Capítulo 58 · Protego ·
—Debería ir, porque si veo algo durante el traslado os podré avisar más rápido que si no estoy. Creo que tiene mucho sentido, la verdad.
—No, Emma, es demasiado peligroso —sentenció Alfred, cruzándose de brazos. Pocas veces se mostraba tan serio como cuando la vida de sus hijas corría peligro—. Este sería el momento idóneo para raptarte, a ti o a Harry, y si te pones ahí a la vista de todos obligarás a los demás a priorizar y elegir a quién proteger.
—Claro, pero es obvio: la prioridad es Harry —respondió Emma con un largo suspiro—. Puedo defenderme sola, ¿verdad?
Miró a Moody, que era quien la estaba entrenando, y este hizo una mueca, mirando hacia otro lado.
—No deberías venir —murmuró él.
—Estoy de acuerdo —dijeron George, Fred y Alfred a la vez.
—¿Cómo que no? —preguntó Emma muy ofendida, especialmente con Fred. De George ya se lo esperaba, claro.
—Tu padre tiene razón, es muy arriesgado, y si no se llevan a Harry se te llevan a ti. Y los dos tenéis un papel muy importante, sin ti dejamos de recibir mucha información, y si comienzan a recibirla ellos entonces podemos decirle adiós a nuestra oportunidad de vencer —determinó Moody, apoyando el peso sobre su pierna buena.
—Si me raptan no van a escuchar ni una sola palabra salir de estos labios.
—Emma, nadie está dudando de tu capacidad para protegerte a ti misma —interrumpió Lupin con su voz calmada de siempre—. Sin embargo, creo que en el fondo sabes que es mejor que te quedes en tierra. Si esperas a que lleguemos todos a la Madriguera con Molly, puedes estar pendiente de si pasa algo y enviar ayuda, pero si participas en la misión no puedes defenderte y usar tu don a la vez.
Ella se quedó callada.
Tiene razón, Emma.
Pero que tuviera razón no significaba que Emma quisiera atender a razones. Ella quería participar en esa misión porque todos los demás iban a hacerlo, y no le parecía justo quedarse de brazos cruzados cuando todos arriesgaban su vida. Verónica le diría que estaba siendo una típica Gryffindor, que no hacía falta hacer actos heroicos para ser valiente, pero Emma necesitaba hacer algo y sentirse útil.
George y Fred, por ejemplo, iban a ser dos de los blancos. Fleur, que conocía a Harry muy poco, también iba a arriesgarse, a pesar de que faltaban muy pocos días para la boda. No era justo. Además, también la habían dejado sin jugar a Quidditch desde hacía meses y prácticamente no podía salir de casa porque todos opinaban que era demasiado peligroso. Aquello solo hacía que aumentar su ansiedad, y sentía que llevaba meses preparándose para luchar y nunca le dejaban poner en práctica lo aprendido.
Sin embargo, no dijo nada. Se calló durante el resto de la reunión de la Orden y no añadió ninguna más de sus ideas para el plan de traslado de Harry desde la casa de sus tíos a la Madriguera. Ella ya tenía mucho en lo que pensar. Después de haber pasado aquel día con su madre y de haber recuperado todos sus recuerdos, sabía más que nunca que lo más importante era encontrar la manera de que Harry pudiera derrotar a Voldemort. Debía averiguar el significado de las profecías, igual que estaba haciendo su madre. Ella lo haría una vez estuviera sola y escondida.
De momento, ya sabía que iban a atacar durante la boda, y Harry, Ron y Hermione iban a desaparecer. Y ella también lo haría. Ahora que por fin tenía la fecha del momento en el que tenía que irse, estaba extrañamente serena. El día anterior había comprado un apartamento, para lo cual había empleado una gran parte de su sueldo ganado en las Arpías y de la supuesta herencia de su madre, a la que ya tenía acceso por ser mayor de edad, y lo había protegido con el Encantamiento Fidelio. Había revisado todas las cosas de su bolso para asegurarse de que no le faltaba nada y había reducido su escoba para meterla dentro también. Podía servir para escapar si algo le impedía usar su varita o su transformación en pájaro.
Ahora solo tocaba esperar.
