Capítulo 1
8:54 a.m.
Oh, hermosa ciudad de Musutafu, donde el sol matutino ilumina las calles llenas de vida y un fresco aire primaveral lleva el aroma de los cerezos en flor. Las bicicletas pasan suavemente junto al murmullo del río Fuji, mientras los comercios abren sus puertas con una sonrisa.
El bullicio amable de los vecinos, junto a la risa de los infantes jugando tiernamente se mezcla con el canto de los pájaros, creando una melodía única que...
-vete al diablo-dijo un conductor a un transeúnte
-me voy a ir con tu madre entre mis bolas-contesto
-que dijiste pend-
OK... Dejando el bullicio de la ciudad a un lado, nos enfocamos en una familia que vive tranquilamente en un cómodo apartamento en un tercer piso de algún edificio de Musutafu. El hogar de los Midoriya refleja esfuerzo y calidez.
La sala principal está decorada con buen gusto, con un sofá moderno en tonos neutros y una mesita de centro de madera clara, sobre la cual descansa un pequeño jarrón con flores frescas. En una esquina, una televisión de pantalla plana comparte espacio con un mueble lleno de libros, fotos familiares y algunas figuras de héroes que destacan por su vibrante colorido.
La cocina está integrada al área principal, separada por una pequeña barra donde descansa una taza de té a medio lavar. El lugar está lleno de utensilios prácticos y una nevera adornada con imanes y notas pegadas, algunas recordando fechas importantes o listas de compras hechas a mano por Inko. Esta última era Inko Midoriya, una mujer de rostro amable y figura regordeta, cuya dedicación y amor por su familia era incomprensible.
También (aunque ausente en este momento) Hisashi Midoriya forma parte de esta familia como el padre y esposo del hogar. Un hombre quien actualmente se desempeña como agente especial en Estados Unidos, aunque últimamente no suele estar allí muy seguido ya que su alcance es internacional.
Y, por último, pero no menos importante, está Izuku Midoriya quien se halla en su cuarto. El cuarto de Izuku es su perfecto reflejo. Las paredes están llenas de pósters de héroes, con All Might ocupando un lugar especial. Un escritorio desordenado que está repleto de libretas llenas de dibujos, notas y análisis sobre los quirks de diferentes héroes. En una esquina, un pequeño estante guarda una colección de figuras que obtuvo a lo largo de los años. Su cama, aunque sencilla, está bien arreglada, excepto ahora, ya que nuestro Izuku duerme profundamente, con un rostro tranquilo y despreocupado.
¿Pero qué lo hace especial para que sea nuestro protagonista? Bueno, Izuku sueña con ser un héroe. Hasta aquí, nada fuera de lo común en un mundo donde los héroes están por todas partes. Lo que lo distingue es que él no tiene un poder, o mejor dicho, un quirk. Forma parte del 20% de la humanidad que no desarrolla estas habilidades, algo que lo coloca en una desventaja abrumadora.
Y sin embargo, Izuku no se ha rendido. Su determinación y su corazón inquebrantable lo han llevado a ganarse el reconocimiento de alguien que jamás imaginó... All Might, el símbolo sexu- digo, de la paz, sí, el símbolo de la paz. Han pasado ya ocho meses desde que comenzó su entrenamiento con él, y aunque las cosas no han sido fáciles, Izuku sigue adelante, empujando sus límites día tras día.
A pesar de no tener el apoyo de casi nadie, Izuku nunca se rindió. Siempre se mantuvo firme, demostrando ser alguien digno de admiración. Es dedicado a su entrenamiento, valiente, inteligente, y trabaja incansablemente por alcanzar sus metas. Izuku es alguien que realmente inspira a los demás. También es...
- ¡AHHHH VOY A LLEGAR TARDE! -. gritó Izuku mientras se levantaba de un salto, enredándose torpemente con las sábanas.
Bueno, eso creo...
. ¡Oh no, llegare tarde al entrenamiento con All Might!-. exclamó Izuku mientras salía de su habitación, solo para tropezar con el borde de la alfombra y caer de cara al suelo.
-Izuku, cariño, ¿estás bien? - preguntó su madre, Inko Midoriya, con voz preocupada, observando cómo su hijo intentaba levantarse.
- Sí, mamá, estoy bien-. dijo él, levantándose rápidamente, visiblemente avergonzado por el tropiezo.
