45
Ingresamos y un exquisito aroma a café nos envolvió en una sensación de puro placer. Quizá todo se deba a que él estaba acompañado de alguien más y, para ser honesta, eso me dejaba una curiosidad inmensa.
Su hogar, como se veía desde afuera, era realmente espacioso para sólo un padre soltero. Al ingresar lo primero que se podía observar era una escalera que conducía al segundo piso, por lo que supuse que estaría su habitación y el baño. Para el lado izquierdo estaba la cocina y el otro lado el comedor. Manteniendo el pasillo en dirección a las escaleras pero más allá de ellas, había un pequeño living con un televisor colgado en la pared y una chimenea encendida.
En parte me alegraba que mi padre pudiera darse el gusto de vivir en una casa tan cómoda y amplia en cuestión de espacios, pero por otro lado, sentía pavor cuando pensaba en lo solitario que es a veces.
Él nos condujo al living y nos invitó a sentarnos en el pequeño sofá para dos, mientras él se ubicaba en el que nos enfrentaba. Llegué a observar un brillante anillo en su anular, pero al notar mi mirada, quitó la mano de mi visión con rapidez.
—¿Desean una taza de café?— pregunta amablemente.
—Sí, por favor. Venimos soportando un frío infernal desde hace rato— respondo frotando mis manos y soplando en ellas.
—Sería ideal, señor Hedegaard. Muchas gracias— exclama Papa y mi padre asiente alejándose a la cocina.
Sólo el sonido de la leña crujiente siendo devorada por el fuego y el insoportable tintineo de las agujas del reloj estaban ambientando la atmósfera silenciosa e incómoda que nuestra visita había implicado.
De repente la imágen de su anillo vino a mi mente como un flash haciéndome imaginar situaciones y momentos que no pude compartir con mi padre y que habrán sido muy importantes para él.
Papa posó su mano en mi muslo y lo acarició con dulzura. Resoplé con fuerza y lo observé.
—¿Te encuentras bien?— pregunta preocupado.
—Lo has visto ¿Verdad?— digo haciendo referencia al anillo de mi padre.
—¿Ver exactamente qué?— su mirada delata una severa confusión.
—Su alianza, Papa. Jamás pensé que volvería a casarse— hago una pausa. —Siempre prefirió la soledad y la vida fácil.
—Quizás se enamoró esta vez, Eva ¿Cuál es el problema?
—No lo sé, sólo que... No estaba en mis expectativas esto— confieso. —De todas formas, me agrada saber que no está del todo solo.
Oímos unos pasos y él se hace presente con una bandeja con varias tazas de café. La coloca en la mesa ratona frente a nosotros y lo acomoda ofreciéndonos la bebida.
Mi mirada se detiene puntillosa en la cantidad de cada una de las tazas y no dudo en preguntar.
—¿Cuatro tazas?— exclamo confundida. —¿Viene alguien más?
—Sí, cariño. Me gustaría presentarte a alguien— se incorpora incómodo y se acerca a la escalera. —¿Puedes venir? Ya estamos listos.
Unos pasos ajenos comienzan a descender hasta llegar al pasillo que la dirigía hacia nuestra ubicación. Era una mujer mucho más joven, quizá de la edad de Papa o menos, pero no aparentaba tener 50 años bajo ningún concepto. Llevaba el pelo castaño claro atado en una perfecta coleta y unos ojos verdes alucinantes. Definitivamente era una chica muy atractiva, pero me hallaba sorprendida al ver los gustos tan particulares de mi padre.
—Eva, te presento a Ingrid, mi prometida— él posa su mano en su espalda y ella se acerca a nosotros con una radiante sonrisa. —Cariño, ella es mi hija Eva y su novio Emeritus.
—Hola, Eva. Un placer conocerte— ne abraza cálidamente por unos segundos y me suelta. —Tu padre ha hablado maravillas de tí— hace una pausa dedicándose a Papa. —Hola, Emeritus. Encantada de conocerte.
—El gusto es el mío— dice besando su palma. Ella le sonríe algo sonrojada y mi padre lo fulmina con la mirada sin disimulo.
Nos ubicamos en nuestros lugares y tomamos una taza cada uno para ponernos al día con todos los temas que nadie sabe aún. Mientras tanto, sentía celos de ver a esa joven mujer tan pegada a mi padre.
—¿Qué te trae por aquí, Eva? Sabía que habías dejado Dinamarca para dedicarte de lleno con la fotografía ¿No es cierto?— asiento. —¿Cómo te está yendo?— pregunta Ingrid con simpatía.
—Pues, he estado en una gran empresa de fotografía pero me han despedido hace un tiempo. Conocí a Papa... Emeritus en las sesiones y me contrató para el tour de su banda llamada Ghost— explico y ellos asienten curiosos. —Hoy tendremos el segundo show y estamos ansiosos por continuar con lo que queda del año.
—Un trabajo muy entretenido e interesante ¿No?— asiento. —Así se ve.
Bebimos los cafés riendo y hablando sobre diversos temas hasta terminarlos. Había sigo una buena tarde acompañada de las personas más esenciales en mi actual vida.
Mi padre me pidió que lo ayude a limpiar algunos platos y tazas, mientras que Ingrid y Papa hablaban de sus trabajos que estaban medianamente relacionados. Ella tenía una pasión muy grande por la música al igual que Papa, con la diferencia que es que ella trabaja para una agencia de eventos de música.
Dejé las tazas a disposición de mi padre y, cuando me dispuse a irme con ellos, él detiene mi paso.
—¿Cómo lo conociste?— pregunta.
—¿A quién?
—A Emeritus— responde secamente.
—Tuve unas sesiones con su banda hace tiempo ¿Por qué?— exclamo algo preocupada.
—Es agradable, me gusta para tí— dice sin más. —Pero aún así es muy grande para tí, cariño.
—Sabía que ibas a decir algo de ese estilo— hago una pausa secando las tazas que él me iba pasando. —Mamá me advirtió de lo mismo.
—¿Eso te dijo ella?— asiento. —¿Cómo está Annelise?— pregunta con el semblante un poco afligido.
—Bien, con mucho trabajo. Su último libro tuvo una gran demanda estos últimos meses— digo orgullosa. —¿Sigues hablando con ella?
—No, no he tenido tanto tiempo. Ni siquiera nosotros dos hemos mantenido el contacto— hace referencia a él y yo. —Pero ya no volverá a pasar.
—Eso espero, papá— nos sonreímos mutuamente y continuamos con nuestra labor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top