9. El Yakuza.



Hate Kirai nunca pidió venir a este mundo, y si hubiera tenido la oportunidad para decidir habría elegido no hacerlo si supiera de las calamidades que iban a acontecer apenas salió del vientre de su madre muerta, porque él fue el único que sobrevivió por los dos en el alumbramiento.

Su padre era un hombre importante entre los negocios de las empresas mayores, un héroe sin capa que desde niño nunca supo entender las acciones que tomaba, ni su trabajo. Pero era prestigioso, con un aura de grandeza y respeto que irradiaba diferenciándolo de entre una multitud de personas muy fácilmente a los ojos rojizos del pequeño Kirai.

Era una persona difícil de leer; viajaba constantemente, memorizando una y otra vez las mismas palabras a su hijo: “debo atender un trabajo”, sin ningún tipo de convencimiento que lo hiciera cambiar de destino, dejando a la vecina a su cargo. El tren iba y venía desde la brillante primavera hasta el frío invierno, pero en el corazón del niño siempre que su padre pisaba los tablones viejos de su hogar era una melodía, la casa se llenaba de calor sin importar qué tan congelada estuviera por la ausencia de fuego en la chimenea.

La escuela nunca fue tan dura cuando la presencia de su progenitor ausentaba, llegando a refugiarse del mundo en los libros que su mismo padre le traía desde el extranjero, considerando su forma más cercana de tenerlo a su lado cuando acariciaba con cuidado la primera página con escritos a mano, dedicando el libro para él.

Sin embargo, la noticia de que uno de los trenes de la gran estación de Shinjuku había sufrido un grave accidente costándoles la vida a unas mil personas voló por el viento inscribiéndose en cada cabezado de todos los periódicos publicados en el país. Aparentemente, el tren que viajaba a una velocidad extrema se había desviado de las vías sin cuidado, y no hubieron testigos sino más que rumores, uno tras otro, sobre cómo fue ocasionado: algunos dijeron que el conductor había tomado las vías equivocadas causando el accidente. Otros, que estaba borracho. Los políticos objetaron que no se trataba de más que un atentado terrorista.

Hate no había vuelto a pisar la estación en espera de un abrazo caluroso de su padre.
Quizás, fue más fácil acariciar la posibilidad de escapar de su vida que aceptar el hecho de que ya no tenía nada que lo atara a este mundo, así abriendo una puerta de bienvenida a los narcóticos. Fue tanto el hambre de deseo que acarreo una adicción a su cuerpo, si no tomaba un par de pastillas al final del día, vomitaba; su sistema lo había vuelto una necesidad que tenía que saciar.

Constantemente no podía quedarse en un sitio durante mucho tiempo, la policía se movía en un juego infinito del gato y el ratón. Aún así, tras haber cumplido los 18 años se animó en asistir al festival que se celebraba ese mismo año en su ciudad a sabiendas que la policía que lo buscaba estaría activa con sus demás compañeros. Él siempre fue un cero a la izquierda con un historial limpio de crímenes sin su pequeña banda, verlo sólo equivalía a que sólo era un joven descarriado en busca de algo que no se le había perdido.

El dulce sabor a manzana acaramelada fue una delicia a su paladar, recordando vagamente cuando su padre lo llevaba todos los años a estos eventos festivos y coloridos sobre sus hombros, con una o dos manzanas acarameladas en sus pequeñas manitos.

Conoció el amor a primera vista y el dolor al perderlo. Intentó seguir a la mujer que había escapado tras oír el disparo y al lobo agonizando en el suelo, pero el animal lo mantuvo ocupado por más tiempo; ambos llenos de sed de sangre del otro.

La mujer había escapado con tres criaturas en sus brazos tras ese día que la discordia había acoplado su corazón. Se sentía inestable emocionalmente, y las migrañas atacaban su cabeza como lanzas al no poseer más de esas sustancias nocivas para su cuerpo durante esa noche.

Había perdido a su banda y su desorientación para encontrar su hogar era grande, se sentía como una pequeña hormiga perdida al mirar a los alrededores y cada cara desconocida.

—¿Te sientes perdido, hijo?

Volteo lentamente sintiendo una mano desconocida  cubriendo su hombro cálidamente, así como era su mano, se trataba de un hombre de anchos hombros pero delgado de cuerpo poseyendo un traje como si estuviera vestido para una reunión de negocios, los hilos blanquecinos que caían por sus azabaches cabellos daban a entender la experiencia en sus años. A pesar de lo desconocido que era ante sus ojos, su aura, su presencia, era la misma que imponía su padre hace años.

—Tu nombre es Hate Kirai, ¿me equivoco?

—¿Me ha estado siguiendo? —volteó la mirada apresuradamente a todas direcciones, preparado para correr si era necesario, sin embargo escuchó una pequeña y ronca risa del hombre frente a él.

—Digamos que fui un viejo amigo de tu padre, pequeño. —la impresión que creó en el joven fue estupefacta. — y creo que él habría querido que nos presentásemos tarde o temprano.

XGaster era el nombre del hombre que lo había acogido bajo su ala, el mejor amigo y colega de su padre, siendo uno de los Yakuza de entre los mafiosos más peligrosos y buscados en el extranjero hablando en el ámbito internacional. Era demasiada información para Hate, pero al mismo tiempo los pedazos esparcidos del rompecabezas sin resolver se iban armando en su mente; el por qué viajaba tanto, los detalles escasos sobre a qué se dedicaba cuando se le preguntaba y la cantidad exorbitante de dinero, aunque siendo un niño observador, lo menos que pensaba era en lo último.

