Ambos estaban acurrucados, o al menos Jyushi lo estaba a su lado, él no podía dormir. La culpa lo carcomía peor de lo que creía.

En un momento estaba tratando con un ataque de ansiedad (usual) del menor y al siguiente fundiéndose en un candente beso tan apasionado que la ropa comenzaba a ser una molestia, arrastrandolos bajo la sábana de lleno a expresar un amor ilícito tanto para la sociedad como para la conciencia de Hitoya.

Aquel encuentro estaba mal, todo en esa "noche de pasión" que habían tenido estaba mal, conocía al joven cantante desde que este tenía 14 años, lo había ayudado en su peor momento, y ahora, cuatro años después, simplemente se sentía un pervertido, cualquiera podría decir que crió al indefenso y deprimido chico para ser su pareja en un futuro y, que lo de ahora, sólo fue evento en el que ya no pudo contener las ganas de poner sus manos sobre Jyushi.

Esto era remontarse a las antiguas y famosas leyendas de vampiros, viejos y arcaicos monstruos que solían atacar o seducir a bellas y jóvenes doncellas en medio de la noche... claro, no era algo que pudiera decir en voz alta, porque al igual que esos seres se escondían en la oscuridad temerosos del brillante sol, la relación entre Hitoya y Jyushi aún no podía ser bien vista ante la luz de la sociedad, sólo podía ser contemplada por la eterna y apacible noche.