Prólogo - Nuestro primer y... entrañable encuentro.

Ella cerraba sus ojos y se imaginaba su futuro. Siempre era lo mismo: ella con su propia boutique mientras la gente más importante famosa de Kalos compraba casi toda la ropa que ella se dedicaba a hacer. Si desplazaba la mirada podía ver a su alegre compañera Tikki, su Ledian, quien siempre estaba dispuesta a echarle una mano, o en su caso, cuatro.

Pero si tenía que imaginar su porvenir, nunca conseguía ponerle cara a esa persona que estaba a su lado ayudándola y robándole uno que otro beso cuando le apetecía. Se moría de ganas de conocer a esa persona especial.

¡Aunque más ganas tenía de, al menos como ayudante, trabajar en una boutique!

Aunque se conformaba con que la dejaran entrar, allí solo estaba gente de la alta escala social, cosa que "Marinette, la camarera" no era. Y hablando de eso, el sonido de la cafetera pitando despertó a la pobre joven de quince años, dándose cuenta que había dejado babeada toda la encimera.

— Cariño, ¿otra vez te dormiste hasta tarde? — La joven de cabellera azabache con reflejos azulados bostezó en respuesta. — Ay, por Arceus, ¿qué voy a hacer contigo?

— ¡Pero quedó genial! — Exclamó animada mientras corriendo se adentraba dentro del local, o mejor dicho donde ya era considerada su casa. La madre de la joven se llevó la mano derecha a la cabeza y mientras esperaba que su hija volviera decidió parar la cafetera que no dejaba de pitar. Menos mal que ese café era justamente para la propia Marinette y no dejaba a nadie rogando por su pedido. La chica volvió a paso rápido con el grave peligro de caer y destrozar todo a su paso. Extendió las ropas con una sonrisa rebosante de felicidad. — ¡He hecho para chicos!

Su madre inspeccionó las prendas y miró a su hija insegura. — ¿No crees que es algo pequeño?

Marinette negó con la cabeza. — Bueno, normalmente la gente que compra en la boutique de Ciudad Luminalia tienen unas medidas propias de modelos. No tendría sentido hacer una talla más grande.

Su madre la miró y se rascó la cabeza. Su cabeza estaba ida desde que a los cuatro años vio aquel programa de boutiques del mundo por la televisión. Ya no había forma de recuperar a aquella niña que ayudaba incluso con tres años a sus padres en la cafetería.

— ¿No crees que eso es un poco despectivo? — Marinette la miró sin entender. — Bueno, déjalo. ¿Vas a ir hoy?

La joven de mirada inocente asintió 3 veces por segundo, su madre suspiró. Tendría que ir preparado un vaso de leche Mu-Mu para cuando volviera con lágrimas en los ojos. De repente la miró.

— ¿Vas a ir así vestida? — Marinette se miró de arriba abajo; pijama, despeinada y con toda la cara llena de babas. No, si ni con su vestido más adorable no la dejaban entrar de esa manera ya la echaban a patadas. Negó con la cabeza y de nuevo como si su vida dependiera de ello volvió a meterse dentro de la casa. Sabine suspiró. — ¡Recuerda que tienes que ayudar hasta las diez!

***

— ¡Gracias, guapa! — Exclamaba una señora mayor mientras tomaba la limonada que le brindaba la joven. Marinette le regaló una sonrisa.

— Gracias a usted, hasta la próxima. ¡Que pase un buen día! — Estaba acostumbrada a ese trabajo, pero amaba ver como una simple bebida o aperitivo provocaba esas sonrisas en los clientes. Se moría de ganas de provocar lo mismo con sus vestimentas.

Miró el reloj, quedaban cinco minutos para las diez. Solo unos minutos para su cuarto intento de poder entrar a la boutique. Esta vez sus ropas estaban hechas con cariño y amor. Rosa, de su color favorito. Hasta una boina del mismo color adornaba su bella cabellera recogida en dos coletas. Se había maquillado ligeramente, al menos para intentar parecer más elegante aunque solo quedara en intento. Solo un puñado de segundos, con que no entrara nadie a la tienda podía irse la mar de feliz.

