006-Telar multiversal

Michelle's POV
Tierra-1428
Brooklyn, NY

"Antes de Spider-Man"

-Que sí- siseé ante los repentinos cambios de humor de mi madre, quién me gritaba desde la sala para que fuese a barrer mi desastre en la cocina. Había tirado solo un poco de cereal ¿qué mal podría hacer?-. Chingadamadre- empujé el cambio de ropa dentro de la mochila. El cierre parecía querer vencerse pero ni madres, eso no iba a pasar.

-Michelle, con una chingada, te dije que limpiarás tu desmadre- mi madre se asomó por la brecha de la puerta abierta.

Mi madre solía ser así todas las mañanas sin falta. Una migaja de pan en el suelo resultaba equivalente a una hora de letanías sobre la pulcritud y su importancia en el hogar, o en su defecto, si estaba de mal humor se tornaría en un regaño con un montón de palabrerías "altisonantes" para nuestros vecinos de abajo y probablemente arriba también.

-Mamá, tengo que ir a trabajar- inspiré profundamente, tuve que haber sabido que esa razón no sería suficiente para ella.

-Ni dos minutos te quita barrer, Michelle.

Rodé los ojos, evidente gesto que la hizo pegarme un pellizco en el brazo.

-A mi me respetas, babosa.

Resultaba gracioso verla así. Por supuesto que me molestaba que me recordara mis deberes una y otra vez, pero los momentos con mi madre eran simplemente incomparables. Había aprendido tanto de ella hasta ese punto de mi vida que resultaría fatídico si en algún momento la vida decidiera llevársela. No sabría que hacer sin ella.

Hacía no mucho que llegamos a New York, un lugar que nos acogió en uno de los pequeños edificios de Brooklyn. Parecía un sueño pasar de vivir en Ecatepec a vivir en la gran manzana junto a mis padres.

Mamá y yo teníamos el barrio corriendo por las venas, sin embargo, por razones más allá de mi comprensión, papá habría decidido irse de Mexico para buscar el sueño americano. Después de todo, él era ciudadano neoyorquino y su sueño era ser policía desde antes de mi nacimiento, o al menos es lo que mi madre me contó en cuanto papá optó por traernos.

Jamás le pregunté sus razones. ¿Soledad tal vez? Quizás nos extrañaba. En realidad no era certero, pero tampoco pretendía hacer preguntas sobre la vida que llevábamos. Lo importante era que estábamos juntos.

-Ya, ¿así está bien?- un bufido salió de mis labios de sofión, soplando las hebras rubias lejos de mi cara.

-Así está bien, ¿qué te costaba, mija?

Sonreí, negando con la cabeza al entregarle la escoba y dirigirme hacia la puerta.

-¿Llevas suéter?- asentí ante la pregunta-. ¿Llaves?- repetí el asentimiento-. Entonces que Dios te bendiga, mi niña- como siempre antes de marcharme, me persinaba, plantándome un beso en la frente-. Te vienes para comer, tú papá dijo que llegaba temprano hoy.

Bueno, llegar temprano era una imposibilidad. El trabajo terminaba tarde siempre que considerara quedarme a limpiar y conversar con Noah sobre las banalidades de la vida, además de enseñarme más inglés para poder defenderme entre la jauría de la ciudad.

-Mejor te aviso, ma, cualquier cosa te mando mensaje. Te amo.

-Yo igual, con cuidado.

Así, sin más, salí a los mares de multitud cruzando las calles. Entre silbidos y pitidos de bocinas. Era poco poder comprarlo a una jungla cuando de donde yo venía se le parecía en ciertos aspectos. El sol brillaba por encima del nacarado aspecto del cielo, apareciendo nubes esporádicas entre el telar celeste mientras que caminaba, siempre teniendo en cuenta a quien miraba y por dónde iba. Esa era la estrategia para mantenerse a salvo en un lugar relativamente nuevo para mi.

Sin embargo, ese día en particular, hice lo contrario. Comenzando por distraerme en una pancarta de un nuevo café cerca de la esquina de mi trabajo, provocando que me fuese de culo al piso al chocar contra algo mucho más duro que una piedra.

-Joder, mira por dónde vas- rugió el dueño de la pared de piedra, o más bien, de un fornido pecho cubierto apenas por una sudadera negra.

Lo ojeé de mala gana. Si bien me aterró un poco su estatura, no iba a permitirle verme en estado de shock por algo que él también pudo haber evitado. Lo entendía, choque por pendeja, estaba mirando al lugar equivocado en el momento equivocado ¿pero él? Si hubiese estado prestando atención me habría evadido y mi culo no estaría adolorido.

-Cabrón- musité para mi una vez que me levanté del suelo, porque si por él fuese me hubiera quedado en el piso sin intenciones de ayudarme.

Antes de que pudiese rebatirle, desapareció con un gruñido. No tenía ni puta idea de quién era, pero eso en mi libro era una falta de respeto.

-Pendejo- dije por última vez antes de seguir caminando hacia el trabajo. Una pequeña cafetería que tenía poco de estar abierta.

No iba a crecer de la noche a la mañana, aunque la idea sonara atractiva. Estaba ubicada en una pequeña esquina junto a una pastelería y una pizzería, así que no seríamos lo primero que los clientes vieran por esos rumbos.

