Rҽʂρυҽʂƚαʂ ąƖ ϝιɳ

Ithaka, 04 de febrero de 2038

Harlow Schnell creyó haber vencido la batalla contra los aliens del planeta tierra por precisamente un día completo. Pero toda su gloria, felicidad y satisfacción terminó así que el reloj marcó la medianoche.

Estaba en una de las habitaciones subterráneas de su cuartel general secreto, en la calle Mack, ayudando a uno de sus amigos y miembros más fieles de la Aliaza Raza Pura, Roger Kendrick, a finalizar un circuito eléctrico en uno de sus trajes de guerra Kronus II, cuando todos sus sueños de dominación mundial se vinieron abajo.

Mientras trabajaban en silencio, escucharon un rugido similar al que precede a un terremoto, viniendo desde arriba. El suelo a sus pies y las paredes a su alrededor se sacudieron. Los carros de herramientas a su derecha se tumbaron. Sus vasos de agua a su izquierda también. Tarros de aceite y de pintura se voltearon. Los materiales de la armadura aún sin terminar chocaron entre sí, y los dos, asustados, giraron sus ojos hacia la puerta.

Gritos, disparos y explosiones se escucharon en la lejanía. Con rapidez, se fueron aproximando.

Todo sucedió tan pronto que no tuvieron tiempo de activar sus trajes y protegerse.

La puerta fue volada por los aires y como un enjambre de avispas furiosas, un escuadrón de guardias Neptunianos entró a la habitación, cargando en sus manos armas grandes, pesadas, que disparaban plasma puro.

Cada bola de electricidad escupida por aquellos rifles podía crear huecos del tamaño de una bola de bowling en bloques de cemento. Era mejor ni pensar en lo que podían hacerle a un frágil cuerpo humano.

—¡MANOS ARRIBA! —los oficiales gritaron, apuntando sus miras a los villanos.

—¡¿Cuál es el significado de esto?!

—¿No escuchó la orden, señora Schnell? —la voz inconfundible de Titanis la cortó. Y a seguir, en todo su azulado esplendor, ella cruzó por la puerta, todavía usando el traje que Theresa le había regalado—. Manos arriba.

—¿T-Tú?... —La mujer fue de confundida a furiosa en un pestañeo—. ¡¿Cómo carajos sigues viva?!

—Apuesto que le gustaría mucho saber. Pero no le daré esa satisfacción—. Casey miró a uno de los guardias y le asintió con la cabeza.

Harlow y Roger fueron arrestados con esposas magnéticas. Luego, llevados afuera, a una de las naves patrullas de los Neptunianos, que tenía la mágica habilidad de transformar su apariencia externa y camuflarse con vehículos terráqueos. Aquella en cuestión había tomado la forma de un autobús de prisión. Un chiste de parte de los conductores de la misma.

En la calle donde el vehículo estaba aparcado —con los brazos cruzados, observando la escena con una expresión decepcionada y un cierto pesar en la mirada— se hallaba Theresa. A su lado Hazel, el nuevo amigo alienígena de la misma, y Sherrah.

—¡Niña insolente! —su madre rugió, al ver a la ingeniera—. ¡Debí suponer que estabas detrás de esto! ¡¿Cómo te atreves?! ¡Ensucias tu propia raza, defiendes a criminales e invasores! ¡Y ahora te atreves a arrestarme!... ¡Y tú, Hazel! ¡Creí que estarías de mi lado! ¡De nuestro lado!

—¿De verdad crees que soy tan imbécil para apoyarlos? —La mejor amiga de la empresaria se rio con irritación y sacudió la cabeza—. En tus sueños.

—¡Las dos pagarán por esto! —Harlow prometió, mientras era arrastrada adentro del vehículo—. ¡PAGARÁN!

—¡Ya, ya! ¡Váyase de aquí, vieja payasa!

Theresa, quién a este punto solo quería llorar por su estrés, tuvo que reírse de las palabras de su amiga para no hacerlo. Fue mientras se frotaba el rostro, queriendo ocultar sus carcajadas, que escuchó la voz de Casey acercándose a ellas.

—Lo hicimos... La ARP ya no existe. Todos los miembros han sido detenidos y todo su armamento está ahora bajo custodia.

—¿Y ahora qué? ¿Cuál es el próximo paso? —Hazel indagó.

—¿El de ustedes? Irse a casa. Ya el mío... —La superheroína apoyó sus manos en su cintura y miró al suelo por un instante—. El mío es rendirme ante del DAE.

—¿Qué? —Theresa perdió su superficial buen humor de un segundo al otro—. No.

—Sí...

—Case...

—Ellos me encontrarán de una manera u otra, Thea. Ellos sabrán que los Neptunianos estuvieron aquí. Ellos ya saben que alguien atacó a Hammer en el Búnker. Es solo una cuestión de tiempo hasta que sepan que en realidad sigo viva. Así que es mejor si me entrego luego a ellos, de una vez por todas.

