· Epílogo ·




1 de septiembre de 2017

El primer día de septiembre solía ser un absoluto caos en el número 24 de Mistletoe Street. Había gritos, quejidos y numerosos golpes de baúles contra los escalones. La cocina siempre olía a desayuno recién hecho, a veces a café quemado, y las camas se quedaban sin hacer porque nunca, nunca había tiempo para eso. Aquel 1 de septiembre era todavía peor para los Weasley-Blackwood, porque en aquella ocasión eran tres los baúles que debían transportar desde el piso de arriba a la entrada, y por lo tanto, tres los niños que debían vestirse, asearse y asegurarse de que no se dejaban nada olvidado en sus habitaciones.

—¡Mamá! ¡No encuentro mi jersey y lo puse a lavar el viernes!

—¿Has mirado en el cajón, donde guardo siempre todo lo que limpio y plancho? —gritó Emma desde la cocina mientras terminaba de exprimir las naranjas con un toque de varita—. ¿Están ya las...?

—¿Tortitas? Sí, cariño, desde hace dos minutos —respondió George con orgullo mostrándole su obra de arte sobre la mesa de la cocina.

Emma miró por encima de su hombro y vio que el resto del desayuno ya estaba preparado.

—Eres un encanto —le agradeció, dándole un beso en la mejilla.

—Y tú una preciosidad. —George se puso por detrás de ella y le dio un beso en el cuello, provocando que ella soltara una risita. Llevaban veintitrés años juntos y diecinueve de casados, pero cualquiera que los viera diría que parecían dos adolescentes que acababan de declararse y todavía seguían en el estado de enamoramiento más fuerte y puro. Sus hijos estaban un poco cansados, por supuesto, pero en el fondo se alegraban de tener unos padres que se quisieran y se respetaran. Aunque tuvieran que ser tan públicos.

—Otra vez no, por favor —suplicó la voz de Hope entrando en la cocina—. No aquí, donde comemos todos.

Hope tenía ya veinte años, aunque estaba a punto de cumplir veintiuno. Era la viva imagen de su madre, aunque había seguido los pasos de su padre, Oliver, y de su madre adoptiva, Emma, y jugaba a Quidditch de manera profesional. Era una buscadora magnífica y su pequeña estatura le permitía ser más veloz que ningún otro jugador encima de su escoba.

George y Emma la habían adoptado tras la guerra, ya que tanto sus padres como sus abuelos habían muerto y no tenía ningún otro tío cercano que pudiera hacerse cargo. Además, Maisie y Oliver habían dejado por escrito en su testamento que si algo les pasara querían que fueran los padrinos quienes se hicieran cargo de la niña, y el único padrino con vida era George. Ellos se habían hecho cargo de ella sin problemas y la criaron como a una hija más, pero siempre le hablaron de sus padres e intentaban tomar las decisiones que le concernían como lo habrían hecho sus amigos, aunque quizás eran un poco más severos de lo que habría sido Maisie, por el bien del carácter de Hope.

—La próxima vez que te vea con ese rubio que va verte a los partidos te diré lo mismo —respondió Emma haciendo una mueca y dejando la jarra con el zumo en la mesa, provocando que Hope se sonrojara—. ¿Cómo iba Vera?

—No encuentra su jersey y está a punto de tener un ataque de ansiedad —respondió Hope poniendo la vista en blanco.

—¡Como vaya yo y lo encuentre! —exclamó Emma en dirección a las escaleras.

—Yo voy a por los gemelos, me apuesto lo que quieras a que siguen en la cama —añadió George acompañando a su mujer al piso de arriba.

Emma entró en la habitación de Vera y abrió el cajón de su armario. Bajo unos pantalones, encontró el jersey con el escudo de Ravenclaw y se lo señaló a su hija. La pelirroja hizo una mueca cargada de inocencia que decía "perdón" y lo cogió y lo metió en su baúl.

Vera Sybill Weasley era la hija biológica mayor de Emma y George y su nombre era en honor a Verónica, su amiga fallecida en 1997, y a Sybill Trelawney, la antigua profesora y amiga de Emma. Había heredado el cabello rojo y las pecas de los Weasley, pero para todo lo demás era exactamente igual a su madre, con sus mismos ojos verdes, su inteligencia y su gran atractivo que llevaba locos a muchos estudiantes de Hogwarts, o eso era lo que le contaban sus sobrinos a Emma. Si le preguntabas a Vera, su aspecto no tenía nada que ver con su éxito entre los estudiantes. Ella siempre decía "¿Tú me has conocido? Es imposible conocerme y no enamorarte de mí, soy sencillamente maravillosa". Emma y George siempre se reían de sus comentarios, pero en la intimidad comentaban lo curiosamente parecida que era a Verónica.