—No tienes que preocuparte por nada, Emma, cielo —dijo la señora Weasley dándole un apretón en el hombro.
Ella colocó una mano encima de la suya, pero no respondió. Sentía en el aura de la señora Weasley que ella estaba igual de nerviosa o más. Casi todos sus hijos iban a participar en el traslado de Harry, a quien también consideraba como uno de ellos. Si ella podía guardar la compostura en un momento como ese, entonces, Emma también.
Estaba sentada en la mesa principal con Ginny, Keira y Molly. Ginny también estaba enfadada por que no la habían dejado participar, pero Emma también había estado de acuerdo en que no lo hiciera, todavía era muy joven. Keira ni siquiera lo había intentado, sabía que todos iban a decirle que no porque solo tenía quince años. Su padre, sin embargo, sí que estaba en la misión, vigilando de cerca a Mundungus Fletcher. Emma le había dicho que no se fiaba de él, así que quería asegurarse de que no pusiera en peligro el traslado.
El reloj marcó la hora y la señora Weasley aguantó la respiración, así que Keira se levantó sin decir nada y se puso a hacer té. Emma cerró los ojos, puso la mente en blanco y se sumergió en su rutina para tratar de hacer funcionar su don.
Todavía estaban bebiéndose la Poción Multijugos. Harry no parecía en absoluto contento con la decisión, pero observaba a sus amigos y conocidos convirtiéndose en él frente a sus ojos.
Emma salió de la visión para recuperar fuerzas y se masajeó las sienes. Aquella noche probablemente terminaría con un dolor de cabeza épico. Se entretuvo observando cómo Keira jugaba con las puntas pelirrojas de Ginny en un intento de tranquilizarla. Contó hasta setenta y volvió a mirar.
Vio a siete Harrys idénticos, todos con la misma ropa, escoltados cada uno por un miembro de la Orden. Reconoció enseguida a George, ya que iba montado en una escoba acompañado de Remus. Emma había pedido a las Arpías que les cedieran unas escobas más rápidas, y todos iban con una Nimbus 2001. Podría haberle dejado a alguien su Saeta de Fuego, pero no era justo darle ventaja a nadie. Harry iba en una moto con sidecar junto a Hagrid, y Emma supo que no le habían hecho caso. ¿De verdad no se habían dado cuenta de que era obvio que Harry iría con Hagrid? ¿De qué servía poner en peligro a tantas personas si prácticamente iban a marcar al objetivo con señales luminosas?
—Ya están en el aire —susurró con los ojos todavía cerrados.
La señora Weasley ahogó un grito, pero se abstuvo de hacer cualquier otro comentario solo por no poner más nerviosas a las demás.
Primero, Emma se concentró en intentar ver a Harry, pero le resultaba especialmente difícil, ya que ver las cosas del presente era mucho más costoso que las del futuro. Buscó a tientas su taza de té y le dio un sorbo, y fue justo en ese momento cuando vio una multitud de sombras negras que rodeaban al grupo, lanzando una lluvia de hechizos paralizantes.
Emma casi se atraganta con su propia saliva por el susto. Dio un respingo sobre su asiento y movió, con ello, la mesa de madera.
—¿Qué es? ¿Qué ha pasado?
—Los han encontrado. Los mortífagos los han encontrado. Están luchando.
No pudo socorrer a la señora Weasley, porque entonces vio el hechizo que golpeaba a Hedwig, la lechuza de Harry. El chico gritaba mientras el ave caía en picado con las alas inmóviles. Lo habían encontrado, y no había sido por Hagrid, sino por su lechuza. Harry comenzó a defenderse de un mortífago que le seguía de cerca, y Hagrid trataba de mantenerse en el aire haciendo zig zag con la moto, pero era muy difícil ver nada entre las nubes.
Buscó entonces a George, que aferraba la escoba con una mano y la varita con la otra, lanzando hechizos aturdidores a un mortífago. Remus volaba tras él, tratando de deshacerse del enemigo, pero él tenía a otro que también le seguía de cerca. La capucha del segundo mortífago se deslizó por su cabeza, y aunque Emma no le pudo ver bien la cara, reconocía a la perfección aquel cabello negro.
