007-Ego vs razón
Tierra-928
Sede de La Sociedad Arácnida
"El presente"
—Lyla, pssst— Michelle instigó desde su celda holográfica, presionando a cierta asistente digital a hacerse presente mientras Miguel no se hallaba cerca—. Lyla, por favor, sé que me escuchas. Tengo las piernas dormidas, por favor.
Se removió ante el escozor en el trasero. Al estar sentada por largos periodos de tiempo su cuerpo se habría amoldado tortuosamente a la forma del suelo. Ya no sentía el frío, sino un hormigueo recorriéndole el tren inferior.
Había pasado un largo rato desde la incursión con Miguel. Todo el descubrimiento de su vida a lo largo del telar multiversal seguía pareciendo una imposibilidad, aunque se le hubiese probado lo contrario. Tenía la vida hecha en otros universos, y aunque la muerte de su padre le afectara en cada uno de ellos, su madre aún estaba con vida, y eso era más que razón suficiente para planear su siguiente movimiento.
Era lista, el haber crecido en un ambiente ambivalente y extremadamente agazapante le habría curtido a no solo pensar fuera de la caja, sino dentro de ella, como lo era su caso en ese preciso momento.
—Michelle, tienes que permanecer calmada— la voz de Lyla apareció a su alrededor—. Créeme, no quiero sedarte, pero Miguel dejó órdenes claras.
Michelle bufó de mala gana, forcejando nuevamente con las esposas de alta gama, ganándose una fuerte descarga eléctrica viajando por cada terminación nerviosa de pies a cabeza. Erizándole cada vello del cuerpo hasta resollar y retorcerse contra su prisión de neón.
—Lyla, juro por Dios que voy a comportarme, pero déjame respirar. Esta mierda está matándome— rechistó, rindiéndose falsamente ante la inteligencia artificial que no le dio ni un ápice de interés en el asunto—. Mira, solo quiero hablar con Miguel ¿de acuerdo? Aún no entiendo muchas cosas sobre las que habló.
—¿Cómo que?
Ella bajó la vista hacia el creciente sudor en las palmas de sus manos. Estaba por evidenciarse ante un ser digital. Sonaba trillado, casi distante a lo que su mundo conocía.
—Tengo un mal presentimiento, Lyla— confesó, recargando la espalda contra la pared holográfica de su prisión—. No lo tomes a mal, pero Miguel es un completo imbecil con cara de culo, pero...— tragó saliva como si de un yunque se tratara, realmente evaluando sus palabras al aire—. Hay algo en mi que se siente cómoda junto a su estúpida compañía. No lo conozco de nada y a pesar de ello siento familiaridad con él... cómo si pudiera ver a través de mi.
Rápidamente negó, sacudiendo los largos cabellos contra de su voluntad. Era pura basura, eso debía ser. Un momento de vulnerabilidad que se negaría a reconocer pues era lo suficientemente orgullosa como para admitir cosas de tal magnitud.
—¿Sabes qué? Olvida toda esa mierda, quizás sólo estoy cansada y diciendo pendejadas— rebuznó.
—Tú y él son más parecidos de lo que creí.
La risa de Lyla se hizo presente, así como la figura miniatura de colores dorados delante de sus ojos. Abriéndose al alba, contrastando los destellos celestes en sus ojos al mirar la maravilla tecnológica danzando libremente.
—No lo creo. Ese tipo tiene un severo problema de auto control, ah y no me hagas comenzar con su severo problema de ira— rodó los ojos con un aire de superioridad que pronto se le bajaría a niveles bajo cero.
Lyla enarcó una ceja, bajándose ligeramente los lentes de corazón por el puente recto de la nariz.
—¿Quieres que reproduzca las images de tus frenesíes? Porque con gusto lo hago.
Michelle chasqueó la lengua, cayendo en cuenta de su comportamiento desbocado. Era problemática y lamentablemente siempre lo había sido, era algo de los que muchos se habrían lamentado en su momento.
—Ya, tú ganas.
—Siempre— guiñó, sentándose en el aire, evaluando a la tranquila muchacha.
Si bien no lo mostraba a simple vista, sus cavilaciones rondaban a las inmensas posibilidades de recuperar su vida, de volver a vivir.
—Lyla ¿cómo viajan entre universos?— cuestionó, mordiéndose los labios ansiosamente—. Antes, cuando Gwen y Hobie estaban conmigo, Miguel apareció en un túnel de caracol, pero era completamente surreal.
Lyla atinó a mostrarle una vaga imagen del Gizmo de manera digital, girándolo para que pudiera observar los diminutos detalles.
—¿Un reloj, en serio?— la incrédula pregunta la hizo reír—. Ya, vamos. Dime cómo lo hacen.
—Ese es un Gizmo, mucho más sofisticado que un reloj común. Está programado para llevarte al universo que selecciones. Ese "reloj" es el que abre los portales interdimensionales.
