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Maratón 3/3

No sé cuánto tiempo estuvimos abrazados sin emitir alguna palabra. Todo había salido perfecto y me sentía súper cómoda con él. Me hacía sentir segura y bajo el cuidado de un verdadero hombre.
Observa el reloj de la mesa de luz y vuelvo a sentir su mirada en mí.

—¿Quieres ir a cenar? Aún tenemos tiempo— pregunta acariciando mi espalda.

—Me parece bien. Necesito recuperar energías— río bajo y él se aleja de mí.

Se quita las sábanas de encima y se aleja al baño aún desnudo en la parte de abajo. Me muerdo el labio con diversión al ver su perfecto trasero atravesando la suite.
Yo hago lo mismo y tomo mi ropa que se encontraba desparramada en cualquier lado. Me pongo mi ropa interior, el top, la pollera y los tacones.
Me acerco al espejo del escritorio e intento arreglar mi maquillaje que se encontraba un poco corrido por los besos y el sudor. Mi pelo también estaba alborotado y con lo que pude lo arreglé para parecer un poco más presentable.

Unos minutos más tarde, vuelve Papa con el traje anterior puesto y el pelo perfectamente arreglado. Dediqué unos segundos para apreciar lo encantador que es y suspiro por instinto. Al verme tan embobada, se cruza de brazos y su mirada parece divertida.

—Oh, lo siento. Habré parecido una tonta— digo evitando su mirada. Él se acerca a mí y me toma de la cintura.

—Debo admitir que me vuelve loco el efecto que provoco en tí— deposita un suave beso en mis labios y se separa con lentitud. —¿Estás lista?

—Iré al baño a arreglarme un poco, no me tardo— sonrío tímidamente y él me suelta para dejarme ir.

La limusina llegó con rapidez y ambos subimos a ella, no sin el gesto caballero de Papa de abrirme la puerta.

—Iremos a un restaurante italiano muy cálido y especial para la noche de hoy— me comenta. —Recuperarás todas las energías necesarias para continuar conmigo esta noche.

—No pienses que salí ilesa de allí. Estoy un poco adolorida— me acaricio los abductores.

—Entonces lo hice bien— dice con orgullo mientras acaricia mi muslo.

—Sí, demasiado— confieso y me ruborizo. Papa parece darse cuenta de esto que lo comenta.

—Eres tan adorable cuando te sonrojas... Me provocas que me coloque encima tuyo para volver a cogerte— hace una pausa para reflexionar lo dicho mientras lo observo boquiabierta. —Lo siento, me fui de lenguas. No quiero parecer grosero— río ante su preocupación.

—Descuida, no tomes tu sinceridad como un defecto. Es algo muy bueno a saber— río.

Unos metros más, la limusina se detiene y en mi ventana se observa un restaurante muy elegante, distinto al que habíamos ido y parecía ser más romántico. ¿Con que a eso se refería Papa? Esto jamás terminará mal.

—Bien, este es el lugar— dijo acariciando mi muslo.

Bebimos más vino y comimos un poco más relajados. Y con "relajados" me refiero a más en confianza el uno con el otro. Ya no me trataba de usted y yo no me sentía poca cosa a su lado. Todo estaba en su órbita y resultaba bastante agradable y cómoda la situación luego de haberme acostado con él.

—Entonces ¿Ya conocías a Corey?— pregunta curioso mientras bebe de su copa.

—Sí, he trabajado con él desde los inicios de mi carrera y prácticamente somos muy unidos. Es un tipo muy simpático y me agrada— digo con una sonrisa en mis labios. —Aún no entiendo por qué ustedes no se llevan del todo bien.

—Estupideces... Olvídalo— termina su copa y un mesero se acerca a levantar nuestros platos. —¿Te quedarás esta noche?— pregunta apoyando su mentón en sus manos y mi celular comienza a sonar histérico en mi cartera logrando que me sobresalte.

—Oh, Papa, olvidé silenciarlo. Lo siento— observé en la pantalla y era una llamada de Corey. Muy raro para ser de noche y tan tarde, pero supuse que querría hablar sobre la sesión de hoy. —Debo atender— él hizo un ademán con la cabeza y atendí. —¿Hola?

—Eva, lamento llamarte a esta hora, pero necesito que vengas a verme... Estoy decaído— me otorga una dirección y la memorizo al instante.

—¿Qué sucede? ¿Qué tienes?— pregunté con desesperación.

—Sólo ven— dijo y colgó. Papa me observaba más serio de lo normal y comenzaba a afectarme.

—Lo siento, Papa. Debo irme, surgió una urgencia— digo tomando mi abrigo.

—¿Qué ha pasado?— pregunta con aire de frustración.

—Luego te explicaré— lo dejé en suspenso para que no reviente en rabia al saber la verdad. —De verdad, lo siento y gracias por la velada de hoy. Jamás la olvidaré— me levanté y me toma del brazo.

—Te llevaré— pronunció casi como una orden.

—Descuida, puedo ir sola— me acerqué a él y deposité un beso fugaz en sus labios. —Te llamaré— dije para luego salir del restaurante.

Pagué el taxi y noté que estaba en un bar. Al bajar, busqué en el interior del lugar a Corey y no lo hallé. Supuse que me había jugado una mala pasada conmigo así que salí de allí sin mediaciones.
Al salir por la puerta, habían más mesas y sillas para poder ocuparlas. En una de ellas estaba Corey sólo con una botella de cerveza. No parecía estar para nada decaído.

—Bebé, aquí estoy— me grita alzando su mano. Me acerco a él y me siento.

—¿Qué haces aquí?— pregunto confundida.

—¿Uno no puede darse el lujo de salir a beber algo?— pregunta divertido.

—¿No estabas decaído?— bebe de su botella y me observa con diversión.

—Una mentirita piadosa, Eva. Necesitaba de la compañía de alguien especial— una furia comienza a germinar dentro de mí por haber cancelado la segunda parte de la noche con Papa.

—¿Sabes? Tenía otros planes hoy, pero como me has llamado casi llorando vine hasta aquí ¿Y me encuentro con ésto?— dijo señalando la botella casi vacía con ira.

—Wow, realmente te gusto— lo observo boquiabierta y me levanto de mi lugar.

—No permitiré que te burles de mí. Adiós— digo y me alejo de él.

—Espera, Eva. No puedes irte— me toma del brazo y me obliga a verlo.

—¿Por qué no? Me has mentido— sin darle importancia a mis palabras, depositó un torpe beso en mis labios.


Espero que les haya gustado el maratón :)
¡Buenas noches!

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