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No reprimí su beso y tomé su rostro con mis manos aumentando la intensidad del mismo. Estaba mal lo que estaba haciendo, lo sabía de verdad, pero el deseo frenético de besarlo por primera vez era más fuerte. Romper la tensión entre nosotros de esta manera dió sus frutos.
Sorpresivamente, el timbre de las puertas del ascensor suenan y se abren de par en par con anterioridad dejándonos expectantes y separandonos torpemente. La señora McCarthy que vive en el tercer piso entró en escena con su bastón y su típica mini cartera. Al verme me sonrió enseñando su perfecta dentadura postiza que no combinaba con su aspecto muy anciano. La observo sorprendida teniendo en cuenta la hora que era.
—Hola Eva— se suma a nosotros y toca el botón de planta baja. —Oh, hola Christian, tanto tiempo— dice convencida hacia Tobias. Él me observa a mí y dirige su mirada confundida a aquella señora.
—Rose, él no es Christian— me aclaro la garganta. —Él es Tobias— ambos se sonríen pero ella tarda un poco en entender.
—¿Es tu nuevo novio?— pregunta obviando la presencia de él. Tobias me observa divertido al notar mi sonrojo.
—No...— dije dubitativa. —Es amigo mío.
—¿Y por qué estás como un tomate?— pregunta con inocencia y Tobias ríe. Su cuestión resultó ser peor para mi semblante.
—Rose, es muy tarde ¿no crees?— digo evadiendo su pregunta. Tobias aún seguía en silencio.
—Sí, mi hijo me llevará al hospital. Uno de mis hijos está internado de urgencia y debo ir a verlo— asiento apenada. Las puertas se abren enseñando el Hall de la planta baja. —Adiós Eva. Me gusta este chico para tí. Es más lindo que Christian— lo observa de arriba a abajo.
—Gracias, señora— dice con una gran sonrisa. —Que tenga una agradable noche— ella asintió y se alejó.
—Saluda a Annelise de mi parte, Eva— gritó y Tobias y yo fuimos los últimos en salir del ascensor.
Esperamos hasta que ella se alejó definitivamente del edificio y subió al auto de su hijo quien la ayudó a ingresar. Tobias aún continuaba mirándome con diversión y no tardó en burlarse de la situación.
—Así que soy más lindo que Christian...— dice cruzado de brazos y muy sonriente.
—Oh, Tobias, no empieces. Esa señora tiene demencia senil y puede decir cualquier cosa incoherente— bromeo y queda sorprendido. —Tiene 90 años ¿Qué esperabas?
—Nada, me sorprende que aún teniendo esa enfermedad piense que soy más lindo que ese tal Christian que desconozco— ambos reímos bajo.
—Algún día te contaré sobre él y morirás de aburrimiento— hago una pausa y dedicamos el silencio para mirarnos. —No quieres volver a verme ¿Verdad?
—¿Por qué habría de querer eso?— pregunta incomprendido.
—Por lo que pasó con Jamie— confesé mi preocupación.
—Eva, no dejaré de verte a tí por su culpa. No pienses eso porque no tiene sentido— dice serio. —De todas formas la he pasado genial— se acerca a mí.
—Sí, yo también— me aclaro la garganta con nerviosismo. —Buenas noches, Tobias— toma mi mentón con sus dedos largos.
—Buenas noches, Eva— deposita un suave beso en mis labios.
⚠
Había comenzado la semana con un día gris y lluvioso. Mis amigos ya se habían ido cuando Tobias decidió largarse de aquí y mi madre todavía no había llegado.
Hoy me tocaba fotografiar a Stone Sour. Estaba emocionada porque ya había tenido trabajo con Corey y sus dos bandas. Es un hombre que entró rápidamente en confianza conmigo y yo con él y es súper simpático. Tenía tiempo para desayunar con tranquilidad.
Cepillé mi melena azul y mis dientes y me puse un pantalón ajustado negro con cortes en las rodillas, mis botas negras con tacón, una remera blanca con símbolos alquimistas en negro y mi saco favorito largo y fino oscuro. Contrasté el blanco de mi rostro con tonos oscuros de maquillaje.
“El Anillo” de Danielle Steel seguía sobre el desayunador y proseguí a continuarlo.
En ese momento, mi celular como todas las mañanas comienza a sonar. Observo que aparecía un número que no tenía agendado y atendí sin menor problema. Tal vez sea una oferta de trabajo o tal vez una emergencia ¿Quién sabe?
—Buenos días, señorita Hedegaard— pronunció aquella voz. Esa voz que había escuchado toda la noche a través de los parlantes de mi casa. Sentí que el tiempo se detuvo y que éramos él y yo en el mundo. Estaba bajo los efectos de su adictiva voz.