Al llegar firmaba la entrada en la libreta de la puerta posterior, pasando por el pasillo de utilería hasta toparme con los mullidos y visiblemente oxidados casilleros para los empleados. Por el momento solo éramos dos, Noah y yo. El no estaba de tiempo completo debido a la universidad. Dividía su tiempo entre el estudio, sus prácticas y la cafetería, ese último mantenía su importancia sólo por tener valor emocional en su vida.

-Buenos días, Mich. Se te hizo tarde- saludó, extendiéndome una ladina sonrisa en cuanto me até el mandil a la espalda.

-Si bueno, díselo a mi madre. Me hizo barrer tres hojuelas de cereal del piso. TRES- atinó a reírse de mi exagerado tono, alcanzando el remoto del televisor suspendido en uno de los extremos del lugar, poniendo como todos los días las noticias-. Y además de eso, hubo un imbecil. Choqué con él y me miró como bicho raro.

Noah carcajeó, sentándose en una de las mesas contiguas.

-Te lo dije, la gente de aquí puede ser una caja de monerías. Quizás es el estrés de la ciudad, pero no creo que puedas culparlo por ello, ¿no?

-Oh, por supuesto que lo culpo, tenía cara de culo. Te lo juro, parecía que su rostro nunca mostraba otra expresión más que la de un ogro- rodé los ojos al tomar el trapo y el spray limpiador de la parte trasera al mostrador.

En cuanto me dispuse a limpiar las mesas, noté el volumen de las noticias subiéndose ligeramente. Noah miraba a la presentadora pasando a las noticias en vivo, enfocando al agente que de manera agitada y concisa explicaba que minutos antes se habría desatado un tiroteo entre bandas delictivas. El saldo de muertes solo rondaban a uno.

El mismo tipo con el que me había chocado antes.

Solté el trapo en cuanto mi padre salió en pantalla junto a su compañero, George Stacy. Un hombre al que solo conocí una vez en una cena familiar. Papá hablaba de él casi todo el tiempo.

-¿Ese no es tu papá?- asentí ante la pregunta, regresando al trapo sobre la mesa.

No podía evitar sumirme entre los pensamientos. Entre los eventos que habían sucedido en tan poco tiempo.

-Que mala suerte. El tipo solo pasaba por ahí y le tocó una bala perdida. Diablos.

Sentí una extraña presión en el pecho ante sus palabras. Un sentimiento de incertidumbre y pesadez que no entendía. ¿Lo peor de todo? Se quedó conmigo hasta el último minuto de mi turno. Parecía haberse colgado de mis hombros, convirtiéndose en peso extra de tal forma que sentí que lloraría.

Era casi como haber perdido a un ser querido.

Regresé a los casilleros, cambiándome la ropa por un par de jeans y sudadera blanca. El logo estaba deslavado y la tela un tanto rugosa.

-¿Te vas ya? Pensé que te quedarías a las tutorías.

Negué, cierto nerviosismo acompañó mis acciones en ese entonces. Un ápice de ansiedad causando que mis palabras se rompieran al aire.

-Debo irme...tengo que llegar temprano a casa hoy.

Ni siquiera escuché el resto de sus palabras, me limité a correr fuera de la cafetería. El corazón me iba a mil por hora, sentía que el aire me faltaba y esa presión en el pecho se transformaba a un hueco sin fin. Y antes de que pudiera seguir con mi camino, me detuve. Las lágrimas ya desdeñaban por mis mejillas en un arrebato hirviente de algo que desconocía.

Alcancé a quedarme en un callejón hasta que la respiración volviera a su estado natural. Me negué a andar por ahí con la presión arterial por las nubes y el probable caso de sufrir un ataque de ansiedad. Debía tranquilizarme, cerrar los ojos y concentrarme en mi pecho, subiendo y bajando ante la respiración ralentizándose gradualmente. En cuanto sentí la espalda contra el ladrillo, tomé el móvil del bolsillo y escribí a mi madre:

"Mamá, voy para allá. Hoy no me quedé con Noah. Tengo más hambre que ganas de aprender"

Suspiré nuevamente, limpiando las lágrimas con el dorso de la mano sin percatarme de la araña negruzca con un evidente punto blanco en la cola. Me quedé completamente helada al verla caminar sobre mis nudillos, creyendo que así evitaría tener que sentir la mordedura, cosa que fue una mentira, ya que aún permaneciendo quieta en la penumbra alcanzó a encajarme los dientes por el borde de la mano.

Hija de tu puta madre!- grité, sacudiendo la mano violentamente-. Ay Dios mío, me voy a morir, esa madre era una capulina(*). Me voy a morir- ahora si tenía razones para llorar-. Diosito por favor, todavía no me lleves, ay padre nuestro que estás en los cielos, por favor.

Poco sabia entonces que eso no me mataría, al menos no físicamente.

(*) ARAÑA CAPULINA: mejor conocida como viuda negra americana. Caracterizada por el color bruno y un punto rojizo en forma de reloj de arena en la parte inferior de su cuerpo. El veneno suele ser peligroso, sin embargo raramente llega a ser mortal.

NOTA

¿Cómo están, chuladas? Ojalá les vaya gustando el rollo, ya pronto les voy a dar los caps que ansían, no se hagan.

Honestamente yo ando medio bajoneada, pero pues ahí va.

Para futuras aclaraciones, yo crecí en Ecatepec, así que me las sé de todas, por lo tanto Michelle va a tener esa personalidad explosiva y característica. De eso no se preocupen.

Como siempre, l@s quiero un chingo, gracias por leer y dejarme sus comentarios, me hace muy feliz saber que disfrutan de lo que hago.

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