- Izuku, ¿te olvidaste de que ibas a entrenar? -. le dijo ella con tono burlón, como si ya fuera obvio que sí.
- Sí, madre, me tengo que ir, ya se me hace tarde-. respondió Izuku mientras corría hacia la puerta, sin perder tiempo.
- ¡¿NO VAS A DESAYUNAR, IZUKU?!-. le gritó Inko, justo cuando él ya estaba por salir.
- ¡NO TENGO MÁS TIEMPO, ADIÓS OKASAN! -. dijo él apresuradamente mientras salía por la puerta, sin mirar atrás.
Mi nombre es Izuku Midoriya, tengo 15 años, y el motivo de mi apuro es que se me está haciendo tarde para entrenar con All Might. Mis entrenamientos comienzan a las 6 de la mañana, pero ahora ya son las 9:10 a.m. Me levanté tarde, a las 8:54 a.m., All Might va a matarme por llegar tan tarde... si es que todavía me está esperando.
- ¿Quién te dio permiso de presentarte mientras narro? -.
- Todavía que te estoy ayudando para que no te canses -.
- ¡Deja de hablar y sigue corriendo que confundes a los lectores! -.
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Si, este es Izuku Midoriya, un arbusto parlante quien actualmente está teniendo la corrida de su vida...
Esta es una nueva lección para su vida, no desvelarse por culpa OverWatch.
- Ecoles, OverWatch suele ser el motivo de desvelos para muchas personas-.
- ¿Usted también juega OverWatch Señor Autor? -.
- ¿OverWatch tiene juego?
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8:54 a.m.
En un departamento espacioso pero sencillo, algo alejado del bullicio de la ciudad, se ve un bulto debajo de las sábanas en la cama. La luz del sol entra tímidamente por la ventana, iluminando ligeramente la habitación. Este lugar pertenece a la heroína y profesora de la U.A, Shota Aizawa, conocida también como Eraserhead.
La habitación es acogedora, aunque no ostentosa. Las paredes son de un tono neutro, con carpetas apiladas en diferentes estantes dando a entender el estilo de trabajo de ella. En una esquina, un par de uniformes de la U.A. están colgados de forma descuidada, como si nunca tuvieran tiempo de ser perfectamente ordenados. El suelo de madera está un tanto desordenado con varias prendas esparcidas y algunas tazas vacías. Es un hogar modesto, sin lujos innecesarios.
Shota estaba durmiendo plácidamente, completamente cubierta por las sábanas, mostrando una imagen casi tierna que, para quienes la conocían bien, contrastaba con la mujer estricta y seria que era. A pesar de su apariencia tranquila, aquellos que la conocían sabían que Shota Aizawa no era precisamente conocida por su dulzura.
¿Y por qué hablamos de ella? Pues, porque también es nuestra protagonista, aunque no lo sepa aún.
Siguió sumida en su sueño, ajena al mundo exterior, hasta que su gato decidió que era hora de despertarla.
-.Agh... -. murmuró Shota irritada, despertando poco a poco.
-Miau... -. maulló Bigotes, con indiferencia, como si su tarea estuviera cumplida.
- Bigotes, muchas gracias por despertarme... -. dijo Shota, un poco más irritada, mientras intentaba apartarse de las sábanas.
Shota no era precisamente una fan de ser despertada, pero, como adulta responsable, sabía que tenía que empezar su día.
-Aahhh... -. bostezó profundamente mientras se sentaba en la cama. - Bueno... a comenzar el día -.
Así comenzó su rutina diaria. Primero, se dirigió al baño para lavarse los dientes y la cara, luego un baño rápido. Después, la tarea de siempre: limpiar la casa (lo hace cada que tiene día libre), hacer el desayuno que consistía en un ramen (ya que no era precisamente hija de Gordon Ramsay), darle de comer al gato. Un ciclo sin fin de responsabilidades.
Mientras masticaba los fideos del ramen, Shota giró la cabeza hacia su estante de alimentos. Sus ojos se entrecerraron al darse cuenta de que algo crucial faltaba... suministros. Y por suministros, claro, me refiero a café soluble, galletas, ramen, frituras y cereal, una dieta digna de estudiante foráneo. Tragó los fideos, se levantó de la mesa y dio un vistazo rápido al interior del refrigerador. La escena no era mucho mejor ya que solo había dos latas de café frío, una pizza congelada de pepperoni, un pedazo de pastel de café con avellana, y un limón seco que yacía en el fondo del refrigerador.
