«7»
La mañana era fría, no quería salir de su tibia cama, y mucho menos salir afuera.
Aún así, se levantó y se alistó para la ocasión.
Negro, su color favorito. Hasta ahora.
Siempre le gustó ése color, lo hacía sentir, de alguna manera, intrigante. "Es sólo un color" le decía Jimin, no entendía.
Negro, negro, y más negro. ¿Por qué? ¿Por qué negro? No lo entendía.
Terminó de vestirse, y sin tomar nada, salió rumbo a su destino.
Normalmente, tomaría un buen desayuno. Pero no sentía ganas de nada, absolutamente nada.
Sus pasos eran lentos y pesados, las gotas saltaban debajo suyo, mojando sus zapatos. No se molestó en volver por una sombrilla, no le molestaba la lluvia, éso no.
Tardó mucho, sí, pero llegó. Llegó a aquel lugar que, sinceramente, jamás se había molestado en visitar. Aquel que era pasible, santo... y deprimente.
Sus amigos ya estaban ahí, de hecho, todos lo estaban. Lo esperaban a él.
Al verlo llegar, inmediatamente comenzaron con todo aquello que, la verdad, no le importaba mucho.
Sólo veía aquel ataúd, y las rosas blancas encima de éste.
Todos de negro, todos de luto. Todos tristes por la lamentable partida, algunos más que otros, cabe aclarar.
No lloró, para la sorpresa de muchos, incluso para él mismo. Tal vez ya estaba seco, quién sabe.
Al terminar, las personas empezaron a abandonar el sitio. Jimin se acercó a él, y luego de darle un largo abrazo, junto a un pequeño beso en su cabeza, se fue.
Creyó que estaba solo. Creyó que todos se habían ido. Sin embargo, alguien estaba ahí, observándolo desde una considerable distancia.
Sintió aquella presencia, pero la ignoró.
Caminó hacia la lápida, y tocó las letras que se habían tallado en ella.
—Era una mujer muy bella, Kookie.
El aludido sonrió ligeramente, sin dejar de tocar la lápida.
—Era débil.
—Te equivocas.
—¡¿Y tú qué sabes?! - explotó.
¿Por qué había pasado ésto? ¿Por qué a él? No se sentía capaz de aceptarlo.
—Tu mamá era fuerte, Jungkook.
—¿Y por qué no lo soportó? ¿Eh? ¡Dime!
—Fue inevitable, su enfermedad estaba muy avanzada y-
—Enfermedad.- suspiró pesadamente.— Odio ésa maldita palabra, Taehyung, nunca la vuelvas a decir. Por favor.
Taehyung caminó hacia él, y lo tomó del hombro.
No le dijo nada más, simplemente lo abrazó con todas sus fuerzas.
Quería hacerle saber a través de ése abrazo, que él se encargaría de ayudarlo a superar aquello. Quería hacerle saber, que no lo dejaría.
Ése día Jungkook no se separó de Taehyung, ni siquiera para ir al baño.
A donde iba Tae, él lo seguiría.
Ahora, ése sólo era un recuerdo. Un pasado que no fue muy bonito para él. Pero, con la ayuda de Taehyung, pudo superarlo.
—¿Irás?
—Si tú me acompañas, hyung.
Cuatro años desde el fallecimiento de su madre. Ya no le dolía, pero la extrañaba.
—Por supuesto, Kookie.
Quién sabe qué estaría haciendo en éste momento de no ser por él.
Ésta, era una de las muchas razones por las que amaba a ése hombre. Una de las muchas por las que nunca lo dejaría ir.
[···]
-okko
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