—¡No! ¡Tú no le debes nada a esa gente! ¡No le debes satisfacciones sobre tu vida! ¡Te irás a casa! ¡A Rhyes! ¡A dónde quieras ir! ¡Menos al DAE!

—Ellos presionarán a Lucas. Lo harán hablar.

—Pues yo me encargaré de mantenerlo a salvo —Theresa dio un paso adelante y la miró a los ojos—. Pero tú ya has hecho suficiente. No eres una esclava de nadie. Ni del departamento de asuntos extraterrestres, ni del departamento de defensa. Y mereces descansar... Este día ha sido un infierno.

—Thea...

—Señor Sherrah, llévala a casa.

—¡THEA!

—¡NO! ¡NO DEJARÉ QUE TE USEN DE NUEVO! ¡ERES TU PROPIA PERSONA! —la ingeniera estalló—. ¡Regresarás a tus gallinas, a tus caballos y a tus árboles! ¡Yo me encargaré del resto!... —dictaminó, con una voz soberana, que terminó callando a la superheroína—. Volveré allá en breve, para que hablemos con más calma sobre todo, ¿okay?

—Por favor...

—No te haré caso, Casey. Es tiempo de que tú me escuches a mí.

La alienígena, soltando un exhalo resignado, asintió.

—De acuerdo —Inclinó la cabeza y levantó la mano—. Pero si cualquier cosa sale mal...

—Nada saldrá mal —Theresa prometió, y en seguida le robó un beso de despedida, tanto para callarla como para tranquilizarla—. Lo prometo.

Y así, la mayor aventura de los últimos cinco años de la vida de la Antheliona llegó a su fin.

Ella subió a la nave de los Neptunianos, dejó a su ex novia y a su amiga atrás, y volvió a su cabaña en medio de la nada, sintiéndose drenada de toda su energía.

Su agotamiento fue tal, de hecho, que los aliens decidieron dejarles unos frascos de medicación para resfriados y mareos sobre su velador. La acostaron en su cama porque ya no tenía energía para moverse, le quitaron su armadura, y aprovecharon para prepararle una sopa de su planeta nativo como recompensa por todo su arduo trabajo.

Luego le dejaron un Ignisdisk —un dispositivo electrónico desechable, donde se podían almacenar mensajes de audio— con una despedida calurosa y una promesa de volver a la tierra a visitarla la próxima semana. El Neptuniano que se había vuelto amigo de Hazel, en específico, le pidió que lo ayudara a reencontrarse con la mujer, así que se sintiera mejor. En general fue un mensaje dulce, amable, pero al que Casey solo pudo escuchar la mañana siguiente, cuando parte de sus fuerzas regresaron a su cuerpo y al fin fue capaz de levantarse sobre sus pies sin caerse de cara al suelo.

No exageraba al decir que todo le dolía.

Su nariz estaba llena de mocos. Sus músculos estaban acalambrados. Tenía una migraña del infierno. Y todos sus poderes habían sido arrebatados de sí. Ni siquiera pudo conservar su apariencia humana.

También había tenido pesadillas toda la noche. Con Theresa muriendo. Hazel muriendo. Su hermano muriendo. Sus padres adoptivos muriendo... los biológicos. Sus compañeros del Canal 18. Toda la tierra. Envuelta en llamas, en humo tóxico, en nubes ennegrecidas de monóxido de carbono...

Vio muchas cosas. Sintió muchas cosas.

Gallinas. Era mejor pensar en las gallinas. Nadie las alimentaría si ella no lo hacía. Tampoco a sus caballos. Así que se duchó, se cambió a sus ropas de servicio, y salió afuera a trabajar.

Podía estar agotada, pero cuidar a sus animales era su prioridad. Además, ellos siempre la hacían sentirse mejor.

Al terminar de darles de comer y de dejarlos dar unas vueltas por su terreno, ella se sentó sobre una pila de heno y se desmayó por ahí. Se despertó media hora más tarde, con una gallina picoteando su cabello. Sin incomodarse por Tiffany —el ave en cuestión—, la leñadora se levantó, se masajeó el rostro y soltó un bostezo largo.

Por suerte, aquel era otro día en el que no tenía que entregar leña. Debía pasarlo derribando pinos y cortándolos, pero... todavía tenía troncos guardados de las semanas anteriores. O sea que podía volver a su cama a reposar, y eso hizo. Volvió a su mundo de pesadillas. Durmió, pero no descansó.

Y cuando abrió los ojos de nuevo, porque su celular estaba sonando, pensó al segundo que alguien la estaba atacando. Agarró la almohada que sus brazos sujetaban y la hizo tiras, confundiéndola con uno de los miembros de la ARP.

Se demoró tanto en darse cuenta de que estaba a salvo, que para cuando contestó la llamada, ya era la tercera vez que el dispositivo vibraba.