Suspiró profundamente.
-Tengo que ir a hacer las compras para este mes... -. Murmuró con resignación.
Shota tenía un estilo de vida bastante particular. Entre su trabajo como maestra en la U.A., heroína de tiempo completo y su prioridad más importante... dormir, su alimentación se basaba casi exclusivamente en comida instantánea como el ramen, además de vivir de café, sodas ocasionalmente y un cereal con un conejito sonriente que, curiosamente, se le hacía lindo.
¿Era genética? ¿O acaso ser activa como heroína la mantenía inmune a las consecuencias de su dieta? Fuera lo que fuera, su figura no parecía verse afectada en lo más mínimo. Incluso Bigotes, su gato, comía mejor que ella. El minino disfrutaba de un alimento especial que incluía caldo de pollo, carne, vegetales y una mezcla de nutrientes procesados en forma de pasta.
Después de terminar su ramen, Shota se levantó despreocupada. Hoy era uno de esos raros días libres del mes en los que podía permitirse el lujo de atender su casa. Primero, llenar la despensa; después, si le quedaban energías, limpiar. Lavó los trastes con rapidez y regresó a su cuarto para alistarse.
Al abrir el armario, se encontró con la misma escena, un mar de ropa negra y oscura. Joggers, sudaderas, camisetas oversize, pantalones anchos y shorts cómodos para estar en casa. Tomó lo primero que tuvo a mano, se lo puso, y luego intentó peinar su cabello negro, que le llegaba a los hombros. Su mayor logro fue lograr que no pareciera que acababa de levantarse... aunque era cierto eso.
- Me voy, Bigotes. Cuida la casa mientras no estoy -. dijo Shota, despidiéndose del gato, que apenas le lanzó un maullido perezoso como respuesta.
Con las llaves en mano, Shota salió de su departamento y tomó rumbo hacia el 7-Eleven más cercano. El día apenas comenzaba, pero la heroína ya tenía una misión importante...
Abastecerse de cafeína y ramen para sobrevivir el resto del mes.
Shota caminaba con las manos en los bolsillos, avanzando con paso relajado por las calles de Musutafu, una ciudad siempre en movimiento, pero sorprendentemente tranquila a esas horas de la mañana. El aire era fresco, con una ligera brisa que arrastraba el aroma de los cerezos en flor desde un pequeño parque cercano.
A su alrededor, las calles estaban adornadas con negocios locales aún abriendo sus puertas: una panadería que dejaba escapar el olor a pan recién horneado, una tienda de flores con colores vivos que rompían la monotonía del concreto, y un par de oficinistas apresurados, probablemente tarde para sus trabajos.
La heroína no prestaba demasiada atención a su entorno, centrada únicamente en llegar al 7-Eleven que estaba a pocas cuadras. Pasó junto a algunos estudiantes de secundaria que cuchicheaban emocionados sobre héroes y quirks, algo tan común en esa ciudad como el ruido de autos y bicicletas.
El día parecía ordinario, casi pacífico, aunque a los ojos cansados de Shota todo parecía igual de monótono.
- Solo necesito café... -. murmuró, más para sí misma mientras pensaba que elegir esta vez para su supervivencia.
¿Ramen picante de res o ramen con sabor a camarón y especias? ¿Café arábica o robusta? ¿Y si se dejaba llevar esta vez y se compraba los nuevos cereales del conejo en tonos Emo Edtion?
- Que complicado -. Susurro para sí misma una vez más, mientras que ocasionalmente sentía la mirada perturbada o curiosa de uno que otro transeúnte.
Shota Aizawa tenía una belleza particular, una que no buscaba destacar ni llamar la atención. Si alguna vez decidiera arreglarse, probablemente sería deslumbrante, pero eso no era algo que le interesara en lo más mínimo. Su atractivo permanecía oculto detrás de su estilo descuidado y su apariencia constantemente agotada.
No era alguien que sobresaliera a primera vista. De figura alta y esbelta, con 1.83 metros de altura, poseía unas piernas bien torneadas y una figura equilibrada que, sin ser exuberante, resultaba atractiva a su manera. Su cabello negro, que rara vez se tomaba la molestia de acomodar, le caía con un desorden natural sobre los hombros, como si fuera un símbolo de su personalidad desinteresada. Sus ojos oscuros, profundos y ligeramente entrecerrados, estaban siempre acompañados por las clásicas ojeras que se habían convertido casi en su marca personal.
