Finite Incantatem.-

Hechizo que termina otro hechizo.

El campo de quidditch permanece vacío a tempranas horas de la mañana.

Luego de tantos años, Jungkook ha aprendido con facilidad que la mayoría de los estudiantes y docentes de Hogwarts no inician su día antes de las 4 de la mañana. Tal vez es eso o tal vez es que disfruta de ver el sol salir frente a sus ojos mientras pasea sobre su escoba alrededor del campo, que Jungkook prefiere esa hora para iniciar su práctica.

Incluso se atreve a decir que el frío de la madrugada y el silencio del lugar, convierten la hora y el lugar en su único momento de tranquilidad porque, mientras está sobre la escoba y con el viento revolviendo sus cabellos, Jungkook deja de ser aquel adolescente que debió crecer demasiado rápido, que fue testigo de cosas impensables y que, recibe más miradas y atención de la que disfrutaría cualquiera.

Deja de ser quién es y, por un breve momento, tan sólo siente.

No hay Jungkook: estudiante y mago destacable al que todos desprecian en comentarios de pasillo; desaparecen los comentarios sobre su magia y el poder que corre en ella, deja de escuchar los murmullos sobre las malas decisiones que ha tomado y se borran las miradas de fastidio que recibe con cada paso que da. No hay pasado, presente ni futuro; no hay nada que le diga que es ese Jungkook.

En cambio, se limita a sentir. Siente el frío sobre la piel y sobre su rostro, siente el sol despertar justo encima de su cabeza a la vez que sus ojos van de un lugar al otro, buscando el brillo dorado de la Snitch que ha soltado con el fin de practicar. Siente la soledad acobijarle, sanarle un poco las profundas heridas que oculta del resto del mundo y que parecen cadenas que le atan al pasado.

Dejar de ser para sentir; es casi poético para él.

Así que sobrevuela con calma, cerrando los ojos para recibir el viento sobre su rostro mientras una sonrisa pequeña cruza por su pálido rostro. Deja que su uniforme de quidditch se empuje hacia atrás, el verde esmeralda brillando bajo los rayos del naciente sol y sus manos se cierran en el mango de la escoba, impulsándola hacia atrás para frenar en lo alto, lo más cerca del cielo que puede llegar con ella.

.- Hola, mamá... - susurra las palabras con el rostro puesto hacia el sol y las nubles blancas, la sonrisa en su rostro desdibujándose levemente antes de bajar del todo su cabeza, su oscuro cabello cubriendo sus ojos por un breve instante.

En algunas ocasiones su mente parece un caldero burbujeante, repleto de recuerdos y palabras que quieren bullir de él para hacer estragos en su ya complicada vida. Son esos momentos, aprendió con el tiempo, en los que debe permanecer alejado de todos porque su magia es inestable, ansiando escaparse de la punta de sus dedos en hechizos impronunciables, en decisiones que nadie se atrevería a tomar en voz alta.

Eres magia, Jungkook. Más que nadie, eres magia. ¿Por qué no hacer algo con ella?

La voz revolotea en su cabeza como si fuese parte del viento, una caricia en sus cabellos antes de que sacuda su cabeza porque odia lo que esas palabras traen consigo, lo que significan. Ha batallado consigo mismo, con los deseos de alzar la varita en alto y decirle al mundo entero que a él nadie debe faltarle al respeto, nadie debe apartar la mirada.

Se pierde en sus pensamientos un momento, dejándose embargar por los miles de por qué que no vale la pena responder y las risas que nunca volvería a escuchar. Es entonces que se lanza en picada, la punta de la escoba llevándolo a una línea recta en dirección al suelo que se aproxima demasiado rápido: ¿qué pasaría si no se detiene? ¿Cuántos huesos se quebraría en el golpe? ¿Los suficientes como para que ningún medimago pudiese repararlos?

Piensa que es una buena idea, como lo ha pensado todas las otras veces que ha intentado...

Una sombra choca contra él antes de que esté a poco menos de cinco metros del suelo, la fuerza del impacto lo empuja lejos contra la torre de Gryffindor, su espalda crujiendo producto del golpe con las vigas de madera antes de caer al suelo con un ruido seco. Sabe que no hay ningún hueso roto, aunque si un dolor punzante en su espalda y en su cabeza que auguran un mal día para él desde ya.

.- Como siempre, aquí estoy para salvarte de tu propia inmadurez – la voz proviene de lo alto, Jungkook apenas encontrando la fuerza para alzar la mirada hacia ella, la sombra recortada por el sol que ahora brilla alto lo ciega un instante, pero sabe quién es - ¿Buscando una nueva forma de morir, Kookie?

Hay burla en la forma en cómo dice su nombre antes de descender con la elegancia que sólo puede dar la práctica, Jungkook siguiéndole con la mirada mientras gruñe lo más molesto posible: .- Cállate.