—¿Ya lo tienes todo? —preguntó Emma haciendo levitar su baúl—. ¿Las plumas de repuesto? ¿Le has dado de comer a Ruby?

—Sí, ya está en la jaula —contestó Vera señalando a la lechuza—. ¿Van a venir las tías y el abuelo a desayunar?

—Sí, estarán a punto de llegar, y ni se te ocurra mencionar nada si Luna trae una de sus tartas. Te la comes y le dices que está buenísima, ¿entendido?

Vera hizo una mueca de desagrado, pero suspiró y asintió antes de bajar a desayunar. Emma envió el baúl a la entrada y salió de la habitación para entrar a la de los gemelos. George estaba terminando de arreglar sus cosas con golpes de varita mientras les gritaba que eran unos desordenados y que como llegara su madre se iba a enfadar. Emma se cruzó de brazos y observó a los gemelos vistiéndose con mucha prisa. Eran la viva imagen de su padre y de su tío, aunque Mason era más parecido a Fred, de quien casualmente había tomado su segundo nombre, y Cedric era más parecido a George.

El primero, nombrado en honor a su amiga fallecida Maisie Thorburn, era el cabecilla de todas las bromas que hacía la pareja, probablemente porque su tío Fred se pasaba horas y horas contándole hazañas de cuando él era pequeño y se metía con su hermano Ron, y el niño le escuchaba fascinado. De hecho, desde pequeño siempre pedía escuchar anécdotas de sus tíos para irse a dormir, los cuentos nunca le habían parecido tan interesantes como las travesuras. Mason estaba obsesionado con Sortilegios Weasley y juraba que él expandiría el imperio cuando fuera mayor. Emma temía que tuviera razón.

Cedric se parecía más a George porque lo que más le llamaba la atención de ir a Hogwarts era "conocer brujas muy guapas", aunque Emma sabía que en realidad era muy tímido y se pasaría la mayor parte del tiempo en la biblioteca. Era un ávido lector, aunque sus libros favoritos eran los que había escrito su abuela materna. Emma tenía miedo por que se marcharan a Hogwarts, pero sabía que si permanecían juntos no ocurriría nada malo, porque Mason protegía a Cedric y Cedric era el único capaz de frenarle un poco los pies a Mason.

Emma suspiró y salió de la habitación de los gemelos para comprobar finalmente cómo estaba su última hija, Olivia, llamada en honor a su amigo perdido en la batalla, Oliver Wood. La pequeña, que había nacido en 2010, había sido una sorpresa, pero no por ello menos bienvenida a la ya muy grande familia Weasley. Era la única que había heredado el cabello castaño de su madre, pero se parecía sobre todo a su tía Keira, con su amor por los animales y su facilidad para encandilar a las personas. Era el ojito derecho de Emma, y también le aterraba el momento en que tuviera que irse a Hogwarts, porque era su hija más dependiente y la echaría mucho de menos.

Olivia ya estaba vestida y jugando con un muñeco de un hipogrifo haciendo que sobrevolaba la habitación.

—Vamos, Oli, a desayunar.

Olivia dejó el muñeco sobre la cama y fue a cogerle la mano a su madre.

—Mamá, ¿tú de qué casa crees que soy? —preguntó la niña, apresurándose por seguir a su madre, que tenía prisa por desayunar.

—¿De cuál quieres ser, cielo?

—Quiero ser de Hufflepuff como Newt Scamander —dijo dando saltitos—. O de Ravenclaw como la tía Luna. ¡Oh! O Slytherin como el tío Draco. ¡Vale, no! De Gryffindor como tú y papi.

—Pues serás de una de esas cuatro con toda seguridad, cariño.

Bajaron las escaleras de la casa, cuyas paredes estaban decoradas por cada espacio que había disponible con fotos y recuerdos. Emma y George habían empezado a recorrer el mundo con la pequeña Hope, y cuando Emma se quedó embarazada a los veinticuatro no pararon. En consecuencia, sus hijos habían viajado desde muy pequeños y ahora aparecían en todas las fotos con rostros sonrientes.

