7. Erase una vez...

Erase una vez... una joven veinteañera, con pasos delicados y dulces como el goteo del agua, bailaba en el festival de verano que se celebraba cada año al ritmo de los tambores.

Era frágil y de piel suave, con ojos cristalinos y frescos como el mismo cielo en las mañanas en un campo lleno de tulipanes azules. Sus ojos, antes cerrados ahora se cruzaron con un par de rubíes; un joven que con anterioridad no había estado allí se había cautivado por sus movimientos dignos de una Geisha; los colores vívidos, las linternas iluminando los caminos con luces cálidos que decoraban las viviendas y hacían del baile una maravilla.

Porque entre tantas bailarinas, sus ojos, su abanico, su kimono de seda rojo, su cabello azabache como el mismo cielo sobre sus cabezas... era como si toda su belleza pudiera resaltar entre el bullicio del espectáculo.

La música seguía aligerando el ambiente y ella bailando, con la elegancia de un cisne en el agua y su mente giraba en torno al joven con quién había cruzado miradas. Las maniobras con su abanico cubrieron su rostro en todo momento, sin embargo, sólo necesitaba sus ojos para verlo a él.

El baile llegó a su culminación, el joven la buscó y buscó entre la multitud que parecía empujarlo como las olas de un mar embravecido.

Levantaba la mirada a cada joven buscando esos ojos azules como los cristales más puros, los cuales parecían perseguirlo a donde fuere pero a la vez no los encontraba quedando sólo su fantasma en el rincón de sus pensamientos.

Comenzó a desesperarse al no encontrar a la mujer tan hermosa, esa Geisha con ojos azules que cautivó su atención.

Su desesperación se convirtió en desesperanza al situarse en una de las torres más altas del lugar y admirar a las personas riendo, bailando con coloridas máscaras ajenos a sus emociones negativas al no encontrar lo que él deseaba.

Las estaciones se vieron pasar como una lluvia primaveral, pero él nunca olvidó la belleza de sus pasos y su abanicó que tapaba su rostro tímidamente, y porque nunca pudo olvidar, tampoco logró aplacar su ira al encontrar sus ojos a la mujer que deseaba, pero en circunstancias que nunca esperó ese día que las nubes se adueñaban del cielo otoñal mientras caminaba hacia el pueblo.

Su mirada se nubló de una ira tan roja que su rostro casi hervía mientras fulminaba a las dos figuras, a la Geisha de quién se enamoró por casualidad y a lo que parecía una criatura con forma de lobo con pelaje blanquecino, pero claramente, de mayor tamaño que alguna especie corriente que haya conocido. La primera reacción de una persona sin conocimiento sería gritar, huir, o lanzarse a defender a la mujer que en verdad no corría peligro alguno. Sin embargo, como era un joven de muchas creencias, sabía de quién se trataba y lo que se ocultaba bajo esa capa de mullido pelaje como la nieve.

El engaño que él creía haber recibido se coló en su corazón penetrando todo su ser, dolía ver como ella acariciaba el rostro del licántropo con tanta ternura que el asco ascendió a su garganta haciendo que apuntara desde las sombras para no seguir viendo esa horrorosa escena.

El sonido del disparo rebotó por los árboles que cubrían esa carretera vacía y desolada.

⋘ ──── ∗ ⋅☾⋅ ∗ ──── ⋙

Fatal tuvo un sueño, y sin embargo no deseó recordarlo.

El dulce olor a café pudo apaciguar su estómago revuelto tras ese despertar apresurado, como todas las mañanas, el suave aroma a un desayuno recién hecho llegaba a sus narices sin tardanza llegando a veces a inundar todo el apartamento; el olor se mezclaba con sus pensamientos agrios después de esa visión nocturna que le dejó un horrible mal sabor en la boca.

Hasta la fecha, Fatal Crayon nunca había soñado con su fallecida madre desde que su alma abandonó este mundo sin despedirse, por eso, no sabía cómo evitar que su corazón golpeara tan estrepitosamente su pecho después de esas imágenes que su subconsciente había creado para él.

Pero lo cierto es que, no podría olvidar el oscuro vacío del rostro de ese joven con ojos carmesí. Ese hoyo oscuro que lo impedía reconocerlo, ¿por qué habría querido que apareciera en sus sueños? Claramente, la mujer Geisha se trataba de su madre, pero el joven...

Y el lobo...

Recordó entonces, como si se tratara de otro peso en sus pensamientos que Hate los había citado a un encuentro con él esa misma noche en uno de los bares más circulados por la región de Shinguki, Japón.

