29

—Sólo relájate— dijo antes de que pudiera contestar algo.

Él subió su máscara hasta el inicio de su nariz y posó sus labios en los míos. Me atrajo más hacia a él pegandonos el uno con el otro y logrando intensificar el beso. Sus manos recorrieron el inicio de mi espalda hasta llegar a la zona baja de la misma, queriendo torpemente posarlas en mi trasero.

—No, esto está mal— pronuncio alejando mi rostro. —No podemos hacer esto, Alpha— me quito de sus brazos.

—No entiendo por qué le rindes tanta devoción a Papa si ambos no son pareja— sentencia.

—Tú mismo lo has dicho. No tengo por qué darle explicaciones a los demás, y en eso estás incluído— respondo estableciendo cierta distancia. —Además transformas las cosas a tu beneficio porque dejarte pasar fue por cortesía.

—También transformas las cosas a tu beneficio, Eva, porque fuiste la primera en ir corriendo detrás de Papa para darle explicaciones sobre lo que había pasado en el sofá— hace una pausa quebrantando la distancia entre nosotros. —Rebélate, estás soltera.

—Alpha, yo no rompo las reglas como tú— digo cruzada de brazos.

—¿De qué reglas hablas? No hay reglas en juego, sólo las pones tú en mi camino como obstáculos— agrega. —Nos hemos besado y no me arrepiento de haberlo hecho porque sentí una conexión especial entre nosotros— hace una pausa. —No importa lo que digan los demás. Aquí dentro nadie se interpondrá, de eso estoy seguro.

—No es tan simple— digo negando con la cabeza.

—¿Cuál es el problema? ¿Hice algo que no te gustó? ¿Fuí muy rápido?— pregunta preocupado.

—¿Sabes qué? Me gustaría estar a solas ahora mismo si no te molesta. No he podido relajarme en ningún momento del día y me gustaría descansar como ustedes ya lo han estado haciendo ¿Puedo?— pregunto de brazos cruzados e intentando ser cortés. Él me observa por unos segundos y luego alza los hombros en símbolo de rendición.

—Claro que sí. En definitiva ya me iba— dice observando un punto fijo en el suelo. —Te veré mañana, Eva. Descansa y...— amaga decir algo y parece arrepentirse.

—Y... ¿Qué, Alpha?— pregunto con dulzura.

—Iba a decir que lo siento por lo que pasó, pero la realidad es que no lo lamento. Sólo lamento haberte ofendido— responde serio.

—No hace falta que lo menciones.

—Que descanses, princesa— dice aún manteniendo la distancia.

—Igual tú, Alpha. Buenas noches— él asiente y se retira de mi habitación sin mirar atrás.

Sí que había sido un largo y caótico día. Papa estaba enojado conmigo por la misma razón por la que ahora me estoy haciendo dramas: Alpha. Lo peor del caso es que él me agrada muchísimo, pero no lo suficiente como para sentir algo más profundo por él. De ahora en más, luego de ese extraño beso, tenía que actuar como si nada hubiese pasado, porque sino ambos la pagaremos caro.

Me recuesto en mi cama junto con mi celular y comienzo a chusmear los mensajes de mi grupo de amigos. Nadie había hablado por el momento, así que, teniendo en cuenta la franja horaria que tenemos de diferencia, supuse que ya era demasiado tarde para ellos y me ahorré despertarlos con un mensaje.
Clickeo el chat vacío de Papa y noto que estaba en línea y pude sentir con seguridad como mi corazón golpeó mi pecho al imaginarme qué es lo que podría estar haciendo ahora mismo allí. ¿Celos? No lo creo, pero mis deseos de enviarle un ameno mensaje se hicieron presentes.

—Buenas noches, Papa. Descansa y te extraño— escribo rápidamente y envío con muchas dudas.

Unos minutos después, él ve mi mensaje y, para mi sorpresa, decidió no contestar como aquella vez en la sesión de fotos.

La prueba de sonido comenzaba temprano y yo ya estaba vestida y cepillandome los dientes para bajar a desayunar. Tomé mi celular y las llaves de mi habitación y salí rumbo al pasillo. Unos pasos más adelante me cruzo con Papa. Estábamos frente a frente y ninguno de los dos fue capaz de emitir una palabra o sonido. Me observaba como si fuese un espectador analizando todos mis movimientos y adivinando mis pensamientos.

—Buen día— digo con timidez mientras me abrazo por el frío que sentía.

—Buenos días, Eva— asiente y continúa su paso hacia el ascensor ignorando por completo mis deseos de hablarle.

Lo sigo con rapidez y ambos ingresamos al pequeño ascensor. Él presionó el botón de la planta baja y las puertas se cerraron automáticamente frente a nosotros. Ahora el gran silencio había renacido y el nerviosismo estaba a flor de piel.

—¿Has... Has dormido bien?— balbuceo odiando mi actitud infantil.

—Nunca he dormido mejor— responde secamente.

Las puertas se abren y él sale casi disparado de aquel pequeño espacio. Lo seguí a paso apurado al salón de desayuno y unas camareras nos dedicaron un agradable saludo.
Nos sentamos en la mesa con el número de nuestra antigua habitación sin que él deje de ignorarme.

—Esta es la mesa de la habitación 66. La tuya debe estar por allá— me señala varias mesas alejadas por el otro lado.

—¿Por qué me sigues evitando, Papa?— pregunto dolida. —¿No te bastó con tenerme abandonada toda la noche con la duda de conseguir una habitación para mí?

—Estaba seguro que la conseguirías porque no es una época en donde todos vacacionen— dice serio y calmado. —Insisto, no te traerán el desayuno si no estás en la mesa correcta.

—Por favor, Papa ¿Por qué actúas así? Déjame explicarte lo que pasó— me calla alzando una mano a la altura de mi boca.

—No hace falta ser Einstein para saber lo que pasó entre ustedes dos— hace una pausa. —No quiero saberlo.

—Alpha y yo somos amigos. No ha pasado nada entre nosotros— digo y quedo petrificada al recordar el beso de ayer. Él al notar mi expresión, me observa confundido.

—¿Segura? ¿Fue sólo un "abrazo"?

—Ya no sé qué hacer para que me creas, Papa— pronuncio rendida. Su mirada me observa distinto y se acerca hacia mí para susurrarme algo.

—Yo sé qué puedes hacer...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top