—Hola, Papa— dije balbuceando. Definitivamente se robó toda mi cordura.
—¿Está ocupada?— preguntó de manera cortés. Observé mi reloj y aún tenía tiempo de sobra para ir al trabajo.
—No, de hecho estaba por desayunar— dije sin más cerrando el libro.
—Que casualidad, yo estaba por hacer lo mismo— reí a mis adentros por esa tan adorable "casualidad". —¿Le gustaría que la visite para desayunar juntos?
—Sí, por supuesto— balbucee. —¿Qué quieres que compre?
—Oh, no, por favor, señorita Hedegaard. Me ofende. Yo me encargaré de eso— hace una pausa muy pequeña. —La veré luego.
—Nos vemos, Papa— colgué con una sonrisa en mi rostro.
⚠
Subimos el ascensor en silencio hasta cruzar la puerta de mi departamento. Su nivel de seriedad me perturbaba un poco y su silencio críptico me daba la pauta de que tal vez no sea un hombre con un gran sentido del humor, sino que era más bien reservado.
Le ofrecí guardar su saco y él negó firmemente con la cabeza. Caminó con lentitud por el living observando detalle por detalle, cuadro por cuadro, mueble por mueble... Y yo estaba a un lado mirándolo con nerviosismo.
—¿Quieres un café?— se volteó para observarme y negó otra vez.
—Prefiero un té— asentí y corrí a la cocina a preparar lo necesario. Oigo que el equipo de música se enciende y comienza a sonar una música que reconocí al instante. Sonreí cuando supe quién era el intérprete.
Con ambas tazas en mano, me acerqué al desayunador y las posé observando al Papa muy entusiasmado observando mi biblioteca mientras sonaba su banda por los parlantes.
Aclaro mi garganta y obtengo su atención.
—Veo que lee mucho— asiento y comienza a acercarse al desayunador. Trajo consigo mi tarta favorita y comencé a cortar las porciones. —¿Le gusta esta tarta?
—Es mi favorita— respondí con una sonrisa. —Veo que has aprendido a usar mi equipo de música— sonrío divertida.
—Sí, le he dejado un regalo en su interior que ahora mismo está escuchando— hace un gesto con la mano indicando la melodía. —Se llama Meliora. Espero que no le moleste mi atrevimiento.
—Oh, no, para nada— río nerviosa. —Nunca tuve la oportunidad de decírtelo, pero amo tu música. Tienes mucho talento, de verdad— asiente convencido con lo que digo.
—Gracias. Es todo un halago que provenga de la boca de una mujer tan hermosa como usted— dice bebiendo su té.
Quedo boquiabierta con su declaración y me sonrojo en cuestión de segundos.
Continuamos conversando sobre su carrera, que era la que faltaba conocer, y cómo logra escribir tan buenas letras. Seguido de esto, nuestro desayuno se iba consumiendo a medida que alargabamos la charla y el CD seguía sonando.
Me ayuda a ordenar el desayunador y nos dirigimos a la cocina a limpiar lo usado. Comienzo a limpiar las tazas y platos y noto que no cuento con su presencia. Procuré terminar con lo que hacía lo más rápido posible para no perder tiempo de calidad con él.
Al terminar, siento unas manos en mi vientre y alguien que se coloca detrás de mí posando su mentón en mi hombro. Seco mis manos torpemente y siento su olfato por mi cuello dejándome muy vulnerable.
—Que bien huele, Eva. Tiene un aroma muy embriagador— sus manos recorren mi vientre y mis caderas con suavidad.
—Papa...— suspiro y me obliga a voltearme ambia quedando a centímetros de distancia.
Toma mi rostro con una mano y me observa con aquella mirada que había examinado en su limusina recorriendo mi cuello hasta conectarla con la mía. Mi respiración se volvieron jadeos y mi corazón emitía latidos irregulares.
Su pulgar tocó mi labio inferior y lo separó suavemente. Unos infernales deseos de besarlo se hicieron insoportables en mi organismo y estaba a punto de estallar en sus brazos, únicamente por sus caricias y su mirada perversa.
Sus labios se concentraron en mi cuello y con una gran habilidad alzó mi pierna izquierda para que la rodee en su cadera sin dejar de sostenerla.
Su mano recorría mi pierna alzada hasta llegar a mi trasero y su otra mano sostenía mi mentón para darle más acceso a mi cuello. Era puras emociones. Suspiraba y emitía pequeños gemidos mientras su lengua habilidosa jugaba en mi cuello despertando sensaciones y locuras que jamás había sentido.
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