40

—No creo que sea buena idea— digo sin antes dar un sorbo de mi café.

—¿Por qué no? No me parece correcto que vayas sola— dice con su típico aire de autoridad. Se ve que la negación no es un punto que Papa suela manejar.

—Papa... No sé cómo explicarlo... Es cuestión de que lo veas desde otro punto de la situación— me observa confundido bebiendo de su café. —No quiero sonar grosera, pero podrías tener su misma edad.

—¿Cuántos años tiene tu padre?— pregunta dejándose relajar en el respaldo de la silla acariciando con un dedo la porcelana perfectamente blanca de su taza.

—52... ¿A qué se debe esa pregunta?— pregunto incómoda.

—¿Cuántos años piensas que tengo?— cuestiona con cierto brillo pícaro en su mirada aún en la misma posición.

Al verme tan dubitativa y balbuceando como si tuviera un ataque de nervios incesante, se inclina hacia delante cortando la brecha de distancia entre nosotros, como si la situación despertara en él un interés que jamás había manifestado antes y que, además, fuera parte de su diversión.

—Pues, corrígeme si me equivoco, y por favor no me odies luego, pero yo creo que tienes unos 43 años— me observa divertido y desvía la mirada de mí como si sintiera deseos insoportables de reírse. —¿Me equivoqué?

—No llego a los 40— musita con el mismo brillo en sus ojos. Arqueo una ceja divertida observando todas sus arrugas, sin tener en cuenta que su pelo era perfectamente negro sin ningún capilar blanco, y él prosigue a terminar con su desayuno. —¿Cuál era el problema con respecto a la edad, Eva?

—No creo que a mi papá le guste verme con un hombre de casi su misma edad ¿Comprendes?— él intenta reflexionar pero se nota que no estaba satisfecho con su respuesta final.

—Disculpa, pero no me resulta un problema— hace una pausa. —Tienes que tener en cuenta que en el mundo y, principalmente, en tu entorno, hay muchos jóvenes que no tienen la madurez necesaria para complacerte o, al menos, para tratarte como te mereces. Si sales con un hombre mayor no hay momentos en que salgas lastimada.

—No lo creo...— digo de brazos cruzados relajándome en el respaldo de la silla. —Conozco a un adulto muy cercano a mí que suele cagarla la mayor parte del tiempo con sus caprichos.

—No metas a Alpha en esto— dice clavando la mirada en mí.

—No me refería a él...— hago una pausa adrede y él reacciona segundos después sobre a quién estaba haciendo referencia.

—Bueno, mi defensa es que no te quejas de todo lo que te hago— dice posando la mano en su mentón mientras me examinaba de una manera muy descarada.

—Eres un...

—El orgullo de tu padre. Si me conociera sabría lo bien que está su hija en mis manos— me interrumpe. —¿Y sabes por qué?

—Dime, "orgullo de mi padre"— bromeo.

—Su hija me llama papi también— dice con la voz bronca.

—Oh, no puedo creerlo— digo tapando mi rostro con una mano mientras río. —Aléjate de mi familia— bromeo.

El sonido de llamada de su celular comienza a sonar de manera histérica apagando nuestra conversación poco a poco. Busca en sus bolsillos y lo toma para observar quién había sido capaz de arruinar tan grata charla. Aunque era bastante evidente, quise darme el lujo de imaginar que no era la persona que estaba pensando.

—Debo atender, querida. Estaré en la sala de descanso por si me necesitas— dice incorporándose.

—Cassidy ¿Cierto?— pregunto con cansancio y él sólo se limita a encogerse de hombros.

Lo ví alejarse a paso apresurado con su celular pegado a la oreja gesticulando algunas frases. Bebí el último sorbo de mi café y tomé mi celular para verificar los mensajes que podría haber recibido. El grupo de mis amigos estaba algo inactivo, mi madre decidió no atosigarme con tantos mensajes y Nina sólo procuraba que no arruine las cosas con Papa.

Volteo a observar la mesa de los Ghouls y se hallaban en silencio. Demasiado tensos para mi gusto. Lo que causó Alpha ayer por la noche logró desestabilizar el balance que veníamos construyendo entre todos y, odiaba pensarlo, no estaba segura si era del todo su culpa.

Tomé mis cosas, me incorporé con cautela y me alejé del salón comedor.

⚠️

Aproveché el último día aquí en el hotel holandés y decidí salir al patio trasero de él, en donde la nieve estaba un poco más densa que ayer y nos ofrecía una vista al extenso jardín con asientos de madera de cedro pintado naturalmente de blanco. Caminé un poco quedando en el centro del mismo y observé hacia arriba con los ojos cerrado, dejando que copo por copo aterrice en mi rostro.

Oigo que alguien se aclara la garganta detrás de mí y me volteo lentamente. Allí estaba el hombre capaz de manipular las situaciones a su parecer sin importar las reglas... Y no hablaba precisamente de Papa.

—Hola Eva— pronuncia abrazándose a sí mismo y con un tono muy serio.

—Hola Alpha— digo en su mismo tono. —¿Qué haces aquí afuera?— esperaba una respuesta burlona a mi pregunta, pero el poco humor de Alpha me dio la pauta de cómo verdaderamente se sentía.

—Vine a hablar contigo sobre lo que pasó ayer... Si es que quieres, claro— dice dejando la mirada gacha.

—No hace falta— digo algo exhausta.

—Sí que lo hace. No tuve la oportunidad de perdirte disculpas— hace una pausa. —Me comporté como un descarado y un abusivo y, teniendo en cuenta que no nos conocemos del todo, no quiero que tengas actitudes que son mías— se explica.

—Lo entiendo, Alpha. Sé lo ebrio que estabas ayer.

—Me encantaría volver al pasado para evitar que eso pase, pero bueno, lo hecho, hecho está— dice quitando algunos copos de nieve de su traje. —Y lo único que puedo hacer para remediarlo es pidiéndote disculpas.

—Acepto tus disculpas, Alpha, pero por favor... No vuelvas a hacer eso otra vez... No fue agradable— él asiente con energía.

—Lo sé, y déjame decirte que estoy avergonzado. ¿Empezamos de nuevo? Me refiero a que olvidemos lo que pasó y volvamos a estar bien— dice haciendo fricción en sus brazos con sus manos para darse calor.

—Me parece bien, supongo— sonrío algo nerviosa y él se acerca a mí.

—Gracias, Eva. Tú sabes lo mucho que te respeto y que mis intenciones contigo son buenas— me abraza y yo se lo correspondo dubitativa.

—Descuida, Alpha. Sé que lo son, sólo que el alcohol puede tergiversar ciertos momentos y actitudes— hago una pausa acariciando su espalda. —Estás helado... Creo que deberíamos entrar antes de que te enfermes. Luego de una noche como la de ayer, tienes que cuidarte mucho más.

—Lo sé, pero tu calor corporal está curando todo lo malo en mí ahora mismo— confiesa abrazándome más fuerte. —Suena poético ¿eh?


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top