—¿Aló?

—¡Case! Qué bueno que contestaste... Ya comenzaba a preocuparme.

—¿Lucas? ¿Cómo conseguiste mi número?

—Me lo pasaste mientras aún estábamos en la casa de Hazel. ¿No te acuerdas?

¿Francamente? No. Tantas cosas habían sucedido en las últimas veinticuatro horas, que ella no podía señalar el preciso momento en que aquello había pasado.

—Ah, sí... verdad.

—¿Estás bien?

—Sí... sí. Solo cansada. Estaba durmiendo.

—Entiendo... —Su hermano, pese a desconfiar que lo contrario era cierto, decidió seguirle la corriente—. Llamo para avisarte que ya le dije la verdad a papá y mamá sobre lo que te sucedió. Lloraron mucho, pero reaccionaron mejor de lo que yo me había imaginado. Eso sí, quieren verte. Hoy mismo.

—¿Hoy?

—Hoy.

—Okay... —Ella se frotó el rostro.

—¿Estás segura que estás bien?

—Sí... Lo estoy.

—No mientas. Puedo escuchar lo débil que está tu voz.

—Pues... me resfrié —Decidió al fin ser sincera—. Y creo que exigí demasiado de mi cuerpo.

—¿Quieres que les pida que no vayan ahí? Sé que no te gusta estar muy estimulada cuando te enfermas.

—No. Déjalos venir —ella respondió, pese a su incertidumbre—. Quiero verlos. Los extraño... y mucho.

—Les diré que no intenten levantar demasiado su voz, entonces.

—Gracias, Lou.

—Ah, y Thea me pidió que te avisara otra cosa.

—¿Qué?

—Ella irá junto a ellos. Está preocupada por ti. Todos lo estamos.

—¿Pero eso no llamaría mucho la atención del gobierno? ¿Qué todos viajen juntos?

—Lo harán por separado. Thea llegará ahí primero, nuestros padres después.

—Hm —se masajeó la tez a seguir.

—Case, si no te sientes bien...

—Quiero verlos. Sintiéndome o no bien —ella se repitió—. Además, les debo a todos un pedido de disculpas... y debo entregárselos frente a frente.

—Sí, pero ellos entenderán si necesitas tiempo para recuperarte del caos de ayer... —Lucas hizo una pausa—. A no ser que...

—¿Hm?

—Que no quieras estar sola ahora.

Casey contempló si debía mentir. Si debía seguir con la misma vieja costumbre de reprimir sus verdaderos sentimientos y afirmar por tercera vez, con una sonrisa mentirosa y superficial, que todo estaba bien, cuando lo contrario era cierto.

—Si te soy sincera... —Sacudió la cabeza—. Tienes razón. Necesito compañia ahora. No me siento nada segura sola.

—Ellos ya están en camino, Case. No te preocupes... Pero si quieres puedo seguir charlando contigo hasta que Thea llegue. La última vez que me escribió dijo que ya estaba entrando al bosque. En breve debería estar ahí.

—Okay... sigue hablándome —le pidió, cerrando los ojos y volviendo a acostarse sobre el desastre de plumas que era su cama—. ¿Cómo siguieron las cosas en los estudios del Canal 18?

—Al final, las cifras fueron de 45 muertos y 259 heridos. Pero los bomberos creen que mucha gente sobrevivió por tu intervención y la de Thea. A ella los del DAE y del DDN le preguntaron quién era la otra persona ayudándola, pero se negó a responder las preguntas de los agentes sin un abogado, y como no había cometido ningún crimen, ellos se vieron obligados a dejarla irse. Pasó la mañana en una sala de interrogaciones solo jugando con sus anillos. Los detectives no lograron sacar nada de su boca, apenas una acusación en contra de su madre y de Hammer. Lo que es justo, ya que ambos son los culpables de todo esto.

—¿Crees que los del gobierno ya saben que sigo viva?

—Creo que desconfían, pero nadie ha corroborado nada. Todos estamos mintiendo para que te dejen en paz.

—Lo siento...

—No te disculpes, te mereces un descanso... o un retiro. Lo que prefieras.

—Aún no sé lo que prefiero. Tengo una vida tan buena aquí en Rhyes... O sea, hoy me desperté y mi única obligación fue alimentar a mis caballos y gallinas. Nada más. No tuve edificios en llamas a los que recorrer, heridos a los que salvar, ladrones a los que golpear, víctimas de crímenes bárbaros a las que consolar... Nada. Solo darles heno y maíz a mis animales, verlos comer, verlos relajarse...

—Suenas más feliz ahí. Nadie te obligará a dejarlo todo atrás.

—Pero ahí está la mentira... Lo harán. Si los del DDN Y los del DAE descubren que sigo viva, me sacarán de este lugar y volveré a ser su marioneta... su súper soldado.

