Capítulo 31 · La chica más solicitada ·

Una de las peores consecuencias de haber terminado la relación con Cedric era que todo el colegio lo sabía.

Siempre habían sido una pareja medianamente popular. Cedric era el capitán del equipo de Quidditch, ese prefecto de Hufflepuff tan guapo y amable que siempre tenía una sonrisa que ofrecer. Emma era la chica nueva americana que hacía unas piruetas impresionantes sobre la escoba. También era esa chica que había llorado tanto en clase de Defensa, la que había sido atacada por un dementor.

Ahora, con el Torneo, era mucho peor, especialmente tras aquel artículo de Rita Skeeter. Aunque no sabían cuál era el motivo de la ruptura, Emma sentía que todas las miradas que la perseguían por los pasillos eran de personas que le echaban la culpa. Rita había dicho que no era digna de fiar, que venía de una familia oscura. Seguramente, todos pensaban que era igual de malvada que ellos.

Por suerte, además de sus amigos, Cedric e Isabella, nadie sabía el motivo real. Confiaba en que Isabella fuera lo suficientemente inteligente como para no ir contando la verdad por ahí, porque esa vez, Emma no se lo dejaría pasar. Iría directamente a McGonagall si hacía falta.

No había vuelto a hablar con Cedric desde entonces, y cada vez que se cruzaban por los pasillos se dirigían una mirada de lo más lastimosa y Emma tenía que irse corriendo al baño para tratar de evitar romper a llorar frente a toda la escuela. Coincidían en algunas clases y Cedric se había saltado varias, pero los profesores no lo tenían demasiado en cuenta porque no tendría que examinarse debido al Torneo.

Emma también había evitado quedarse a solas con George. Él le estaba dejando su espacio, sabiendo que necesitaba un tiempo para perdonarse un poco por lo ocurrido con Cedric. No iba a insistir cuando sabía que Emma no quería hablar del tema y, al fin y al cabo, le había dicho que esperaría.

Quienes no la dejaban sola eran sus otros amigos. Habían comprendido que Emma necesitaba hacer cualquier cosa menos pensar en lo ocurrido una y otra vez, y eso era lo que ocurría cuando se alejaba de los demás.

Hermione, por ejemplo, se la llevaba a estudiar a la biblioteca y hacía más preguntas de lo necesario. Eran preguntas lo suficientemente intrincadas como para que Emma tuviera que pasarse un buen rato recopilando información antes de darle una buena respuesta. Así, pasaban la tarde sin llegar a mencionar lo ocurrido.

—Es irritante —susurró Hermione con la mirada puesta en la señora Pince, la bibliotecaria—. Siempre que viene él, le sigue un grupito de chicas pesadas que no dejan de soltar risitas.

Emma miró hacia sus espaldas. Viktor Krum estaba en ese momento en la biblioteca estudiando, lo que significaba que medio colegio estaba ahí también, observando todos sus movimientos. Emma se giró para ver el aura de su amiga de un tono verdoso.

—¿Celosa? —preguntó, con una sonrisa ladeada.

—¿Qué? Pff, ¡no! —aseguró Hermione con las mejillas sonrojadas—. Claro que no, digo que me molesta porque es muy difícil concentrarse con los soniditos que hacen.

Emma miró hacia el grupito de chicas y pensó que Hermione tenía razón. Viktor estaba sentado en la mesa más cercana a la de ellas, y lo descubrió observando a Hermione un par de veces. Era más que evidente que se había fijado en ella, por eso mismo se encontraba en la biblioteca. Ni siquiera se había molestado en sacar un pergamino para escribir, solo estaba con un libro abierto y nunca se molestaba en pasar la página para fingir que lo leía.

—Voy a hablar con él —determinó Emma, poniendo ambas manos sobre la mesa para darse el impulso.

—¿En serio? —preguntó Hermione, alarmada—. ¿Por qué?

—Quiero preguntarle unas cosas de Quidditch, eso es todo.

Emma se acercó al chico y fingió que buscaba un libro en la estantería que había a sus espaldas, para luego pararse junto a él.

—Disculpa, ¿Viktor?

El chico se giró extrañado al ver que ella se dirigía a él. Emma sonrió con nerviosismo. No le había dado tanta vergüenza al principio, porque lo hacía solo por ayudar a su amiga, pero ahora que lo tenía enfrente, se había acordado de que era un jugador de Quidditch profesional.