.- No, no, no... soy yo quien se molesta contigo, Kookie – la voz es un susurro, pero producto del dolor de cabeza resuena como un grito mortificante en sus oídos – ¿Cuántas veces debo de decirte que no seas imprudente o inmaduro? Eres mejor que esto... ¡eres mejor que cualquiera! El mago más poderoso del mundo y sólo te comportas como un niño queriendo morir por insignificancias.

Jungkook se muerde la lengua, tragándose las palabras malsonantes que vienen acompañadas del llanto. Aprendió hace mucho tiempo que llorar no vale la pena para personas como él y no va verse más vulnerable de lo que ya es en ese preciso instante.

.- No estoy de humor... - se obliga a decir, forzando a salir cada palabra de su boca, un dolor aprisionándole el pecho.

La figura, todavía a contraluz, sacude su cabeza, las puntas de su cabello meciéndose suavemente y Jungkook sabe que sonríe: .- De acuerdo, no estás de humor, entiendo. No te molestaré más por hoy, pero recuerda nuestra cita de esta noche.

El tono sugerente provoca un sonrojo en sus mejillas, su piel calentándose hasta la punta de sus orejas mientras observa a la figura deslizarse fuera del campo con la escoba en la mano, Jungkook se queda ahí, con la espalda adolorida contra la madera que rodea el campo, una pierna recogida contra su pecho y la otra estirada por completo, sin notar la sangre que brota de su frente y de su cuello o que su escoba está rota a la mitad.

Su mente se pierde como es normal, palabras yendo y viniendo, hechizos que no necesita pronunciar porque nunca ha necesitado tampoco de una varita, su magia fluye sola, casi viva. Es por eso que no los siente, no los nota sino hasta que ya están demasiado cerca como para escapar, no cuando hay sangre resbalando por su piel y su escoba está destruida demasiado lejos de él.

.- ¡¿Qué haces aquí, sucio Slytherin?! – la voz está cargada de desprecio, ese que Jungkook ha vivido millones de veces producto de la casa a la que pertenece - ¿Qué no sabes que hoy tenemos práctica nosotros? ¡Seguro vienes a espiarnos, eso hacen las serpientes rastreras como tú!

Jungkook los reconoce como los miembros del equipo de Gryffindor, lo que sólo acrecienta el dolor de cabeza, sobre todo cuando su mirada se encuentra con la de Taehyung, que viene con el cabello despeinado y de la mano del insufrible capitán. A Jungkook le provoca ganas de vomitar o, bueno, seguramente es el dolor de cabeza.

.- ¿Jeon?

Jimin es quien lo reconoce, sabe que los demás no lo habían hecho porque retroceden levemente tensos cuando escuchan su apellido. La reacción natural a todo lo que tiene que ver con él y la misma por la que Jungkook se contiene de maldecirlos, no quiere hacer más grande un mito de por sí demasiado exagerado. En cambio, permanece estoico en su lugar, sin interés de marcharse.

Eso tal vez es porque su espalda duele como mil quemaduras de dragón.

.- ¿Qué te pasó? – es nuevamente el capitán el que habla, esta vez a sólo unos metros de él y con la mano de Taehyung todavía agarrada a la suya.

Jungkook le sostiene la mirada al más bajo, desafiándolo en su silencio porque lo odia, odia su presencia y eso consigue que su magia pugne por salir disparada y sin control. Se contiene, como siempre, porque no necesita problemas con ningún profesor más tarde y tampoco quiere más sangre con la que cargar en la consciencia.

No es el momento, aún no.

.- ¿Estás bien? – no es Jimin quien lo pregunta.

Hay vacilación en esa pregunta, Jungkook lo sabe, así como la hay en su mirada. Taehyung se suelta de Jimin para acercarse a él, sus ojos viajando por cada centímetro de su rostro amoratado, sangrante y de su cuerpo adolorido que está cubierto por un uniforme ya roto. Debe verse simplemente miserable, tal y como se siente en el momento en que el mayor se inclina, su mano acunando su mejilla.

Jungkook siente su respiración quedarse contenida en su garganta, su corazón acelerándose porque es la primera vez en muchos años que están así de cerca y puede ver los diferentes matices de café que tinturan los ojos de Taehyung o que puede notar la forma irregular de su lunar o cómo sus labios se fruncen hacia los lados por preocupación.

Tantos años desde la última vez, Jungkook recuerda el momento.

Había sido tan parecido a este: un Jungkook acurrucado en el suelo, sangrando, pero incapaz de llorar. Un niño asustado que necesitaba aferrarse a alguien más y ahí había estado Taehyung, repleto de un amor sanador que Jungkook necesitaba. Ahora, tantos años después, le resulta irónico y doloroso de una forma impronunciable.

No quiere su preocupación, no quiere nada de él.

Por un momento su mente se desvía y se imagina el rostro de Taehyung sí lo hubiese encontrado completamente muerto en la mitad del campo, con los huesos destrozados por una caída que él mismo se buscó, ¿cómo habría sido? Jungkook se siente decepcionado de vivir y haberle negado ese momento a Taehyung. El momento en que vez todo lo que quedaba de tu infancia hecho añicos en el suelo.

