18. Tsukimi
Tsukimi (月見); celebración en la que se contempla la luna, haciendo alusión a la Luna de la Cosecha. Se originó a partir de la cultura China por aristócratas japoneses durante el período Heian, las embarcaciones se detenían a observar el reflejo del satélite sobre el mar, recitando haikus y poesías al admirar su belleza.
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Los abanicos de papel con colores floreados y elegantes se balanceaban al movimiento de las muñecas por las mujeres jóvenes que sonreían con aire risueño, con pómulos altos y sonrosados, entre risitas traviesas hilaban el último trozo de tela de sus kimonos que, las más amaestradas señoras que han visto una vida entera por delante de sus ojos, se sentaban con ellas a enseñar a sus delicadas y blanquecinas manos junto a sus callosos pero diligentes dedos, llenos de experiencia y sentimientos juveniles en esas pieles arrugadas, incapaces de no dar un par de lecciones a esas preciosas lobeznos con paciencia y suavidad para que algún día les enseñaran a su propia generación justo como ellas lo hicieron a su propia edad.
Desde esas miradas borrosas en los bordes de los iris, cualquiera diría que miraban al horizonte lo que sólo alguien sin pensamientos relevantes podría descubrir, o con la lentitud de sus movimientos casi burlones que no querían seguir el ritmo en el que giraba el mundo, sin embargo, había una percepción diferente en esa manera de moverse, usando toda la paciencia que quedaba bajo esa piel cuando ya se había vivido lo suficiente, o cuando las muchachas reían ellas negaban con la cabeza.
Las mujeres hilando y divirtiéndose entre pequeñas bromas y relatos era sólo un tercio de las preparaciones para esa noche que continuaban como el sonido de un río que arremetia con fuerza y jovialidad, cubriendo las rocas que siguieran con los sonidos deliciosos al oído humano.
El Tsukimi (como popularmente entre los humanos se le conoce por ser una celebración alusiva a manifestar el poder de la Luna sobre sus vidas) era una tradición que para los de su especie, a una hora cercana a la media noche, la Luna derramaba sobre sus cabezas la sangre de sus ancestros que habían sido el sacrilegio egoísta para muchos humanos en la época del feudalismo; no se trataba de una realidad, o que en verdad la Luna se tornaría de un color escarlata, sino de una metáfora literaria que predominaba sobre el título de su propia raza que renació de entre las cenizas del fuego de la muerte. Entre las decadentes historias de Alfas mayores, se decía que la Diosa Luna le había otorgado el mandamiento al primer Alfa de esta manada el recordar a sus ancestros y al poder de la divinidad lunar el día en el que para los humanos significaba una manifestación de belleza.
De allí provenía el nombre de "Luna Roja", lo cuál, para Geno, fué de lo más interesante al tener por primera vez ese conocimiento en sus manos; y su imaginación con respecto al tema se expandió cuando fué a preparar esa clase para los niños a los que enseñaba, aún recordaba la primera vez que sus ojos se abrieron como una flor en primavera que estaba lista para ser polinizada con el aprendizaje del mundo que pasara frente a él.
Ahí decidió que él sería quien le diera la misma sensación que había experimentado esa vez a muchas mentes jóvenes con algún incentivo para que desarrollaran ese amor por su Diosa,
Geno admiró sentado todo el movimiento que transcurría frente a él a la distancia. En los últimos días le habían estado atacando dolores esporádicos de cabeza que lo han dejado con la consciencia pesada, así que Shattered le había recomendado descansar y no esforzarse demasiado el día de hoy, lo cuál le sirvió como perfecta excusa para permanecer en la zona límite del territorio sin hacer nada más que escuchar las diferentes especies de aves revolotear entre las ramas secas por el gélido viento invernal prematuro, admirando el cielo que delineaba los contornos oscuros entre la calidez de su color arriba de su cabeza que se enaltecía con grandeza infinita, curiosamente, tan simple que era la naturaleza, ¿por qué seres pensantes como él se inclinaban a la complejidad? Sería completamente feliz existiendo cómo un libre y sencillo cuervo solitario, vestido con las plumas de la noche y llamado por el mismo diablo, temido por los pecadores y ansiados por los males.