Con una nueva migraña atacándolo hizo un gran esfuerzo por hacer a un lado el bosque, su madre y todo lo que pudiera atormentarlo esa mañana y lo hiciera comenzar con el pie izquierdo como tantas veces lo ha hecho esta semana de mal dormir.

Error seguramente le mencionaría a Hate sobre lo que ambos vieron en Aokigahara convirtiéndolo en el tema principal de la noche, sólo esperaba que el mafioso no le diera demasiada importancia y lo dejara pasar como un simple comentario o desliz.
Sentía que la necesidad de guardar esa información aumentaba, como una de esas supersticiones que no vienen de ninguna parte pero sabes que tiene razón.

Al salir de la habitación fue recibido con un grato desayuno de pan tostado y su hermano menor con su humor mañanero.
Las dimensiones de su apartamento como regalo por parte del Yakuza eran magnificas, así que tuvo que hacer todo un recorrido turístico de las habitaciones al comedor para tomar su plato y sentarse en su silla sin mirar más que su pan. Error paró de masticar al momento que él se ocupó frente a él, y al parecer Fatal no lo notó o sus pensamientos estaban en otro lado. Pero de cualquier forma, eso lo molestó.

-Te ves terrible. - Error rompió el silencio volviendo a su indiferencia entre mordidas, Fatal rodó los ojos e ignoró su mal comentario. De cualquier manera, sabía que era su forma de demostrar preocupación y él aún siendo su hermano no podía hacer que cambiara eso.

-No todos tuvimos buena noche.

-¿Seguro que quieres continuar con esto? -soltó bruscamente inquiriendo una respuesta rápida, ahora lo miraba esperando que sus ojos se toparan con los suyos con preocupación, y así fue. Sólo que los ruegos que creía que encontraría en su rostro no estaban. - llevamos sólo una semana en esto y mírate.

-No tenemos opción. -Fatal podía ver sus propias ojeras de mapache sin necesidad de un espejo, sin embargo, no deseaba hacer entrar más en conflicto con Error sobre el nuevo trabajo cuando su agotamiento se debió a una mala noche.

Sí, era verídico que en ocasiones se preguntaba qué era lo que los había llevado a esto y si en el pasado habrían encontrando una mejor opción. Pero el tiempo les había tomado desprevenido a ambos, con los gastos aplastándolos por encima de sus cabezas y no tuvieron más que aceptar a la primera lo que Hate les había ofrecido.

¿Si se hubieran negado, si ninguno de los dos hubiera dicho "Sí", estarían en donde se encuentran ahora, rodeados de muebles de cuero y ropa Gucci? Su yo pasado estaría dispuesto a todo y más con el objetivo de salir de donde estaban, pero su presente decía muy poco de lo que antes deseaba con tanta devoción. Sin embargo, nada de esto se sentía bien para él, pero a su hermano no parecía importarle.

-Supongo que no. -para su sorpresa, Error le dio la razón, y vio como se levantó sin mirarlo con su plato, y antes de desaparecer por el umbral de la cocina escucharlo decir con voz grave y resignada: - Una vez que te involucras con Hate, ni el mismo diablo podrá salvarte.

⋘ ──── ∗ ⋅☾⋅ ∗ ──── ⋙

El cielo pintaba los más esplendorosos colores que la naturaleza le podría obsequiar a la humanidad, los amaneceres en Japón son una de las mil y un cosas que Fatal amaba de todo el país, incluida la primavera y sus bellos jardines lleno de botánica para admirar. Incluso, con los rascacielos raspando el cielo y ocultando los colores del sol naciente en Shinjuku, la luz solar llegaba a través de las siluetas de los grandes edificios haciendo saber que un nuevo día había acontecido.

Las personas comenzaban a llenar la metrópolis buscando el sustento diario para sus familias para aprovechar el día naciente en sus primeras horas, hasta que este culmine y mañana se haga lo que hoy no pudo ser.

Por lo cual, la biblioteca habría abierto hace 15 minutos aproximadamente, calculaba Fatal al ver la hora en su reloj que indicaban las 7:34 am mientras navegaba entre el bullicio de los ciudadanos y los sonidos callejeros de la ciudad.

Había llegado tan rápido como predijo ya que el local público se situaba a unas cuantas cuadras de su apartamento, o solo se trataba de que mantuvo la mente en blanco durante todo el trayecto distraído con las personas que parecían apresurados a ir a un lugar rápidamente, cuando no sabían que en realidad tenían todo el tiempo que sus vidas les permitía y que llegará el mañana con más amaneceres por admirar.