Los labios de Michelle se entreabrieron ligeramente ante la revelación. Ante la solución apareciendo en su mente repentinamente. Por supuesto no podía decirlo en voz alta, pero si que que podía tejer la maraña mentalmente. Hobie, Gwen y Miguel. Los tres eran portadores del Gizmo. Viajeros. Su boleto a la vida.
—Lyla, necesito hablar con ella— Miguel rugió, entrando a la sala de comando, desapareciendo la máscara de su traje y así, evidenciando la frustración en su andar de extremo a extremo.
Una vez que Lyla desaparició, él desintegró la prisión de Michelle, ávidamente yendo hacia ella.
—Aléjate, cabrón— advirtió al notar el enojo en sus fulgurantes ojos bermellón.
Sus intentos resultaron inútiles, pues de un fuerte atracón la tuvo contra la pared, sosteniéndola por el cuello. En todo momento restregándole la vista entera al torcer la boca en una mueca disgustada, danzando la lengua por encima de los volátiles colmillos ocultos apenas por los bordes labiales.
—Tú universo está casi extinto ¿sabes por qué? Porque eres una entrometida de mierda. Metiste tus narices en mis putos asuntos y mira el desastre que provocaste. Niña necia.— se inclinó al frente, su hirviente aliento contra el de ella, dos animales batiéndose el control de la situación—. Podría romperte el cuello aquí mismo. Dame una razón para no hacerlo. Una buena, Michelle.
Ella atinó a reírse en su cara, dispuesta a mofarse así fuese necesario para tumbarle el juego que transcurría entre los dos. Mentiras menguadas entre dominancia y odio programado subconscientemente. Se relamió los labios antes de escupir el veneno. Michelle podía ser dos cosas, un grano en el culo o una mujer ciertamente desafiante. Nada pasaría sobre ella, mucho menos un hombre como Miguel.
—Vamos, inténtalo— siseó, torciendo los labios en una sonrisa—. Tú y yo sabemos que no lo harías. No puedes. Porque no solo eres un cobarde...— soltó un resoplido al resentir la gigantesca mano apretarse más a su cuello—. Eres un puto mentiroso.
La ceja de Miguel tembló al borde de perder los estribos. Michelle era desesperante.
—No he mentido. Eres una niña irritante y exageradamente molesta. Tú mera presencia me molesta, es más, hace que me hierva la sangre.
—Repítelo hasta que te creas tú teatrito, Miguel.
La tensión entre los dos era palpable. Sofocaba el oxígeno de la sala en abrir y cerrar de ojos, llevando a Miguel hacia los agresivos impulsos de su mente. Tenía el juicio nublado con rabia. Esa característica claridad mental se habría vuelto un meollo complicado de resolver.
En un arrebato fúrico, trozó las esposas de las muñecas de Michelle, empujándola bruscamente contra la pared. Ensimismado con el peculiar sonido de sus repentinos jadeos.
—Desafíame una vez más. Una— vociferó. Las garras de sus manos asomándose a través de los dígitos, creciendo contra el traje, alongando los falanges a tal grado que ella abrió los ojos de más, pegando la espalda contra la pared.
Jamás había visto algo igual. Ofuscada por la incertidumbre, mantuvo la vista sobre las garras.
—Dejen eso para después ¿quieren?
Lyla salvó a la rubia, apareciéndose al hombro de Miguel, flotando como lo era su costumbre. Meciéndose de lado a lado con cierta diversión ante los eventos transcurridos antes de su "repentino" entrometimiento. Cosa por la que Michelle dejó salir un suspiro.
—¿Ahora qué, Lyla?— Miguel inspiró con fuerza, lanzando una inquisitiva mirada a la muchacha mirándolo de la misma forma.
Era inevitable no pensar en ambos como un par de infantes inmaduros peleando por un dulce. Pero claro, los niños no eran capaces de matarse dada la oportunidad. Michelle y Miguel por defecto lo intentarían.
—Jess necesita hablar contigo. Es urgente— fingió una sonrisa—. Así que deja tus juegos de adolescente hormonal y atiéndela.
—Tú te quedas aquí— señaló, alejándose de la pared. Dejándola respirar tranquilamente—. Ni se te ocurra hacer algo estúpido, Michelle. Piensa en algo coherente por primera vez en tu vida.
Torció los labios, mostrándole el dedo medio.
—Vete a la mierda, Miguel.
—Después de ti, Reyes.
NOTA
Se siente bien chingon poder escribir otra vez. Me consta que la práctica tengo que recuperarla, pero todo es gradual.
Ojalá le vaya gustando. Desde aquí voy a comenzar a incluir más personajes, enmarañando a Michelle en el Spiderverse poco a poco.
Pd: ya tengo escrito el capítulo que tanto quieren, pero espérense, las cosas buenas llegan con paciencia.
Como siempre, l@s quiero.
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