Snape.
El antiguo profesor parecía enfocado en aturdir a Remus, pero el mortífago que perseguía a George estaba claramente decidido a lanzarle una maldición. Claramente, pensaba que el objetivo al que apuntaba era Harry, pero aun así, Emma no entendía qué pretendía al lanzarle hechizos tan dañinos. Dudaba que quisieran a Harry muerto.
O tal vez sí.
Por suerte, aquel mortífago parecía tener muy mala puntería, y tratar de acertar a un objetivo en movimiento sobre la escoba era complicado, pero no tanto para George, que era jugador de Quidditch. Tal vez fue eso lo que lo salvó del hechizo que pasó demasiado cerca, aunque Emma juraría que el último hechizo de Snape había pasado demasiado cerca de su compañero mortífago, casi como si quisiera desviar la trayectoria del impacto.
De igual modo, el hechizo terminó golpeando a George.
—¡NOOO!
El susto provocó que la imagen se disolviera frente a sus ojos. Tiró la taza de té al volcarse hacia delante en busca de un lugar al que aferrarse, y eso hizo que la bebida caliente cayera sobre sus pantalones y terminara de devolverla a la realidad.
—¡¿Qué ha pasado?! —inquirió Keira, acercándose a su hermana para ayudarla a retirar la silla.
—He... He dejado de ver... Ya no...
Las lágrimas le caían sin parar por las mejillas. Se le había instaurado un dolor en el centro del pecho que hacía difícil tragar saliva o coger aire.
¿Qué te ha pasado, George?
—Merlín, Emma, estás muy caliente —dijo la señora Weasley pasando la mano por su frente.
—Estás pálida y temblando —siguió Keira acercándose a ella—. Deberías tumbarte un rato, y nada de utilizar el don, ¿de acuerdo? Se acabó.
Emma las miró como si hubieran perdido la cabeza.
—¡No puedo! ¡Tengo que saber lo que ocurre...! ¡Tengo que...!
—Nada de eso. —La señora Weasley le colocó una mano en la espalda y la condujo hacia el sofá. Emma notaba lo absolutamente nerviosa que se encontraba, pero aun así era capaz de dejar de saber noticias de sus hijos solo para asegurarse de que Emma se encontraba bien.
No podía dejar de tiritar. Estaba comenzando a dolerle la cabeza por el sobreesfuerzo, nunca antes había tratado de utilizar el don durante tanto tiempo, y aunque seguía intentando ver cosas mientras fingía que se quedaba dormida, el dolor de cabeza no se lo permitió. No conseguía zambullirse en ese estado mental que le permitía saber más allá. Los intentos solo hacían que cansarla aún más.
Se quedó semiinconsciente un buen rato por lo exhausta que se encontraba, y cuando abrió los ojos no estaba segura de si se había dormido o no, pero ninguna de las otras tres estaba en el salón junto a ella. Emma se levantó lentamente y fue hacia el exterior de la Madriguera, apoyándose allá por donde encontraba para evitar caerse. Cuando llegó por fin al exterior, observó a Molly, Keira y Ginny mirando hacia el suelo, donde reposaban dos objetos que parecían más bien basura.
—¿De quién eran esos trasladores?
—La lata era de Ron y Tonks y la zapatilla de Fred y papá —murmuró Ginny en voz baja para no alterar más a su madre—. Se les han escapado. Los siguientes deberían ser Harry y Hagrid, y después George y Remus.
De verdad que le preocupaba si Harry llegaba sano y salvo, pero no podía dejar de pensar en George, a quien le había alcanzado una maldición mal lanzada por Snape. No había visto el resultado, no sabía si se había hecho daño o si...
Ni siquiera quería pensarlo. No podía soportar la idea de que nadie saliera herido mientras ella había estado tumbada en el sofá sin hacer nada. No era justo.
Harry y Hagrid se materializaron frente a ellos, poniendo fin a la angustia de Emma. Parecían estar completamente ilesos, al menos físicamente, así que Ginny se lanzó a los brazos de Harry sin siquiera pensarlo. Emma se acercó poco después para abrazarlo también. Él aprovechó para confesar lo que había ocurrido.