La biblioteca, de hecho, la habían remodelado hace menos de una semana, era de tamaño considerable y le añadieron un piso mas. Dos pisos llenos de conocimiento entre páginas antiguas. Fatal entró por sus puertas de vidrio escuchando la campanita indicando que un potencial lector había llegado, pero nadie más que una señora detrás del mostrador de caoba reparó en su llegada.

-Buenos días, joven. ¿Puedo ayudarte en algo? -la mujer revelaba en sus ojos grises por la leve ceguera que la alcanzaba el cansancio que la perseguía a sus pocos años que le quedaban de vida, pero no por eso su cálida sonrisa vaciló. Era la primera vez que Fatal entraba en ese local ya que no tenía mucho tiempo para leer. Pero ya tenía, o creía tener un motivo en sus manos que lo determinaba a no solo caminar frente al edificio sino a entrar.

-Buenos días. No se preocupe, estoy en busca de un libro -dio una sonrisa rechazándola sutilmente, pero no se percató que aún se encontraba en la entrada sin mover un pie y sin parar de mirar hacia los grandes estantes con libros.

Había venido hasta aquí con la determinación de buscar algo que le sirviera para aclarar sus dudas, sin embargo, no pensó en lo que buscaría una vez llegara a su destino, porque realmente no sabía lo que se esperaba encontrar. Miró a la señora que volvió a su lectura y no parecía molestarle que él continuara en la entrada. Probablemente parecería un estúpido al preguntar lo que necesitaba, se sentía como un niño buscando aventuras que no le pertenecían. Pero no sabía por dónde empezar.

Respiró hondo y volvió a hablar esta vez acercándose.

-Creo que sí me podría ayudar con algo. -caminó al mostrador apoyando sus brazos en él, la señora sacó la cabeza de entre el grueso libro que estaba leyendo sobre su regazo y volvió a sonreírle maternalmente, sin preocuparle la molestia - ¿Podría indicarme dónde se encuentra la sección de mitología?

-Segundo piso, los primeros tres estantes. Hay mesas y sillones por si quieres prolongar tu lectura aquí, hijito.

-Muchas gracias. -Fatal sonrió agradecido y sin perder tiempo se dirigió a las escaleras que quedaban al fondo, pero la señora volvió a dirigirse a él para su sorpresa a pesar de creer haber terminado la conversación, haciéndolo detener.

-Los jóvenes de hoy en día ya no se interesan en nuestras raíces y leyendas, me alegra que existan chicos buenos como tú que aún les atrape.

Tardó un segundo en responder, pero volteó para darle una sonrisa de lado.

-Sí. Supongo que sí.

Tomó la barandilla de la escalera subiendo rápidamente, como la señora lo indicó, había un grabado en las primeras tres columnas de estantes que se titulaba "Mitología".

Fatal duró más tiempo de lo esperado en buscar, la mesa antes vacía e impecable estaba llena de libros esparramados, abiertos y cerrados en pilas intentando encontrar alguna información sobre esas extrañas criaturas que residían en Aokigahara.

Él había pensado desde niño que sólo habían sido cuentos que su madre le contaba a él y a Error en sus noches en vela, y que en sus mentes inocentes pudieran soñar con acariciar alguna vez el pelaje de uno de esos fantásticos seres. Pero después de lo del día anterior, ya no estaba seguro de qué era real y qué no.

Un libro de entre los de la pila cayó a sus pies mientras leía sentado haciendo que toda la torre se desplomara, maldijo por lo bajo porque al ser un libro bastante grueso junto con los demás, dolió. Pero al recogerlo, se fijó mejor en la portada que no le había prestado demasiada atención al principio al solo ser cubierta negra llena de polvo, siendo uno de los primeros libros que había visto sin abrirlo. Abrió el libro y se extendió un título por la página que capturó su atención.

"Aokigahara; el bosque de las almas".

Inmediatamente comenzó a seguir con sus ojos cada párrafo entre líneas por las páginas amarillentas y resecas, se notaba a simple vista que el libro había pasado por humedad anteriormente.

"Aokigahara, Mar de árboles, bosque de los sueños... conocido por su belleza natural, sus kilómetros lleno de cultura que conecta el cuerpo y alma de la persona con la naturaleza y podemos descubrir, sólo allí, que los seres a quién amamos están más cerca de nosotros de lo que nos imaginamos. Algunos dicen que, cuando un alma abandona el bosque, una flor crece en su lecho de descanso."

