14. Call Me Back Again
Desde aquella vez, el psicólogo Newman me había intentado dar varios mensajes sobre lo que discutíamos. Él, por código ético y profesional, no podía decirme cual era (supuestamente) mi problema, pero intentaba darme "señales". Me dejó una tarea en donde tenía que comparar a Lenna con Heather Louise.
—¿Puedes creerlo? —le comenté a Jade antes de que se fuera trabajar— Ellas no tienen absolutamente nada en común. ¿Cierto?
—Claro que no—me dijo.
—Y no entiendo por qué demonios Newman me pidió esa absurda labor.
—Puede que él ya se haya dado cuenta de que tú sólo veías a Lenna como...
El tono de mi celular interrumpió lo que ella planeaba decir. Contesté de inmediato.
—¿Hola?
—¿Charles Vandebilt?
—Sí, ¿quién habla?
—Soy Marc Debbles, nuevo director de la escuela House of Lords. Una comitiva de varias firmas y otros compañeros solicitaron que yo le pidiera su presencia en esta institución.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Desde que se enteraron que usted fue maestro y aquí conoció a Lenna Vail Epstein, no han parado de pedir que venga.
—Pero ¿Por qué?
—Para conversar, hablar, muchas cosas. Son muchos estudiantes los que quieren que se presente a dar una plática sencilla, nada serio. ¿Podrá hacerlo?
—Debo serle muy sincero, director—expliqué—. Lo ocurrido con Lenna Vail Epstein, dentro o fuera de House of Lords, es un tema difícil del cuál no me gustaría hablar.
—¿Por qué no? Oh, vamos. No sea así con los estudiantes, ellos quieren escucharlo. Les emocionó mucho la idea, cuando supieron sobre toda la historia, no dudaron en armarse y organizarse para que usted diera una clase.
—¿Clase o foro?
—Clase con treinta alumnos, aproximadamente, pero todos bien interesados.
—No lo sé, usted sabe sobre nuestra separación y me dolería abrir viejas heridas—. Heridas que siempre están abiertas.
—Oh, señor Vandebilt, lo sé. Pero piense en ellos, intentamos contactarnos con Lenna, pero siempre hablábamos con su representante que nos dijo que le avisaría. Hasta ahora, creemos firmemente que ella no sabe nada.
—Creo que está muy ocupada, diciéndole a todos que la paz es muy importante—comenté con ironía.
—Por eso nos encantaría que fuera usted quien viniera. Le puedo pagar si lo desea, pero no deje al grupo con esa ilusión.
—Muy bien, iré gratis. ¿Qué día?
—Como fue un trabajo colectivo del grupo específicamente, consideran que sólo ellos merecen la labor. Así que será el sábado, día en donde apartamos la escuela sólo por eso.
—De acuerdo, ¿puede ir mi hijo conmigo?
—Sí, por supuesto.
—¿Nada será utilizado en mi contra mediante algún proceso penal, verdad?
—No, claro que no. Lo esperamos a las diez de la mañana, no durará mucho.
—Muy bien, los veo allá.
—Gracias, señor Vandebilt.
Colgué el teléfono y me sentí un poco culpable, con auto lástima y demás, pero no podía evitarlo. Se supone que estaba luchando de muchas maneras para olvidarla y superar la situación. Pero me salió justamente lo contrario.
Recordar aquel momento hace que estar frente a House of Lords sea mucho más extraño que nostálgico. Hace años que ya no daba clases en la escuela, incluso seguía asistiendo cuando Lenna ya vivía conmigo. Por lo tanto, me sentía extraño al estar en aquella escuela. Nunca llegaron a decirme nada, a pesar de que los rumores eran fuertes y constantes. El horrible director Winston McClane jamás me llamó la atención o regañó. Básicamente, podía decir que me burlé de House of Lords y de todo su personal, porque vivir con una alumna era (es) ilegal.