Las mujeres hilaban y reían con diversión gracial mientras cabellos largos se movían inquietas en sus quehaceres, los hombres y alfas realizaban los trabajos más pesados como el de preparar los altares para cada familia, y los niños en ropas ligeras correteaban con cestas llenas de flores y Mochis para devolverle a cada altar un pedacito de la vida que la Luna les ha otorgado a los Chikara en sus vientres florecidos, esos mismos cachorros que habían sido amamantados en el seno de la inmortalidad junto a la Diosa, antes de indicarles el camino hacia el nacimiento a esta tierra mortal como un regalo para henchir las generaciones.
Oh, qué bendecido día era para la manada Chikara y sus tan apreciados vecinos.
Sin embargo, como todos sus días a partir de las cinco de la tarde, dejaría que la dirección del viento lo guiara hacia esos valles transcurridos por dos lobos solitarios que pronto volvieron a encontrarse con miradas acostumbradas al olor y presencia del otro.
Geno a veces pensaba que Reaper era semejante a una sombra; Y por eso lo admiraba cuando se movía constantemente de un lado al otro, como alguien errante que estaba acostumbrado a moverse y no quedarse plantado en un sólo sitio por las órdenes de nadie.
Quizás los cuervos sí tenían algún atractivo oculto a las vistas humanas.
-La Luna Roja es hoy.
Su voz era un pacificador para el estrés que constantemente llevaba en su vida diaria, Reaper dirigió sus ojos oscuros y sombríos hacia Geno, dejando que la brisa de septiembre acariciara sus rasgos fuertes y delineados. Geno pensó en la iluminada imágen que Reaper estaba representando justo ahora frente a su ojo con el contorno dorado del sol detrás de su figura, disimulando la oscura silueta de Reaper, como si estuviera posando inconscientemente para un cuadro pintado por las manos más finas de algún artista irreconocible que deseaba transmitir lo que algún crítico de arte menos se esperaría en trazos bañados de vandalismo. Era un lejano pensamiento que parecía separarse de su ser cuánto más lo imaginaba.
-Lo sé.
-¿Qué harás?
-No será un año diferente para hacer algo nuevo.
Los finos labios de Reaper se movieron hacia arriba en comprobación.
-Sí lo fué.
La cabeza de Geno se ladeó en confusión y admiración cuando Reaper, irascible de cualquier emoción ajena que no se conectara con la ardiente y efímera luz natural que moría en manos de la prontinua oscuridad, decisión nostálgica acarició el tono de su voz, era extraña proveniente de Reaper. Ni siquiera, cuando la trama familiar desventurada de su manada fué narrado de sus labios con tanto fervor, escuchó su tono.
-¿Lo fué?
A veces Reaper se perdía en el aire nublado de sus pensamientos, casi como si su presencia se desvaneciera de este mundo y fuera jalado a una realidad a la que no pertenecía cuando Geno lo llamaba.
Geno no comprendía, pero los zafiros brillantes y juguetones de Reaper ocultaban una insinuación a la que él no podía llegar más allá del tiempo en el que se conocieron.
Él le devolvió el gesto en forma de sonrisa de lado.
Los ojos clavados de Reaper encontrándose con la mirada de Geno, apenas pudieron captar la sensación cercana de sus brazos rozándose.
Como todo cofre de piedra, una tumba secreta escondida y escudada de armas defensoras para proteger sus rasgos bajo tierra, como si dentro de esa mirada, a través de ese espejo transparente al otro lado de un lago, algo protegía con vehemencia y fortaleza, y ni siquiera Geno había logrado romper esos vidriosos pedazos reparados con puño duro.
La calma es demasiado perfecta para ser casi amenazante, un cortante tajo de peligrosidad inminente escondida entre los peldaños hacia que las puntas del cabello de Geno en su nuca se erizaran como un gato acorralado; el aire en el bosque Aokigahara era diferente, y su cuerpo tenso parecía estar programado para reaccionar a estas horas de forma automática sin saberlo.
Estaba tan cerca del anhelo libertinaje a unos pocos pasos, pero como siempre, se mantenía ahí, impasible y atado a una cuerda al cuello invisible a manos del camino perdido, al borde de las huellas en círculos de sus propios pies como guía.
Cuando la última franja de luz se desvaneció, una inquietud fría e intensa rodeó a Geno.
Los cuervos salieron volando en dirección opuesta a su territorio.
-Escapa conmigo.
El único ojo bueno de Geno se abrió en estupor por una frase dicha que, tocaba esa raja sensible que Geno había intentado tapar con cemento.
-¿Qué?