Como me pasó a mí...

.- ¿Te duele? – la voz de Taehyung le trae de regreso, suave y gruesa como sólo podría ser él y Jungkook se siente absorbido en una burbuja en la que no debería de estar, en la que no quiere estar - ¿Cómo te lastimaste? Eres muy bueno con la escoba, no creo que...

Sus palabras se pierden en algún lugar, a Jungkook no le interesa escucharlas. En cambio, sus pensamientos regresan a repasar todos esos detalles que se perdió con el tiempo, aquellos cambios sutiles en el rostro de su infancia. Se pierde en sus ojos como nunca pensó que podría volver a hacerlo y eso, más tarde, le hará odiarse un poco más de lo que ya lo hace.

Porque no está bien que se olvide de la presencia del equipo de Gryffindor, de la presencia del indeseable de Park y mucho menos, porque no está bien que Jungkook sólo desee acunarse entre sus brazos hasta que todo desaparezca como si ambos aún fuesen dos simples niños que no saben nada del mundo, el dolor y la muerte. No está bien, jamás lo estará.

Quiere gritarle, quiere empujarlo y decirle que es muy tarde para venir a preguntarle sí está bien cuando Taehyung lo abandonó en el momento en que más necesitó de él, que ya no hay palabra alguna que pueda sanar las heridas que Taehyung hizo en él y que el mismo Jungkook se ha encargado de mantener sangrantes como un recordatorio de lo solo que está en el mundo.

Es entones que quiere gritarle lo mucho que lo odia, lo mucho que desea...

Ya llegará su momento, ya harás que pagué.

.- ¡Jungkookie!

La voz le trae de regreso, sus manos empujando por el pecho a Taehyung con tanta fuerza que el Gryffindor termina en el suelo, con sus manos apoyándose tras su espalda mientras su rostro se contrae del dolor, pero a Jungkook no le importa. No le importa tampoco como Park corre a socorrerlo, maldiciéndole en el proceso por ser, según alcanza a escuchar, un "maldito Slytherin malagradecido".

Se concentra en la voz que atraviesa el campo con prisa torpe, su uniforme negro con azul confundiéndose con el cielo tras él. Lleva varios libros bajo el brazo y las gafas sobre el puente de la nariz, luce como siempre y aún así Jungkook siente su pulso dispararse cuando la sonrisa de hoyuelos aparece frente a su rostro.

.- Sabía que estarías aquí – es lo primero que dice el Ravenclaw de último año, con su perfecto y cuidadoso acento inglés que poco coordina con su rostro asiático – Cuando Yugyeom me dijo que saliste temprano, supe que vendrías a volar un rato.

Jungkook asiente en silencio, intentando ponerse de pie a la vez que Namjoon, repara en su miserable estado: .- Pero mira cómo estás, ¿te has lastimado de nuevo?

No hay palabras para responderle, mucho menos cuando Namjoon se cuela entre las grandes figuras del equipo de quidditch para llegar hasta él y ayudarlo a levantarse, su cuerpo macizo, pero más delgado que el suyo sirviéndole de soporte ante el fuerte dolor de espalda que parece amenazarlo con dejarlo sin poder caminar. Jungkook se traga el dolor, dejando que Namjoon pase su brazo por sus hombros sin dejar de sonreírle.

Una de las pocas sonrisas que ha recibido con cariño durante esos años.

.- Vamos, te llevaré a la enfermería y luego a desayunar – Nam no lo pregunta, hay un poco de orden en sus palabras mientras lo empuja a dar un paso – Lo que necesitas es algo de amor, ¿a qué sí, Jungkookie?

Y a Jungkook le encantaría no sonrojarse, poder controlar lo que la cercanía del premio anual de ese año causa en él, sobre todo cuando sus ojos fríos conectan con los de Taehyung, que permanece en el suelo a donde él le empujó. Hay un matiz dolido en aquella mirada y hay algo en el fondo de su pecho que se remueve con algo similar a la culpa, pero Jungkook lo calla, lo esconde como lo ha hecho siempre.

Momentos atrás parecía embrujada, atrapado en la mirada de alguien que ya no existía en su mundo, pero ahora... Namjoon no ha tenido que pronunciarlo, para empezar porque no había un hechizo que romper, pero fue justo de esa forma cómo se sintió. Un finite incantatem demasiado poderoso... eso fue tanto para Jungkook como para Taehyung. 

Hace mucho que quería volver con esta historia, tengo tantas cosas pensadas para ella. 

Espero que este capítulo les dejé con muchas dudas, ese es su fin. Si es así, cuéntenme cuáles son, me encantaría darles pistas. 

Por el momento, ¿qué sabemos? Casi que puedo enumerarlo... ¿y ustedes?

Ay, espero que esta historia les emociones como a mí, en serio. 

Como sea, gracias por todo.

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