Para muchos, su apariencia, sumada a su carácter serio, aburrido y en ocasiones frío y cortante, no era precisamente "linda". Pero lo cierto era que a Shota le importaba un carajo lo que los demás pensaran de ella. Ella era quien era, y eso le bastaba.
Tal vez lo único que llegase a molestarle seria que no tenía un gran busto, no como las de sus colegas de trabajo, no era tan pequeño como para parecer una tabla de snowboarding pero tampoco llenaba un sostén mínimamente grande.
De repente, sus ojos captaron algo que le hizo detenerse, era un par de adolescentes sentados en la acera, absortos en las páginas brillantes de una revista. En la portada, con su habitual seguridad y su traje ajustado de heroína, Nemuri Kayama mejor conocida como "Midnight" sonreía con una pose a la cámara.
[La clásica revista de farándula con un toque picante...] pensó Shota, sintiendo una mezcla de fastidio y asquito. No era ajena a ese tipo de contenido. Sabía perfectamente que muchas de sus colegas aparecían en esas publicaciones de tanto en tanto haciendo entrevistas llenas de datos irrelevantes, sus gustos personales, el tipo de pareja que buscaban... todo adornado con una pizca de morbo para deleite del público.
Ella, sin embargo, nunca había salido en una de esas ediciones. Y no era casualidad. Shota se cuidaba de evitar cualquier tipo de atención que la pusiera en ese foco. Solo imaginarse siendo observada con "ese tipo de mirada" le provocaba asco.
- ¿Crees que si le dono a Mt. Lady en sus streams me dedique un baile? -. preguntó uno de los chicos, sin levantar la vista de la revista.
-Ella no hace caso a donaciones menores de mil bits, amigo. Además, tu usuario no le va a gustar -. respondió el otro con una risa burlona.
-¿Qué tiene de malo haberle puesto SimpDeMamiMirko?-.
Shota dejó escapar un leve suspiro y murmuró para sí misma, con total desaprobación:
-Qué estúpido...-.
No podía evitar preguntarse si eso era lo único que importaba a las personas reales: atención fugaz, vacía, y satisfacer sus deseos más superficiales. Da igual si eran chicos, chicas o adultos; la actitud parecía ser siempre la misma.
[Nadie como tú, Mr. Rabbit...] pensó recordando el conejo sonriente de su cereal favorito. Un verdadero caballero. ¿Qué más podía pedir la vida? Cereal crujiente, un conejo feliz y, en la edición especial de San Valentín, hasta una rosa de juguete en distintos colores.
Todo un galán.
Dejando esos pensamientos absurdos de lado, Shota detuvo sus pasos frente a su objetivo: el 7-Eleven. El letrero verde, blanco y naranja le dio una bienvenida silenciosa, como si supiera lo que significaba para ella.
- Mi lugar feliz... -. murmuró, dejando que una muy pero muy diminuta sonrisa se asomara en su rostro por apenas un segundo.
- ¡Vuelva pronto! -. fue lo último que escuchó Shota antes de cruzar las puertas automáticas del 7-Eleven.
Llevaba siete bolsas ecológicas llenas de productos, que, si bien para cualquier otra persona serían un peso considerable, para ella apenas eran un inconveniente. [Ventajas del entrenamiento heroico], pensó mientras ajustaba las bolsas entre sus manos. El contenido de las mismas era un desfile de comida instantánea, café y snacks que harían temblar a cualquier nutricionista.
Mientras caminaba de regreso a casa, su paso era tranquilo y sereno, tarareando una canción pegajosa llamada OMG de un grupo de chicas que había escuchado por casualidad en una cafetería días atrás.
[Nada mal, Shota,] se dijo mentalmente, satisfecha por haber completado su misión a tiempo. Un día de compras sin contratiempos y aún con margen para limpiar la casa.
- Que gran comienzo de dí... -.
- ¡AUN LADO! -. gritó una voz masculina a todo pulmón.
Antes de poder reaccionar, un borrón verde se estrelló directamente contra ella, enviando su cuerpo al suelo junto con todas las bolsas que llevaba.
- ¡Mierda! -. soltó Shota aturdida por el impacto.