—Casey, ¿por acaso sabes quién es la nueva directora del DAE?

—¿Tienen una nueva directora?...

—Es mamá —Lucas la cortó—. Se me olvidó decírtelo ayer, por lo apurados que todos estábamos, pero... es ella.

La extraterrestre quedó asombrada.

—¿Qué? ¿C-Cómo así?...

—La meta de mamá después de tu fallecimiento, o mejor dicho, el de Titanis, fue establecer condiciones de trabajo más justas para los superhéroes del DAE. Y lo hizo. Por su labor la promovieron a directora, hace un par de días. Así que si te da miedo volver allá por eso...

—Lucas, le dijiste la verdad a ella.

—Sí.

—O sea que los del DAE...

—Mamá prometió no decirle nada a nadie —él la cortó—. Solo si quieres volver lo hará. No hay presión.

—Lou, ¡hay toda la presión del mundo!...

—Case...

El timbre sonó. La mujer ya no lo soportó más. Finalizó la llamada con su hermano, se encogió como una pelota sobre su cama y se balanceó de un lado a otro, sollozando por su estrés y angustia.

Podía no tener su súper fuerza o velocidad ahora, pero su oído seguía siendo extremadamente sensible. Sus ojos, ante el menor destello de luz, llegaban a arder. Todo lo que su piel tocaba le resultaba incómodo. Las texturas terrestres no fueron hechas para ella.

No percibió en qué momento comenzó a tener un ataque de pánico, o sentir que no podía respirar. Ni se dio cuenta de cuándo Theresa logró entrar a su cabaña, o cómo lo había hecho.

—¿Casey?... —la ingeniera la llamó, pero su voz le resultó tan reconfortante como un cuchillo siendo clavado de oreja a oreja—. ¿Casey, estás bien?

—N-No... —murmuró, intentando ocultarse de ella al encogerse aún más en contra de la cama.

Theresa nunca la había visto tan vulnerable antes. Nunca la había visto tan desolada, melancólica, sobrecargada y miserable. Pero ella misma ya había tenido unos cuantos ataques de pánico antes y supo identificar lo que veía al instante. Y por eso, también entendía lo que debía hacer a seguir.

—Voy a intentar no subir mi volumen, ¿okay? —murmuró, sentándose en un costado de la cama, a una distancia segura de la Antheliona—. Lucas me avisó que no debía hacerlo. Pero hey... escúchame... respira hondo. Vamos, tú puedes... Inhala... Exhala... Todo estará bien... —Sus susurros suaves, pese a ser demasiado altos para la extraterrestre, si la ayudaron a concentrarse en un solo estímulo, en vez de todos al mismo tiempo. Al tener sus sentidos dispersos, procesando un millón de cosas al mismo tiempo, su cerebro estaba colapsando. Theresa lo reconoció y le puso un fin a este desastre antes de que pudiera empeorar—. Estás a salvo... yo también... Todos los que nos intentaron hacer daño están presos. Todo está bien...

La mujer siguió hablándole hasta que, eventualmente, la peor parte de su crisis pasó.

—L-Le colgué... a Lucas...

—Le diré que estás bien después. No te preocupes, él lo entenderá.

—H-He sido... una h-hermana terrible...

—Literalmente arriesgaste tu vida tranquila para salvarlo ayer. No calificaría eso como "terrible".

—Le m-mentí... Les mentí... A t-todos...

—Y te perdonamos. Ya está.

—No...

—Casey. Deja al pasado donde está. En el ayer. Concéntrate en el ahora. Yo estoy aquí, tú estás aquí... y todos estamos bien.

Theresa entonces se le acercó más un poco, y con lentitud —para que la leñadora pudiera predecir sus movimientos— tomó una de sus manos entre las suyas. El contraste entre la fría piel azul de Casey y la cálida piel blanca de la ingeniera llamó la atención de la extraterrestre, que miró a sus dedos con ojos húmedos.

—¿Thea?

—Sí. Soy yo.

—¿C-Cómo entraste aquí?

—No cerraste bien la puerta —ella respondió, acariciándola.

Entre las dos entonces hubo silencio. Hasta que Casey se movió en el colchón, y se acomodó sobre el regazo de la empresaria, buscando cariño.

—Creo que a-arruiné mi vida.

—No la arruinaste...

—No, solo déjame... —Suspiró—. D-Déjame hablar. No d-debí haber fingido mi muerte. No d-debí haberlos lastimado. Les m-mentí... ¡Te mentí! ¡De nuevo!... ¡Y h-he estado intentado excusar l-la manera en la que los h-hice s-sufrir!... ¡He e-estado!... Joder... —Se ocultó el rostro con sus manos—. Lo s-siento... ¡LO SIENTO!...

Afuera, se escucharon truenos. Theresa, pese a su recelo, no comentó nada al respecto. Masajeó el cuero cabelludo de Casey con una mano, y su brazo con la otra.