—Si tú erres... Novia de Diggory, ¿sí? —dijo él mirándola de arriba a abajo.

—Mmm, no, ya no somos novios —respondió ella con una sonrisa nerviosa.

—Ah —comentó él antes de lanzar una mirada rapidísima hacia Hermione.

Emma sonrió al notarlo y el chico, que parecía normalmente muy inexpresivo y aterrador, se puso un poco nervioso.

Le gusta mucho.

—Se llama Hermione Granger y tiene quince años —añadió, en un susurro.

El chico asintió y volvió a mirar hacia su libro, que estaba escrito en alfabeto cirílico. Emma percibió que su aura era muy difícil de leer, probablemente porque era una persona muy reservada.

—Perdona, ¿puedo hacerte una pregunta?

—¿Quierres autógrrafo?

—¿Eh? ¡No! Bueno, sí —dijo entonces, dándose cuenta de la oportunidad que tenía delante—. Bueno, en realidad quería hablar contigo sobre Quidditch.

El chico asintió sin levantar la vista de su escritura.

—Te vi jugar en el Mundial —susurró, sentándose en la silla de al lado y ganándose miradas asesinas del grupito de admiradoras—. Aunque no ganarais, hiciste un partido espectacular. Jamás había visto a nadie volar así.

—Chico Potter vuela muy bien —comentó él.

—Sí, Harry es un buscador excepcional —sonrió—. Verás, yo juego en su equipo. Soy cazadora.

—¿Vuelas bien? —preguntó Viktor mirándola con desconcierto, como intentando descubrir si era buena jugadora.

—Eso dicen. La verdad es que creo que me gustaría dedicarme a ello de manera profesional, como tú.

El chico asintió, y si le hizo ilusión que alguien se acercara a él para pedirle consejo profesional, no lo mostró. Debía de estar muy acostumbrado.

—Quería pedirte algún consejo, en realidad, si no te molesta. ¿Cómo conseguiste que te fichara un equipo de la liga?

—Yo estoy ocupado —se excusó Viktor, volviendo a su pergamino.

—Te la presentaré. A Hermione.

El chico pareció interesado en cuanto dijo eso.

—¿Hermiorne le gusta Quidditch? —preguntó él, fingiendo desinterés.

—Le gusta verlo, pero no juega —confesó Emma. A Hermione le daba miedo volar en escoba.

El chico se quedó pensativo y luego miró a Emma.

Partido amistoso, mi colegio contra tu colegio, ¿sí?

—¿En serio?

—Sí, tú prepara y dices día, yo reúno equipo. Y traes Hermiorne.

—Hermione —corrigió Emma con una sonrisa—. Hecho.

Hermione todavía seguía preguntándole a Emma qué había hablado con Viktor mientras esperaban a que la profesora McGonagall les diera un anuncio. Había llevado a los Gryffindor a una sala en la que habían retirado los pupitres a un lado. Después, había separado a los chicos en una parte y a las chicas en otra.

—El Baile de Navidad ha sido una tradición del Torneo de los Tres Magos desde sus inicios. En Nochebuena, nos reuniremos en el Gran Comedor para una noche de inocente y educada frivolidad —explicó, asegurándose de que todos la estuvieran mirando. Emma sonrió, pues le gustaba mucho escuchar a la profesora McGonagall, que hacía un uso del vocabulario muy elaborado—. Como representantes de la escuela anfitriona, espero que vosotros deis los primeros pasos en todo. Y digo esto literalmente, porque el baile de Navidad es, primero y ante todo, una danza. La casa de Godric Gryffindor se ha ganado el respeto del mundo mágico durante casi diez siglos. No consentiré que estropeéis su reputación en una noche comportándoos como una una panda de babeantes bobos babuinos.

Emma observó a los gemelos al otro lado de la sala, riéndose de las palabras de la profesora. A su lado, Maisie y Verónica charlaban emocionadas sobre el baile.

Emma ya sabía que se celebraría, porque lo había leído en el infame artículo que habían publicado sobre ella en el periódico, pero se había olvidado por completo. En su momento, había estado segura de que acudiría con Cedric, pero ahora ya no tenía una pareja con la que ir.

Mientras Ron, que había sido elegido de entre todos los chicos, bailaba con la profesora para que ella demostrara a todos cuáles eran los pasos, Emma se atrevió a buscar a George con la mirada. Durante los últimos días se había abstenido de hacerlo para no levantar sospechas, pero ahora todos estaban ocupados mirando a Ron y no estaban pendientes de algo así.