Más tarde pudo indagar al investigar por su propia cuenta sobre lo que vio, tomándole el gusto a los libros de mitología desde que era un niño supo entonces que había matado a un guardián del bosque, y que esos tres niños que llevaba la dama de quién se había obsesionado debían ser sus hijos, mestizos, si el padre era el licántropo.

Hate tuvo que madurar rodeado de la seguridad de su nuevo protector y su hijo, Cross, con quién se había encariñado hasta considerarlo casi un hermano, descubriendo el mundo de diferente manera y aprendiendo a la fuerza a no derrochar lo que se le ofrecía; la lealtad y la hermandad era fue su lema durante años, y para no olvidar cómo empezó su vida el tatuaje con forma de dragón en su brazo le recordaba su vida actual y lo poco que dejó tras seguir a Gaster.

Una buena tarde de invierno que miraba desde el balcón de la mansión de los Jael escuchó los pasos de su protector detenerse tras de él.

—Kirai. Mi hijo hizo chocolate caliente, deberías no indagar tanto en tus pensamientos y entrar. Pescarás algún virus. —el hombre se apoyó en el barandal de cemento junto a Hate, este ni se inmuto y prefirió no apartar la vista de los edificios al frente. —¿te importa? —el menor negó, su compañía no le era molesta, pero disfrutó el hecho de sentir la tranquilidad de la soledad. —bien.

Una nevada se anunciaba esa misma noche, lo que le hacía falta a esa ciudad descolorida y gris cubrirse de una manta de pureza caída del cielo llamada nieve.

—Viéndolo todo desde aquí, cada día nos ahogamos en un mundo que no podemos cambiar. Los copos de nieve no tardarán en caer e irse alejando poco a poco —una leve sonrisa en Gaster se iluminó. — si fueras un copo de nieve, Hate, ¿crees que caerías al corazón de alguien más rápido?

—Nunca pude entrar en el corazón de nadie. —al contrario, respondió en un tono frío, como la misma brisa que hacía mover sus cabellos muy levemente. Gaster soltó su pequeña y característica risa.

—Todos, en nuestra vida, dejamos nuestra huella en el corazón de alguien sin saberlo, eso es lo que nos diferencia como los seres humanos sociales que somos: nuestro propio método de influir en una persona, ya sea algo tan simple como ofrecer un chocolate caliente o enamorarte de una Geisha. —Hate, ahora lo miraba fijamente con sus ojos ligeramente más abiertos, el jefe Yakuza colocó una mano en su hombro sonriéndole paternalmente. — Tu padre era una de las personas con más influencia que he conocido, socializaba hasta con las piedras, ¿y qué sucedió? Marcó la vida de muchas personas que ahora lo recuerdan con honra y respeto. Nunca digas que no eres de importancia para nadie, porque verdaderamente es una de las mayores mentiras que te estás diciendo tú mismo.

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Las luces de la ciudad eran los destellos de la noche que serpenteaban en el recorrido por las calles, Hate Kirai admiraba desde el balcón de la mansión Jael con las manos tras la espalda el laberinto de las centellantes autopistas y vehículos que por allí transitaban. Un hombre de su misma edad con traje negro y corbata blanca detuvo su paso tras él, una cortada en su pómulo derecho descansaba en su blanca piel.

—Hate. Creo que te interesará esto.

—Habla, Cross.

—He estado investigado; un eclipse ocasionado por la alineación de la Tierra y el Sol ocurrirá este mismo fin de semana, un fenómeno natural que tiene relación con la naturaleza de estos guardianes de Aokigahara, la Luna Roja o Luna de Sangre.

—¿Y esta Luna Roja nos pondrá a todos esos animales en bandeja de plata?
Cross se le acercó con un objeto en la mano y Hate lo miró, era un libro viejo y desgastado.

—A uno de tus cazadores se les cayó esto mientras tenían su reunión. —sus ojos estaban sombríos. Hate lo tomó en sus manos y lo abrió leyendo entre líneas las primeras páginas. — según esa investigación,  la Luna Roja no sólo es un fenómeno natural, sino que es una tradición en las que como indios que se reúnen en celebración, las parejas se unen en lazos eternos.

Hate, sin mirarlo pero escuchando cada palabra, acarició el material de cuero autentico del diario.

—Ya no se trata sólo de un oficio de ocio para nosotros, Cross. —mostró sus dientes en una sonrisa maliciosa, que casi nadie a simple vista pensaría que sólo ocultaba dolor. —Esperé egoístamente, que el dolor que me diste fuera amor. —habló a la tinieblas de la noche tras un suspiro, cerró sus ojos, y al abrirlos de nuevo  se dirigió a Cross, quién esperaba pacientemente. —Tengo que saltar algunas cuentas con la especie que me arrebató a quién una vez quise para mí. El domingo no quiero planes, no me importa si tienes que visitar a tu abuelita que no ves desde hace tres años, todos iremos a Aokigahara. ¿Entendido?

—Sí, Don Hate. —Cross estiró las comisuras de sus labios levemente al ver la espalda del jefe Yakuza, al verlo así de espaldas a las luces de la ciudad, tenía tantas similitudes con su padre desde ese ángulo. Cross no quiso ser la cabeza de la organización cuando este muriera, no considerándose lo suficientemente fuerte. Por ello, la responsabilidad había decaído en Hate por ser el protegido de su padre.

Y hasta ahora, su padre estaría orgulloso.


Y fué tanta la emoción por publicar que olvidé los separadores kdlsnznsidkdlds Mañana publicaré el resto de los capítulos 7w7

¿Disfrutan de la lectura hasta ahora? No tengan miedo en comentar, al menos un sólo comentario me anima más de lo que creen ^^ ¡Muchas gracias por leer! ¡Los quiero! *Les lanza un chocolate*

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