 Llegaron al piso de abajo y se sentaron en la mesa con los demás. Los gemelos ya estaban engullendo las tortitas. Emma se acercó por detrás y les quitó los tenedores.

—¡Tenemos que esperar a que vengan las tías y el abuelo a desayunar! —les recordó.

—Pero papá ha dicho que... —empezó Mason.

Emma miró a George con el ceño fruncido y este terminó de tragar lo que estaba comiendo y puso una sonrisa inocente, a pesar de que tenía un poco de nata en el labio superior. Emma puso los ojos en blanco y se la limpió con el pulgar, aunque luego se la estampó en la nariz, ganándose la risa de Olivia.

—Nosotros vamos a ser Gryffindor, como todos los Weasley —decidió Cedric
  con orgullo—. Excepto Vera, por supuesto.

—Te recuerdo que Eva, Georgia y Dominique también son Ravenclaw —dijo Vera, sacándole la lengua a sus hermanos.

La puerta de la casa se abrió y apareció en primer lugar Amélie, la hija de Keira y Luna. Era una niña a imagen y semejanza de sus madres: igual de creativa y original que Luna y amable y lista como Keira. Aquel era su primer año en Hogwarts, al igual que sus primos Mason y Cedric. Sus madres entraron por detrás de ella. Keira saludó a sus sobrinos con besos en las mejillas y Luna entró con lo que parecía ser un florero encima de la cabeza y una de sus famosas tartas en las manos. Vera miró a Emma con miedo y esta le hizo un gesto para que no dijera nada.

La última tarta de Luna había tenido gusanos en el interior, porque según ella eran comestibles en muchas civilizaciones del mundo. Según Vera, era canibalismo.

Finalmente entró Alfred Blackwood llevando su maletín de profesor. El tiempo apenas había pasado por él, aunque ahora llevaba gafas y se había aficionado a dejarse la barba larga, pero por lo demás parecía el mismo Alfred de hacía veinte años.

—Qué guapa vienes, Amélie —saludó Emma, acariciando las trenzas de la niña antes de servirle zumo—. ¿Ya sabes en qué casa quieres entrar?

—Estaba pensando que es una pena que tengan que clasificarnos en casas, ¿no? —dijo la niña con su vocecita tranquila de siempre—. No quiero que me separen de mis primos, pero al mismo tiempo tampoco quiero estar siempre con ellos. ¿Me explico?

—Claro que quieres venir con nosotros, serás instantáneamente popular por ser prima de los gemelos Weasley —respondió Cedric con la boca manchada de chocolate.

—Ya somos populares —comentó Vera poniendo los ojos en blanco—. Os recuerdo que nuestra familia jugó un papel importante en la guerra, así que acostumbraos a que cuchicheen sobre vosotros.

—Perfecto —respondió Cedric, limpiándose la boca con la manga de la camisa, provocando un gruñido de su madre—. Ya tengo la mitad del trabajo hecho, la otra mitad será ganada con mi encanto personal.

—¿Ya os han llegado los Abraxan? —preguntó Olivia con emoción en dirección a sus tías, ya que el encanto de su hermano Cedric no podía importarle menos.

—Sí, cuando quieras puedes venir a verlos —respondió Keira con un guiño.

Keira y Luna eran magizoologistas y trabajaban en una reserva de criaturas mágicas, y se llevaban a Olivia siempre que podían para que conociera a todos los animales. La niña escribía bastante mal y no sabía leer demasiado, pero era capaz de describirte a todas las criaturas de la reserva y enumerarte todas sus características, gustos y peculiaridades. Emma y George estaban muy orgullosos de ella, pero lo cierto es que estaban muy cansados de oír hablar de los lobalugs y los kneazles y de leer Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos para que la niña se durmiera.

—¡Madre mía, qué tarde es! —exclamó Vera, mirando el reloj del salón—. ¡A este ritmo no llegaremos!

—Merlín, ¡otra vez no! —Emma se levantó rápidamente y limpió a los gemelos con un toque de varita—.Os lo termináis por el camino, ¡vamos o no llegamos a King's Cross!

— ¡Venga, todos arriba! —exclamó Alfred imitando a su hija, provocando que Olivia se riera un montón y se tirara la leche por encima.

