39
Unos pequeños rayos de sol se hicieron presentes en mi rostro dándome la pauta que ya un nuevo día había comenzado. Estiro mi brazo buscando la compañía etérea de Papa pero resultó en vano. Abro los ojos con dificultad y lo veo peinando cautelosamente su cabello hacia atrás dándome la espalda. Ya estaba con su traje puesto y todo el desorden de cosas que habíamos dejado ayer ya dejó de existir.
A través del espejo, me observa despierta y me dedica una mirada especial.
—Buenos días, bella durmiente— dice divertido. —Pensé que no ibas a despertar jamás.
—¿Qué hora es?— pregunto mientras me estiro en la longitud de la cama.
—Son las 7 y media, tienes tiempo para vestirte— dice con tranquilidad mientras quita algunas arrugas de su traje. —El salón comedor abre en media hora.
—Es decir, tenemos media hora para divertirnos— digo coqueta y él se voltea a observarme.
—Eva...— reniega.
—¿Qué?— pregunto inocente.
—Ya me vestí— menciona arrogante.
—Pues desvístete— sonrío lasciva.
Él parece dudar por un momento, pero luego se acerca a la cama y se sienta en ella. Me hace un gesto con ambas manos para que me siente en su regazo y así lo hice. Con lentitud gateé sobre la cama hasta llegar a él.
—Siéntate— ordena. Mis piernas bordean sus caderas y coloco mis manos en su cuello. Aún estaba desnuda, así que aproveché la situación para hacerlo desear más. —Te recuerdo que tendremos un viaje medianamente largo también... No solamente ahora nos divertiremos, sino que en el día habrán momentos en los que podamos aprovechar.
—Exactamente, como has dicho, por eso tenemos que aprovechar este momento— digo mientras mis dedos se deslizan en el inicio de su traje.
Sus labios se unen a los míos con lujuria y pasión mientras sus manos se concentran en la zona baja de mi espalda. No obtenía lo suficiente con este hombre.
Unos minutos después de sólo besos y caricias, su celular comienza a sonar estridente interrumpiendo nuestro encuentro.
—Debo atender— musita despegándose un poco de mí.
—Oh, Papa, puede esperar— digo buscando sus labios pero él no da lugar a continuar con lo que habíamos empezado.
—Es importante, Eva— dice con la voz ronca. Me coloca a un lado recostandome en la cama y con un paso apresurado y sin mirar al remitente, atiende. —¿Hola? Cassidy ¿Cómo estás?— dice pronunciando en voz baja y perdiéndose en la extensión de la habitación.
Pongo los ojos en blanco al ver su estúpida reacción y me incorporo para vestirme de una vez por todas. Opto por ponerme un jean ajustado bordo, un sweater blanco largo, una funda extensa del mismo color que mi jean y unas botas cortas negras. Cepillé mi melena azulada e ingresé al baño a realizar todo lo que debía hacer.
No soportaba escuchar a Papa hablar con Cassidy con ese tono tan peculiar.
Cuando salgo del baño, él ya había colgado la llamada y me observa confundido al verme ya lista para desayunar.
—Aún nos quedan unos 15 minutos de diversión, Eva— menciona decepcionado. —Sé que no es suficiente, pero al menos es algo.
—Dale las gracias a Cassidy— pronuncio con desprecio.
—Es mi asistente, no sé qué esperas que haga con ella— agrega cruzado de brazos.
—Despídela, no lo sé. Es demasiado arrogante— dejo escapar y él me observa con una mirada divertida.
—¿Despedirla? ¿Y qué haré sin ella? Es una parte fundamental de nosotros como tú también lo eres. Por favor, sé coherente.
—No me genera mucha confianza— confieso mientras tomo mis cosas lista para abandonar la habitación.
—De todas formas hace muy bien su trabajo— refuta.
—Sí, seguro que lo hace— digo sarcástica haciendo referencia a lo que había sucedido antes. —¿Qué te ha dicho?
—Por cuestiones burocráticas, viajará con nosotros en el vuelo— bufo. —La haré viajar con mis Ghouls si tanto te molesta.
—No te preocupes que probablemente sea yo quien viaje con ellos.
—Eso nunca— ordena. —O tal vez puedan viajar las dos conmigo en el sector privado— sugiere pensativo.
—Enloqueciste— digo tomando mis cosas y alejándome de la habitación. —Iré a dejar todo esto al recibidor... Y de paso tomaré un poco de aire.
—Les hará bien acercarse un poco más— sugiere. —Dale tiempo.
—Como digas— bufo.
⚠️
El día estaba soleado y no había indicios de nieve o lluvias. Aparentemente iba a ser un día despejado pero con una cantidad inconmensurable de grados centígrados bajos. La nieve de anoche parecía haberse esfumado con el naciente sol de esta mañana enseñando un panorama más claro y con una diversidad de colores amplia.
Oigo que abren las puertas del salón comedor y varios huéspedes ingresan a él hambrientos, al igual que los Ghouls quienes se hallaban infiltrados en la muchedumbre.
Me levanté del sofá y caminé hacia ellos con las manos en los bolsillos.
El único que se percata de mis pasos pesados por las botas fue Omega, quién se emocionó mucho de verme.
—Mi pequeña, buen día— dice abrazándome y dándome vueltas en el aire.
—Buen día, Omega— digo entre risas. Los demás nos observaban como zombies. —Hola chicos.
—Hola Eva— responde únicamente Air con una mirada exhausta. —Disculpanos si actuamos como muertos, lo que pasa es que anoche nos pasamos de copas y ahora tenemos una reseca mortal— Omega ríe.
—Y el que peor la está sufriendo es Alpha— dice entre risas, pero al recordar que estoy presente parece arrepentirse de lo que dijo. —Oh, lo siento, Eva. Nos enteramos de lo que pasó y nos pareció una locura... Alpha jamás sería capaz de hacer algo así.
—Descuida. Estaba ebrio, creo que esa es la mejor excusa que valga la pena mencionar— sonrío sin emoción. —¿Ingresamos? Estoy hambrienta— asienten y avanzamos a nuestras mesas.
Me sirven un poco de café junto con unos croissants y comienzo a devorar mi desayuno en la mismísima soledad. Los Ghouls desayunaban en su respectiva mesa a lo lejos en donde se podía observar a Omega tomando las riendas del asunto. Unos minutos después, aparecen en escena Alpha y Papa a una distancia considerable entre ellos. Se ve que lo había ido a buscar y no terminó bien esa conversación, sólo espero que esa situación se olvide por completo para que podamos volver a la normalidad.
Papa se sienta frente a mí y le traen el desayuno rápidamente y me dedica una mirada fugaz.
—Buen provecho— menciona alzando su café.
—Igualmente— hago una pausa dándole un sorbo al mío. —¿Cuál es nuestro próximo destino?
—Dinamarca— dice secamente. —Tu país natal.
—Oh, no puedo creerlo. Es una excelente oportunidad para visitar a mi padre luego de tantos años...— menciono emocionada. —¿Podría visitarlo uno de estos días?
—Claro que sí. Iremos— corrige. —Me muero por conocer a la persona que me dará la mano de su hija en un tiempo.
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