George, al sentirse observado, le devolvió la mirada con una sonrisa tierna antes de guiñarle un ojo. Después, hizo una especie de movimiento con los brazos, como si bailara consigo mismo. Emma se rio ligeramente, mirando hacia el suelo con las mejillas sonrojadas. Era la primera vez que se reía en varias semanas.

Las chicas a su alrededor estaban muy emocionadas por la noticia del Baile. Verónica estaba pensando ya en qué ponerse, y Maisie se preguntaba en voz alta si le dejarían invitar a Oliver, a pesar de que ya no fuera alumno. Emma, por su parte, pensaba en Ilvermorny, donde se celebrara un baile de fin de curso todos los años, siguiendo la tradición americana.

Ella solo había acudido con pareja al último, durante su último año en la escuela. Había acudido con un chico de Ave del Trueno que bailaba excepcionalmente bien, pero con quien no tenía mucho más en común a parte de eso. Se habían besado al despedirse y había sido tan poco especial que no se habían vuelto a hablar después de eso.

Sin embargo, recordaba los nervios de buscar qué ponerse. Había sido complicado encontrar algo, porque al no estar su madre, Alfred había sido quien se había encargado de ir a buscar algo para su hija de quince años. Al final, la madre de Ari había salido al rescate y había ido con él a comprar los vestidos.

Sabía que no sería demasiado distinto en esta ocasión, aunque ahora no estaba la madre de Ari para ayudarla. Tendría que buscar algo por correo o comprar cualquier cosa en alguna de las tiendas de Hogsmeade.

Y tendré que buscar pareja.

Era evidente que quería ir con George. No se imaginaba bailando de la mano de ninguna otra persona, pero sabía que se sentiría culpable en todo momento. La ruptura con Cedric seguía muy reciente y, al fin y al cabo, él estaría ahí, viéndola con otro.

Durante los siguientes días, lo único de lo que se hablaba por los pasillos era del Baile de Navidad y del partido de Quidditch amistoso entre Hogwarts y Durmstrang, que había sido permitido por los profesores como una forma más de favorecer la amistad entre escuelas de magia. Para que nadie se enfadara, se estableció otro partido seguidamente después contra Beauxbatons, aunque el equipo de Quidditch sería distinto. El equipo en el que jugaba Emma estaba conformado por los gemelos, un cazador de Slytherin, una cazadora de Hufflepuff —Anne, la exnovia de George—, y un buscador y un guardián de Ravenclaw.

Hacía una mañana demasiado bonita y despejada para lo violento que fue aquel partido. Emma jamás había sudado tanto esquivando bludgers y haciendo algunas de sus piruetas. Una de las pelotas le había dado en el brazo, y no había sido porque los gemelos no estuvieran atentos, sino porque los jugadores búlgaros eran feroces y no parecían entender demasiado el significado de "amistoso".

Finalmente, Viktor atrapó la Snitch y quedaron 260 - 110 a favor de Durmstrang. Emma no se tomó demasiado a pecho el fracaso, puesto que no estaban acostumbrados a jugar así, por lo que le estrechó las manos al equipo rival con una sonrisa sincera. Lo tomaba como una buena experiencia de la que aprender para el futuro. Mientras tanto, Lee terminaba de comentar el partido, y su voz seguía escuchándose por todo el estadio.

—¡Ha sido un partido fascinante! No recordaba nada tan intenso desde el Gryffindor - Slytherin del año pasado. Me sorprende que nadie se haya hecho sangre... ¡Ah, sí! Jacobs tiene sangre —exclamó cuando Anne se señaló la nariz—. Nada que Madame Pomfrey no pueda arreglar. En fin, nuestro equipo ha realizado un trabajo espectacular, como siempre. Especial mención a nuestra cazadora Wampus —añadió, guiñándole un ojo a Emma—. Sin embargo, los búlgaros llevan un sistema de juego más... ¡Potente! Sí, potente, es la palabra, y, siendo sinceros, ¿quién iba a ganar a Viktor Krum? Aunque quiero mencionar a la bateadora búlgara rubia, ¡qué manera de jugar! ¡Qué violencia! ¡Soberbio!

—Vuelas muy bien, Emma —le dijo Viktor cuando le estrechó la mano—. Muy sorprendido, sí. ¿Tú quieres ser jugadora profesional? Yo creo que sí serás.