Voldemort lo había encontrado y había intentando asesinarlo.
—Pero mi varita me protegió —explicó, sacándola de su chaqueta—. Fue una suerte que...
¿Voldemort lo ha encontrado y está ileso?
—¿Cómo sé que eres el verdadero Harry? —preguntó Emma arrugando la frente—. Voldemort te ha encontrado y estás perfectamente.
Harry arrugó la frente, como si eso ni siquiera le pareciera una posibilidad. Estaba tan cansado que no tenía ánimos para eso.
—Emma, si Voldemort me hubiera matado no se haría pasar por mí, se iría a celebrarlo —dijo con la mirada cansada—. Pero si insistes, pregunta.
— ¿A quién querías llevar al Baile de Navidad?
—A Cho, y si no a ti.
Emma volvió a abrazarle justo después.
—Sé lo de Hedwig, lo siento mucho.
El chico no dijo nada, pero parecía haber vuelto a recordar aquello, como si se le hubiera olvidado con la adrenalina del momento. Escucharon un ruido tras ellos y un traslador cayó al suelo. Lupin sujetaba a George, que estaba inconsciente y con la cara y el pecho cubiertos de sangre. Emma ahogó un grito, pero Harry fue más rápido en reaccionar, y agarró las piernas de George para ayudar a Remus a meterlo en casa. Ya no sentía ningún mareo. Por fin podía hacer algo útil.
Sigue vivo.
Bajo la luz de la lámpara del salón, Emma vio el verdadero impacto de la maldición. Donde George solía tener una oreja, ahora se observaba un agujero sangriento que hizo que el estómago le diera un vuelco. Se arrodilló junto a él, aferrándolo de la camisa sin saber qué más hacer por él. Su madre intentaba socorrerlo, pero ambas sabían que había poco que pudiera hacer por él. Las heridas de Magia Negra eran irreversibles. George jamás recuperaría la oreja.
La señora Weasley controló la hemorragia, y Emma limpió la sangre sin dejar de llorar ni un solo instante. George debía estar sufriendo un dolor inimaginable y ella se sentía culpable por no haber estado junto a él para evitarlo.
—¿Cómo está? —preguntó Harry, acercándose.
Emma lo miró de reojo con derrota. Si ella se sentía culpable, Harry debía sentirse todavía peor. George había sufrido aquel ataque por haber adoptado su apariencia para ayudarlo a protegerse.
—No puedo hacer que le vuelva a crecer, pero podría estar mucho peor... —masculló Molly, que se debatía entre observar la herida y mirar a cualquier otra parte con los ojos cargados de dolor—. Al menos está vivo...
Emma sujetó la mano de George y le dio un beso en el dorso. El chico abrió un poco los ojos y sonrió ligeramente, pero volvió a cerrarlos por el malestar. Había perdido mucha sangre y necesitaba reponerse. La señora Weasley le peinaba el cabello rojo con los dedos, pero no lloraba; parecía demasiado preocupada para eso. Todavía tenían que llegar tres hijos más y su marido. Aceptar a Harry como uno de los suyos suponía que toda la familia estuviera siempre en constante peligro, y Emma la admiraba por su entereza.
Emma buscó a Keira con la mirada. Ella tenía la vista perdida en el cielo nocturno. Alfred todavía no había llegado.
Fred y el señor Weasley fueron los siguientes en llegar. El primero se vanagloriaba por haber vuelto de una pieza, hasta que notó la pesadumbre en el rostro de los otros. Siguió las miradas hacia el salón, donde su hermano yacía con la camiseta empapada en sangre.
Se quedó completamente petrificado al verlo así. Sus ojos no parecían ser capaces de creer la escena que se presentaba frente a él.
George abrió los ojos otra vez al notar la presencia de su hermano.
—¿Cómo estás, Georgie?
Fred se arrodilló junto a él, intentando ocultar el pánico en su voz.
—Doloido —murmuró George—. ¿Lo pillas, Fred? Dol-oído. Porque tengo dolor de oído y estoy dolorido.