A mí ya se me podía considerar como una persona normal. Es tan triste pero a la vez satisfactorio poder caminar con tranquilidad sin que te pidan autógrafos o estar atiborrado en la calle con un montón de gente a tu alrededor. Por lo tanto, llegar a House of Lords no representó de ningún problema.
—Señor Vandebilt, es un gran gusto—sale el director Debbles—. Me alegra tanto que haya podido venir.
—Sí. Él es mi hijo, John Julian. Saluda al señor, campeón—pido a mi retoño.
—Pasen, por favor.
No sé, pero todos los buenos y malos recuerdos en House of Lords invadieron mi mente en ese instante, ya fueran con Lenna o sin ella; desde que entré, mi camino por las aulas, los pasillos, etc. Nada había cambiado, provocando el sentimiento de melancolía más grato y auténtica del mundo.
—Es aquí, detrás del edificio G—siguió diciendo el director, y yo imité sus pasos.
—Bien—sonrío con debilidad. No podía ser.
Visualizaba como un antiguo yo, exactamente de 25 años, tomaba esa misma ruta para llegar al salón de clases, específicamente el edificio G salón 7. Lo miré impresionado, porque ahí fue donde di francés durante muchos años, y donde vi a Lenna Vail Epstein por segunda vez.
Detrás del edificio G, había unas pequeñas bancas y mesas, donde la gente podía sentarse. Ahí se encuentra un grupo de menos de 30 estudiantes que esperaban pacientemente, sentados en el suelo. Me aplaudieron y yo sentí orgullo pero a la vez tristeza.
—Por favor, aquí, siéntese aquí, señor Vandebilt—. Había una silla esperándome.
—Gracias, mi hijo se sentará en mis piernas—lo hace.
—Bueno, ¿comenzamos?
Todos los alumnos asienten y me miran felices.
Intento mostrarme lo más alegre que puedo, una sonrisa cruza mis labios de tan sólo contar las experiencias que tuve con Lenna. No entiendo cómo a la gente pueden interesarle las experiencias de un profesor y una alumna que fueron más allá del deseo romántico o sexual.
—Nos unió algo más poderoso—aclaro—; la música. Es lo que nos unió.
Y era verdad, mirar al salón, caminar entre sus paredes, pasar por su pasillo, observar las bancas y sentarme de nuevo en aquel escritorio. Todo volvía a ser como antes, mis ojos se cerraron y pueden recordar como los alumnos entraban. Las chicas siempre intentaban ser agradables conmigo, pero sólo una chica que solía sentarse hasta atrás desde un principio y fue avanzando hasta sentarse frente a mí escritorio pudo cautivarme por completo.
—Cuando leí la lista—digo a los oyentes—, pensé que ella tenía tres apellidos, pues es "Vail Epstein Kodak".
No puedo con más, me imagino como una joven Lenna va entrando al salón, se sienta en su típico pupitre y doy un gran suspiro. Mis ojos siguen ese trazo imaginario que ese cuerpo tan fenomenal formó. Ella me sonríe y saluda, preguntando si todo está bien. El director y los alumnos se sorprenden a esto.
—No, tú me haces falta—respondo en un susurro.
—Papá—la voz de John Julian me trae bruscamente a la realidad—. ¿Estás bien?
—Sí. ¿Podríamos salir? Esto no hace más que deprimirme más—pregunto a mi fiel audiencia.
Ya afuera seguimos conversando de ciertas cosas; los covers que interpretábamos, lo estudiante poco ortodoxa que ella podía llegar a ser, lo maravillosa que era en otros aspectos. En fin, fue una entrevista muy amena que me agradó tener, pues recordé lo bueno del pasado, pero llegar de nuevo al crudo presente es, sin duda, lo peor.
—Sí. En un principio, no creía que ella fuera fanática de McCartney—digo con algo de ironía—. Pero lo demostró cuando cantamos.
