010- Alienación

—No te muevas, es solo un piquete, Reyes— Miguel balbuceó en un arrebato, picándole la punta del índice con una aguja estéril, aplicando suficiente presión en el falange distal como para permitir que el botón rojizo con olor a óxido apareciera entre las capas de la dermis.

Lo que hacía era simple. Constaba de un minucioso estudio de la sangre bajo el ocular del avanzado microscopio del laboratorio. Cuyas lechosas paredes aportaban brillo suficiente al colocar la diminuta gota de hemoglobina sobre el portaobjeto, haciendo visible su trabajo. Michelle por otro lado, se sentó sobre uno de los banquillos giratorios, llevándose el dedo instintivamente a la boca. Succionando el espeso líquido metálico que velozmente invadió las papilas de la lengua.

—No vas a encontrar nada, O'Hara— siseó la rubia, dando vueltas en el banco hasta que la platina estuvo justo debajo del ocular, cosa que lo hizo aherrojar el brazo de la muchacha en solo un movimiento seco.

—Quieta. Me pones de nervios— una socarrona sonrisa apareció en sus labios al inclinarse contra el ocular, rozando apenas las largas pestañas contra el cristalino—. ¿Quieres apostar?— sus aires de superioridad columbraron entre la atmósfera formándose entre los dos. Dando vueltas sin fin entre el vertiginoso encuentro de ambos en ese laboratorio vacío.

—No voy a apostar contigo, Miguel ¿por quién me tomas?— cruzó los brazos sobre el pecho, mostrando falsa indignación en cuanto él se alzó, fijando la mirada sobre la pantalla digital junto al microscopio, corriendo estudios a la muestra.

—Por una molesta anomalía que sabe llevarme a mis límites— gruñó entrecerrando los ojos.

Ella esbozó una terrible sonrisa, cruzando una pierna sobre la otra. La enervante naturaleza soez de Michelle salía a relucir siempre que Miguel estuviese presente. Se convertía en un enorme receptor a las miradas briosas desde el espectro azul llameando en su extremo.

—Una anomalía a la que te cogiste— provocó, danzando la lengua por encima del abultado labio inferior, aún saboreando los carnosos labios del moreno reclamando los suyos en un pernicioso vaivén salival—. Y además, tengo que recordarte, te viniste dentro de esta "molesta" anomalía también, así que cuida tus palabras, corazón.

Aquello fue suficiente para mantenerlo callado y de pie en su sitio, casi helado por tales clamores viajando entre los lóbregos rincones de su cerebro. Finalmente decidió aceptar las acusaciones y pasar la pantalla holografica frente a ella. Los tonos azules y grises hicieron contraste al albor del lugar, extendido una miniatura de sus células sanguíneas. Desglosando la lista de eritrocitos, plaquetas y glóbulos blancos en general.

—Tu sangre— expuso, cruzándose de brazos completamente impasible—. Es veneno puro. Una gota puede ser extremadamente tóxica a nivel celular. Es mejor conocido como aracnoidismo necrótico, lo cuál lleva a la completa destrucción de tejido.

De solo presionar un botón al aire, la pantalla se dispersó, afianzando la atención del momento a su sonoro suspiro. Antes de dejarla libre bajo el techo de sus instalaciones, debía asegurarse de mantenerla estable y bajo constante vigilancia. El examen solo le habría confirmado la sospecha que se extendía en torno a las irregularidades que la componían.

Michelle era un peligro para otros más allá de serlo para si misma.

—¿Aún sigues pensando que con eso puedo "salvar" al mundo?— rodó los ojos, bufando ante lo que proseguiría en su oración—. Miguel, debí habértelo dicho desde el principio, pero salvar no me brinda ningún tipo de paz o plenitud. No soy buena haciéndolo, no está en mi. No puedo.

—Michelle...— intentó interrumpir el vomito verbal, sin embargo, detener el irreverente flujo de palabras se había convertido en una contienda campal siempre y cuando estuviese presente un imperante bloqueo mental.

La evidente pérdida de sus padres y los eventos coadyuvantes a su historia seguían frescos. Por supuesto que no desaparecían en un par de horas, días o quizás en meses. Como cualquier herida expuesta a factores externos, necesitaba tiempo para sanar, o en su defecto, todo el caos interno encontraría la manera de proyectarse en el exterior. Situación muy similar a la que estaban tratando.

—No soy como ustedes, no voy por ahí salvando a la gente y sintiéndome feliz por ello. No es algo que me guste y...— de sofión la sujetó por las mejillas, impidiéndole el habla definitivamente o se lastimaría la boca.

—Sé que es algo casi imposible para ti pero quiero que cierres la puta boca por un minuto ¿puedes?

El volátil brillo en su mirada se encendió. Por más que intentara sacudirse el agarre sobre sus mejillas solo conseguía resentir los dedos hundirse en la carne, provocándole una agónica experiencia acompañada por el irrefrenable cabreo atado ante el reflejo de dominancia por parte del otro.

—No todos nacimos para ser héroes. Algunos de nosotros no tuvimos esa gloriosa lección de vida. Fuimos nosotros contra...esto— musitó, perdiendo fuerza en el agarre, manteniendo el contacto visual intacto al charlar en el mismo tono sombrío extendido entre los dos—. Tú eliges como manejar lo que corre entre tus venas. No lo hago yo, por más que quisiera— dejó salir una ligera risotada, soltándola por completo antes de retroceder escasos centímetros—. Detestaría tener que pelear contigo, pero si esto— señaló el espacio dividiéndolos—. Llega a esos extremos. No dudaré, Michelle, quiero que lo sepas. Mi deber es mi prioridad.