Fred dejó escapar un bufido, a medio camino entre una risa y un sollozo. Sin embargo, no se puso a llorar. Emma apretó los labios al reconocer el esfuerzo que hacía por no preocupar más a George.
Yo debería hacer lo mismo.
—Patético, George —decidió Fred, tragando saliva con dificultad—. Con la de bromas que puedes hacer con orejas y se te ocurre esta tontería. Penoso. Creo que te voy a echar del negocio.
—Sigo siendo el gemelo guapo —susurró George antes de quedarse dormido. Solo en ese momento, Fred cerró los ojos y dejó que se cayeran todas las lágrimas que había estado aguantando.
Se escuchó otro estruendo en el patio, y esta vez entraron los que faltaban: Ron con Tonks, Bill, Fleur y Alfred Blackwood. Hermione se lanzó a abrazar a Ron, que estaba perdiendo el parecido con Harry en ese mismo momento. Bill y Ron se acercaron a ver a George, que dormía pacíficamente en el sofá, cubierto por una manta que le había puesto Emma.
—¿Y Ojoloco y Mundugus? —preguntó Remus al hacer un recuento rápido de los que faltaban.
—Teníamos razón, Mundungus se desapareció en cuanto vio a los mortífagos —comenzó a decir Alfred. Tenía un corte en un brazo, que se sujetaba con cuidado de no mover demasiado, pero por lo demás parecía bien. Molly estaba ya—. Sin embargo...
Alfred carraspeó. Se removió con incomodidad, lo que provocó que le doliera aún más el brazo. Miró a su hija intentando reunir las fuerzas, y al final pareció decidir que no había forma de suavizar lo que tenía que anunciar.
—Moody ha caído en batalla. La Maldición Asesina.
Emma se levantó del suelo al escuchar la noticia. Moody había pasado un año entero entrenándola, había puesto sus confianzas en ella y jamás la había tratado como si fuera una niña. Emma estaba esperando a que su padre dijera que no era cierto. Que el hechizo no le había golpeado del todo.
Solo cuando Harry se acercó a ella con una disculpa entre los labios y la abrazó, se dio cuenta de que era cierto. Nunca volvería a verle.
Ha arriesgado su vida por Harry.
Aquella noche honraron su memoria con un brindis y una lluvia de recuerdos sobre él. Cuando se fueron a dormir, Emma se sentía un poco más arropada, así que solo encontró espacio en su mente para preocuparse por lo más inmediato: George estaba herido. Habían envuelto su cabeza con una venda y, el pobre había intentado mantenerse despierto para no preocupar a los demás, pero se notaba que estaba débil por el susto y la pérdida de sangre.
Al ver lo preocupada que estaba Emma, intentó animarla como mejor sabía.
—Bueno, tengo que confesarlo, me he puesto en mitad del hechizo para que me diera —dijo en tono de broma.
—¿Ah, sí? —susurró Emma peinándole con las yemas de los dedos. Estaban tumbados en la cama de George, demasiado cerca porque era una cama individual—. ¿Y por qué harías esa estupidez?
—Tenía envidia de tu cicatriz —susurró el chico, tocando la oreja de su novia—. Y quería una más grande. Esta no la vas a poder superar, ¿eh?
Emma puso los ojos en blanco y le dio un beso en la nariz. George no dejaba de hacer bromas ni aunque acabara de perder una parte de su cuerpo. Necesitaba esa felicidad con la que les venía encima.
—El lado positivo de que ahora seas un desorejado es que supongo que estarás demasiado cansado y dolorido como para hacer lo que sea que le haces a Emma para que se levante todas las mañanas con una sonrisa.
—¡FRED! —gritaron los dos a la vez, indignados.
—Estoy a menos de dos metros de vosotros y hagáis lo que hagáis os escucharé, porque yo sí tengo dos orejas —insistió él, señalándoselas—. Solo os pido un poco de respeto por mi salud mental, creo que no es demasiado.
—¿Quieres que le cuente a Emma lo que vi el otro día que hacías con Bella?
El "¡NO!" de Emma y Fred resonó por toda la habitación. El de Emma porque no tenía ninguna necesidad de escuchar lo que hacían su prima y su mejor amigo, y el de Fred porque no estaba seguro de a qué se refería exactamente, porque hacía muchas cosas con Bella. George se fue a dormir sonriendo, porque en realidad no había visto nada, pero ahora tenía una razón más para chantajear a su hermano.
