12

Maratón 2/3

—No lo haremos en el aburrido sofá. No permitiré hacerte mía de esta forma— dijo quitando sus dedos tan rápido de mí que me hizo sobresaltar.

Me alzó haciendome rodear las piernas en su cintura sin dejar de besarme y me dirigió a su cama.
Me posó con cautela sobre ella y se posicionó entre mis piernas para besar mi cuello y jugar nuevamente con sus dedos.
Entre gemidos, caricias, suspiros y besos, subió mi vestido del todo dejandome únicamente en ropa interior. Dedicó unos segundos para observarme y su pelo caía en su rostro aumentando mi temperatura. Necesitaba a este hombre ahora mismo.

—Me encantas, Eva. Realmente eres pura perfección— dice quitando mi sostén mientras lo ayudo y se acerca para jugar con mis senos.

Me sentía en el paraíso. Emociones y sensaciones por todos lados. No podía dejar de sentirme satisfecha con él. Todo lo que hacía, lo hacía con muchísima exactitud y deseo. Claramente era notable la experiencia que tenía.
Su lengua recorría sin cesar mis senos mientras que sus dedos se introducían con velocidad en mí, haciendome gemir con fuerza mientras me tomaba fuertemente de su traje.

—Aguanta, aún no termino contigo— susurra y su boca comienza a bajar por mi abdomen hasta llegar la parte baja y, por consiguiente, mi pelvis.

Quita sus dedos de mi interior y me sostiene con fuerza mis piernas para evitar que me mueva exageradamente. Estaba segura que lo que se venía a continuación no iba a ser soportable en cuestión de placer.
Su lengua comenzó a trazar círculos en mi zona íntima haciéndome arquear debajo de él y sosteniendome de las sábanas mientras gemía cada vez más fuerte.

—Oh, por favor, Papa...— gemí.

Comenzó a succionar con fuerza ocasionando que grite y colapse agitada por todo el placer tan concentrado que sentía. Mi respiración se volvió irregular y mis latidos golpeaban mi pecho.
Estallé en un orgasmo y observo que me miraba con perversión en sus ojos. Se acercó nuevamente a mí y me besó con suavidad, pero al notar mi desesperación se quitó rápidamente para quitar sus pantalones.

—¿Te quitarás el maquillaje?— pregunto con la voz agitada. Él se acerca a su mesa de luz y saca un condón y un listón rojo. No estaba muy segura su uso, pero él parecía convencido con eso.

—Acércate— dijo autoritario. Como si mi cuerpo fuese controlado por un tercero, me acerqué sin chistar y él obstruyó mi visión con aquel listón. —Nadie debe saber quién soy— susurró en mi oído.

Me recostó nuevamente y oigo como se mueve de un lado a otro para quitarse sus prendas. Unos minutos eternos después, vuelvo a sentir su boca entera en la mía y rodeé mis brazos en su cabeza. Tiré de su pelo, pero noté que estaba más corto que antes. No le dí mucha atención a ese detalle y me dejé llevar por su habilidad de hacerme sentir tan plena.
Oigo que rompe el envoltorio del condón y en unos movimientos más tarde, me penetra con lentitud haciéndome estremecer con aquella sensación tan desgarradora y placentera a la vez.

—¿Estoy siendo muy duro contigo?— dice entre jadeos.

—No— emití un quejido de dolor cuando lo sentí en mi límite. —Muévete— le ordené.

—Será un placer— dijo y así lo hizo.

Como todo inicio, fue lento y profundo regalandome suspiros y gemidos, como así también besos y caricias. No podía asimilar todo lo que estaba sintiendo a la vez, era un océano de emociones.
Comenzó a embestirme más rápido y más fuerte ocasionando que mis gemidos sean más audibles. Arañé su espalda y no pareció ahorrarse el gemido.

—Me vuelves loco, Eva— dijo con voz ronca.

Con un movimiento preciso, invierto los roles. Aún sin poder ver, me acomodo encima de él, con su ayuda, y comienzo a moverme profundizando el placer. Sus manos arañaban mis caderas y ascendían a mis senos.

—Avisame cuando estés lista, nos correremos juntos— dijo entre jadeos.

Su dedo índice se posó en mi boca y lo chupé con fuerza logrando que de su garganta se escapen gemidos más graves y prolongados que, a su vez, me volvían loca. Él ayudó a penetrarme moviéndose con rapidez sosteniendome para que sus embestidas potentes no me tiren al suelo.
Una sensación exquisita se estaba acercando. Ya estaba llegando al clímax y sentía deseos intensos de gritar su nombre.

—Papa, me corro— grito y oigo que él también lo hace.

Dejándonos llevar, ambos culminamos el acto a la vez.

Ambos cubiertos por las suaves sábanas, me encontraba abrazada a su pecho mientras él acariciaba mi espalda. Aún llevaba puesto el listón y, sinceramente, estaba deseosa de quitarmelo y conocer la identidad de Papa, pero sería arruinar sus largos años de carrera de incógnito.

—¿Cómo estás?— pregunta.

—Nunca he estado mejor que ahora. Ha sido excelente— dije y mis mejillas comenzaron a aumentar su temperatura.

—Pienso lo mismo. Creo que he encontrado mi adicción— río bajo al escuchar su declaración.

—¿Puedo quitarme el listón?— pregunto con aire inocente. Él parece moverse en su lugar y no emite ningún sonido.

—Espera un momento— siento que se estira en la longitud de la cama y se coloca algo. —Ahora sí, puedes quitartelo.

Me lo quité y observé que aún estaba maquillado y su pelo estaba parcialmente alborotado. Tenía puesta una camisa blanca de manga larga con los primeros botones abrochados. Sonreí al ver su aspecto luego de una dura jornada de pasión, pero me desilusionó no haber visto su verdadera identidad.

—Gracias— dije en voz baja. Su mirada me observó con confusión.

—¿Por qué?— pregunta.

—Por darme la mejor noche de todas— confesé.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top