—Nos heriste, sí. No voy a mentir para hacerte sentir mejor. Perderte fue la peor cosa que nos podría haber pasado a todos... Fue la peor cosa que me pasó a mí —la ingeniera admitió—. Pero te perdono... Te perdono por todo eso. Aunque no sea fácil. Aunque habrá días en los que querré volver atrás. Aunque me sigan doliendo tus engaños... Te perdono porque te amo. Porque entiendo por qué hiciste todo lo que hiciste. No querías herir a nadie... Pero no tenías opción. Podrías vivir como una rata de laboratorio por el resto de tu vida, o... sacrificarlo todo para ser libre.

—L-Lo siento...

—Lo sé —Theresa murmuró—. Y yo también. Por no haber sido confiable. Por no haberte defendido de los villanos que nos cercaban. Por haber sido orgullosa y cruel... Por todo, en resumen.

Casey bajó las manos de su rostro, se acomodó de nuevo, y lo ocultó en contra del abdomen de la empresaria. Ella, por su parte, sintió su corazón romperse en miles de pedazos. Porque en todos sus años siendo su novia y amiga, nunca había visto a la alienígena tan emocional y desesperada así.

Sí, Casey tenía un corazón blando y lloraba al ver cualquier película donde un perrito inocente terminaba muerto. Pero jamás había sollozado por su angustia con la misma violencia y agonía que ahora demostraba. Parecía estar lamentándose no solo por sus mentiras, sino por el luto que les había causado a todos, el duelo que ella misma había sentido al ver a centenas de civiles inocentes morir a su frente, y por todos los años que había perdido siendo una reclusa, lejos de su familia y de sus seres queridos. Estaba herida por el hecho de que su sacrificio final no había servido de nada. Gente como Hammer mantenían los ideales de Otto vivos, y gente como Harlow seguían defendiendo su legado.

Todo había cambiado y a la vez, nada.

Titanis había muerto en nombre de la paz de todos, pero dicha paz murió con ella.

—Te amo... S-Siempre te amé —la leñadora murmuró—. Y c-cuando te fuiste de Ithaka, yo... yo pensé que ya no me amabas. En e-esa época yo tenía m-muchas discusiones con Lucas... Él, mamá y papá creían que m-me estaba arriesgando m-mucho al l-luchar con Otto. Querían q-que yo lo matara... P-Pero nunca l-lo hacía. No podía... Aún s-sabiendo lo mucho que él m-me quería muerta... No p-podía ejecutarlo... Porque e-era tu hermano. Solo cuando él a-atacó el rascacielos, y yo supe q-que quería matarte a ti... solo entonces... El e-estrés de todas estas peleas se juntaron... y yo...

—Luchaste a muerte con él.

—Sí. No t-tuve otra opción... tuve que h-hacerlo. Lo siento...

Hasta ahora, Theresa no había contemplado el peso de consciencia que Casey cargaba respecto a la situación que discutían. No había creído que siquiera había uno. Otto había sido terrible con ella. La había intentado ejecutar de todas las maneras posibles. ¿Por qué se sentiría ella mal por finalmente ponerle un punto final a su larga historia de terrorismo, odio y guerra? ¿Sería solo por pensar en la ingeniera?

—No tienes que disculparte. No había otra opción que tomar a su respecto. Amo a mi hermano... pero no era una buena persona, y no tenía el bien del mundo en mente. Él tenía que ser detenido, o sus atentados no hubieran parado nunca. Y si yo entiendo eso, tú también tienes que entenderlo —la empresaria dijo, sin perder la amabilidad en su tono—. La única persona que podía frenarlo eras tú. Yo suelo pensar lo contrario a menudo, porque siempre quiero culparme por no haber estado ahí, pero... si somos lógicas, y pensamos apenas en base a los hechos, tú eras la única esperanza de la capital, del país y del planeta. Otto se había vuelto invencible. Ni los del DDN pudieron detenerlo.

—Lo sé... Pero igual...

—¿Quieres mi perdón? Porque, aunque no lo necesites, te lo doy.

—M-Maté a los del ARP.

Theresa inclinó la cabeza a un lado y frunció el ceño.

—¿Qué?

—En el búnker... cuando f-fui a salvar a Lucas... yo no lo p-pensé. Los ataqué sin piedad...

—Secuestraron a tu hermano...

—¡NO IMPORTA! —ella estalló— ¡LOS MATÉ!...

—Case... —Un relámpago iluminó los vidrios de la ventana. El vaivén del temperamento de la heroína se estaba volviendo más y más intenso. Theresa tenía que calmarla—. Ellos nos atacaron primero. Lo que sea que hayas hecho, fue en legítima defensa...

—¡No lo e-entiendes!... Yo...

—Ninguno ha muerto, Casey.

—Mientes...

