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Maratón 2/3
Coloqué mis auriculares, de ellos sonaba Zenith, y cuando su música logró llevarme a otra dimensión, comencé la caminata. Decidí evitar el metro, no tenía deseos de estar con demasiada gente desconocida en un lugar reducido. Noté como la tarde se iba tiñendo de un gris claro y a lo lejos se veía la oscuridad más temible de todas. Decidí apurar el paso para que la tormenta no me alcance.
La gente pasaba a mi alrededor sin observar a quién pasaba por delante. Todos se veían tan apurados avanzando en sus vidas y yo estaba aquí a paso lento y estancada en una situación que quizás cambie mi vida por completo. Pero... ¿La rutina es mi vida?
Al llegar a mi casa, mi mamá estaba hablando por teléfono muy concentrada. Al verme, me dedicó una mirada de bienvenida y yo me alejé hacia mi habitación. Todo estaba como lo había dejado. El mismo orden para todo. Unos minutos después, siento mi celular sonar estridente sobre mi cama. Lo tomo y atiendo sin ver el remitente.
—¿Hola?— pregunto mientras me descalzo.
—¡Eva! Amiga, estás muy desaparecida ¿Qué ocurre?— la voz inconfundible de Nina resuena en el auricular.
—Nada nuevo, solamente tengo ganas de estar sola— ella bufó del otro lado. Me relajo y me dejo caer en mi cama.
—Oh ¿por qué? ¿estás enamorada?— ojalá supieras lo que verdaderamente siento, Nina, pensé, pero mis palabras fueron otras.
—Lo que menos querría sería estar enamorada, Nina. Además ¿de quién?— pregunto inocente.
—Mmm, déjame adivinarlo... ¿Tobias? ¿O quizá el viejito?— reí para mis adentros y con suma cautela.
—Error— pronuncié y automáticamente ella respondió.
—Dime que por fin te has enamorado de Jamie— observo el techo con extrañeza.
—¿Eh? ¿Enamorada de Jamie? Ni en un millón de años, es mi mejor amigo— ella me burla y yo mantengo la seriedad. —De verdad, no es gracioso.
—Lo que digas, Eva, pero hablando en serio, eres mi amiga y me preocupa que estés tan distanciada de nosotros. Sabes que si quieres hablar, aquí estoy— dice.
—Lo sé, Nina, y lo agradezco— observo la hora desde el reloj de mesa que tengo y recordé la sugerencia de Tobias. —Debo colgar, Nina. Hablaremos luego.
—Oh, espera. ¿Por qué tan apurada? ¿Tienes una cita? Nos debes un montón de explicaciones, mujer— grita y yo alejo el celular a unos centímetros de mi oído.
—Adiós— digo y cuelgo sin importar que Nina estaba hablando.
☠
Me duché rápidamente y comencé a prepararme para perder la dignidad una vez más. Me sequé el pelo azulado, que ya comenzaba a molestarme las nacientes raíces negras, y lo até en una coleta alta. Con un poco de rimel y color en los labios, ya era suficiente. Me puse una remera rallada en blanco y negro, unos jeans rasgados negros y ajustados junto con unas botas de lluvia negras. Tomé mi gabardina color crema, la cartera con mis cosas y salí rumbo a la casa de Papa.
Mi madre estaba ensimismada en su notebook escribiendo su libro. Notó mi presencia que se escabullía de sus preguntas y me detuvo sin mediaciones.
—¿A dónde vas tan linda?— pregunta con diversión. Bufo de espaldas y me doy vuelta con la mejor sonrisa.
—Estoy vestida con cualquier cosa informal— dije.
—Aún te ves linda— me sonríe. —¿Puedo saber a dónde irás?
—A arreglar las cosas— dije casi en un suspiro.
☠
El taxi no tardó demasiado. Ofrecí la misma dirección que la última vez y el vehículo arranco alejándose de mi hogar. La tarde noche parecía la madrugada. Estábamos dentro de la peor tormenta de todas, pero eso no cambiaba nada. Eso no iba a evitar que yo enfrente a Papa, a pesar de todo lo que pueda llegar a pasar, ya sea bueno o malo. Hoy mi vida cambiaría y de eso estaba segura.
Se detuvo lo más cerca que pudo de la puerta, ya que la lluvia se hizo presente, pagué el viaje y bajé con velocidad para evitar mojarme. Alcé la mano para tocar el timbre, pero me detuve antes de hacerlo. Sentía temor y no sabía de qué.
—Ya no hay vuelta atrás, Eva. Ya estamos aquí, así que ten las bolas para hacerlo— me dije a mí misma y presioné la tecla.
El timbre sonó estridente y me alejé un poco para que Papa pueda apreciarme junto con la lluvia abundante que caiga detrás de mí. Uno de sus Nameless Ghouls abre la puerta y sólo pude ver su mirada y ésta transmitía alegría. Aún llevaba su traje.
—Hola, Eva. Me alegra mucho verte— dice contento.
—Yo también...— hice un pequeño silencio ya que no sabía quién era.
—Soy Alpha, nunca hemos podido presentarnos todos— me otorga su mano y se la acepto. Ambos las estrechamos y sentí la agradable suavidad de la suya.
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