Alrededor, la escena se desarrollaba como en cámara lenta, latas de café rodando por la acera, paquetes de ramen aplastados, una bolsa de cereal estrellándose sin piedad contra el suelo y sobres de galletas abriéndose como si celebraran una fiesta involuntaria.
Los transeúntes se detuvieron a mirar, algunos por pura curiosidad y otros claramente entretenidos con el desastre. Mientras tanto, "la cosa verde" que había provocado el accidente comenzaba a moverse. Era nada más y nada menos que Izuku Midoriya, nuestro joven protagonista, quien en su afán por llegar a tiempo a su entrenamiento había hecho impacto con ella.
-¡¿QUE MIERDA TE PASA IDIOTA?! -. gruñó Shota, levantándose con dificultad mientras se sacudía el polvo del pantalón.
- ¡Lo siento, lo siento, lo siento! -. exclamó Izuku, arrodillado en el suelo y moviendo las manos a una velocidad inhumana, como si estuviera rogando por su vida. - ¡De verdad no fue mi intención! ¡Estaba apurado y no vi a dónde corría! -.
Shota entrecerró los ojos y lo fulminó con la mirada mientras observaba su desastre esparcido por la calle.
- Más te vale ayudarme a recoger esto, mocoso -. murmuró con fastidio, todavía decidiendo si quería estrangularlo o no.
- ¡Sí, sí, claro! ¡Ahora mismo! -. Izuku saltó de inmediato a recoger las bolsas y productos desperdigados, sudando frío.
Mientras la gente se alejaba poco a poco, Shota pensó que, definitivamente, su día perfecto había terminado por irse al carajo.
¡Boink¡
Como cada cabeza era un mundo diferente estas decidieron chocar al intentar alcanzar un bowl de ramen. -Mocoso-. Gruño aún más enojada helando la sangre del menor quien solo se sobaba la cabeza con lágrimas amenazando por salir.
Izuku, aún avergonzado, se apresuró a juntar las latas y paquetes, guardándolos de vuelta en las bolsas. El nerviosismo era palpable, como si el simple acto de respirar pudiera desencadenar una nueva catástrofe. En un intento por hacer las cosas bien, sacó rápidamente su billetera y, con cara de pánico, le ofreció el dinero a Shota.
- Te lo pagaré todo, lo juro -. dijo Izuku con voz temblorosa, mientras sacaba los billetes de su billetera y los estiraba hacia ella.
- No necesito tu dinero, idiota -. respondió mientras lo miraba de arriba a abajo, un suspiro escapando de sus labios. - Pero sí, tendrás que cubrir lo que se perdió... -. Dijo mientras sacaba el ticket de compra, con ello procedió a sacar las cuentas de los productos perdidos.
Y ahí se fue los ahorros del nuevo desodorante refrescante de Grand Orca.
Con un movimiento de cabeza, Shota le lanzó una mirada fulminante y volvió a caminar hacia el 7-Eleven, sin mirar atrás.
Izuku, con la conciencia completamente culpable, se quedó observando cómo ella se alejaba. No solo había arruinado el día de Shota, sino que también lo había retrasado aún más. [Tengo que entrenar, ¡tengo que entrenar!] pensaba mientras se ajustaba las manos al bolsillo de su sudadera.
Con la moral por los suelos, Izuku salió disparado hacia la playa. Tenía mucho que hacer, pero eso no evitaba que su mente se quedara pensando en lo que acababa de ocurrir.
Mientras tanto, Shota entró de nuevo al 7-Eleven, la puerta de vidrio emitió un leve ding al abrirse, y ella volvió a recoger lo que había perdido. Su cara estaba endurecida por la molestia, pero en el fondo sabía que todo eso podría llegar a pasar. Solo sería un día más en la vida de ella.
Una vez dentro, recogió lo que había dejado atrás, compró nuevos suministros y, con un suspiro resignado, se dirigió nuevamente a la salida, cargando las nuevas bolsas con más calma. [Esto no está siendo mi día] pensó, mientras cerraba la puerta tras de sí y comenzaba su camino de vuelta a casa.
Con el sol brillando suavemente sobre su rostro, ambos continuaban con sus vidas, Shota con su cargamento de compras para sobrevivir este mes, e Izuku corriendo hacia la playa, deseando que, al menos, este entrenamiento le sirviera para redimir algo del desastre de la mañana.
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