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Maratón 1/3
Ingresé a su casa observando cada detalle adelantandome a lo que parecía ser la sala principal, que por cierto era más grande que mi hogar entero.
Estaba decorado medianamente antiguo, con algunos relojes de cuerda enormes que se situaban en el suelo y se podía oír el sonido de las agujas, cuadros de arte muy renacentistas y otros abstractos, muebles con tonos oscuros pero que mantenían lo rústico. Definitivamente era una casa espaciosa y muy bien decorada.
Su mano se posó en la parte baja de mi espalda y su aroma se hizo muy presente embriagando mi olfato.
—Le enseñaré mi hogar— asentí. —¿Desea una copa de vino?
—Sí, por favor. Gracias— dije extasiada aún por el decorado del lugar.
Él se alejó a lo que tal vez sea la cocina y yo me acerqué a un mueble con varios accesorios en la superficie. Parecían ser regalos de fans o algo por el estilo. Había muchos dibujos perfectos de él o de los demás integrantes, una bandera escrita con el nombre de la banda, muñecos, cartas y... ¿Bragas? Realmente reí en voz baja al ver eso allí arriba... Y aún más sabiendo que eran bastantes.
Escucho sus pasos y vuelvo su mirada a él. Me otorga la copa y tomo un sorbo para degustarlo. No soy muy fan del vino, pero podía decir con seguridad que éste era el mejor.
—Veo que estaba viendo mi colección de regalos de fans— hace una pausa y los observa con detenimiento. —Es mi altar. Lo que me da más fuerzas para seguir con mi carrera— se lo notaba querido al contar con todos aquellos accesorios y con el apoyo incondicional de sus fans. Definitivamente él los amaba.
—Wow, eso parece muy profundo— sonrío tímidamente y él continua observando con atención. Dediqué unos segundos para apreciarlo. Verlo tan serio y tan concentrado me resultaba muy tierno y nacian deseos insaciables de abrazarlo. Volvió su mirada hacia la mía y bajé la cabeza evitando la conexión. —También coleccionas bragas— noto que él baja la mirada rápidamente y oigo una pequeña risita. No podía creerlo. Él había reído.
—Forma parte de los regalos. No puedo desecharlas— emito una risita y ambos bebemos de nuestras copas. —¿Continuamos el tour?— propone y yo asiento.
Atravesamos la sala principal y subimos al segundo piso. Cada paso se hacía más intenso y avanzabamos en otro plano hacia lo perverso y apasionado. Para eso él me había invitado y al recordarlo sentí una punzada por pensar que solamente sería una noche y nada más.
Sin hacer caso a mis pensamientos, continuamos el camino hacia un pasillo que conectaba varias habitaciones. ¿Quién se suponía que vivía aquí con él? No parecía ser una casa para uno solo.
—Estas habitaciones pertenecen a mis Ghouls cuando vienen a ensayar. La izquierda anteultima es la sala de ensayo, la que le sigue es el segundo baño y aquella última a la derecha, la habitación más grande, es la mía— me indicó señalandolas.
—¿Todo ésto es tuyo y vives solo?— asintió.
—La mayor parte del tiempo estoy solo. Sólo cuando tenemos ensayo mis Ghouls vienen y se quedan varios días— dijo mientras nos acercamos a la puerta de su habitación. —Le mostraría cada habitación, pero todas están cerradas con llave porque no son totalmente de mi propiedad. Sepa disculpar— dijo abriendo la inmensa puerta.
—Oh, descuida. Creo que sería meterme de lleno en la vida personal de ellos y no corresponde— digo nerviosa. —Wow...— suspiro al ver el interior de su habitación.
—Adelante, pase— gesticula a la vez con su mano otorgandome la entrada y yo asiento mientras ingreso con cautela. Sentí su mirada fijamente en mi espalda y un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—Esto es una suite, Papa... Wow... Es más grande que mi casa entera ésto— oigo otra risita y al voltearme él continuaba serio. Este hombre es encantador.
—Me gusta vivir cómodo— dijo mientras acariciaba la tela de su enorme cama.
Era sacado de un cuento de hadas. Muebles y más muebles adornaban la suite. Con alfombras por todo el suelo, un sofá que parecía ser el más cómodo del mundo y un sillón individual junto con una mesita ratona a un lado, armarios empotrados también con medidas extensas y un escritorio con varios accesorios perfectamente ordenados junto con un gran espejo en la parte de superior. Todo era obra de inspiración y de curiosidad.
Él se deja caer en el sofá y me invita con una mano a sentarme a su lado. Me ubico y proseguimos tomando de nuestras copas.
—¿Desea comer algo, Eva? Que descortés he sido en no preguntar antes— dice tapando su cara con la mano libre.
—No te preocupes. Estoy bien así, gracias de todas formas— sonreí.
Él quitó su mano y me rodeó con ella para observarme fijamente.
—Es usted muy hermosa, Eva— dice y mis piernas comienzan a temblar.
—Puedes tutearme, Papa. No hay problema con eso— digo quitando un mechón de cabello de mi rostro.
Bebe lo último que queda de su copa sin quitar su mirada de mí y siento mis mejillas arder. La deposita en la mesa ratona y continua observandome actuando como una quinceañera.
—¿Qui...Quieres un poco?— balbuceo alzando mi copa y él niega rotundamente con la cabeza.
—No quiero beber tanto, Eva. Lo que menos desearía sería olvidar la noche de hoy— su otra mano libre se coloca en mi muslo y comienza a realizar la misma estrategia que sucedió en la limusina. Deposité con torpeza la copa de vino en la mesita y lo dejé hacer.
Estábamos a centímetros de distancia; a centímetros que nuestras bocas se encuentren y se fundan un beso. El contacto de la tela de su guante en mi piel me llevó a dimensiones nunca antes transitadas y me dejé caer en aquella sensación tan placentera. Relajo mi cabeza en el respaldo del sofá cerrando mis ojos y siento unas manos calientes recorriendo mi pierna con suavidad. Noté que sus guantes habían desaparecido y sólo veía unas delicadas manos con dedos muy largos y delgados quienes jugaban con mi estabilidad.
Con la otra mano me tomó del mentón y me besó con pasión. Lo tomé del pelo pegandolo más a mí y sentí cómo sus habilidosos dedos subieron mi vestido y se adentraron en mi ropa interior. Ahogué un gemido al sentir como sus dedos jugaban con mi zona íntima sin piedad.
—Relájate, Eva. Estás muy tensa— dijo en mi oído y luego mordió el lóbulo de mi oreja haciendome estallar en mil pedazos.
Continuó besando mi cuello y succionando cada parte sensible. Tiró de mi pelo para lograr tener mayor acceso a él y yo gemí bajo. Cuando sus dedos se insertaron en mi interior, emití un gemido muy audible y mis piernas comenzaron a relajarse y dejarse cautivar por las manos habilidosas de Papa.
—Eso es. Gime para mí— dijo en mi cuello.
No iba a soportar tanto tiempo sin sentirlo aún más adentro. Acaricié su pecho y comencé a bajar hasta llegar al inicio de sus pantalones. Él emitió un gemido ronco al posar mi mano en su latente erección y me sorprendí al notar lo pequeña que quedaba mi mano en él. Si esta noche salía entera de aquí me convertiría en semi Dios.
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