Las palabras cayeron por encima de ella como un balde de agua helada. Parecía imposible pensar que ese mismo hombre devoto a la causa estaba gimiendo contra su oído solo momentos atrás. Era distal, un acertijo sin resolver del todo. Un hombre guiado ciegamente al deber ante todo lo demás. La carencia de euforia era palpable al rodar su lengua contra la formación de palabras ¿qué había destruido a Miguel? ¿Cuál de todos los desgarradores eventos de su vida le habría convertido en eso? Un hombre vacío buscando sustento en la felicidad del resto, excluyendo la suya.

No era un protector, ni mucho menos un salvador como proclamaba ser. Era un ser sin esencia, alguien que exploraba las posibilidades sin fin de un mundo atómico. Ahí, entre esporas apenas visibles entre la realidad, Miguel se hallaba escarbando la superficie. Parecía querer mantenerse a flote tras la enorme pérdida del pasado como arena entre los dedos. ¿Cuál era el pesar entonces? Aquello se reducía a una hipótesis sin refutarse tras la prueba evidente reflejándose entre el mar carmín ahogando sus más profundos deseos; Michelle podía leerlo. Sabía quién era él realmente, y eso, como a cualquier ser humano guardando una fachada, le aterraba.

—Suena a que estás completamente seguro de lo que sucederá entre nosotros— sus labios temblaron, convirtiendo esa dolorosa mueca en una sonrisa—. No me interesa saberlo— el despecho en su voz empapó el encuentro.

—Quería advertirte solamente.

Y ahí estaba de nuevo. Ese destello estelar paseándose entre sus cristalinos. Estaba mintiendo.

Michelle decidió seguirle el juego, después de todo, su plan debía seguir en construcción. No iba a dejarlo ir todo por la borda tras averiguar la cautivadora manía mentirosa del moreno. Era una mujer de palabra. Sin importar cómo, haría lo que su alma le imploraba a gritos.

—Bueno, créeme. Tu advertencia ha sido escuchada, la consideraré minuciosamente antes de cruzarme en tu camino— murmuró, mirándolo directamente a los ojos sin falsear. No tenía miedo a lo que pudiese sucederle frente a ese hombre.

Después de todo, ambos estaban hechos de lo mismo.

Lanzó una breve ojeada a los hinchados labios apenas humectados por el espectro salival. Conteniéndose en su sitio al subir la vista hacia el azul que lo esperaba ansiosamente. Casi como una mano señalándole el camino al abismo.

—Te mostraré el lugar— la apagada tonalidad de su voz cobró vida una vez más en cuanto su corpulenta silueta se acercó a la de ella—. Una de tus sorpresas, "corazón," y te tendré por el resto de tu puta vida como una rata de laboratorio ¿entendiste?

Estaba tratando con la necedad personificada. Una de largos cabellos rubios levantándose petulante frente a su sombra. Relamiéndose los labios sin mayor pudor.

—Sin sorpresas entonces. Las guardaré solo para tu entretenimiento...corazón— trazó su lengua por encima de sus labios, retrocediendo al resentir la creciente necesidad masculina moviéndose a buscar su boca—. No tan rápido, O'Hara. Primero el recorrido, después veremos— dicho eso dio vuelta, caminando gracilemente hacia las puertas automáticas—. No tengo todo el tiempo del mundo, cabrón— siseó al cruzar los brazos.

Miguel bufó, enmascarando una sonrisa irónica al avanzar en su dirección.

—¿Una mujer ocupada? Lo dudo.

—Te sorprenderías.

El aire se llevó su oratoria al continuar por el pasillo de regreso a la matriz de las instalaciones, Miguel, sin mayor dilación, activó el resto de su máscara. Evitando el contacto con la luz para evitar así la incomodidad, o en el peor de los escenarios, un derrame en la córnea.

—¿No se te mete el calzón con estas cosas?— Michelle vociferó, sacudiéndose ligeramente al aire mientras su andar se dificultaba dentro del traje, irrumpiendo en el silencio con su irreverente comentario.

Miguel ocultó una carcajada por lo profundo, dándose a la tarea de escrutar por el rabillo del ojo a la rubia removiéndose cuál caracol en sal.

—Simplemente no los uses— una sonrisa socarrona hizo sus labios retorcerse, agradeciendo por la bajo que la máscara le aportaba cierta discreción—. Te facilita las cosas...y a mi también.

—Pendejo— masculló, pegándole una golpe en el bicep.

Se distrajo tan solo un instante, lo que bastó para que al girarse al frente absorbiera el magnánimo panorama extendiéndose frente de si. Enormes instalaciones al estilo utópico rotando los extremos del edificio. No existía el límite en cuanto a las leyes gravitatorias mientras cientos, quizás miles de Spider-Man caminaban libremente por los surcos adyacentes. Colgando por las veredas sin presentar mayor dificultad al convivir entre universos.

La brecha entre la realidad y la ficción se habría cruzado para ella en ese entonces.

—Bienvenida a la Sociedad Arácnida.

NOTA
¡Los extrañé! (Bueno, los que leen Cinnamon no me extrañaron tanto)

Ya sé que ya se los había dicho, pero escribir sobre Miguel y Michelle llena mi (alguna vez inexistente) corazón.

Y me hace increíblemente feliz ver lo bien que han recibido a Michelle, en serio gracias. Sin ustedes mi trabajo no sería lo que es hoy en día.

Los amo mucho. Voy a organizar mejor los tiempos, quizás buscar días de actualización o adelantar capítulos para evitar demoras.

SE VIENE EL ZOOLÓGICO EN PRÓXIMOS CAPS, sobre advertencia no hay engaño.

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