—Muchas gracias, Viktor —contestó Emma, intentando que no se notara que estaba a punto de chillar de la emoción—. Ha sido un placer volver a verte jugar. Y creo que mi amiga piensa lo mismo —añadió, haciendo un gesto en dirección a Hermione.

Viktor miró hacia las gradas en busca de Hermione, quien apartó la mirada rápidamente, pero él hizo una extraña mueca que podría ser fácilmente una sonrisa. Emma pensó que, tal vez, no era tan serio como parecía. Quizás solo era la expresión de su cara.

—Chica cazadora —saludó un alumno de Durmstrang. Emma lo reconoció como uno de los cazadores a los que se había enfrentado en el partido—. Chica, mi nombre es Stefan Damyanov.

—Emma Blackwood, encantada —se presentó, tendiéndole la mano.

—Emma, juegas muy bien —la felicitó Stefan, pronunciando su nombre perfectamente.

Stefan era alto, con el pelo igual de negro que Viktor y con unos impresionantes ojos azules que la miraban con intensidad. Emma se había dado cuenta durante el partido que, siempre que ella estaba en posesión de la quaffle, él era el único de los tres cazadores que no había intentado derribarla de la escoba a empujones.

—Gracias, tú también, Stefan.

—Yo he mirado todas chicas de Hogwarts, pero yo he pensado tú eres la más hermosa. Yo he pensado si tu quieres venir conmigo a Baile de Navidad.

No lo había visto venir. Había pensado en el Baile, por supuesto, pero no se había planteado que alguien quisiera llevarla. Ni siquiera se había pensado una forma de rechazar educadamente a una persona que quisiera intentarlo.

Se quedó mirándole con una mueca de incomodidad. No tenía mucho en lo que pensar: no quería ir con un desconocido. Intentó pensar en la manera más amable de decírselo.

—Me siento halagada, de verdad —aclaró, con una risita nerviosa—. Pero...

—¿Tú ya no eres novia con Diggory, cierto? —preguntó Viktor. Su mirada se perdió entre las gradas.

Emma reparó por primera vez en que Cedric estaba sentado en las gradas junto a otros chicos de Hufflepuff, ya que probablemente habían acudido a animar a Anne. El chico miraba atentamente la escena, probablemente consciente de lo que estaba ocurriendo. En realidad, ahora que se fijaba, absolutamente todas las miradas estaban puestas en ellos.

—Uh, ¿eso que veo es una petición para ir al baile? —La voz de Lee se escuchó por los altavoces del estadio. Emma le dirigió una mirada asesina hacia la cabina y él comenzó a reírse—. ¿El cazador búlgaro intenta salir con la cazadora americana más solicitada del colegio?

—No, ya no salgo con Cedric —respondió Emma en voz baja, con una sonrisa incómoda—. Pero...

—Yo bailo muy bien, ¿verdad, Viktor? —dijo Stefan con una sonrisa de satisfacción.

—Sí, baila bien y no tiene novia —añadió su amigo.

—Bueno... lo pensaré, ¿de acuerdo? —propuso Emma. No sabía cómo decirle que no delante de todo el mundo. Era demasiado humillante.

—No es un no, al menos —respondió Stefan sonriendo—. Esperaré tu respuesta, cazadora Emma.

Viktor y Stefan se marcharon con el resto del equipo y Emma dejó escapar un largo suspiro. Ella regresó también con sus amigos, que la miraban intentando aguantarse la risa.

—¿Qué ha dicho? ¿Ha dicho que no? —gritó Lee desde la cabina.

Emma vio que todos los espectadores desde las gradas intentaban adivinar qué había ocurrido. Fred le pasó una mano por los hombros mientras no dejaba de reír.

—Ese tonto se piensa que tiene alguna oportunidad —se carcajeó, limpiándose una lágrima de la risa—. ¡Tu cara era para una foto!

—Lo he pasado fatal —confesó Emma con voz apenada, provocando la risa de sus amigos.

—No tiene oportunidad, ¿verdad? —añadió George con voz burlona, aunque Emma notó que en el fondo estaba preocupado.

—Pues no lo sé. Tampoco es que haya tenido más peticiones —se encogió de hombros.

