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—Muy bien, Eva... Una vez más— me dije a mi misma observando mi reflejo en el espejo. —Hola, un placer conocerte... Soy Eva Hedegaard, tengo 24 años y soy fotógrafa de bandas de rock conocidas... O medianamente conocidas. Oh ¿estás viendo mi pelo? No es natural, es decir ¿qué clase de humano tiene el pelo azul como color natural? Al menos un extraterrestre lo tendría— río nerviosa, bufo y me observé con desgano. —Esto no es un número actuado, tengo que ser espontánea. Es una simple presentación, Eva. Relájate— respiro hondo y exalo un poco exasperada.
—¿Cómo lo llevas, cariño?— pregunta mi madre depositando mi ropa limpia en mi cama.
—Pésimo. Conocer gente de mis intereses no es lo mío— ella me sonríe a través del espejo y se acerca a mí rodeando mi pequeño cuerpo con sus brazos cariñosos.
—Eres toda una mujer, Eva. Aún recuerdo cuando diste tus primeros pasos... Asombrarás a ese chico, estoy segura por lo inteligente y bella que eres— deposita un beso en mi sien y se aparta de mí.
—Espero que así sea— digo en un suspiro.
—Iré a preparar el almuerzo. ¿Ya tienes qué ponerte para esta noche?— pregunta antes de salir de mi habitación.
—Sí... Si todo sale como espero, será el vestido de la suerte— digo observando mi reflejo de arriba hacia abajo.
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—¿Saldrás con un chico esta noche y no nos lo has contado? ¡Perra!— grita Nina desde el otro lado de la pantalla.
Dos horas antes de mi cita a ciegas con un chico de mi mismo país de origen e incluso intereses, realizamos una videollamada vía Skype con mi grupo de amigos. La rubia gritona y medio atolondrada es Nina, el fornido pero sensible es Danny y mi colega y uno de mis mejores amigos, Jamie. Nina al mencionar esto, la expresión de Jamie cambió radicalmente y me asustó un poco lo que pudiese llegar a pensar. Había oído rumores que desde la secundaria le gustaba, pero nunca hizo nada para demostrarlo. Cosas de mejores amigos... En fin, decidieron organizar este chat al final del día para arruinar mi preparación.
—¿Cómo lo has conocido, Eva?— pregunta Danny.
—Oh, ya saben— digo mientras tomo mi pequeño kit de maquillaje y comienzo mi tarea ignorando la pantalla. —Esas típicas pero funcionales páginas en las que buscas pareja y chatean hasta quedar— digo sin más.
—¿Qué tiene de especial?— pregunta serio Jamie y noté su tono al instante. Dejo de maquillar mi ojo izquierdo para observarlo a él y responderle con la mayor cautela posible.
—Es... Danés— dije pensando en mi definición y me pareció lo más correcto. —Y le gusta el metal— volví a mi tarea.
—A cualquiera le gusta el metal, Eva. Además ser danés no lo hace un súper hombre— dice enfatizando la última palabra.
—Y ahí es en donde te equivocas— digo sin más.
—Jamie, déjala que sea feliz. Gustos son gustos ¿ok?— dice Nina con su típico tono de fastidio. —Por suerte sales con alguien después de tanto tiempo, mujer. Ya hemos pensado que eras lesbiana— todos reímos a la vez y mi labor se interrumpe para seguir riendo.
—Nina, eres terrible— termino ambos ojos y procedo con el labial. —Pregunta para los hombres más guapos del mundo: ¿Rojo o violeta?— enseño a la cámara los dos labiales y ellos los observan pensativos.
—Violeta— dice Danny.
—Rojo— refuta Jamie en simultáneo. —Ups— ríen.
—¿De verdad, chicos? No ayudan. Nina ¿tú cuál prefieres?— observa a través de la cámara para desempatar.
—¡Rojo! El color de la pasión— grita y agradezco su consejo. —Realmente necesitas un poco de pasión en tu vida.
—Lo sé, cariño. Lo sé— pinto mis labios y guardo el labial. —¿Quieren ver mi vestido?