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"𝑴𝒆𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐 𝑴𝒐𝒓𝒊
Es la esencia de la existencia, una ecuación aleatoria de la vida que alguna entidad suprema y egoísta dejó resuelta al aire como obra natural para celebrar la mortalidad humana, un Memento Mori, el recordatorio de nuestra alma eterna y nuestro cuerpo débil y maleable. Fatal recordaba vagamente esas palabras, un conjunto de sílabas que enseñaban lo frágil y miserable de la vida misma, y que a estas alturas, los humanos valoramos tan poco como un centavo puesto en un bolsillo vacío, con el conocimiento de que ese bolsillo tenía un agujero, esa leyenda ascendió a sus ojos cuando aparecieron en frente de su cara colocadas en un letrero manchado con sangre oscura y seca salpicando la vieja textura de los tablones.
¿Alguien lo habría colocado en un intento de reflexión por la alta tasa de suicidios dentro de los confines oscuros de este bosque?
¿El alma también podría cargar con el peso de un suicidio?
Una rama se escuchó a sus espaldas, y Fatal sintió el frío recorrer las venas hasta su corazón.
En un movimiento rápido se volteó, sin encontrar nada más que el fantasma de su propia paranoia y el viento jugando con su cordura.
El sudor bajaba por su frente, mientras sus dientes se apretaban.
Y entonces, apareció el lobo.
Ojos de ámbar, delicia de miel.
No habría miradas que reemplazaran una interacción tan fuerte sin palabras, Fatal dió un paso atrás, mientras que el lobo oscuro avanzaba el doble frente a él a pasos pesados y de volúmen profundo, un gruñido fué suficiente para sacudir los árboles, y una sola atención de su mirada para cortar la montaña más fuerte a sus patas.
Majestuoso.
Los músculos de Fatal, tensos por la adrenalina y cada aspiración que su nariz permitía pasar, el lobo frente a él, inerte y con los hombros estrechos preparados para saltar sobre su presa e hincar sus dientes en ese cuello tan suave y rompible, otra vez, fotografió los pigmentos dorados de las iris del lobo dentro de su mente, prometiendo realizar algún cuadro y futura inspiración a esas discos de oro.
La tensión tambaleó sobre sí misma cuando conectaron pensamientos, respirando más normalmente de lo que ambos estuvieron haciendo antes de llegar allí.
Fatal extendió su mano, imperturbable, a unos centímetros del rostro del lobo, quizás esperando, deseando, sentir esa negrura entre sus manos, hundir sus yemas en la oscuridad del manto de la noche alcanzable.
Un gruñido se escuchó desde la garganta del lobo, y por un momento Fatal vaciló antes de sentir esa suavidad envolverse alrededor de sus dedos.
Fatal sentía sus ojos picar en humedad.
...El baile llegó a su culminación...
...Esa Geisha con ojos azules que cautivó su atención...
...El sonido del disparo rebotó...
Pero no fué el lobo, ni fué él.
Fué Hate.
-No vas a escapar de mí,
Un disparo resonó en la negrura del bosque, amenazando a todo aquél cercano.
La bala rozó su hombro, salpicando sangre por la hierba. El sonido de la recarga fué por segundos cuando el lobo alzó la vista hacia la mirada sangrienta de un hombre que no perdonaría ni su propia vida; Fatal admiraba con horror en su rostro lo que su jefe estaba causando con la escopeta de su hermano en sus manos, el mencionado a un lado cerca de él con un escolta.
Bastardo
Hate disparó otra vez, y el lobo huyó con rapidez entre la maleza cercana.
-No debe estar muy lejos del resto de cucarachas, tenemos que seguirlo.
Con experta maestría y sin intenciones de detenerse, Hate se adentró hacia el corazón de Aokigahara con el resto de sus lacayos siguiéndole el paso.
-Me prometió dejar a Nightmare si eliminabamos a todos...
La voz de Error fué a sus espaldas, fría y monótona, fingiendo desinterés ante sus propios intereses.
Eso no le gustaba de Error, y nunca le ha gustado, la falta de reacción ante sus propias acciones y consecuencias hacia los demás.
Fatal no se vió a sí mismo agarrando del cuello de la camisa a Error.
Fatal no se vió a sí mismo gritarle a su hermano.
Fatal no se vió así mismo llorando por su madre.
No diré nada con respecto a mi desaparición. Si sé que aún no siguen esta historia, me lo merezco. Gracias por leer ♥️
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