Siguió escudriñando, convenciéndose más cada vez de que resultaba el diario de alguien más que un libro histórico. Pero que revelaba toda la información que él necesitaba.

"La hambruna azota nuestra tierra, y las pestes se está llevando todo lo que amamos. Las familias se están descarrilando por el camino de la muerte, los padres luchan por sus esposas, las madres lloran por sus hijos, y los más ancianos se los lleva el viento. Siendo yo un joven privado de mi familia, no tengo por quién luchar."

El diario debía ser del siglo XIX, durante el Japón feudal cuando había hambre crujiendo desde las entrañas de la tierra japonesa. Muchos murieron, sobre todo los más débiles y los que eran una carga para las familias pobres, como los niños y los más mayores. Eso sí lo había investigado, y le sorprendía que el diario permaneciera intacto después de tanto tiempo, pero no tenía conocimiento de lo que leyó a continuación.

"Visité hoy el Aokigahara para despejar mi mente y orar a Dios, preguntarle por qué dejaba que la muerte paseara libremente por nuestra nación llevándose a todos esos inocentes. Me adentré tanto que después de unas cuantas coincidencias caí en cuenta que me había perdido.

Naturalmente, grité deseando que alguien pudiera oírme. Pero la espesura de los árboles ahogaba mis gemidos. Aún podía distinguir la luz del día, pero estaba seguro que no tardaría mucho en oscurecer, así que busqué una cueva para refugiarme y pasar la noche.

Los robles parecían tragarme, y la oscuridad amenazadoramente se cernía sobre mi cabeza. En mi pequeña cueva, lloré, y deseaba haber fallecido entre los enfermos que terminar olvidado en ese lugar aún si nadie me conocía para recordarme.

Y entonces, fue ahí que vislumbré con la fogata que había encendido para calentarme una silueta oscura que a agachas se acercaba a mí. Sentí terror, y no pude gritar porque mi cuerpo se encontraba helado del miedo.

Aún puedo recordar sus ojos brillar y su pelaje oscuro que se camuflaba con la noche, la Loba Luna.

Tenía una marca en su frente con una media luna muy hermosa. Me dijo que no tuviera miedo, y le creí aún con el nudo en mi garganta.

Le conté de mi vida, y ella muy pacientemente me hizo compañía. Su presencia era grata, curiosamente no sentía el frío de la noche desde que ella se adentró a la cueva conmigo y había olvidado por completo que estaba en medio de la nada.

Me confesó haber sido la hija del Emperador, que fue una de las primeras víctimas por las pestes en morir, y que ahora su alma había quedado enlazada a ese bosque como Guardiana. Recuerdo haberme impactado tanto que ella dejó de hablar mirándome con seriedad por un largo rato. Empecé a hacer preguntas, y siempre tenía una respuesta para cada una de ellas.

Todos aquellos inocentes que fallecieron injustamente, sus espíritus quedaron sellados en este bosque reencarnando en seres míticos como ella para protegerlo, así también como en otros bosques de Japón. Sin embargo, el muro entre el plano terrenal con el espiritual se encuentra aquí, en Aokigahara.

Caí en la inconsciencia, y al despertar, me encontraba en mi lecho. Enseguida tomé pluma y comencé a escribir el comienzo de esta nueva investigación."

Cerró el libro, aún sabiendo que las páginas continuaban hasta el final. La nueva información recibida revoloteaba en su cabeza, algunas palabras tenían sentido como piezas de un rompecabezas, pero otras no encajaban en el lugar que deberían.

Su madre... el joven... el lobo... por mucho que deseara confirmar lo que pensaba, lo negaba. Porque no podía ser. No sería correcto. Los sueños eran sólo sueños, ¿verdad? Representaciones gráficas y vívidas de lo que tu consciencia interpreta. Pero si el mito resultaba una realidad, ya él no sabía qué podría ser o no posible.

La biblioteca de repente lo aprisionaba dándole dificultad para respirar; necesitaba aire fresco. No tenía tiempo para recoger todo ese desastre lo cual le apenaba considerando lo amable y gentil que fue la señora. Al bajar supo que había más personas de las que en la mañana, pero no se detuvo a observarlo.

-Me llevaré esto prestado... muchas gracias, perdone el desastre pero tengo que irme. -habló apresuradamente mientras caminaba hacia la puerta, las palabras y lo que tenía en su estómago amenazaba con salir al abrir la boca. Se sentía mareado.
-Oh, no te preocupes cielo. ¡Qué tengas un lindo día!