—Si eso implica verte desnuda, pues adelante— dice Danny divertido. Puedo sentir los celos de Nina a kilómetros de distancia.
—Que gracioso eres, Danny— dice Nina sarcástica. Lo sabía. Jamie únicamente asintió cruzado de brazos apoyado en el respaldo de su silla.
Caminé hacia mi armario y descolgué el vestido para enseñarles a mis amigos. Me alejé de la visión de la cámara colocándome en un punto ciego de la misma y procedí a vestirme y colocarme los zapatos. Desde esa distancia podía oír los gritos de Danny exigiendo verme cambiar de ropa.
—Ya voy, pesados— coloco mis zapatos y peino mi melena azulada con simpleza. —¿Qué opinan?— me presento en medio de la habitación enseñando mi vestimenta de esta noche y ellos me vitorean.
—¡Esa es mi amiga!— grita Nina. —Estás bellísima, mujer. Matarías a cualquiera así como estás.
—Estoy seguro que a Jamie ya lo mató— se burla Danny y Nina se une.
—Idiota— dice fastidioso Jamie. —Estás muy linda, Eva.
—Gracias, chicos— observo la hora de mi laptop y noté que era hora de irme. —Debo irme, deseenme suerte— les mando un beso y ellos hacen lo mismo.
—Eva, no olvides lo de mañana— asentí sin ganas. —Cuidate.
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Un chico rubio y con unos ojos brillantes se encuentra en una de las mesas bilaterales observando la entrada del bar aclamando por mi llegada. Me acerco a él y le dedico una sonrisa tímida.
—Hola— digo sin más. —¿Puedo sentarme?
—Pues, no creo que alguien más vaya a sentarse allí— me sonríe con superioridad. —Bien... Soy Arne Rasmussen, un placer conocerte— me estrecha la mano sin ganas. —Cuentame sobre tí— dijo leyendo el menú. Muy bien, aquí vamos...
—Mi nombre es Eva Hedega...— su expresión cambió y alzó la mano callandome.
—Wow, wow, wow, aburrido ¿quieres tomar algo?— lo observo estupefacta.
—¿Disculpa?— pregunto sorprendida por su actitud repentina.
—¿Qué tal unas cervezas?— no respondo y vuelve a cambiar su expresión. —¿Qué miras así?
—¿Acaso no te das cuenta de lo que has hecho? Me has rechazado así como así— él alza los hombros.
—Me aburro fácilmente... ¿En qué estábamos?— vuelve su vista al menú y mi paciencia se agotó sin llegar a la hora.
—Estábamos en la parte en la que yo salgo por esa puerta y no vuelvo a verte nunca más, imbécil— me levanto con brusquedad y salgo de allí para tomar el próximo taxi a mi casa.
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—Eva ¿todo en orden?— pregunta Jamie mientras posiciona el trípode de mi cámara en el centro del estudio.
—Sí... Sólo... Una mala noche, nada más— me acerqué a él y coloqué mi cámara en la punta del trípode.
—No has dicho nada a nuestro grupo en ningún momento ¿quieres hablar de lo sucedido?— pregunta apenado.
—Olvídalo, uno de los tantos idiotas que conozco casualmente— quedamos frente a frente y alzo la mirada hacia su altura sintiéndome más baja, pero con una sonrisa en mis labios. —Sé que esta noche será diferente. Eso es lo que verdaderamente merezco, no un idiota.
—Eso es lo que quería escuchar— me abraza y me alza quedando mis pies al aire. Ambos reímos y me deposita nuevamente en mi lugar quedando a centímetros de distancia. Esa considerable tensión resultó eterna y una voz firme nos separó de inmediato.
—Atención, la banda Ghost está a punto de ingresar. Fotógrafa, esté lista usted y su magnífica cámara— nuestro jefe se dirige a mí. —Jamie, encargate de la iluminación y de no distraer a nuestra artista— sonreí al escuchar ese calificativo mío.
Ghost se ubicó en el centro del estudio posando de diferentes maneras. Trabajar con ellos era excelente y muy divertido, ya que ellos irradiaban simpatía y una locura que sólo este grupo podía emitir. Era mi segundo trabajo con Ghost y tuve el gusto de intercambiar un par de palabras con el cantante, quién se apodaba Papa Emeritus.