Aquello debieron ser las palabras mágicas, porque después de eso, un total de siete chicos de diferentes casas de Hogwarts e incluso de otras escuelas mágicas le pidieron ser su pareja para el baile. Ella tuvo que inventarse excusas para decirles que no, sintiéndose muy incómoda, aunque secretamente halagada. Incluso algunos chicos de Slytherin, ahora que se habían enterado de que provenía de una familia de sangre pura tan importante como los Lyne, le habían pedido ir con ellos. Sin embargo, todos habían sido bastante estúpidos respecto al tema de la sangre, algunos incluso despreciando a su grupo de amigos, por lo que Emma los había mandado a todos a paseo, uno detrás de otro.

Era consciente de que su creciente fama se debía al hecho de que era parte del equipo de Quidditch y a que había estado saliendo con Diggory y, por tanto, había salido en el periódico. Si no, estaba segura de que no tendría a tantas personas interesadas por ella.

A pesar de aquello, cuando apenas faltaban unos días para el baile, Emma todavía no tenía pareja, porque la única persona con la que quería ir no se lo había pedido y ella se sentía demasiado avergonzada como para tomar las riendas de la situación. Se fue con sus amigas a Hogsmeade para comprar su vestido de todos modos, puesto que pensaba acudir aunque fuera sin pareja, pero no dejaba de darle vueltas al tema. Era imposible no hacerlo cuando aquel era el tema constante de conversación en su grupo de amigas.

—Por una parte, quizás sea mejor. No quiero que Cedric se sienta mal —suspiró ella mientras se probaba unos zapatos de tacón plateados.

—Cedric ya tiene pareja, Em —anunció Maisie mientras daba lametazos a una piruleta—. Va a ir con Cho Chang.

—¿Cho? ¿La buscadora de Ravenclaw?

Emma pensó en Cho Chang. Era una chica muy guapa de un curso menos, pero nunca la había visto hablando con Cedric. De hecho, Emma sabía que a Harry le gustaba Cho, e imaginaba que reuniría el valor de invitarla. Por lo visto, Cedric se había adelantado.

—¿Has visto, Em? No hacía falta que rechazaras ochocientas invitaciones al baile —dijo Verónica, que no entendía por qué Emma seguía sintiéndose mal tras lo ocurrido con Cedric. Ella también pensaba que uno no elegía de quién se enamoraba, así que no consideraba que tuviera que pedirle perdón, especialmente cuando no había ocurrido nada con George—. Yo si fuera tú iría e invitaba al tonto.

—¿Tonto? —Maisie se echó a reír. Tenía las mejillas del mismo color que su piruleta.

—Sí, es un tonto porque él también quiere invitarla y no sé por qué demonios no lo hace, ¡ni que fuera tan difícil! —espetó Verónica con impaciencia—. Te plantas frente a él y le dices: "Oye, ¿quieres venir conmigo al baile?".

Para Verónica era muy sencillo. No conocía el significado de la vergüenza. Era extrovertida a más no poder, y su seguridad en sí misma le había permitido acercarse al chico de Beauxbatons que había fichado al principio del curso para pedirle ser su pareja. Sin embargo, el chico ya tenía novia, así que Verónica se giró hacia una de sus amigas, Mirelle, y se lo pidió a ella en su lugar.

Verónica contaba eso con toda la normalidad del mundo, restándole importancia, pero Maisie y Emma eran conscientes de lo nerviosa que estaba por acudir con ella al baile.

—Me sigue pareciendo brusco, ¿no? Apenas hace un mes de lo de Cedric, y aunque él tenga pareja...

—Cedric ya sabe que os gustáis, no será ninguna sorpresa para él—comentó Hermione, como si lo tuviera bien estudiado—. En el baile estará ocupado, porque como es un campeón tendrá que atender a la prensa, abrir el baile, cenar en la mesa principal... No tendrá tiempo para preocuparse por ti y por George, ya lo verás.

—¿Cómo sabes todo eso? —preguntó Maisie entrecerrando los ojos.

Hermione no le había contado a nadie, excepto a Emma, que iba a acudir al baile con Viktor Krum. Eso había provocado que sus amigas pensaran que su acompañante era todo un misterio, aunque otros, como Ron, pensaban que mentía y que en realidad no tenía pareja.

—Me lo ha dicho Harry —mintió.

—Bueno, y de igual manera, solo vas a bailar con George, Em. No es como si os fuerais a poner a follar ahí delante de todo el mundo.

—¡Verónica! —exclamaron las tres a la vez.

