15
Maratón 1/3
Con mi bolso en mano, me dirigí a una de las máquinas expendedoras de café y compré un capuccino chico. Mientras esperaba que aquella terminase con su trabajo de servirme la bebida, yo observaba en mi celular los mensajes de mis amigos en nuestro grupo. Parecían estar organizando algo para esta noche y se notaba que estaban entusiasmados, pero yo, sinceramente, tenía ganas de encerrarme en mi casa y alejarme un poco de todos. No andaban bien las cosas y así es como reacciono.
Con el capuccino servido, caminé hacia la salida del edificio. Ya todos mis compañeros de trabajo se habían ido y estaban satisfechos con el trabajo de hoy, a pesar de mi pésimo humor, yo también lo estaba. Atravesé la puerta corrediza y me sumergí en el tumulto de transeúntes. Era pleno mediodía y ahora todos los empleados salían a almorzar, por lo que las calles resultaban intransitables hasta cierto punto.
Con mi vista fija en mi celular mientras ignoraba un par de mensajes de mi grupo de amigos, espío el mensaje ignorado de Papa y comienzo a replantearme uno nuevo. ¿Pareceré una loca si lo mensajeo cada tanto? Realmente algo no andaba bien y quería arreglarlo lo antes posible, como me aconsejó mi madre. Unos pasos más, un hombre me embiste logrando que mi vaso de capuccino resbale de mis manos y caiga al suelo desparramándose por la vía pública.
—Ten más cuidado, idiota— digo guardando mi celular, aún sin ver a quien me chocó, observando todo el enchastre del suelo. Por suerte mi ropa estaba intacta.
—¿Eva?— alzo mi vista y era Tobias vestido con un traje algo pequeño y ajustado. —Lo siento mucho. Creo que ambos estábamos distraídos con lo mismo— me enseña su celular y lo guarda.
—Sí, yo también estaba distraída. En parte es mi culpa— él me sonríe y baja la mirada ocasionando que mis mejillas se ruboricen. ¿Acaso era más encantador que Papa?
—Descuida. Te invito un café. A unas calles de aquí hay una confitería excelente ¿qué te parece?— observo dubitativa el desastre del suelo. —Anda, dí que sí. Déjame reponerlo— lo observo suspirando y sonrío con sinceridad.
—De acuerdo, tú ganas. Vamos— se colocó a mi lado y caminamos hacia la confitería.
☠
—Es raro verte en traje— mencioné con atrevimiento pero ya en una zona de confianza. El mesero nos alcanzó nuestros cafés y una abundante porción de torta de chocolate para compartir. —Wow, sí que es bueno este lugar.
—Lo sé. No te traeré a confiterías malas— ambos reímos. —¿Hay algún problema con mi traje?
—Pareces un súper empresario— digo en broma y él ríe a carcajadas. —Le luce bien, señor Forge.
—Le agradezco su cumplido, señorita Hedegaard— su tono y sus palabras resonaron en mi mente y quedé petrificada al notar una gran similitud con Papa. Tal vez fue parte de mi imaginación, pero aún así estaba sorprendida. Él, al notar mi semblante, cambió el suyo rápidamente y se aclaró la garganta. —¿Has probado ya la torta?— dice mientras con el tenedor intenta con torpeza cortar un trozo.
—Aún no, estaba en eso—sonrío nerviosa y tomo mi tenedor. Un pequeño silencio pero incomódo a la vez, se crea entre nosotros. Tobias se lo notaba dispuesto a romperlo.
—¿Cómo te ha ido en el trabajo hoy?— dice y se lleva la taza de café a la boca.
—Pues, en la parte laboral, bien. Hemos trabajado con Disturbed y todo resultó como esperábamos. Pero anímicamente, no me sentía bien— él me observa con curiosidad.
—Me alegra saber que esa frase está en pasado— lo observo y le sonrío. —¿Qué te ocurre?
—Muchas cosas. Estoy un poco atrapada en mi trabajo. ¿Has oído hablar alguna vez de Slipknot?— me observa serio y asiente.
—No es una banda de mi estilo, pero sí— toma su servilleta y se limpia las comisuras de sus labios.
—Bueno, Corey Taylor, el cantante, trabaja con nosotros y es uno de nuestros fieles clientes. Tuvo con altercado con Papa y... Se negó a trabajar ese día— se lo notaba divertido a Tobias y lo observé con confusión. —¿Sucede algo?
—Oh, no. No es nada. Continúa— bebe de su café.
—La cuestión es que si no consigo que reprograme la sesión, me despedirán— me observa sorprendido. —Y ahora él y yo no estamos muy bien que digamos.
—¿A qué te refieres?— pregunta curioso.
—Ayer salí con Papa y... Él me llamó en el medio de la cita— digo con dificultad. Él me observaba confundido.
—Entonces, dejaste plantado a Papa para ver a Corey ¿no?— asentí avergonzada y él acarició mi mano. —Descui...
—No, Tobias, todo salió mal ayer. Él me tendió una trampa diciendo que estaba decaído para besarme— sus ojos se abren como platos y noto como se tensa.
—¿Qué?— pronunció casi en un grito. —¿Lo besaste?— pregunta furioso.
—Tobias, cálmate. Él me besó y yo me quité en menos de un segundo. Eso no es lo que realmente me preocupa. Papa no contesta mis llamadas ni mis mensajes— él quita su mano de mi y observa un punto fijo pensativo. —¿Qué pasa?— pregunto asustada.
—Arreglalo...— lo miro confundida. —Ve con él y arregla las cosas.
—¿Cómo? Es decir, me está ignorando continuamente ¿cómo quieres que lo haga?— se acerca hacia mí quedando a centímetros de mi nariz.
—No te va a ignorar si estás en su propia casa— sugirió. —No pierdas más tiempo, Eva. Sabes la cantidad de mujeres que amarían estar en tu lugar ahora mismo. Visitalo cuanto antes— asentí. Pidió la cuenta y en menos de cinco minutos, la pagó. —Debo volver al trabajo. ¿Quieres que te lleve a tu casa?— ambos tomamos nuestras cosas y caminamos hacia la salida de la confitería.
—Oh, descuida. Caminaré un poco para relajar mi mente. Gracias de todas formas— sonrío y él observa mi boca.
—Oh, espera, antes déjame besar tus labios una vez más— me toma de la cintura y me apreta a él posando sus calientes labios en los míos.
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