hacía solo para pasar algo de tiempo junto a él.

Suspiré y comencé a caminar a pasos lentos hacia ellos, me puse frente a él con las manos cruzadas al frente de mi cuerpo.

—¿Te parece bien si hago algo de kimchi? —pregunté con cautela mirando mis pies.

—¿Por qué no puedes hacer Jajangmyeon?   —preguntó con voz seria y grave, haciendo que mi piel se erizara y mi omega se encogiera, sabiendo lo que sucedería luego.

—No hay ju-judías negras para hacer la pasta —enuncié tartamudeando un poco.

—¡Una sola cosa Jimin, solo una maldita cosa y no puedes hacerla bien! —alzó la voz haciéndonos sobresaltar a mí y a mi cachorro quién de manera rápida se puso frente a mí extendiendo sus bracitos a los lados.

—¡Por favor no le pegues a papá! —pidió cerrando los ojitos con fuerza mientras yo sentía mis ojos cristalizarse.

¿Cuándo mi vida se había ido tanto al carajo al punto de qué mi cachorro tenga qué rogar a su padre para qué no me golpee?

—A tu cuarto Seokmin. ¡Ahora! —gritó, con sus feromonas de enojo esparciéndose por la sala.

Mi hijo comenzó a negar entre sollozos, aún sin abrir los ojos y mis lágrimas comenzaron a caer. ¿En serio toda mi vida se basaría en esto? ¿En ver a mi cachorro sufrir de tal manera a causa de su propio padre?

—Ve MinMin, yo iré en unos minutos —dije agachándome a su altura y acariciando su cabello rubio con cariño—. Papá va a estar bien

Como el pequeño obediente que era se marchó corriendo hacia su cuarto, mientras yo me ponía de pie y encaraba a Taemin.

—Perdón, te prometo que no volverá a pasar —dije con la voz quebrada, esperando que se compadeciera de mí.

—¡Escúchame bien estúpido omega! —gruñó e inmediatamente ladeé mi cabeza mostrando mi cuello en señal de sumisión, mi omega se encontraba aterrado—. Mañana quiero que vayas a primera hora y compres las malditas judías y cuando llegue en la noche quiero ver mi plato con Jajangmyeon en la mesa ¡¿entendiste?!

Asentí rápidamente con el rostro contraído del miedo.

—¡Sal de mi vista!

El grito que pegó me hizo saltar en mi lugar, pero sin tardarme ni un segundo más corrí escaleras arriba hacia el cuarto de mi pequeño hijo, el cual se encontraba hecho un ovillo en su cama sollozando bajito. Me acosté a su lado y lo abracé con fuerza, queriendo darle aunque sea un poquito de seguridad, de cariño, quizás para hacerle olvidar la escena que acababa de vivir o tal vez para intentar olvidar yo mismo la miseria que ambos sufríamos junto a Taemin.

—Todo estará bien bebé, no llores —susurré de forma dulce en su oído mientras él se aferraba más a mí, si es que eso era posible.

Mi omega chillaba de dolor en mi interior, me lastimaba tanto ver a mi pequeño así. Cada día era lo mismo, cada día una nueva pelea, un nuevo golpe, una nueva discusión, no había un solo día en el que pudiéramos disfrutar como una familia normal; porque a pesar de las reglas alfistas a las que estábamos sometidos habían familias en las que los alfas si amaban y mimaban a su omega y cachorros. Lamentablemente la mía no era así, y en mi interior solo podía rogar para que mi bello Seokmin fuera un alfa, porque de verdad no quería que pasara por todo lo que yo he tenido que pasar, todo lo que he tenido que aguantar por una estúpida marca y un destino que no elegí yo.

¿Qué hice para merecer esto, Diosa Luna? ¿Por qué me diste un alfa así?

Abracé a mi bebé con fuerza, aspirando su suave olor a leche, lo normal en los cachorros de su edad, y sin prácticamente darme cuenta caí en los brazos de Morfeo, deseando una vez más que Taemin volviera a ser el alfa amoroso que fue años atrás.

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Cerré los ojos con fuerza debido a los molestos rayos de sol que se colaban por la ventana, los abrí con lentitud dándome cuenta de que aún seguía en el cuarto de Seokmin, quién dormía profundamente entre mis brazos con su carita escondida en mi cuello.

Con una leve sonrisa comencé a dejar un montón de besitos en su cabello rubio, igual al de su padre. Se removió soltando bajos quejidos aún sin abrir los ojos, para luego explotar en carcajadas cuando mis manos fueron a sus costillas pellizcándolas con suavidad para causarle cosquillas.

—¡Papá! —chilló muerto de risa—. ¡No! ¡Ba-basta!

Lo observé riendo, llevando una mano a su cabello para revolverlo.

—Papá va de compras hoy ¿quieres acompañarme? —pregunté sabiendo que su respueta iba a ser un rotundo sí, pues una de las cosas que más disfrutaba era pasear.

—¡Sí! —chilló extendiendo ambos brazos en señal de emoción.

—Pues ve al baño, papá va hacia allá ahora.

Se bajó de la cama y corrió hacia el baño que se encontraba al lado de mi habitación, froté mis ojos, parándome con pereza de la cama. Caminé hacia la habitación que compartía con Taemin, solo para darme cuenta de que la cama estaba intacta, una vez más había vuelto a dormir fuera.

Mi corazón se encogió de tristeza, se supone que debería estar acostumbrado ya que no era la primera vez que lo hacía, pero aún así me lastimaba tanto, pues aunque nunca había descubierto nada que me hiciera sospechar, mi mente no dejaba de maquinar que el tenía a alguien más. Inspiré sintiendo un leve olor a cítricos, ese aroma que volvía loco a mi lobo, pero ahora solo le causaba tristeza a mi omega, que seguía esperanzado a que Taemin cambiara su actitud hacia nosotros.

Negué un par de veces cerrando la puerta de la habitación de golpe y caminando hacia el baño para encargarme de mi hijo.

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Jajangmyeon: Fideos al vapor en una pasta de judía negra ligeramente condimentada.

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