A lo lejos, puedo escuchar como hay una guitarra que suena y dos personas que cantan. Dejo la conversación y voy a buscar la raíz de esa música tan armoniosa y melodía bien ejecutada. Vuelvo al G7 y abro la puerta sin permiso. Me veo, veo a Lenna, ambos cantan "Hey Diddle". Lloro sin pedirlo, todo se desvanece ante los rayos del sol del atardecer, como aquello maravilloso que no volverá.
—Chicos—dice el director—, creo que por el bien del señor Vandebilt, esto debe parar.
—Lo siento—regreso al pequeño patio—. No pude evitarlo, es que..., nunca comprenderán lo fuerte que es para mí recordar esto.
—Lo entendemos—comprende Marc Dabbles—. No quisimos molestarlo.
—Para nada—tomo la mano de John Julian mientras unas lágrimas recorren mis lágrimas—. Les agradezco, espero que con lo poco que les he contado haya sido suficiente.
—Sí—asienten todos con sonrisas forzadas.
—Lo lamento tanto, en verdad.
Cargo a mi pequeño hijo e intento caminar lejos de ahí, pero una mujer de intendencia dice algo que me hace detenerme.
—Señor Dabbles, no sé cómo decirle, pero al parecer, los mensajes a Lenna Vail Epstein sí llegaron. Se encuentra afuera con su limusina.
¿QUÉ?
—¿En serio? Es sorprendente, justo está con nosotros el señor Vandebilt, como puede ver—me señala.
—Sí. Le he dicho eso, por lo tanto, considera que es mejor posponer la reunión.
—¿Viene sola?
—Sí, viene sola por lo que he visto. Pero creo que ella ya se va.
—Mmm... Justo el señor Vandebilt ya estaba a punto de irse, así que ningún enfrentamiento se hubiera dado—dice el director.
—Lo sé, y es una pena. Pero deben entenderla, quiero decir, la pobre mujer está golpeada. Supongo que cualquier cosa que lo una con su ex compañero musical podría provocar que su novio se enoje más—comenta.
—Un momento—me acerco para ver a la mujer intendente— ¿Qué dice? ¿Lenna está golpeada?
—Oh, señor Vandebilt. Sí, lamento decirle que sí. Tiene el ojo morado y otros rasguños en la cara, intentó cubrirse, pero mi ojo es más vivaz—me guiña.
Tal vez sea una señal. Tal vez, venir a House of Lords y recordar nuestra historia musical es un mensaje que me da el destino para no permitir que una estrella fugaz, impresionante y radiante como Helenna Vail Epstein se esfume y/o apague en las manos equivocadas y tóxicas de David Quiroz. Manos que le dan la fachada de paz, manos que le hacen creer que está en lo correcto cuando cometerá el gran error de su vida. Sí, sí ¡Yo tengo que impedir eso!
—¿Se encuentra afuera aún? —pregunto impulsivamente.
—Sí. Adentro de su limusina, pero no creo que tarde en irse.
—Niños—digo—. Hoy voy a volver, no importa lo que suceda. Hoy Charles y Lenna Vandebilt cantarán "Hey Diddle" de nuevo, y ustedes tendrán entradas gratis a nuestro siguiente concierto. ¡Ahora si me lo permiten, voy a trabajar!
Vuelvo a cargar a John Julian con mis brazos y me alejo rápidamente mientras escucho aplausos y alabanzas por parte de mi pequeña audiencia, pues estaban tanto o más emocionados que yo. Llego de inmediato a la salida de la escuela y ahí veo esa gran limusina estacionada en frente. Algunos fans pedían autógrafos y se marchaban. Ella cerró la ventana, pero volvió a abrirla cuando yo fui él que lo tocó.
—Hola—le digo con una carismática sonrisa.
No duda ni un instante en volver a subir el vidrio.
—¡No! No, alto Lenna...
La limusina empieza a irse poco a poco, pero no lo suficiente para que mis piernas no puedan seguirla.
https://youtu.be/OJnUIEvLYMc
Mi mente hace otra mala jugada, pues en ese mismo instante, puso "Call Me Back Again", como si fuera algo que quisiera decirle sin dudarlo. El inicio suena sobre mi mente mientras doy grandes zancadas e intento seguir a esa limusina. Esto no puede quedarse así. No voy a detenerme sin antes luchar como es merecido.