—No, no lo hago. Les pregunté a los agentes del DNN y del DAE al respecto. Muchos de los secuaces de Hammer tuvieron que ser hospitalizados, pero ninguno murió aún. Están con daños cerebrales graves, eso sí. No te ocultaré la verdad...

—Mierda...

—Pero alguien tenía que detenerlos. Ellos planeaban un genocidio. Explotaron el complejo de producción del Canal 18. Tú lo sabes... Entiendo que, ahora que tu rabia esté bajando y tu estrés disminuyendo, te sientas culpable. Pero sabes, en el fondo, que esto debía ser hecho.

—No hay justificaciónpara lo que les hice...

—No hay justificación para lo que ellos quisieron hacer tampoco —Theresa insistió—. A veces la paz no se consigue siendo pacífico... A veces hay que ser fuerte, y hay que luchar por ella. No es agradable, pero... hay que hacerlo.

Casey pasó un tiempo callada, absorbiendo sus palabras. Luego, cuando encontró fuerzas para parar de llorar, se sentó sobre la cama y miró a su ex novia a los ojos. Detestaba categorizarla así en su cabeza, pero dado el hecho de que ambas aún no habían reparado su relación del todo, no se atrevería a pensar en ella de otra manera.

Quería merecer su perdón, y merecer el honor de tener aquel título de vuelta.

Y la única manera de hacerlo era siendo sincera. Dejando de ocultar sus reales sentimientos.

—En mi c-cultura... —Ella respiró hondo, luchando contra sus instintos de esconder la verdad—. En la religión p-principal de mi cultura, más bien dicho, el matar a otro ser era considerado el crimen más nefasto que hay... Teníamos otras r-reglas sociales que seguir, pero la p-principal era esa; respetar la vida, en todas sus formas... Y por eso, n-nuestra raza era pacifista desde tiempos inmemoriales. No p-podíamos matar a seres racionales. Y evitábamos c-comer carne de seres irracionales, como los animales, por ejemplo...

—¿O sea que todos eran vegetarianos?

—Sí —Casey asintió, acordándose de los festines a los que solía frecuentar con su vieja familia y amigos—. Y esa c-costumbre provenía de esa regla principal: no matar... Y es interesante p-pensar sobre ello ahora, porque todos teníamos poderes extraordinarios, y podíamos hacer cosas terribles con él... pero las o-obligaciones de nuestro credo nos impedían de usarlos para el mal.

»Era c-condenable que lo hiciéramos y era visto como un ataque al l-legado de nuestros ancestros, los Starkas, que habían conseguido dichos poderes a través de la meditación y del estudio individual de n-nuestras almas... Nuestra misión, heredada de ellos, era esparcir nuestro conocimiento, nuestra ayuda y nuestro amor por todo Anthelion, sin j-jamás causar daño a otras razas y a otras criaturas —Respiró hondo, para estabilizar su voz—. Creíamos que todos éramos hijos del mismo Dios, Ashka... y que él había creado distintos caminos hacia su luz porque entendía la diversidad de nuestros mundos...

»Ashka era conocido para nosotros como el "Dios de muchas caras" por eso mismo. Podía ser llamado por otros nombres, pero siempre seguiría siendo la misma entidad... —Hizo una pausa y miró abajo—. Pero el gran problema de nuestra tolerancia excesiva hacia todo y todos fue que, cuando Tyrannus apareció en Anthelion, diciendo que nuestra existencia como raza era una ofensa hacia su Dios y su sistema de creencias, nosotros decidimos no responder a su odio... Decidimos ignorarlo. Y lo hicimos hasta que militares armados invadieron nuestras aldeas y fusilaron a nuestros sabios, a nuestros padres, tíos, abuelos, primos, hermanas, amigos... —Su expresión se arrugó a una de dolor profundo y Theresa, sorprendida por su nivel de sinceridad sin precedentes, llevó una mano a su mejilla y la acarició—. Escogimos ser pacíficos... Y toda mi raza fue ejecutada. Hasta hoy cuando duermo, o cuando estoy haciendo mis meditaciones, yo veo la matanza repetirse frente a mis ojos... No solo la muerte de mis padres, sino de toda mi familia... Todos mis hermanos, sean de sangre o no.

—Lo siento tanto, Casey... ¿Kathesaigh? —Al oír el intento de la empresaria de pronunciar su nombre real, de manera correcta, los ojos desconcentrados de la leñadora volvieron a enfocarse y ella la miró. Más lágrimas cayeron por su rostro hinchado, pero de esta vez, no gimoteó. Solo se sintió profundamente tocada por su gesto—. No deberías haber pasado por nada de eso. Ninguno de ustedes debió pasar por eso, aún más considerando que no eran una amenaza para nadie...

—Sí, pero a veces apenas existir para algunas personas es un crimen —la superheroína pensó en voz alta, con un tono derrotado—. Y nosotros fuimos castigados por eso, existir.