Los siguientes días, los habitantes de la Madriguera y sus invitados no descansaron ni un minuto preparando la casa para la llegada de la familia de Fleur. La boda se celebraba en unos pocos días, lo cual era una locura dada la situación en la que estaban, pero mientras siguiera en pie la casa debía quedar impoluta. Emma pasaba los días cepillando la cubertería para que quedara reluciente, haciendo farolillos con Ginny y Keira y cocinando con la señora Weasley. Tenía poco ratos para estar a solas con George, pero se escabullían siempre que podían. Ahora no se escapaban de la Madriguera, ya que estaba tan bien protegida que sería una gran imprudencia ir a cualquier lugar que no fuera ese, especialmente ahora que Ojoloco había muerto.
Harry, Ron y Hermione tampoco lo tenían fácil para estar a solas, y Emma intentaba acercarse a ellos para hablarles de lo que había visto, pero siempre le cambiaban de tema. No fue hasta que encontró a Hermione a solas que por fin le hizo caso.
—Hermione, sé que os queréis escapar —susurró—. Sé que estás preparándolo todo.
Hermione miró hacia todas partes, temerosa de que alguien pudiera haberles escuchado.
—Vamos a hacerlo, Emma, da igual que...
—Ya sé que vais a hacerlo, y me parece bien. Creo que es una locura, pero sé que lo haréis igualmente, por eso tienes que escucharme.
—¿Qué has visto?
Emma suspiró con alivio porque por fin querían escucharla. Intentaba solucionar y controlar todo aquello que podía.
—Será durante la boda, Hermione. Vendrán en ese momento, ahí tendréis que escapar.
Hermione abrió la boca con sorpresa. Emma sabía que estaba planeando su estrategia a la vez que pensaba qué responderle.
—No, no podéis iros antes porque si no todos se preocuparán, y todo el esfuerzo que están haciendo por mantener a salvo la Madriguera habrá sido en vano. Especialmente lo del traslado.
—Pero Emma, tenemos que avisar a los demás de que van a atacar, así podremos estar preparados y...
—No va a ocurrir nada, vosotros os marcharéis y ya está. Si los demás lo saben, la boda no saldrá bien... Será divertido hasta ese momento, así que dejemos que todos tengan eso, al menos.
—Emma —la interrumpió Hermione—. Si vienen a por nosotros, también...
—Yo también me voy a ir —susurró—. Lo tengo todo preparado desde hace un año.
—Ven con nosotros —dijo cogiéndola de la mano—. No por tu don ni por lo buena que eres con la varita. Te necesitamos, eres más mayor, sabes más. Para Harry eres como su hermana y tenerte le animaría mucho.
—Ya escuchaste a Ojoloco, si vamos juntos os ponemos dos veces en peligro, además de que seríamos más fáciles de rastrear.
Hermione no dijo nada, sabía que era una batalla perdida. Emma en el fondo no pensaba que fuera mala idea, pero cuando se había visto huyendo, siempre estaba sola.
Celebraron el cumpleaños de Harry el 31 de julio en el jardín. Los padres y la hermana de Fleur habían resultado ser encantadores y agradecidos, y aunque con toda seguridad procedían de una casa mucho más lujosa y cara que La Madriguera, no se quejaron ni una vez de todo lo que les había ofrecido la familia Weasley.
Harry cumplía por fin diecisiete años, lo cual era muy conveniente porque por fin podría realizar magia fuera de Hogwarts. Ni él ni Ron ni Hermione iban a regresar al colegio aquel año, pero los señores Weasley no lo sabían todavía. Hermione había hecho olvidar a los suyos que tenían una hija, y Emma había pasado una noche entera consolándola, prometiéndole que una vez todo hubiera terminado los encontraría y les devolvería la memoria. De momento, era mejor no meter a unos pobres no-majs en el embrollo de la Guerra Mágica. Ellos no podrían defenderse si los mortífagos iban a buscarles.