Well when I, when I was
Just a little baby boy
Every night I would call
Your number brought me joy
—Lenna, no sé qué te ha pasado. He estado en House of Lords de nuevo, y puedo decir que no eres la mujer hermosa que conocí.
Sé muy bien que escucha, se ve su rostro a través del vidrio, sólo que no quiere abrirlo.
I called your house, every night since then
But I ain't never, no no never
Heard you calling me
Come on and call me back again
Come on and call me back again
—No sabes cuánto te necesito. Éramos la pareja ideal, ¿no lo recuerdas o no lo sabes? Nos unían los mismos intereses. Te quiero, extraño nuestras largas y extensas pláticas de reflexión mutua y cuestiones existenciales que jamás creí vivir. Fuiste lo único que le dio sentido a mí vida, lo que le regresó la felicidad y motivos para seguir despertando cada día.
—Es Lenna, ¡hola! —dice John Julian, saludando ingenuamente, sin saber la situación.
—El niño te está saludando, por favor, no puedes dejarlo así—la limusina va aumentando su velocidad, al igual que mis grandes zancadas— ¡Lenna! Por favor, abre la ventanilla. Me viste, escúchame. ¡Detente maldición!
I've heard your name
every night since then
But I ain't never, no no never
Heard you calling me
Come on and call me back again
Yeah call me back again
Tengo tantas ganas de ponerme frente al maldito automóvil y hacer que se detuviera aunque no quisiera, pero tenía a John Julian en mis brazos. Ella se indigna y no quiere salir, se resigna a mantenerse el vidrio arriba y a no verme, pero sé que me escucha.
Well when I, when I was
just a little baby boy
Every night,
every night I would call
because your number brought me joy
—¿Acaso no recuerdas lo bonito qué era? Tú y yo, cantando dentro de House of Lords, con mi bella guitarra, sonriendo, hablando sobre McCartney y Wings. ¿Qué cambió, Lenna? ¿Hice algo malo?
La limusina se dispone a marcharse y se escucha como el acelerador retumba. Pero no puede hacerlo, hay un gradual tráfico que le impide arrancar de la manera que desea. Así que es mi oportunidad perfecta para hablar:
—Lenna, yo no te hice daño. Sé que una vez estuve a punto de hacerlo, pero me arrepentí y te pedí perdón. Y lo pagué con creces, Lenna. Sé que fui un manipulador, ¿qué más quieres que te diga? ¿Perdón? Nunca te hubiera lastimado de la manera en la que él lo está haciendo. ¡Eres maravillosa! Eres tan perfecta que no te puedes reducir a estar en manos de ese idiota. Lenna, no... ¡No!
Oh I've called your name
every night since then
But I ain't never, no no no no never
Heard you calling me
Come on and call me back again
—¡Lenna! Detén ese maldito auto o te juro que me lanzo y verás a John Julian llorar. ¿Quieres verlo? Todavía de que él te contó mi secreto de mi tren de juguete, de que te quiso demasiado, ¿de todo lo que hicimos por ti? No lo reprocho, Lenna. Pero ¡Piensa en lo bien que estábamos! De todo nuestro universo, de nuestro propio mundo.
—Lenna, papá va a volver con mamá—dice John Julian.
I've called your name
Every night since then
But I ain't never, no no no no never
Heard you calling me
Come on and call me back again
Come on and call me back again
Come on and call me back again
No sé si eso fue bueno o malo, pero el tráfico finalmente desaparece y la limusina puede irse a toda velocidad. A mí no me importa y empiezo a correr siempre arriba de la banqueta, siguiendo ese automóvil, siguiendo ese sueño llamado Lenna Vail Epstein, siguiendo a esa chica que llegó para quedarse y que no puedo dejar ir. ¡No!