Theresa hizo una mueca empática. Le dio unos minutos a Casey para que se recompusiera, y cuando sintió que la leñadora ya no estaba tan fragilizada, siguió con sus preguntas:

—Me dijiste que los de tu raza eran descendientes de monjes...

—Los Starkas.

—Eso... —La ingeniera sacudió la cabeza—. Pero, ¿cómo se llamaba tu raza en sí? Recién me di cuenta de que nunca me lo dijiste.

—Nosotros éramos los Ypsilóx... o los "elevados". Al menos así creo que se traduciría la palabra. No hay un término exacto para definirla —la alienígena informó, con una sonrisa corta y triste—. ¿Quieres que te hable más al respecto de mi cultura?

—¡Sí!... Me encantaría. Adelante.

—Okay... Empecemos entonces hablando sobre nuestros idiomas.

—¿Hay más? Pensé que solo existía el Kopta...

—No, no... Existen muchísimos más. Lo que pasa es que mi familia vivía en una región donde el Kopta era el lenguaje más hablado. Por eso es mi lengua nativa... Pero los otros Ypsilóx alrededor del globo hablaban centenas de dialectos más, como El Silitak, o el Nathuru... Y la razón de por qué estábamos tan dispersos por doquier es porque nuestra raza, en los viejos tiempos, era nómade. Cuando al fin adoptamos un estilo de vida sedentario, terminamos volviéndonos una Tefutktoloc, o una diáspora. Había Ypsilóx por todas partes del mundo... El gran problema es que Tyrannus, al llegar al poder en mi país, quiso también invadir los otros Estados y tener al planeta completo para sí. Quiso conquistar a todo Anthelion, no solo una parte. Y por eso, nuestra cultura comenzó a morir, muy rápido. Él organizó una quema masiva de todas nuestras novelas, grimorios, textos sagrados, estudios filosóficos... Lo borró todo. Y después, destruyó a nuestros templos. Nuestra ciudad ancestral en las montañas de Kashar, Skyene... Y comenzó su plan de limpieza racial. Su genocidio planetario de los Ypsilóx.

—Y crees... ¿Que todos los de tu raza están muertos? ¿O existe alguna posibilidad de que sigan vivos?

—No lo sé —Casey admitió—. ¿Tal vez?... No tengo como afirmar nada. Nunca he vuelto a ver a un Ypsilóx desde que dejé Anthelion atrás.

—¿Y cómo lograron escapar tú y tus padres en primer lugar? ¿Cómo consiguieron una nave? ¿Era algo común allá, o?...

—Las naves de vuelo intragaláctico, o sea, que viajan dentro de nuestra galaxia, eran vehículos comunes para todos los Antheliones. Pero las intergalácticas, que permitían el vuelo entre múltiples galaxias, saltos por agujeros de gusanos, creación de portales de espacio tiempo... No. Mi familia, por suerte, era una de las excepciones a la regla. Mamá era una piloto y mi papá un explorador espacial. Los dos se conocieron trabajando juntos en la misma nave, explorando un planeta de mi galaxia llamado Roggadar... Ellos se enamoraron durante su viaje, se casaron y me tuvieron. Y después quisieron comprarse su propio vehículo intergaláctico, para seguir expandiendo el conocimiento de mi cultura juntos. El consejo de ancianos permitió que lo hicieran y ellos obtuvieron la patente necesaria para ello. Juntaron todo el dinero que necesitaban para comprarla mientras yo crecía, y lo lograron. Pero su sueño de explorar otros planetas y ecosistemas nunca se volvió realidad, porque una revolución después de conseguirse la nave... o seis meses, en el tiempo terrestre... Tyrannus tomó el poder. Y ahí tuvimos que huir de Anthelion.

—Vaya... —Theresa, fascinada por la cultura descrita, pero también triste al ver el evidente sufrimiento de Casey, comentó—. ¿Por qué nunca me hablaste sobre todo esto? Sé que no querías que descubriera que eras Titanis, pero... podrías haberme dicho estas cosas.

—Lo sé —Casey volvió a asentir—. Pero pensar en esos sucesos es... —Soltó un exhalo cansado—. Es agotador... ¡Y n-no me malinterpretes! Por favor. Me encanta cuando me pides que hable sobre mi pasado. Pero recordar cómo todo terminó para mi pueblo... es muy doloroso. Quiero contarte todo sobre Anthelion, sobre mi país, sobre mi cultura, mis costumbres, mi religión... Todo. Aunque no entiendas la mitad de las cosas que te explique, y aunque creas que todas mis tradiciones son raras, quiero que lo sepas. Pero... duele.