Le respondió con un movimiento con su mano y salió casi arrastrándose del edificio, una vez afuera se apoyó con la espalda a la pared y tomó varias bocanadas de aire como si se le estuviera privando de oxígeno.

¿Qué diablos me pasa? -pensó con amargura mientras momentos después, poco a poco se recuperaba y observaba a su alrededor. Habían pasado horas, horas desde que entró por simple instinto a la biblioteca. Ahora tenía el libro, y lo estudiaría con más tiempo cuando no tuviera trabajo por hacer.

Trabajo... la reunión con Hate. Llegaría tarde si no se apresuraba.

Tomó una última bocanada de aire ya sintiéndose recuperado por completo, y comenzó a correr.

⋘ ──── ∗ ⋅☾⋅ ∗ ──── ⋙

Hate analizó su próximo movimiento.
Movió el peón decidido sobre la casilla negra, recorriendo minuciosamente el terreno monocromático del tablero, un campo de batalla, defensa y estrategia lleno de probabilidades para triunfar o derrocar al enemigo y tener total posesión del perímetro.

-Te noto ansioso, Hate. -Dust miró por encima de las piezas con una sonrisa burlona, dio un trago a su copa de Sake depositándola de nuevo ahora casi vacía a un lado del tablero, Hate gruñó con aspereza por su comentario, pero algo que Dust notó fue que no lo negó.

-Cálmate, Dust. Sólo estoy deseoso de saber lo que le ocurrieron a esos dos estando en Aokigahara. Quiero saber qué tipo de premio me llevaré a casa. Tal vez una alfombra de oso, de esas lujosas que sólo salen en películas, ¿sabes? -aparentó total tranquilidad en su voz rasposa, dio una calada a su cigarrillo, el llamado Dust frente a él soltó una risita suave mientras analizaba su próximo movimiento. No quería colmar la paciencia del Yakuza frente a él, por lo que estaba al tanto de hasta dónde podía bromear con él y no pasarse del límite que hace ya bastante tiempo Hate colocó.

-¿Tú, preocupado por dos de tus mafiosos? ¿Nightmare te está ablandando, tal vez?

Realizó su próximo movimiento, y Hate le siguió el paso.

-Al contrario, Dust. Sólo creo que un rey debe preocuparse por sus peones de vez en cuando para que realicen el trabajo debido, sino son ellos, ¿quiénes? -Hate movió su caballo rápidamente abriéndose paso entre las otras pocas piezas y empujar al rey contrario. -. Gané.

La sonrisa que Dust había pintado durante todo el rato en su rostro cayó por completo convirtiéndose en una mueca forzada, harto de perder tres veces seguidas por su mismo jefe que le había apostado a derrocarlo al menos una vez en este juego del que él mismo era un experto. O al menos lo era, porque Hate lo acababa de dejar en ridículo. El moreno Yakuza le extendió una mano en incentivo para que le pagara lo debido, entre murmuraciones molestas, Dust cumplió.

-Si el ajedrez se asemejara a la vida real ya estarías muerto, amigo mío. -canturreó contando los yenes sintiendo la mirada inexpresiva de su inferior.

Hate Kirai amaba el ajedrez y no era un secreto para ninguno de los de su organización, por ello surgían apuestas entre los más experimentados como una manera de divertirse y, si alguna vez alguno llegaba a vencerlo, vanagloriarse de que vencieron al jefe Yakuza en su juego favorito. Sin embargo, ese día de victoria se veía más lejano y oscuro, y Hate se divertía con sus apuestas estúpidas.

De musculatura delgada y una sonrisa de autosuficiencia que siempre adornaba el rostro del Yakuza junto con alguna pipa o cigarro en su lugar, Kirai en sus 40 años continuaba sembrando terror entre las sombras de Shinjuku, su amada región de nacimiento y dónde como un ave que vuela buscando lo que creía perdido entró en el mundo de los negocios ilegales por una razón justa que fue perdiendo con los años.

La metrópolis se podía apreciar en su brillo cuando el sol caía y los colores y aromas que desprendían los restaurantes comenzaban a invadir las calles enamorando a cada transeúnte por la ciudad. La gentuza comenzaba a expandirse como una colonia de hormigas, excepto que cada alma buscaba lo que deseaba encontrar una vez el astro se ocultaba y los bares abrían.