—¡No! —grito mientras veo como ya se va la limusina— ¡No te vayas! ¿Acaso no ves lo mucho que te amo y necesito? Lenna... ¡LENNA!
Call me back again
Call me back again
Call me back again
Why won't you call me back again?
Y así se va el gran automóvil. Mi velocidad para correr no es nada a comparación de esa monstruosidad de transporte. Me detengo justo antes de llegar al puente, no puedo creer que recorrí casi toda House of Lords solamente siguiendo esa limusina, a esa mujer tan hermosa y lastimada. Me siento tan mal, tan impotente por no haberlo detenido.
(...)
Como era de esperarse y gracias a esas putas "tecnologías", todo el mundo se terminó enterando del nuevo espectáculo que protagonicé y de cómo seguí indiscriminadamente aquella limusina. Los reporteros y presentadores de programas de chismes son unos idiotas que prefieren mil veces a Quiroz, por lo tanto, no la piensan ni un segundo cuando se trata de culparme injustificadamente, de insultarme y todo lo demás. Por suerte apago el televisor, tomo mi vieja Ibanez y toco los acordes de "Hey Diddle" intentando cantar, pero no es lo mismo sin los coros, no hay progreso ni nada sin ellos.
—Oh Charles—entra Jade sin permiso—. ¿No te cansas de hacer el ridículo?
—Lo mínimo que necesito es que me reproches, Jade—pido con enojo.
—Pero es que no es un reproche. ¿Por qué siempre tomas esto de ese modo? Reproches, regaños. ¡No lo es! Ibas con John Julian en brazos, rogando a una mujer que no lo merece, exponiendo tu vida y la de tu hijo. Por eso te pregunto si no te has cansado ya de hacer tus putos berrinches.
—¡Ya basta! Largo de aquí. Es imposible vivir contigo, no haces más que decir idioteces. Bueno, no me sorprende, siempre lo hiciste y lo harás.
—¿Idioteces yo? Por favor, tú eres el imbécil que no puede superar a una mujer que no hace más que recordarle a su hija muerta.
—¿Eh? ¿Por qué dices eso?
—Hablé con Newman ayer en la noche—explica—. Él me dijo que el recuerdo de Heather Louise hizo que buscarás en Lenna un nuevo sustituto de hija. ¿Creíste que bromeaba cuando le llamaba "Heather Louise II"? No Charles. Es muy obvio que no has superado la muerte de ella, y piensas que Lenna es tu hija crecida. La usaste para cubrir ese vacío. Y muy probablemente ella te utilizó para cubrir el vacío que dejó su padre.
—¡Cállate! Por supuesto que no. Newman y tú son unos estúpidos. Yo nunca vi a Lenna como un mal repuesto de Heather Louise. Jamás en la vida lo hice. Lo que pasa es que no toleras saber que hubo una mujer que me enamoró sin meter mi cara en sus tetas gigantes.
—¡Ay, por favor! ¿Tú? ¿Amar? Si fuera por ti, encontrarías un maniquí de Paul McCartney y le pondrías peluca.
—¡Ya vete de aquí! —señalo la puerta. No soporto más.
Ella se marcha sin decir otra palabra y cierra la puerta. Yo me dejo caer sobre mi sillón individual y emito un largo suspiro. Observo la única fotografía en donde está mi familia completa, con Heather Louise sobre mis brazos, con esa sonrisa típica de niña encantadora y su cabello dorado cubriéndole toda su cabeza. No entiendo por qué ya no está conmigo. No entiendo las razones de su muerte. Todo es tan confuso para mí.
(...)
Los días siguen pasando y yo siento que uno es la repetición del anterior. Cuando vemos el televisor, siempre pasan por algún motivo u otro, algún comercial que incluya a Lenna y David Quiroz. John Julian la ve con algo de alegría y pregunta:
—¿Qué hace Lenna, papá?
Y yo respondo con sinceridad:
—Le dice al mundo que es muy importante tener paz.
Ojalá yo pudiera captar su mensaje.
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