Pero la puerta se abrió haciendo que Marinette odiara a esa persona que iba a entrar, fuera quien fuera. Aunque se asombró que lo primero que apareció por esa puerta fue un Purrloin seguido de un joven rubio con unas pintas muy extrañas. La quinceañera cogió una escoba por si hacía falta.

— ¡Plagg, espera! — Antes que se diera cuenta el Purrloin había saltado por el mostrador entrando directamente en la despensa. En menos de lo imaginado un grito se escuchó, Marinette sabía que se trataba de su madre. Su manos temblaban estaba en shock mientras que el joven siniestro y sospechoso se llevaba las manos a la cabeza. Acto seguido el pokémon salió de allí con queso en su boca y moviendo la cola felizmente. Cuando se situó al lado del joven, fue golpeado en la cabeza por parte de su entrenador. — La próxima vez te dejo a baya y agua por tres meses.

Marinette los miró fijamente. El rubio lentamente, bastante avergonzado, se acercó al mostrador. La joven aún tenía la escoba entre sus manos, sabía que la iba a utilizar. Asustar a su madre, robar queso, tener pintas de secuestrador de niños. Sin duda no era de fiar.

— Emm, ¿Cuánto vale? — Marinette lo miró analizándole, con una fría mirada que congelaba a cualquiera y el rubio no era la excepción.

— 50 pokes. — Simplemente pronunció. Con miedo y temblor de muñeca depositó el dinero en el mostrador. Marinette cogió el dinero para acto seguido sacar una hoja y un boli. El rubio miró la hoja curioso pero de pronto se sorprendió. ¿Su traje de pasar desapercibido había fallado y sabía quién era? ¿Le iba a pedir un autógrafo? ¿En cuánto saliera iba a informar a la televisión? — ¿Cuál es tu nombre?

Aquello lo dejó completamente confundido. — Adrien...Agreste. — Ella lo apuntó y acto seguido le sonrió. Adrien estaba totalmente perdido pero antes de poder encontrarse la chica le amenazo con la escoba haciendo que su Purrloin Plagg saltara a sus brazos.

— Que sea la última vez que entras a esta cafetería. Tu ladrón y tú tenéis prohibida la entrada a este establecimiento. ¡Fuera!

Y antes de que pudiera decir algo, un Ledian apareció en su campo de visión y usando su ataque "Viento Plata" los lanzó fuera del local. Marinette pasó por el lado de Ledian y chocaron con una de sus manos. Acto seguido se miraron y sonrieron. ¡El momento al fin había llegado!

Adrien se levantó del suelo como pudo, ahí se dio cuenta que vestir todo de negro no era buena idea si terminas en el suelo. Plagg lo miró con una sonrisa burlona y el rubio reprimió las ganas de matarlo; ¡todo era su culpa! Miró el cielo azul que había aquella mañana en Ciudad Luminalia, que mal había empezado el día. Oh, bueno, quien dice el día dice el viaje.

Tenía que ir con cuidado de ser descubierto, no había huido de Teselia y de su padre para nada. ¡Tenía que cumplir su sueño de ser el mejor entrenador Pokémon y dejarse de modelar y hacer apariciones televisivas! Pero su padre no lo entendía y él no se iba a quedar de brazos cruzados hasta que él lo entendiera. Esto era necesario.

Miro a su espalda el local del que lo acababan de echar, vaya manera de atender a su clientela. Ojalá le cerrasen la cafetería. Suspiró y decidió que era una buena idea dar una vuelta por la ciudad, porque pequeña no era. Quizás se pasaba por la peluquería y se teñía de zanahoria para que nadie lo reconociera o quizás se iba a comprar ropa que no le hicieran ver como un mendigo. Total, que se iba a mover de aquel local cruel y despiadado.

Bueno, siempre se dice lo mismo... Las primeras impresiones no son buenas. ¿Y las segundas? Bueno, quizás hasta son peores.



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Bueno, me lo he pasado genial escribiendo <3

Espero que os haya gustado a vosotros~

Ary se despide. Time off!



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(sobretodo insta, gracias a mis stories sabréis cuando estoy escribiendo xD)

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