—Bien, Papa. Más a la derecha tu brazo... Perfecto. Todos quietos— dije y fue mi último disparo. —Buen trabajo, chicos.
Todos aplaudieron mi trabajo y comenzaron a ordenar nuestras herramientas. Jamie se acercó a mí y me felicitó por ser una excelente representante de DeVito's Photography. Quité mi cámara y la guardé en el respectivo estuche con el trípode perfectamente desmantelado.
Cuando decidí irme, una voz familiar llama mi atención notando que él no se había ido aún.
—Señorita Hedegaard ¿tiene un minuto?— el Papa Emeritus estaba acercándose a mí con un paso imponente debido a su traje enorme.
—Sí, dime— detengo mi paso y él el suyo.
—Quería preguntarle si estaba disponible esta noche para tomar algo conmigo... Ya sabe, para hablar...— dice con cierto suspenso.
—¿Hablar sobre algo en particular?— digo haciendo alusión al trabajo. Él niega con la cabeza.
—No, me refiero a conocernos— dice serio. Definitivamente la seriedad era su pilar.
—¿No estás casado o tienes familia?— dije al ver su rostro arrugado pero cubierto de maquillaje. Me maldije por haber preguntado eso de manera tan atrevida. —Oh, disculpa mi atrevimiento, no quería...— él me interrumpe.
—Descuide, no hay problema. No estoy casado ni tengo hijos, señorita Hedegaard. ¿Ahora sí acepta mi oferta con tranquilidad?— suspiro ante su insistencia.
—Lo siento. Saldré esta noche con mis amigos, tal vez en otro momento si quieres...— aclaró su garganta.
—Un placer haber trabajado con usted, señorita Hedegaard— asiente y lo veo alejarse de mí.
Jamie observa mi expresión de asombro, casi rozando la tristeza y no tarda en socorrerme.
—¿Qué ha pasado, Eva?— dice colocándose a mi lado observando lo mismo que yo.
—Me ha invitado a salir y lo rechacé... Y yo sigo pensando que los hombres son los idiotas— él toma mi rostro con sus manos y me observa a los ojos.
—No te culpes, es un hombre muy viejo para ti. Necesitas de juventud, Eva— hace una pausa y quita sus manos de mí. —Hoy nos divertiremos y te olvidarás de él ¿qué piensas?— dijo mientras agaché la mirada.
—Tal vez tengas razón— suspiré.
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—La pareja más hippie del año se nos está acercando ¡Oh, chicos, esta noche es nuestra!— grita Danny tomando la botella de cerveza y bebiendo de ella.
—Eres un idiota— le digo mientras tomo una de las botellas que se hallaban a un lado de la barra.
—¿Cómo les ha ido en el trabajo, tortolitos?— pregunta Nina y bebe de su cerveza.
—Dentro de todo, bien— suspiro.
—No me convences, nena— dice ella. —Hoy te ha tocado fotografiar a Ghost ¿cierto?— asentí. —¿Y cómo resultó?
—Ellos, excelentes...— suspiro fastidiosa. —Yo fuí el desastre.
—Dime que el viejo tuvo sexo contigo detrás de cámara y la has cagado— dice Danny divertido, lo fulmino con la mirada. —¿Qué?
—No pasó eso ni en tus sueños, Danny— bebo de mi cerveza. —Olvidenlo, estamos aquí para divertirnos ¿cierto? Pues hágamoslo— chocamos nuestras cervezas y bebimos.
Más tarde en la noche del viernes, Danny y Nina se dirigieron a la pista de baile a sacar lo mejor de sí mientras Jamie me hacía compañía. Seguimos bebiendo hasta que él decidió ir al baño.
Quedé en la total soledad por unos minutos hasta que alguien se colocó a mi lado en la barra y me sonrió un poco tímido, pero como si me conociera de hace mucho tiempo.
—Hola— dijo.
—Hola— digo confundida. —¿Nos conocemos?
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