El andén 9 y 3/4 estaba a reventar, como cada año. En aquella ocasión estaba lleno de Weasley, aunque no era de extrañar, ya que eran una de las familias de magos más grandes que había. Sin contar a los abuelos y a los padres, los primos Weasley sumaban un total de dieciséis niños: tres de Bill, dos de Percy, dos de Fred, cuatro de George, dos de Ron y tres de Ginny. Ah, y Hope, por supuesto, que era una más de la familia. Las cenas familiares eran una locura, pero siempre lo pasaban en grande.

Emma y George, con sus cinco hijos, llegaron apresurados en busca de sus otros familiares, seguidos de Keira y Luna con Amélie. George divisó la silla de ruedas de su hermano y levantó la mano para hacerse ver.

Bella saludó e indicó su posición para que los encontraran entre la multitud. Sus hijas, Eva y Georgia Weasley, ya estaban preparadas para subir al tren. Ambas eran muy parecidas a su madre, rubias con el cabello largo y terriblemente orgullosas, pero tenían el gran sentido del humor de su padre. Las gemelas eran inseparables junto a sus primas Vera y Dominique, ya que todas estaban en Ravenclaw.

—¿Dónde están mis sobrinos favoritos? —exclamó Fred, abriendo los brazos para que los gemelos fueran hacia él.

Bella le dio un golpecito en el brazo, ya que todos los otros primos estaban cerca, pero estaban acostumbrados a que Fred dijera ese tipo de cosas, ya que para él, "todos sus sobrinos eran sus sobrinos favoritos". Emma vio cómo les metía algo en las chaquetas, pero no pudo hacer otra cosa que una mueca de resignación, ya que sabía que intentar quitárselo no serviría para nada, porque Fred terminaría por enviarles algún producto de broma por correo.

Emma saludó a Ginny y a Lily, su hija pequeña, que ya estaba hablando con Olivia sobre la tarta de gusanos de Luna, y luego buscó a Harry con la mirada y lo encontró teniendo una conversación con Arthur, que parecía muy preocupado.

—Tiene miedo de entrar en Slytherin —explicó Ginny.

—Qué tontería —respondió Emma con una sonrisa—. Aunque sus primos seguramente se pondrían muy pesados si eso ocurriera, especialmente estos dos —dijo señalando a los gemelos.

—Me da que Arthur va a ser un adolescente difícil. James se parece más a mí, pero Arthur... Es muy inseguro.

—Se le pasará, no te preocupes —dijo Emma tratando de tranquilizarla—. ¿Tu hermano y Hermione ya están aquí?

Ginny los señaló. Emma se giró para ver cómo la pareja llegaba con sus dos hijos pelirrojos, seguidos de Percy y su mujer, con sus dos niñas, también pelirrojas. Finalmente, entraron Bill y Fleur con sus tres hijos, que como siempre iban impecablemente peinados y vestidos.

—¿Ya estamos todos? —preguntó Hermione mirando a su alrededor—. Menudo caos esta mañana en casa, menos mal que Rose es organizada, porque si fuera por su padre...

—Bueno, no te casaste conmigo por mi sentido del orden y la responsabilidad, ¿verdad que no? —respondió Ron encogiéndose de hombros.

Hermione puso los ojos en blanco y comenzó a peinar el cabello de su hija.

—¿Cómo van los gemelos? ¿Y Arthur? ¿Y Amélie? ¿También están nerviosos?

—Ya conoces a los gemelos, son igual que Fred y George, así que "nerviosos" es su único estado permanente —contestó Emma con una sonrisa mirando a sus hijos—. Y Amélie...

—En las nubes —dijo Hermione con una sonrisa.

—¡Tío Draco! —gritó la pequeña Olivia.

Si el tío favorito de los gemelos era Fred, el de Olivia era, sin duda alguna, Draco, aunque en realidad no era familia de sangre. Draco abrió los brazos para dejar que Olivia saltara hacia ellos y luego la alzó en un abrazo, dándole un beso en la mejilla. El día que Emma anunció que Draco sería el padrino de la pequeña fue uno de los días más felices para él, y se tomó muy en serio su trabajo, porque visitaba a la niña por lo menos una vez a la semana y estaba dispuesto a conseguir que Olivia tuviera todo aquello que pidiera. La madrina, Hermione, discutía muchas veces con Draco porque ella prefería asegurarse de que Olivia recibiera la mejor de las educaciones, así que a veces la casa se llenaba de criaturas fantásticas y montañas de libros durante los cumpleaños de la pequeña.

