Epoca Victoriana
Vestido blanco y esponjoso con encaje de vuelos cual rosa, medias de liga hechas de la más fina seda con zapatos color jade de tacón bajo como si fueran el mismo tallo de una flor, todo el conjunto era perfecto.
En especial en aquella chica de cortos cabellos rosados y ojos zafiros que era su “madre”, todo en ella era perfecto. Ichiro sabía perfectamente que sus hermanos, Jiro y Saburo, estaban igual de embobados que él con Ramuda, su nueva madrastra de apenas 17 años.
Su padre, Rei Yamada, había aparecido con la joven chica hacía apenas un par de días, nunca les dijo quien era solo les indico que fueran amables con ella, obviamente estuvieron muy confundidos hasta ese día… el día en que la joven apareció con aquel conjunto y un hermoso velo sostenido únicamente por una pequeña tiara de plata que reconocieron como la de su fallecida madre, Reiko Yamada.
La boda fue en el jardín interior de la mansión familiar, aparentemente un pedido de Ramuda, que anhelaba casarse entre hermosas flores blancas antes de cambiarlas por “encantadoras” flores marrón y su padre solo se lo acepto por tener que gastar menos en un lugar; los invitados solo se limitaban a su círculo social y familiar, y hasta ellos estaban sorprendidos por la belleza de la joven doncella que ahora “en un improvisado altar” aceptaba los votos de amor eterno a alguien tan mayor como lo era el actual patriarca de la distinguida familia Yamada que estaba como si nada desposando a una chica tan joven como su segundo hijo.
—No puedo creer que de verdad permitimos que esa… esa…
—Mujerzuela, Jiro, el término es mujerzuela —Saburo agregó igual de molesto que su hermano mayor mientras caminaba a su lado siguiendo al mayor de los tres… que de hecho, era mayor incluso que el nuevo miembro de su familia— Ichi-nii, ¿que vamos hacer?
—No podemos hacer nada, las decisiones de papá no son de nuestra incumbencia —fue todo lo que el de ojos bicolor y un lunar agregó para terminar la discusión entre los tres, justo a tiempo para cuando los tres divisaron a su madrastra caminar tan grácilmente como siempre.
—Chicos —la joven solo sonrió mientras hacía una ligera reverencia y saludaba a sus tres nuevos hijastros que solo le imitaron, tratando de ocultar su desprecio por cortesía—, ¿les gustaría acompañarme en-?
Ramuda ni siquiera pudo terminar su invitación cuando los tres muchachos pasaron por su lado ignorandole por completo, como si nunca hubiera estado por ahí, suspiró con tristeza antes de seguir caminando por la enorme mansión que era su hogar ahora.
La época actual era difícil para las mujeres como Ramuda, después de todo, aún le era difícil aceptar el cambio de la alejada y simple casa de campo en donde creció y se educó a la gran y ostentosa mansión del conde con el que ahora se había casado.
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Si, es un FemRamuda
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