—Lo siento, de verdad. Pero entiendo a lo que te refieres —Theresa respondió, con calma—. De todas formas, yo no me puedo imaginar cómo debió ser difícil el tener que dejar todo lo que conocías y amabas atrás solo para poder sobrevivir. Sin hablar del periodo de adaptación que debiste pasar aquí en la tierra. En tu confusión, en tu miedo... —Ella sacudió la cabeza, molesta con la situación—. Ahora que lo pienso, ¿siquiera entendías nuestro idioma cuando llegaste aquí?

—Un poco —Casey admitió—. Mi papá venía con frecuencia a la tierra cuando joven, a explorar el polo norte junto a un equipo de científicos y biólogos. Él me enseñó algunos de los idiomas terráqueos.

—¿Hablas más que uno?

Pot vorbi șase limbi.

—¿Qué dijiste?

—Te dije, en rumano, que sé hablar seis idiomas. Inglés, español, rumano, portugués, ruso y inuktitut. Ah, y también sé un poco de latín. Pero sólo palabras sueltas. Y lengua de signos española... Aunque me falta práctica.

—¿Habrá algo que no sepas o puedas hacer?

—Sí. Factorización. La odio.

Theresa soltó una risa corta, sacudió la cabeza, y Casey al fin logró sonreír con genuinidad. La ingeniera entonces corrió una mano por su cabello azul, enmarañado, y lo peinó con sus dedos, poniéndole un poco de orden a su desajustada apariencia. Pese a su color exótico, que casi parecía artificial, la suavidad de sus mechones era indescriptible, ella tenía que admitirlo. Era como tocar seda.

Apreciar su belleza hizo a la empresaria pensar en todas las pequeñas y grandes partes de su personalidad, cultura y descendencia que Casey había sido forzada a ocultar, por años. Y se volvió a sentir culpable por no haberle permitido ser ella misma a su lado.

—Lo siento... Si pudiera volver al tiempo atrás y evitar que sufrieras tanto, lo haría. Créeme que lo haría.

La Antheliona, sabiendo que Theresa estaba siendo sincera, se inclinó adelante y la abrazó como agradecimiento, antes de besarla.

—Solo hay una buena cosa que salió de todo esto... Mi familia. Y tú eres parte de ella.

—Case...

—Te amo. Y gracias por estar aquí.

La ingeniera amplió su sonrisa y besó su frente.

—¿Quieres darte un baño ahora? Tus padres llegarán en breve.

Casey se miró, soltó un exhalo cansado y asintió.

—Quiero, pero... no sé si podré hacerlo sola. Me quedé sin energías.

—Yo te ayudo.

—No quiero molestarte...

—No es una molestia hacerlo, es un honor —Theresa se levantó de la cama y rodeó su torso con sus brazos, para luego jalarla hacia arriba y alzarla sobre sus pies. Sabía que la alienígena también hizo un poco de esfuerzo para levantarse, pero no negaría que se sintió orgullosa de sí misma al poder soportar parte de su peso corporal. La Antheliona pesaba mucho más que una humana común y corriente, al final de cuentas—. Ahora vamos... Hasta te daré un masaje si es que te comportas.

—Hm, eso suena agradable.

—¿Ya estás ronroneando, mapache?

—Puede ser, marmota.

Las dos se rieron y se movieron a paso de tortuga hacia el baño. Theresa sentó a Casey sobre el inodoro y llenó la bañera con agua caliente mientras la desvestía. Y fue entonces cuando notó las manchas purpúreas y negras cubriendo la piel azulada de la alienígena.

—¿Y esto?...

—Sabes que cuando exijo demasiado de mi organismo y termino colapsando por la fatiga, pierdo temporalmente mis poderes. Eso incluye mi habilidad de auto-reparar mi cuerpo. Así que estos son moretones.

—Se ven bastante dolorosos.

—Lo son —la alienígena concordó—. Pero al menos no durarán para siempre... En unos días más ya no tendré ninguno.

—¿Y esto ocurre con mucha frecuencia? ¿Lo de perder tus poderes?

—No. Como ya dije, solo cuando me exijo demasiado. Esto... —Casey señaló a su cuerpo—. Solo pasó porque pasé mucho tiempo sin usar mis poderes y mi cuerpo se desacostumbró.

—Tuviste que hacer un esfuerzo muy grande ayer, además.

—Bueno, sí...

La tina terminó de llenarse. Theresa le echó un poco de jabón líquido, sacudió el agua con la mano para crear una fina camada de burbujas, y luego ayudó a Casey a moverse adentro.

—Creo que vas a necesitar que te enjabone, ¿no?

—No puedo levantar mis brazos más, así que... si pudieras ayudar, te sería eternamente grata.

—Cómprame una malteada y pagas tu deuda.

—Ahora me dieron ganas de tomar una también. Pero no puedo ir a visitar a la señora Marina así, con mi apariencia normal... Tal vez mañana lo haga, si me siento mejor.

—Lo estarás... —Theresa recogió el shampoo—. Te voy a cuidar hasta que lo estés.

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