Los señores Weasley aparecieron en el momento justo para despedirse de sus nietos, aunque solo doce de ellos iban ese año al colegio, los otros cuatro (Olivia, Hugo, el hijo de Ron y Hermione, Lily, la hija de Ginny y Harry, y Lucy, la hija pequeña de Percy) entrarían más adelante.

—¡Cuida de tus hermanos, Vera, que no se metan en problemas! —gritó Emma mientras veía cómo su hija subía al tren.

—¡Sabes perfectamente que es imposible! —le recordó Vera lanzando un beso—. ¡Os quiero!

—¡Nada de traer novios! —gritó George provocando las miradas de los otros padres que había en el andén— ¡Ni novias!

—¡Papá! —se quejó Vera sonrojándose y entrando en el vehículo antes de seguir llamando la atención.

Los gemelos hacía rato que se habían metido en el tren, pero ya se encontraban en un vagón y sacaron las cabezas para despedirse de su familia. Mason agitaba algo mientras sacaba la mano por la ventana.

—¡Mira mamá, otra vez! ¡Con este ya van seis!

Emma frunció los ojos y luego sonrió al reconocerse a sí misma en un cromo. Salía ataviada con su equipación de cuando jugaba en las Arpías y el broche de capitana en la parte derecha del pecho. El cromo relataba en cuatro líneas que Emma había sido la capitana de las Arpías durante ocho años antes de jubilarse a los 38, hacía un año. Añadía, también, que era una heroína de la Segunda Guerra Mágica.

—¡Límpiate la boca, Mason, la llevas llena de chocolate! —le gritó George haciéndole un gesto para que se quitara los restos de la rana que se había comido.

Cedric, al lado de su hermano, vio que Olivia estaba llorando por despedirse de ellos, así que le lanzó un avioncito de papel mágico, mientras que Mason le prometió que le enviaría uno de los hipogrifos de Hagrid para que pudiera quedárselo en el jardín.

El tren comenzó a moverse y Emma y George se quedaron mirando cómo tres de sus hijos se marchaban para iniciar un nuevo año escolar. Emma no pudo evitar sentir un escalofrío, mientras se abrazaba a sí misma. Tocó sin querer la cicatriz que tenía en el brazo, la única marca que le había quedado de la batalla que le había arrebatado a tres de las personas más importantes para ella. Voldemort le había hecho aquella cicatriz al intentar matarla, pero no había servido de nada porque su madre se había sacrificado por ella. Emma la exhibía con orgullo, especialmente ahora que trabajaba como Aurora en el Ministerio, tal y como le prometió a Moody.

Hope le dio un apretón en la mano.

—Estarán bien —le aseguró—. Y serán recibidos como héroes por ser tus hijos. Incluso yo fui recibida como tal aunque no sea hija vuestra.

—Tus padres sí que eran verdaderos héroes, Hope —respondió Emma limpiándose una lágrima—. Nunca lo olvides. Y para mí también eres mi hija.

George, aunque llevaba a Olivia en brazos porque la niña había insistido en estar más alta para poder ver bien cómo se iba el tren, le tomó la otra mano y le dio un beso en el dorso. Emma miró a su marido con orgullo y pensó que si a él y a Fred les había ido tan bien en Hogwarts, a los gemelos les ocurriría igual.

Hacía años que todo iba bien. No tenía por qué ser diferente. Lo único que le preocupaba era que Vera no había mostrado ningún indicio de haber heredado su don, lo cual solo podía significar una cosa. Había una gran posibilidad de que uno, o quizás dos, de los gemelos adquirieran el don.

Y eso sí que sería un gran problema.


Bueno pues yo me iría a llorar en este momento porque, ahora sí que sí, I Didn't See You ha terminado. Espero que os haya gustado el Epílogo, a mí personalmente me llena de ternura porque todos son mayores y han cumplido sus sueños y 😢

Emma y George tienen cuatro hijos biológicos y una hija adoptiva y son una familia monísima, aunque a Emma y a George van a salir unas cuantas canas intentando criar a los gemelos. George entiende más a sus padres que nunca.

Mañana subiré el Preguntas y Respuestas + Explicaciones y Curiosidades, así que probablemente salga alguna cosa sobre los hijos, jejeje. ¡Muchas gracias por vuestras preguntas! La verdad es que se me quedaron muchas cosas en el tintero y me alegro de poder explicarlas.

Sin más, muchísimas gracias por todo lo que habéis hecho por mí este año.

💙 Os quiero y valéis millones y millones de galeones 💙

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