Pero... le desagradaba tanto que llegaran tarde a una reunión pautada a las 8pm y media hora después, aún no estaban en el sitio. Dio una calada más a su cigarrillo, cuando expulsó el oscuro humo por su boca y fosas nasales enseguida reconoció con inexpresividad a quienes debieron estar en el sitio hace media hora antes. Su rostro sombrío daba mucho qué explicar que no se hallaba complacido.

Aunque, no podía culparlos. Kabukicho era una zona extensa con abundante variedad y rico en callejones sin salida a lo que se les podría llamar comercio. Podía estar seguro de la ingenuidad de ellos y que nunca antes habían puesto un pie sobre el "barrio rojo". Como era tan flexible con sus lacayos, ese pequeño desliz lo dejó pasar esta vez.

-Caballeros. -volvió su sonrisa habitual a donde pertenecía mucho más sincera al ver el nerviosismo que él había causado en ambos por su semblante serio. -Justo los hombres que esperaba. -extendió sus brazos sonriente.

-Don Hate. -Fatal no tardó en hacer una reverencia por él y su hermano antes de situarse en su respectivo puesto en el sillón. - Le agradezco que nos haya citado aquí. -dijo intentando sonar convencido al mirarlo y juntando sus manos sobre la mesa.

Hate soltó una risita jovial y extinguió su cigarrillo en el cenicero tomando una posición más cómoda apoyando ambos brazos en el cómodo sofá rojizo.
-Dejemos los formalidades, ¿eh? Díganme, ¿quieren un trago?

No tuvo que esperar a que ninguno de los dos objetara nada porque él ya estaba conversando con la mesera para que les trajera su mejor botella de Whisky. Mientras esto sucedía, Fatal podía respirar un poco fuera de la presión por todo lo que había acontecido ese día y lo que estará a punto de discutir en esa misma mesa. Los murmuros de las conversaciones lejanas florecían a unas mesas alejadas de ellos. Fatal pudo darse cuenta, a un par de mesas a la izquierda estaban algunos de los mafiosos de Hate riendo escandalosamente, se pudo ver la cara de disgusto en algunos clientes cercanos.

Definitivamente no era un ambiente en el que se sentiría a gusto por más de unas horas.

-Y bien, Crayon, hablemos de negocios. -sus ojos rubíes recorrían sus figuras a la perfección, como si deseara mirar a través de sus almas y les descubriera todos sus pecados. Fatal pudo sentir cómo Error se tensó y en la forma en la que empuñó su mano bajo la mesa.

Iba a abrir la boca, pero Fatal lo interrumpió.

-No tuvimos suerte esta semana. -declaró lentamente, con temor a encontrar en el rostro del Yakuza alguna muestra de decepción. Pero lo único que encontraron fue seriedad, tomó delicadamente un trago a su copa, y no habló hasta que el vidrio tocó mesa.

-¡Oh, no se preocupen por ello! -lo menos que pudieron imaginar fue a Hate haciendo un ademán de despreocupación y sonriéndoles a ambos, completamente sorprendidos. Soltaron un suspiro de verdadero alivio. Sin embargo, la rigidez volvió al escuchar lo que Hate continuaba. - sólo espero que me tengan algo para la siguiente semana, ¿saben? He estado soñando con una linda alfombra de oso. No quiero tener que explicarles lo que les sucede a los desertores cuando no cumplen lo debido a mi tiempo.

Fatal sudó en frío y solo atinó a asentir con un "sí, jefe.". Pero miró de reojo a Error que no había respondido, miraba el blanco mantel con desinterés. Esperaba que no estuviera pensando en revelarle lo que vivieron en Aokigahara, pero sabía que era inevitable. Porque estaban jugando con fuego, y debían lanzar todas sus cartas. Aún después de haber leído el diario en la biblioteca, tenía una perspectiva diferente de todo.

No lo hagas...

-Cuando fuimos a Aokigahara... presenciamos algo inédito. Un gran lobo pelear con un oso, y la criatura salió victoriosa. No pudimos capturarlo al momento porque huyó muy rápido. Pero creo que puede ser de tu interés, Hate. -escupió esa última frase mientras lo miraba de reojo, pero obviamente el moreno no le dio importancia al tono agrio de su voz, sino a lo que dijo.

Sus ojos se abrieron con un brillo malicioso y su sonrisa creció con una malvada felicidad, Hate se acercó desde el mueble juntando sus manos bajo su barbilla mirando a Error con complicidad, como si hubiera recordado algo olvidado. Fatal no pudo evitar comparar los ojos del desconocido en su sueño con los de Hate.

-¿Gran lobo?

Erase una vez... un asesino.

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