La tranquila cena de cumpleaños se vio interrumpida por la llegada del Ministro de Magia, Rufus Scrimgeour. Aprovechando que el Ministro se llevaba a Harry, Ron y Hermione al interior de la Madriguera para hablar, Emma se excusó y se llevó a Keira a dar un paseo. Al principio no dijo nada, pero cuando se hubieron alejado lo suficiente, se puso frente a ella.
—Keira, mañana van a venir a por nosotros —susurró—. Y yo me tendré que ir.
Si Keira siguiera siendo una niña pequeña, se habría aferrado a su hermana y le habría suplicado que no se marchara. Esta Keira, sin embargo, se repuso rápidamente de la noticia y asintió.
—¿Lo tienes todo preparado, Em? ¿Has revisado tu plan para que no tenga ninguna fisura?
—Sí —sonrió, más aliviada por su buena reacción—. Lo he comprobado muchas veces. Por eso tengo que darte esto, pero no lo puedes abrir todavía.
Le entregó un papel con la dirección de la casa que había comprado y puesto bajo un Fidelio. Keira observó el sobre, suponiendo lo que era, y luego asintió de nuevo.
—Cuando lleguen los mortífagos y yo me vaya, tienes que darle esto a papá y escapar con él. Os esconderéis ahí hasta que...
—Hasta que acabe la guerra, ¿no?
—Sí. A los demás no les harán nada, pero a vosotros os intentarán atrapar para usaros como cebo, para ver si así consiguen hacernos ir a mí o a mamá. No pienso dejar que eso ocurra.
—Pero Emma, nosotros tenemos que volver a Hogwarts en septiembre...
—No vais a volver. Snape será el director, Keira, y cambiarán todo. Empezarán a enseñar magia oscura, practicarán sobre los alumnos. No vas a volver ahí —sentenció con rotundidad—. Intentarán perseguir a los alumnos que no vayan, así que no le puedes decir nada a Ginny. Ella estará bien, te lo prometo.
Keira asintió con pesadumbre. Emma estaba ya acostumbrada a guardarse noticias malas, pero Keira era nueva en todo eso.
—¿Por qué no se lo has dicho a papá?
—Porque él no quiere que me vaya. Ya ha perdido a mamá y le da miedo que me pase lo mismo, pero tengo que hacerlo. Sé que tú lo entiendes.
Keira lo entendía porque tenía fe en su hermana, pero eso no significaba que fuera más fácil. Alargó la mano y aferró la muñeca de Emma.
—¿Y George? ¿Se lo has dicho a George?
—Sabe que me tengo que ir, pero no que es mañana.
Keira chasqueó la lengua. Emma era consciente de que había esperado demasiado tiempo, pero egoístamente pensaba que era la mejor decisión. Si le hubiera dicho la fecha concreta a George, habría pasado los días intentando convencerla de que no se fuera. Al no saberlo, habían disfrutado del tiempo juntos y habían aprovechado cada minuto.
—Se lo diré, en serio, pero primero necesitaba que lo supieras tú —aseveró Emma, acariciando la mano de Keira—. Prométeme que harás lo que te digo. Tienes que preparar una maleta con ropa tuya y de papá. Yo la enviaré esta noche a la casa.
—Emma, ojalá algún día sea tan valiente como tú.
Las hermanas se fundieron en un fuerte abrazo, sin saber cuándo podrían darse el próximo. Emma le dio un beso en la mejilla a su hermana y se preguntó cuándo volvería a verla y cuánto habrían cambiado las cosas hasta entonces. Esperaba que no pasara tanto tiempo como Amelia había pasado lejos de ellos.
—Ojalá nunca tengas que serlo.
Bill y Fleur se casan en el próximo capítulo y creo que ya sabéis qué significa eso AHHHHHHH
Nuestro George está desorejado, pero no os preocupéis porque se lo toma con humor, aunque a Emma no le hace ninguna gracia, especialmente porque sabe que se tiene que marchar :(
He tardado más en subir este porque estoy muy ocupada últimamente. Gracias por comprenderlo <3
Muchísimas gracias como siempre y os quiero y preparaos porque vamos a sufrir y llorar y reír y no sé 💙💙💙
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