Las chicas siguieron buscando accesorios en la tienda y Emma se quedó sentada en el sillón, pensativa. Muy en el fondo, no quería admitir que, en realidad, estaba esperando a que él diera el paso. Se suponía que George era el más atrevido, el que había estado dispuesto a esperarla.

¿A qué estás esperando?

Miró hacia la ventana. Se observaba Zonko, la tienda de bromas, desde la ventana. Seguramente, George estaba ahí con su hermano y Lee.

Se le nubló la mirada mientras observaba el ventanal con madera morada de la tienda. Iba a tener una visión.

Efectivamente, George se encontraba en la tienda. Debía ser una visión del presente, puesto que llevaba la misma ropa con la que había salido aquella mañana del colegio.

—George.

La voz de Cedric hacía que George se sobresaltara de pura sorpresa. Fred, que se encontraba a su lado, se apartaba ligeramente para dejarles hablar, aunque Emma sabía que, con toda seguridad, tendría la oreja puesta para ver qué pasaba.

—Hola, Diggory —saludaba George, poniéndose las manos en los bolsillos.

Cedric se quedó mirándole unos segundos, y Emma pensó que no sabía si iba a pegarle un puñetazo a George o ponerse a llorar. George parecía estar pensando lo mismo, por cómo se removía sin parar.

—¿Por qué no le has pedido a Emma ir al baile contigo? Me han dicho que no tiene pareja, y solo falta una semana para el Baile.

George hizo un gesto que, con toda seguridad, era la misma cara que habría puesto de haber recibido el puñetazo.

—Yo... —carraspeaba, buscando las palabras correctas—. Bueno, tenía muchos pretendientes, así que...

—Ya, pero Emma quiere ir contigo, ¿no es evidente? Lo dejamos por ti.

George parecía querer salir de esa situación. Fred, tras él, parecía estar buscando una cámara para grabarlo todo.

—¿No piensas invitarla? ¿Acaso a ti no te gusta ella o...?

—No, no, no es eso. Es solo que pensaba que igual tú...

—¿Me iba a sentir mal? —terminó Cedric con una sonrisa amarga—. Ya me siento mal, George, pero ella me dijo que vosotros jamás tuvisteis nada mientras estábamos juntos, así que... Yo no te guardo rencor. Al menos, no por eso.

George hizo una extraña mueca. Estaba nervioso y no quería decir nada que enfadara a Cedric.

—Mira, a veces pienso que me gustaría pegarte una paliza, pero eso no arreglaría en absoluto nada y en realidad no soy una persona violenta —dijo Cedric, dando un paso hacia delante. George dio otro hacia atrás y Fred se puso en tensión por si tenía que saltar a proteger a su hermano—. Quiero mucho a Emma y quiero que sea feliz, aunque no sea conmigo. Así que como no vayas a pedirle ahora mismo que sea tu pareja, creo que me veré obligado a...

—Vale, vale, se lo pediré. Gracias por tu bendición.

—¿Pero tú quieres ir con ella? —inquiría Cedric, que parecía estar enfadándose por minutos.

George pestañeaba unas cuantas veces. Aquella situación era de lo más surrealista.

—Pues claro que quiero. Más que nada.

La situación se desvaneció frente a sus ojos, hasta que vio frente a ella a Verónica con su vestido, midiendo a ojo la cantidad de tela que debía recortar del bajo para que no rozara con el suelo.

—¿Y tú por qué sonríes tanto? —preguntó Maisie, mordisqueando el palo de su piruleta.

—Chicas, creo que voy a ir a pedirle a George que sea mi pareja de baile.

—¿Ahora sí? ¿Y Cedric?

—Cedric... Cedric seguro que ya se lo espera.

Se puso su abrigo, agarró su bolso y se marchó con la misma determinación con la que se enfrentaba a los rivales en el campo de Quidditch.

El siguiente capítulo es el Baile de Navidad qué emoción por favooooooor 💕

Aviso de que esta noche o a lo largo de la semana, cuando tenga tiempo, el diseño de esta historia va a cambiar :) Habrá nueva portada y nuevos separadores. ¡Ojalá os guste!

Canción nº11: Una canción de una película que te guste.

DIFICILÍSIMO pero mi propuesta: "Hero" de Regina Spektor. Película: 500 Days of Summer.

Nos vemos el próximo día con el Baile de Navidad así que sacad vuestras mejores galaaaas 💅🏼

🌷 Os quiero gracias por todo 🌷

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